En
la historia de las relaciones entre México y Estados Unidos, es decir,
entre una ascendente potencia imperialista y un país dependiente y
atrasado, se presentaron desencuentros y enfrentamientos muy
importantes. El desarrollo capitalista de Norteamérica, implicó la
conversión de Estados Unidos en una potencia transcontinental mediante
la compra de territorios a Francia y España, la negociación territorial
con Inglaterra y el despojo de territorios a México. En 1836, por medio
del estímulo a elementos filibusteros, Texas fue cercenada de México; en
la guerra de rapiña de 1846-1848 Estados Unidos arrebató a México Nuevo
México, Arizona, Nevada, Utah, California y fracciones de otros
estados, y en 1853 “compró” la Mesilla.
En el
curso de la Revolución mexicana, el imperialismo norteamericano
participó activamente en el derrocamiento del gobierno democrático de
Francisco I. Madero, y luego de derrotado el gobierno golpista de
Victoriano Huerta, facilitó la actividad en su suelo de elementos
reaccionarios como Félix Díaz y otros conocidos derechistas. Entre marzo
de 1916 y febrero de 1917, el gobierno de Estados Unidos, con Woodrow
Wilson como presidente, realizó una intervención militar en México,
conocida como Expedición Punitiva, dizque para perseguir a Francisco
Villa, apresarlo y liquidarlo. Los objetivos reales eran otros: sabotear
e impedir la promulgación de leyes sobre materia petrolera, agraria,
laboral y religiosa. Naturalmente, estos objetivos sólo los pusieron al
descubierto el patriotismo mexicano y el movimiento obrero
estadunidense.
En repudio al reconocimiento del
gobierno de Venustiano Carranza por la administración wilsoniana,
Pancho Villa atacó con 360 hombres el 9 de marzo de 1916 la población de
Columbus, Nuevo México. Durante la incursión prendieron fuego a varias
casas, saquearon algunas tiendas, sustrajeron dinero del banco y de la
oficina de correos y telégrafos, combatieron con la guarnición de la
plaza y mataron ocho soldados y otro número igual de civiles. Cayeron
muertos, heridos y prisioneros algunas decenas de villistas.
Con
motivo de estos acontecimientos, los partidarios de la intervención
tenían a su favor a la opinión gabacha, muy indignada. El 15 de marzo un
cuerpo expedicionario mandado por el general John J. Pershing invadió
el territorio mexicano para tratar de aprehender a Villa. Era, de forma
clara y en gran escala, escribe Duroselle, la intervención militar
unilateral de Estados Unidos. No era la guerra, pero se iba derecho
hacia ella. (1)
Muchos quisieron ver, en estos
hechos, la mano de Alemania. No era una sorpresa, de acuerdo con Katz,
se haya afirmado que las intrigas alemanas fueron las causantes del
ataque de Villa, y describir a Alemania como la perturbadora de la paz.
Naturalmente, no ha aparecido prueba alguna de esta errónea información.
(2)
El asalto de Villa dio el pretexto al
imperialismo norteamericano para intervenir en México con la Expedición
Punitiva, bajo la dirección del general John J. Pershing, apodado Black
Jack, el mismo que comandaría el cuerpo expedicionario norteamericano en
la I Guerra Mundial. Esta fuerza invasora tuvo como características
centrales, en cuanto a armas y equipos, ser la última acción importante
del ejército gringo en que se utilizó ampliamente la caballería y la
primera en utilizar aviones y camiones. Las tropas yanquis cruzaron la
frontera por Palomas y Ciudad Juárez, Chihuahua, inicialmente con
alrededor de 5 mil oficiales y soldados. Posteriormente, estos
contingentes fueron aumentados y llegó un momento en que eran alrededor
de 20 mil los participantes en la intervención.
Conforme
a dos estudiosos estadunidenses: “...La práctica que este incidente dio
al ejército puede haber justificado lo que costó; pero el fracaso de la
expedición desacreditó la política de “espera vigilante” y la violación
del suelo mexicano produjo la enemistad de Carranza y despertó las
sospechas de los pueblos sudamericanos...” (3)
La
persecución norteamericana se convirtió, según un académico, en una
búsqueda bufa por desiertos descaminados, durante la cual se vieron
sometidos a acosantes ataques de parte de los villistas, una vez
estuvieron bien en el interior de México. Los estadunidenses cayeron al
fin en la cuenta de la locura de su misión. (4)
La
Expedición Punitiva se integraba, al principio, con la 1ª Brigada, al
mando del coronel James Lockett, compuesta por el 11º Regimiento de
Caballería, el 12º Regimiento de Caballería y un Batallón de Artillería
de campaña; la 2ª Brigada, al mando del coronel John J. Beacon,
compuesta por el 6º Batallón de Infantería, el 16º Batallón de
Infantería, dos Compañías de Ingenieros, una Compañía de Ambulancias, un
hospital de campaña, un cuerpo de señales, un escuadrón aéreo y dos
Compañías de Transportes. Tiempo después, estas unidades fueron
reforzadas convenientemente. (5)
Las masacres,
persecuciones y control de movimientos de los lugares por donde pasaban
las tropas gringas, despoblaron de mexicanos las ciudades y rancherías.
