Desde la madrugada del martes y hasta el cierre de esta edición, no
cesaron, en la catedral de San Cristóbal de las Casas, las
manifestaciones de pesar por el fallecimiento Foto Ap
Ha muerto el 24 de
enero el santo profeta de Chiapas, digno sucesor de Bartolomé de las
Casas. Este último comenzó su lucha en favor de los pueblos originarios
de América en el ya lejano 1514 en el pueblito de Sancti Espíritu de
Cuba. Fue obispo de Chiapas desde 1544 hasta 1547, en que fue expulsado
por la oligarquía de los conquistadores que ya dominaban esa tierra
maya, por su lucha en favor de los pueblos originarios. Algo más de
cuatro siglos después, y como continuando la labor de Bartolomé, fue
nombrado en 1959 don Samuel Ruiz, a la edad de 35 años, obispo de
Chiapas (siendo el más joven del episcopado mexicano de esos años).
Había nacido el 3 de noviembre de 1924 en Irapuato. Estudió primero en
León; obtuvo su doctorado en hermenéutica bíblica en la Gregoriana de
Roma. Era un hombre letrado, director del seminario de León (como Miguel
Hidalgo lo fue del de Valladolid). Asistió al II Concilio Vaticano,
participando todavía dentro de las filas del episcopado conservador. Le
tocaron tiempos de profunda renovación de la Iglesia y las convulsiones
políticas del 68. En ese tiempo cambiará drásticamente su posición
teórica y práctica. Será su comunidad indígena maya la que lo
confrontará con la miseria, la opresión, la dominación política,
económica, cultural y religiosa que la oligarquía chiapaneca había
orquestado como herencia de los conquistadores y de los terratenientes
contra ese pueblo originario. El joven obispo sufre una conversión
radical. Ya en 1968 fue uno de los cuatro oradores (sobre el tema de la
pastoral indígena) en la Conferencia de Medellín del Celam, donde
manifestó su calibre latinoamericano. Brillará en América Latina como
miembro de una camada de obispos que optaron por los pobres del
continente, junto a Helder Camara, en Brasil; Leónidas Proaño, en
Ecuador, y Óscar Romero, en El Salvador. Será uno de los reformadores de
la Iglesia, fundamentando bíblicamente la revolucionaria teología de la
liberación que estaba naciendo. Pero aún más, la llevó a la práctica
con su pueblo indígena chiapaneco. Aprendió dos lenguas mayas y se
transformó en el profeta de su pueblo. Esto le traerá grandes
enemistades, persecuciones, aun de aquellos que hoy, después de su
muerte, lo ensalzan. Decía de él, y de don Samuel, el obispo de
Cuernavaca don Sergio Méndez Arceo:
Nosotros unificamos al episcopado mexicano. ¡Todos están contra nosotros!Perseguido por los potentados, los terratenientes, los políticos y hasta por algunos de sus sacerdotes, con indomable brío, con paciencia de indígena, con sacrificio titánico, recorriendo innúmeras veces su diócesis en camioneta, avioneta o a caballo, estaba presente consolando, alentando y dirigiendo a las
comunidadesmayas. Todas lo tenían por tatik (como el tata de los tarascos que fue Vasco de Quiroga); nombrado por ellos mismos
Protector del pueblo indígena. Contra viento y marea, y contra la opinión de muchos en el Vaticano (que como decía San Juan de la Cruz a un hermano observante estricto:
¡Cuídate de ir a Roma, partirás descalzo (reformado) y volverás calzado (corrompido)!), transformó la Iglesia y la sociedad chiapaneca, educó a los líderes indígenas, que de catequistas llegaron a ser diáconos. ¿Qué fueron muchas y muchos comandantes zapatistas sino catequistas de don Samuel Ruiz? Don Samuel creó proféticamente la conciencia de lucha de su pueblo, del cual, por otra parte, aprendió todo. Por ello, en la celebración de su muerte (no es contradictorio que el pueblo reunido junto a su cadáver exultara un cierto espíritu de profundo regocijo), se gritaba, en algunos casos machete en mano:
¡Samuel vive, la lucha sigue!; o aquella crítica a la Iglesia de tantas traiciones:
¡Queremos obispos al lado de los pobres!Esa Iglesia ocupada en la beatificación de su burocracia (cuyo miembro supremo se le vio fotografiado junto a R. Reagan, o a A. Pinochet, y que se encolerizó ante la presencia de un humilde Ernesto Cardenal de rodillas, y sin embargo ministro de Estado de la revolución sandinista, junto al gran cartel en el que se leía en la Plaza de la Revolución:
¡Entre cristianismo y revolución no hay contradicción!
Don Samuel no fue sólo una figura mexicana. Era una
personalidad profética latinoamericana, defensor de los derechos humanos
de los humildes, de los inmigrantes en toda Centroamérica. Era una
figura mundial, recibiendo premios internacionales y doctorados honoris causa en las más diversas y encumbradas universidades en reconocimiento a su pensamiento y a su acción.
Don Samuel es, junto a don Sergio Méndez Arceo, el símbolo más
profético de la Iglesia mexicana del siglo XX, y uno de los pastores más
importantes de la pastoral indígena en nuestro continente y el mundo.
No queda sino alegrarse con el pueblo cuando exclamaba:
¡Samuel vive, la lucha sigue!Como Walter Benjamin escribía, se trata de un
mesianismo materialista(si por
materialistase entiende cumplir responsablemente con los deberes para con la vida de los pobres y explotados, como los indígenas chiapanecos). Samuel fue heroicamente consecuente con aquél:
¡Tuve hambre y me dieron de comer!(que del Osiris egipcio pasó a Isaías y al fundador del cristianismo, del cual Samuel fue un digno testimonio).
* Filósofo, emérito de la Universidad Autónoma Metropolitana
Fuente, vìa :
http://www.jornada.unam.mx/2011/01/26/index.php?section=opinion&article=007a1pol
http://www.jornada.unam.mx/2011/01/26/index.php?section=opinion&article=007a1pol
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