Por cierto, en las cifras de caídos villistas contabilizados por los
jefes de la Expedición Punitiva hay que descontar a sencillos habitantes
que fueron asesinados sin ninguna razón. En sus correrías por
territorio mexicano, las tropas norteamericanas se apoderaron de ganado
que necesitaban y efectuaron numerosas aprehensiones de mexicanos a
quienes consideraban sospechosos de villistas, para remitirlos a Estados
Unidos, donde muchos fueron ahorcados o condenados a largas prisiones
bajo el cargo, no siempre confirmado, de haber tomado parte en el asalto
a Columbus. (6)
Como es típico en las fuerzas
armadas de Estados Unidos y otros países imperialistas, en no pocas
ocasiones crean y arman conflictos bélicos con el objeto de probar y
mejorar nuevas armas y medios de la guerra moderna, y preparar a sus
tropas y mandos para conflagraciones futuras, que, en el caso de 1916,
perseguía el fin de intervenir en la I Guerra Mundial. A propósito,
sostienen dos historiadores militares: “...No obstante, las pruebas en
el campo continuaron hasta 1916, cuando los camiones militares pasaron
su primera prueba real durante la Expedición de Castigo a Méjico. En una
audaz adquisición de 500 vehículos comerciales valorados en 460,000
dólares, el Departamento de Guerra formó veintidós compañías de
camiones, los cuales demostraron su valía llevando suministros. El
ejército estaba en el umbral de la edad de motor.
“Como
en el movimiento de motorización, las primeras experiencias del
ejército con aeroplanos fueron largas en promesas y cortas en
rendimiento, pero las operaciones de 1916 en Méjico reavivaron un flojo
compromiso...” (7)
El gobierno de Carranza
protestó por la intervención, e hizo los preparativos para hacerle
frente tanto en el terreno militar como en el político y el diplomático.
En la Ciudad de México y otras poblaciones, el pueblo celebró
manifestaciones y mítines de repudio a la agresión estadunidense. El 12
de marzo, el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista lanzó un
manifiesto al pueblo mexicano, publicado en La Opinión, de Querétaro, en
el cual planteaba que no permitiría la entrada de tropas extranjeras a
territorio nacional, y que si ésta se producía “el pueblo mexicano sabrá
cumplir con honor su deber, sin reparar en los sacrificios por los que
haya que pasar, para defender sus derechos y la soberanía de México”.
(8)
La administración carrancista reaccionó en
forma rápida, y nombró al general Álvaro Obregón como secretario de
Guerra y Marina, y al general Cándido Aguilar como secretario de
Relaciones Exteriores. Apunta uno de los principales estudiosos de la
política internacional de México: “Confió el Primer Jefe las
responsabilidades mayores, después de la suya, a los dos hombres más
destacados y aptos en su ejército para tales cargos... La organización
militar en previsión de todo, quedó confiada al vencedor de Villa; y la
defensa diplomática en manos de un jefe que había dado prueba de
entereza patriótica”. (9)
En San Isidro,
Chihuahua, se enfrentaron, el 29 de marzo, guerrilleros villistas y
fuerzas norteamericanas, de las 11:00 a las 16:00 horas. Los
estadunidenses tuvieron 93 muertos y 34 heridos, además de dejar 110
fusiles máuser. El 3 de abril se produjo un combate en Aguacaliente,
Chihuahua, entre norteamericanos y seguidores de Pancho Villa, entre las
4:00 y las 17:00 horas. Los invasores tuvieron 108 bajas. (10)
La
disposición de lucha del pueblo mexicano era elevada. En Parral se
escenificaron importantes acontecimientos el 12 de abril. Las tropas
norteamericanas penetraron a la ciudad, y grande fue su sorpresa cuando
contemplaron a las masas, iracundas, encabezadas por la señorita Elisa
Griense, llenándolos de improperios, y señalándoles el camino para que
abandonaran inmediatamente la población.
Los
hombres, las mujeres y hasta los niños recorrían las calles en demanda
de armas y municiones para arrojar de allí a los invasores. Entonces la
población enfurecida se arrojó sobre la guardia del cuartel, se apoderó
de los fusiles colocados en el armero, y se abalanzó sobre la columna de
soldados norteamericanos, al grito de ¡Viva Villa!, ¡Viva México! El
pueblo persiguió a la columna invasora hasta Santa Cruz de Villegas,
hiriendo y matando a los soldados de Estados Unidos. (11)
El
oficial norteamericano Robert L. Twye fue atacado, el 13 de abril, por
el coronel villista Acosta. Hubo muertos y heridos de la Expedición
Punitiva. El día 18, los villistas repelieron a los estadunidenses, que
sufrieron 124 bajas, en Puerto de Varas, Chihuahua. El 22 de abril, el
coronel Jorge H. Dodd atacó a Tomóchic defendido por Miguel Baca Valles y
Domínguez, cuyas fuerzas le hicieron 8 muertos y 6 heridos. (12)
Negociaciones
Empero,
la guerra no se declaró y se iniciaron tratativas. Entre el 29 de abril
y el 11 de mayo, se celebraron conferencias en El Paso, Texas, y Ciudad
Juárez, Chihuahua, entre los generales Álvaro Obregón y Jacinto B.
Treviño, por México, y los generales Frederick Funston y Hugh L. Scott,
por Estados Unidos, para tratar sobre la retirada de las tropas de la
Expedición Punitiva. Los representantes yanquis querían incluir en la
agenda temas que no estaban vinculados con la salida de sus tropas, con
la intención de intervenir en los asuntos internos nacionales. Las
negociaciones fracasaron y no se acordó la retirada inmediata de las
tropas expedicionarias.
Elementos no
identificados, a quienes los yanquis acusaban de estar avituallados y
asesorados por generales mexicanos, asaltaron, el 5 de mayo, Glenn
Springs, distrito de Big Ben, Texas, por lo cual murieron varios
ciudadanos estadunidenses, incluidos algunos militares. El gobierno
gringo se aprovechó de este incidente para incrementar el número de
tropas de la Expedición Punitiva. Ocurrieron otros asaltos en la línea
fronteriza entre los estados de Chihuahua y Tamaulipas con Texas. Muchos
de ellos impulsados o permitidos por las autoridades norteamericanas,
con el objeto de agudizar las contradicciones entre ambos países.
Se
presentaron, asimismo, conflictos y actos hostiles en el mar y en
algunos ríos, sobresaliendo los ocurridos en Mazatlán, Sinaloa; Guaymas,
Sonora, y Minatitlán, Veracruz.
Cándido
Aguilar se dirigió a Robert Lansing, secretario de Estado
norteamericano, el 22 de mayo, para denunciar que 400 hombres del 8º
regimiento del ejército yanqui se encontraban en territorio mexicano,
habiendo cruzado la línea por el rumbo de Boquillas, aproximadamente del
10 al 11 de mayo, y se hallaban en la fecha del mensaje cerca de un
lugar llamado “El Pino”, como a sesenta millas al sur de la frontera.
Este hecho llegó a conocimiento de las autoridades mexicanas, porque el
comandante mismo de las tropas norteamericanas que cruzaron la frontera
dirigió al comandante militar mexicano de Esmeralda en Sierra Mojada,
una comunicación en la cual le manifestaba que había cruzado la frontera
en persecución de la banda de forajidos que asaltó Glenn Springs, por
virtud de un acuerdo existente entre el gobierno norteamericano y el
gobierno mexicano para el paso de tropas, y con consentimiento de un
funcionario consular mexicano de Del Río, Texas, a quien decía haber
dado conocimiento de la entrada de su expedición.
De
no retirarse la expedición, el gobierno mexicano lo interpretaría como
una invasión y respondería en legítima defensa, pues la intervención se
había transformado en un movimiento para restringir la independencia
nacional, ya que es sabido que no se utiliza artillería para perseguir a
bandidos. Las protestas y la expedición gringas estaban relacionadas
con los intereses económicos norteamericanos. Empresarios y gobierno
yanquis buscaban influir en el movimiento revolucionario mexicano. En la
política de Woodrow Wilson pesaban mucho las posiciones de los
partidarios recalcitrantes del intervencionismo, en función de la
campaña para renovar al inquilino de la Casa Blanca.
El
embargo de pertrechos consignados al gobierno mexicano, no podía tener
más interpretación que la de que el gobierno norteamericano deseaba
precaverse contra la emergencia de un conflicto futuro y, por lo tanto,
trataba de evitar que vinieran a manos del gobierno mexicano armas y
parque que pudieran emplearse contra las tropas norteamericanas mismas.
El gobierno estadunidense estaría en su derecho de precaverse contra esa
emergencia, pero en ese caso no debería decir que estaba tratando de
cooperar con el gobierno carrancista y hubiera sido preferible encontrar
una mayor franqueza en sus procedimientos.
O
el gobierno gringo deseaba decidida y francamente ayudar al gobierno
mexicano a restablecer la paz, y en ese caso no debía impedir el paso de
armas, o los verdaderos propósitos del gobierno norteamericano eran
prepararse para que en el caso de una futura guerra con México, este
país se encontrara menos provisto de armas y parque. Si fuere esto
último, preferible era decirlo.
El pueblo y el
gobierno mexicanos tenían la absoluta seguridad de que el pueblo
norteamericano no deseaba la guerra con México. Había, sin embargo,
fuertes intereses yanquis y fuertes intereses mexicanos empeñados en
procurar un conflicto entre ambos países. El gobierno mexicano deseaba
firmemente mantener la paz con el gobierno norteamericano, pero para ese
efecto era indispensable que el gobierno gringo se sirviera explicar
francamente sus verdaderos propósitos hacia México.
El
gobierno mexicano invitaba, pues, formalmente al gobierno de Estados
Unidos a hacer cesar esta situación de incertidumbre entre ambos países y
a apoyar sus declaraciones y protestas de amistad con hechos reales y
efectivos que convencieran al pueblo mexicano de la sinceridad de sus
propósitos. Estos hechos, en ese entonces, no podían ser otros que la
retirada de las tropas yanquis que se encontraban en territorio
nacional. (13)
La opinión antimperialista de
Estados Unidos estaba vigilante y activa. El New York Call planteó: “Los
capitalistas norteamericanos no quieren que los mexicanos dispongan de
sus yacimientos de oro y plata, de sus fuentes de petróleo, de su
henequén, sus bosques y sus tierras [...] Si este país comienza la
guerra contra México, no será a causa del ataque a Columbus [...] El
motivo lo será las enormes riquezas de México. Si los soldados
norteamericanos van a morir a México, será para que los capitalistas
yanquis puedan disponer de las colosales riquezas de México”.
Times sostenía: “Mientras más avanza el general Pershing se palpa con más evidencia que el pueblo apoya a Villa”. (14)
En
junio los villistas tuvieron enfrentamientos con las tropas yanquis en
Rincón de la Serna, Salitrera y otras poblaciones de Chihuahua, mientras
en Tamaulipas los generales Emiliano P. Nafarrete y Alfredo Ricaut
distribuían rifles, pistolas y parque a hombres, adolescentes y mujeres,
que llegaron a ser más de 1,500 bajo las órdenes del Ejército mexicano.
Cerca de 200 rancheros, con caballada y armas, se pusieron a
disposición de las fuerzas armadas mexicanas. Del territorio
norteamericano volvieron mexicanos para ofrecer sus servicios a los
generales y jefes militares de México. En esas condiciones, no fue
difícil rechazar las incursiones de las tropas norteamericanas cuando se
aventuraron a traspasar la frontera. En la reserva, había más de 500
hombres desarmados pero organizados militarmente. (15)
El combate del Carrizal
Woodrow
Wilson declaró, el 1 de junio de 1916, que no tenía intenciones de
retirar la Expedición Punitiva. En respuesta, Carranza decidió ejercer
presión directa sobre las tropas gringas. El 16 de junio, el general
John J. Pershing recibió una nota en la que se le informaba que todo
movimiento de sus tropas, salvo en dirección al norte, tropezaría con
resistencia y que el ejército mexicano atacaría.
El
general Jacinto B. Treviño le planteó a Pershing: “Tengo órdenes de mi
gobierno para detener por medio de las armas toda nueva invasión a mi
país por fuerzas americanas, así como para evitar que aquellas tropas
actualmente se encuentran en Chihuahua, se muevan al Sur, Este u Oeste
del lugar que actualmente ocupan. Lo que comunico a usted para su
conocimiento y para que tome nota de que sus fuerzas serán atacadas por
las mexicanas si esta disposición no es atendida”. (16) Pershing
respondió: “...En contestación dése usted por notificado que mi gobierno
no ha impuesto tales restricciones a los movimientos de las tropas
americanas. Por lo tanto, usaré de mi criterio para lo que concierne a
cuando y en qué dirección deba mover mis tropas para perseguir bandidos o
para obtener información tocante a bandidos. Si dentro de estas
circunstancias las tropas mexicanas atacan mis columnas, la
responsabilidad con sus consecuencias recaerá sobre el gobierno
mexicano”. (17)
El general gringo hizo caso
omiso de la advertencia del gobierno constitucionalista y se produjo un
choque franco entre tropas norteamericanas y mexicanas en El carrizal,
Chihuahua, el 21 de junio. Fue éste el incidente más grave desde la
incursión de Villa y amenazó con provocar el temidísimo estallido de la
guerra entre México y la potencia del Norte. (18) El 21 de junio, en El
Carrizal, las tropas mexicanas derrotaron a las tropas yanquis. El parte
del teniente Genovevo Rivas, fue el siguiente:
Tengo
el honor de poner en el superior conocimiento de usted que el 21
corriente a las 7 de la mañana presentóse una fuerza [norte]americana
compuesta de 80 a 100 hombres aproximadamente. Por orden del C. Gral.
Félix U. Gómez salí a conferenciar con el jefe de dicha fuerza para que
me informara cuál era el objeto de su presencia; puesto al habla con él,
me dijo que venía en busca de una gavilla de bandidos que por aquí
merodeaba, habiéndole contestado que ninguna gavilla asolaba esta
comarca por estar toda perfectamente vigilada por fuerzas
constitucionalistas, dijo él entonces que iba a Villa Ahumada con el fin
de buscar un desertor a lo que le contesté que teníamos órdenes de no
permitir el avance de fuerzas norteamericanas en otra dirección que no
fuera el Norte; a esta declaración contestó que nada le importaba y que
él tenía órdenes de llegar a Ahumada y lo haría sobre las balas,
habiendo yo rendido parte a mi general del resultado de la entrevista,
salió él personalmente a hablar con el jefe americano habiéndole hecho
las mismas preguntas que poco antes le había hecho yo, contestando a
ellas de la misma manera que anteriormente; mi general Gómez le dijo que
él sentiría mucho que fuera a registrarse un conflicto entre ambas
fuerzas y le hizo la proposición que esperase unas tres o cuatro horas
para telegrafiar a la Comandancia Militar de Ciudad Juárez para que
resolvieran si podía permitirse el paso para Villa Ahumada a la fuerza
de su mando a lo que contestó el altanero jefe [norte]americano que no
quería perder más tiempo y que pasaría sobre nosotros, habiéndole
contestado mi general que si creía poder pasar que lo hiciera; acto
continuo se retiró mi general y los que lo escoltábamos al lugar donde
estaban nuestras (fuerzas) haciendo lo mismo el jefe [norte]americano al
lugar donde estaba la suya, habiendo desde luego encadenado su
caballada, ordenó el avance de sus soldados en línea de tiradores sobre
nuestras fuerzas, compuestas del 2º, 3er. y 4º Escuadrón del Segundo
Regimiento que montados permanecían en línea desplegada sin hacer ningún
movimiento agresivo, habiendo sido ellos quienes rompieron el fuego a
una distancia de 80 metros el que fue contestado con bizarría por
nuestros valientes soldados, trabándose desde luego el combate, del cual
paso a referir los detalles dando parte de las bajas habidas en ambos
lados habiendo levantado el campo por las fuerzas vencedoras de su
Brigada; el combate fue reñido e intenso por dos horas en que la primera
línea de batalla sostuvo al enemigo con valor; habiendo sido muerto mi
general Gómez en las primeras descargas asumí el mando general de las
fuerzas y ordené el avance del Primer Escuadrón del Segundo Regimiento
por el flanco derecho del enemigo y el primer Regimiento por el
izquierdo; el movimiento fue preciso y violento haciendo huir al enemigo
en dispersión abandonando muertos, caballos y armas y haciéndole 22
prisioneros y doce muertos; por nuestra parte tuvimos que lamentar las
bajas siguientes:
Primer Regimiento: plana
mayor, capitán primero Francisco Rodríguez, muerto. Primer Escuadrón:
subteniente Juan Lerma, muerto... [sigue lista de caídos]. (19)
Cuando
las tropas se acercaron al pueblo, señalan dos autores, les salieron al
paso oficiales mexicanos, quienes les negaron el permiso para seguir
adelante. Después de una serie de reuniones infructuosas entre ambas
partes, el capitán Boyd explotó: “Díganle al desgraciado (el comandante
mexicano) que voy a pasar”. El orgullo, la arrogancia y el nacionalismo
nublaron el buen juicio de Boyd cuando ordenó un avance pie a tierra a
través de casi 300 metros en terreno abierto. El resultado fue
inevitable --una derrota total para Estados Unidos-- y Boyd murió con
varios de de sus hombres. Soldados heridos y capturados fueron
trasladados a la ciudad de Chihuahua. Los mexicanos, incluso con 45
muertos y 53 heridos, podrían haber capturado fácilmente a todos los
demás, pero se inclinaron por los heridos y por quienes se rendían. Los
soldados estadunidenses habían sido humillados en el campo de batalla y
el enemigo los había tomado prisioneros, por lo cual ahora se temía que
fuera declarada la guerra. (20)
Los yanquis
tuvieron 12 muertos y 22 prisioneros. En la acción de El Carrizal
cayeron los héroes mexicanos: general Félix U. Gómez, capitán primero
Francisco Rodríguez, teniente Daniel García, subteniente Juan Lerma,
sargento José Vázquez, cabos Valente Armendáriz, Ángel Torres, Juan
Armijo, Leonardo Flores y Aurelio Estudiante, soldados José Perales,
Telésforo Gómez, Guadalupe Hernández, Pablo Martínez, Antonio Nerolimo,
José Bejarán, Gregorio Banaza, Miguel Martínez, José González, Atanasio
Rodríguez, León Jiménez, Rafael López, Marcos Meza, Ramón Aguayo,
Salvador Vera, Lorenzo Acuña, Faustino Balmaceda, Antonio Delgadillo y
Ambrosio Rodríguez.
El botín de guerra recogido
al enemigo, incluía: treinta y un fusiles máuser, tres mil cartuchos
máuser 8 mm., treinta y un caballos ensillados y un aparejo. La derrota
de los expedicionarios de Estados Unidos, en este combate, fue completa y
abandonaron el campo de batalla corriendo como venados. (21)
Nuevas negociaciones
La
posibilidad de que se declarara la guerra formal, señala una
historiadora mexicana, fue muy seria y el gobierno mexicano propuso que
se dilucidara el problema internacional por medio de unas conferencias
entre comisionados de ambos gobiernos. Las conferencias se iniciaron el 6
de septiembre y tuvieron lugar en las poblaciones norteamericanas de
New London, Atlantic City y Filadelfia, (22) entre Luis Cabrera, Alberto
J. Pani e Ignacio Bonillas, por México, y Franklin K. Lane, George Gray
y John R. Mott, por Estados Unidos. No se logró la salida inmediata de
la Expedición Punitiva, pero se impidió que el gobierno norteamericano
se arrogara el derecho de representar a empresas y gobiernos
extranjeros, a definir qué hacer en materia de propiedad y religión,
esto es, a “cubanizar” México, al estilo de la enmienda Platt.
Con
gran desparpajo, los delegados yanquis llegaron a proponer: “...pasemos
a la consideración de estos tres puntos: 1º Protección de las vidas y
propiedades de los extranjeros en México. 2º Establecimiento de una
Comisión de Reclamaciones. 3º Tolerancia religiosa...” (23) Las
conferencias terminaron el 15 de enero de 1917.
En ciertos momentos, los comisionados gringos amenazaron con la guerra a los representantes mexicanos.
Entretanto,
las fuerzas de Pancho Villa, apunta su principal biógrafo, no sólo no
fueron decisivamente derrotadas ni dispersadas por la expedición de
Pershing, sino que aumentaron en forma fenomenal mientras los
norteamericanos permanecieron en suelo mexicano. Villa se convirtió en
el símbolo de la resistencia nacional contra los invasores extranjeros y
su popularidad aumentó vertiginosamente. (24) El Centauro del Norte se
recuperó de las derrotas que le había infligido Álvaro Obregón y fue
capaz de ocupar plazas muy importantes en Chihuahua y Coahuila.
Por
muchos estados de la Unión Americana se extendió el movimiento de
solidaridad con México, que tenía como centro y como principal impulsora
y participante a la clase obrera. En las ciudades más importantes de
Estados Unidos se organizaron mítines para protestar por el envío de la
Expedición Punitiva y la política de agresión. En un mitin celebrado en
San Francisco, California, un orador manifestó: “Dejad a los
capitalistas que están urgiendo la preparación para ir a México, que
peleen ellos para proteger las tierras que han arrebatado a los
campesinos de aquel país”.
Bajo la consigna de
“Ningún hombre para la guerra contra México”, se realizó una
concentración masiva en Nueva York a la que asistieron intelectuales,
obreros, socialistas, pastores protestantes, universitarios y otros
núcleos de ciudadanos norteamericanos. En los discursos se condenó la
política de agresión. “El que continúen las tropas americanas en
territorio mexicano es una vergüenza nacional”, se dijo. Un orador
socialista expresó: “Si los mexicanos persiguieran a los saqueadores de
México, no se detendrían sino hasta Wall Street”. Se constituyó en
Washington un comité para evitar la guerra contra México, encabezado por
el ministro de Bolivia, señor Ignacio Calderón, y en el que
participaban los representantes diplomáticos de las repúblicas
latinoamericanas. (25)
La intervención
norteamericana en México provocó una ola de indignación y expresiones de
solidaridad con el pueblo mexicano en varios países de América Latina.
Ejemplo de ello fue un mitin de protesta efectuado en Buenos Aires, en
el que participaron 10,000 personas. (26) De manera ferviente repudiaron
al gobierno de Estados Unidos José María Vargas Vila, Manuel Ugarte,
Rufino Blanco Fombona y otros escritores latinoamericanos, tanto
prominentes como otros menos famosos.
La
intervención norteamericana perseguía como objetivos: impedir la
aprobación de los artículos patrióticos de la Constitución General de la
República, en especial del 27 que afectaba y afecta la propiedad de
tierras, minas y petróleo; arrogarse el privilegio de representar a
empresas norteamericanas y de otros países, así como de gobiernos
extranjeros; permitir la intervención estadunidense en toda la frontera
sin permiso del Estado mexicano; intervenir en asuntos de religión, y
otros de exclusiva competencia de las autoridades y ciudadanos
mexicanos. En esto no prosperaron sus objetivos.
Las
conclusiones sobre la Expedición Punitiva son por demás claras: el
ejército gringo, pese a sus aeroplanos y camiones, fracasó en el
supuesto objetivo de aprehender o matar a Pancho Villa, en hacer
modificar la política económica patriótica de Venustiano Carranza y en
establecer un protectorado yanqui en México. (27)
La
proximidad de la participación de Estados Unidos en la I Guerra Mundial
y el aislamiento de la política wilsoniana, obligaron a dar término a
la intervención en México. El 5 de febrero de 1917, el gobierno de
Washington reconoció al de México como gobierno de iure. Los últimos
elementos de la retaguardia de las tropas que integraban la Expedición
Punitiva abandonaron tierras de Chihuahua y se internaron en territorio
norteamericano. Terminó, así, la intervención militar de Estados Unidos
en México.
Hoy, cuando un gobierno espurio, el
del panista Felipe Calderón Hinojosa, tiene el descaro y la desvergüenza
de homenajear a los asesinos de mexicanos en el Cementerio Nacional de
Arlington, en Virginia, Estados Unidos, vale la pena recordar los hechos
de la Expedición Punitiva.
Notas:
1)
Jean-Baptiste Duroselle, Política exterior de los Estados Unidos de
Wilson a Roosevelt (1913-1945), trad. de Julieta Campos, México, FCE,
1965, p. 81.
2)
Friedrich Katz, “Pancho Villa y el ataque a Columbus, Nuevo México. La
invasión norteamericana”, en Graziella Altamirano y Guadalupe Villa
(comp.), Chihuahua. Textos de su historia 1824-1921, t. 3, México, Gob.
del Edo. de Chih., Inst. Mora y UACJ, 1988, pp. 510-511.
3)
Samuel Eliot Morison y Henry Steele Commager, Historia de los Estados
Unidos de Norteamérica, t. III, trad. de Odón d’Ocón y Faustino Ballvé,
México, FCE, 1951, p. 23.
4)
John Mason Hart, El México revolucionario. Gestación y proceso de la
Revolución mexicana, trad. de Manuel Arbolí, México, Alianza Ed., 3ª
ed., 1992, p. 440.
5) Luis Garfias Magaña, Historia militar de la Revolución mexicana, México, INEHRM, 2005, p. 351.
6)
Federico Cervantes, Francisco Villa y la Revolución, México, Com. Nal.
para la Celebr. del 175 aniv. de la Ind. N. y 75 aniv. de la Rev. mex.,
1985, p. 547.
7) Allan
R. Millet y Peter Maslowski, Historia militar de los Estados Unidos. Por
la defensa común, Madrid, Ed. San Martín, ¿1986?, p. 351.
8) Alfonso Taracena, La verdadera Revolución mexicana. Cuarta etapa (1915 a 1916), México, Ed. Jus, 2ª ed., 1973, p. 170.
9)
Isidro Fabela, La victoria de Carranza. La política interior y exterior
de Carranza, est. prelim. de Romana Falcón, Toluca, Inst. Mex. de
Cult., 1994, p. 645.
10) Datos proporcionados por Alfonso Taracena, en su obra antes citada.
11)
Estos párrafos correspondes a párrafos casi textuales de la obra de
Miguel Alessio Robles, Historia política de la Revolución, México, Com.
Nal. para la Celebr. del 175 aniv. de la Ind. Nal. y 75 aniv. de la Rev.
mex., 1985, pp. 215-216.
12) Datos de A. Taracena.
13)
Este documento, sienta, en parte, algunos de los principios básicos de
la política exterior de los gobiernos surgidos de la Revolución mexicana
y que, hoy día, han abandonado los gobiernos neoliberales,
especialmente durante las gestiones de Ernesto Zedillo Ponce de León,
Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón Hinojosa. (Mario Contreras y Jesús
Tamayo, México en el siglo XX. 1913-1920. Textos y documentos, t. II,
México, UNAM, 1976, pp. 218-232, y La Revolución mexicana. Textos de su
historia, t. III. Acción revolucionaria, Graziella Altamirano y
Guadalupe Villa (inv. y comp.), México, SEP Instituto Mora, 1985, pp.
475-492. Este documento aparece, por cierto, en muchos libros, además de
los citados).
14) Vivian Trías, Historia del imperialismo norteamericano, t. I, Buenos Aires, A. Peña Lilo Ed., 1975, pp. 192-193.
15)
Véase Labor internacional de la Revolución constitucionalista de México
(Libro Rojo), México, Ed. de la Com. Nal. para la Celebr. del
Sesquicentenario de la Proclamación de la Ind. Nal. y del Cincuentenario
de la Rev. Mex., 1960, pp. 210-214.
16)
Isidro Fabela, Historia diplomática de la Revolución mexicana, II,
Toluca, Inst. Mex. de Cult., 1994, pp. 323-324, y Emilio Portes Gil,
Autobiografía de la Revolución mexicana, México, Inst. Mex. de Cult.,
1964, p. 221.
17)
Documentos históricos de la Revolución mexicana, vol. XII, Expedición
punitiva, t. I, fundador: Isidro Fabela, publicados bajo la dirección de
Josefina E. de Fabela, México, Ed. Jus, 1967, p. 372, y Alberto Salinas
Carranza, La Expedición Punitiva, México, Ed. Botas, 2ª ed., 1937, p.
275.
18) Párrafo casi
textual de Esperanza Durán, Guerra y revolución. Las grandes potencias y
México 1914-1918, México, El Colmex, 1985, p. 137.
19) “La Expedición Punitiva”, en Consideraciones, (Gerardo Peláez, comp.), México, núm. 21, marzo-abril de 2001, p. 7.
20)
Paul J. Vanderwood y Frank N. Samponano, Los rostros de la batalla.
Furia en la frontera México-Estados Unidos 1910-1917, trad. de Elisa
Moreno C., México, Camera Lucida, CNC y Grijalbo, 1993, p. 207.
21)
Francisco R. Almada, La Revolución en el estado de Chihuahua, t. II.
1913-1921, México, INEHRM, 1965, pp. 318-320, Documentos históricos de
la Revolución mexicana, vol. XIII, Expedición punitiva, t. II, fundador:
Isidro Fabela, publicados bajo la dirección de Josefina E. de Fabela,
Ed. Jus, México, 1968, pp. 9-12, y Juan Barragán Rodríguez, Historia del
ejército y de la Revolución constitucionalista, 3ª época, México,
INEHRM, 1986, p. 258-260.
22) Véase Berta Ulloa, “La lucha armada (1911-1920)”, en Historia general de México, t. 2, México, El Colmex, 2ª reimpr., 1988.
23)
Alberto J. Pani, Mi contribución al nuevo régimen. 1910-1933, México,
Ed. Cultura, 1936, p. 231, y Adolfo Manero Suárez y José Paniagua
Arredondo, Los tratados de Bucareli. Traición y sangre sobre México!, t.
I, México, s. e., 1958, p. 96.
24)
Friedrich Katz, La guerra secreta en México. 1. Europa, Estados Unidos y
la Revolución mexicana, trad. de Isabel Fraire, José Luis Hoyo y José
Luis González, México, Ed. Era, 2ª ed., 1983, p. 351.
25) Mario Gill, Nuestros buenos vecinos, México, Ed. Azteca, 4ª ed. ampl., 1959, pp. 190-191.
26)
M. S. Alperóvich y B. T. Rudenko, La Revolución mexicana de 1910-1917 y
la política de los Estados Unidos, trad. de Makedonio Garza, Armén
Ohanián, María Teresa Francés y Alejo Méndez García, México, ECP, 12ª
reimpr., 1984, p. 226.
27)
Correctamente, un autor estadunidense señala: “De la intervención
prolongada y confusa de Wilson en México no resultaron sino problemas.
Sus tácticas erróneas habían fomentado la hostilidad entre el pueblo
mexicano, que no se disipó por muchos años...” (Frank Freidle, Los
Estados Unidos en el Siglo Veinte, trad. de Antonio Guzmán Balboa,
México, Ed. Novaro, 1964, p. 270); un periodista argentino escribe:
“...Durante casi un año de permanencia en México, estas tropas sufrieron
varias derrotas a manos de los villistas y de los constitucionalistas
jefeados por Carranza”. (Gregorio Selser, Cronología de las
intervenciones extranjeras en América Latina, t. III, 1899-1945, intr.
de John Saxe-Fernández, México, UNAM UOM, 2001, p. 352), y un
investigador estadunidense, precisa: “...las autoridades norteamericanas
nunca justipreciaron el odio tan arraigado y la suspicacia de los
mexicanos frente a Estados Unidos y la creencia de la mayoría de ellos
de que ese país sólo esperaba un momento oportuno para posesionarse de
más territorio...” (Karl M. Schmitt, México y Estados Unidos 1821-1973.
Conflicto y coexistencia, trad. de Manuel Arboli Gascón, México, Ed.
Limusa, 1978, p. 136).
Gerardo
Peláez Ramos es autor, entre otras obras, de Partido Comunista
Mexicano. 60 años de historia. (Cronología. 1919-1968), 2 tomos,
Culiacán, UAS, 1980; Situación actual y perspectivas del movimiento
sindical en México, Puebla, UAP, 1978; Historia del Sindicato Nacional
de Trabajadores de la Educación, México, ECP, 1984, y Ed. del STUNAM, 2ª
ed. corr. y aum., 2000; Las luchas magisteriales de 1956-1960, México,
ECP, 1984; Historia del Sindicato de Trabajadores Académicos de la
Universidad Autónoma de Guerrero, Chilpancingo, CESS del STAUAG, 1990;
El sindicalismo magisterial. 1935-1943, México, SNTE, 1994; Diez años de
luchas magisteriales (1979-1989), México, Ed. del STUNAM, 1999; Breve
historia del STUNAM, México, UNAM-STUNAM, 2001, y Resumen histórico del
SUNTU (1979-1995), Culiacán, SUNTUAS Académicos, 2004.
Fuente, vìa :
http://cultural.argenpress.info/2010/12/la-expedicion-punitiva-estados-unidos.html
http://cultural.argenpress.info/2010/12/la-expedicion-punitiva-estados-unidos.html
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