No es una sorpresa que en Chile existe un déficit de médicos
especialistas. Así lo confirman las enormes listas de espera que
constituyen el panorama habitual de los servicios públicos en el país.
Un problema que ha sido abordado por las autoridades en innumerables
ocasiones, pero que a la hora de ir a la génesis del asunto, es decir,
al proceso de formación de profesionales, el tema parece hundirse en la
bruma ante la poca o nula presencia de políticas que regulen la materia.
En la actualidad existen 18 escuelas de Medicina acreditadas por la
Asociación Chilena de Facultades de Medicina (Asofamech) y se estima
que, año a año, egresan de sus aulas un poco más de 900 estudiantes. De
ellos, sólo el 28 por ciento puede acceder a una beca de
especialización.
Y es que los cupos disponibles para la formación de especialistas son
considerablemente menores en relación a la demanda y al requerimiento
que tiene el país de profesionales. Para el proceso
de formación 2011, por ejemplo, la Universidad de Chile
contaba con diez vacantes para medicina interna, nueve para cirugía
general, tres para oftalmología, dos para dermatología y sólo una para
fisiatría. En la Universidad de Los Andes, en tanto, sólo se abrieron dos cupos para cardiología, dos para
oncología, dos para infectología y uno para oncología ginecológica.
La decana de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile,
Cecilia Sepúlveda, reconoce que “efectivamente, las instituciones
formadoras no tenemos la capacidad de poder responder como el país
necesita ofreciendo todos los cupos que se requieren para poder cerrar
de manera rápida las brechas existentes y eso dice relación con nuestra
capacidad formadora”.
La académica explica que para formar un especialista médico, sea cual
sea el área, se requiere contar con docentes de experiencia y
trayectoria que puedan hacerse cargo de la formación. Además, se
necesitan campos clínicos en los cuales haya pacientes con los cuales
los futuros especialistas puedan estar en contacto y especializarse bajo
la supervisión de los docentes, y equipamiento moderno en algunos casos
como oftalmología u otorrinolaringología. “La capacidad formadora no
siempre va acorde con lo que el país requiere y las facultades podemos
determinar una cierta cantidad de cupos que no necesariamente calzan con
lo que el país efectivamente necesita. Ahí hay un problema”, dice
Sepúlveda.
De hecho, ya en un estudio realizado en 2002 por la Escuela de Salud
Pública de la Universidad de Chile se indica que pese a que
los cupos de especialidades han ido aumentando a través de los años, la
relación entre los cupos acreditados y los ofrecidos es disímil: En
dermatología habían ocho vacantes acreditadas y sólo cuatro disponibles,
o sea, se trabajaba sólo al 50 por ciento de la capacidad real. Un
panorama que, con más o menos porcentaje, se repetía en el resto de las
especialidades excepto en medicina general familiar, donde la oferta
superaba a la demanda.
Sepúlveda justifica esta situación diciendo que “cada programa de
formación de especialistas debe estar acreditado y la acreditación se
establece en relación a un número determinado de cupo. En inmunología
tenemos cuatro acreditados y aunque tengamos muchísimos más postulantes
no los podemos dar”.
La acreditación está a cargo de un organismo externo que en la
actualidad es el Comité Nacional de Acreditación y ellos determinan si
las universidades o centros formadores están capacitados para preparar a
una cantidad determinada de estudiantes.
Sin embargo, estas no son las únicas trabas que tienen que sortear
los egresados de medicina interesados en seguir una especialidad. El
presidente de la Asociación de Estudiantes de Medicina de Chile
(Asemech), Alexander Recabarren, denunció que en el caso de programas
muy demandados como Dermatología y Oftalmología los criterios de
selección serían más “arbitrarios”.
“No son estándares aceptados en el sentido en que podrían sopesar
aspectos que salen de lo académico. Son otros tipos de intereses los que
pueden llegar a ser evaluados, en desmedro de lo académico. Puede
existir el caso de dos estudiantes que tengan el mismo puntaje, el mismo
promedio e incluso pueden provenir de la misma universidad, pero hasta
un tema de cuñas puede hacer la diferencia en esas becas en específico”,
dijo Recabarren.
Racabarren advirtió además que “el que hoy tecnólogos médicos con
mención en óptica puedan recetar lentes responde únicamente a que no
existe la cantidad de oftalmólogos necesarios para poder recetar lentes
ópticos a todos los que lo requieran y eso sucede porque esta
especialidad es bastante cuestionada desde los mismos estudiantes porque
es una beca donde cuesta mucho entrar y donde priman otros criterios
que no son los más aceptables”.
El dirigente estudiantil asegura incluso que en el caso de las
comisiones encargadas de evaluar los antecedentes académicos de los
alumnos, serían los mismos médicos los que creerían que, por un tema de
competencia, no debería haber más oftalmólogos.
“Aquí lo importante es olvidarse de las peleas chicas y empezar a
pensar en lo que necesita Chile. Ese médico no es nadie para decir
cuántas becas se van a dar. Las becas se tienen que entregar en relación
a las necesidades que tiene este país”, comentó Recabarren.
En este sentido, el encargado de las becas de especialidades médicas
de la Universidad de Chile, doctor Héctor Gatica, asegura que
efectivamente en algunos casos existen consideraciones especiales para
algunos programas, pero que éstos se refieren a la trayectoria académica
y profesional que demuestra el alumno.
“Pueden haber especialidades donde es deseable que el estudiante ya
tenga algún nivel de conocimientos teóricos o de destrezas. Puede
ocurrir que si el postulante por su propia iniciativa se ha inscrito en
programas de nuestra propia facultad o en otras puede tener una ventaja.
En otros programas puede haber una cierta preferencia por postulantes y
refrendadas por los servicios de salud de que el estudiante esté
interesado en seguir durante un tiempo en el servicio público, es decir,
hay elementos que son de orden propiamente técnico y otros que tienen
que ver con el ámbito del servicio”, precisó el doctor Gatica.
Disparidades que, de todas formas, dan cuenta de un proceso de
selección limitado que restringe la posibilidad de acceso de una gran
cantidad de alumnos.
“Es triste para un recién egresado que queriendo algo y habiendo sido
un buen alumno hayan pocas vacantes cuando tienes ganas de
desarrollarte en un área”, comenta Paulina Lahsen, egresada de medicina
de la Universidad de Los Andes, quien además postuló a la beca de
Dermatología en la Universidad de Chile.
“Hice todo mi internado electivo en Dermatología que era lo que me
gustaba y en el servicio público porque también es lo que me gusta. Como
estuve trabajando cuatro meses en el área pública me di cuenta que las
listas de espera son enormes, que hay un montón de personas que
necesitan ayuda de profesionales y si eso sucede en Santiago en regiones
es mucho peor. Yo soy de región y en especialidades no tan rebuscadas
como esta hay muchas listas de espera y los especialistas están
concentrados en la capital porque tienen más posibilidades de ejercer
académicamente. Las becas y todo está Santiago”, asegura la egresada.
En la misma línea, el doctor Gatica señala que “hay falencias de
especialistas objetivas y absolutas. En todo Chile no hay suficientes
anestesiólogos, por ejemplo. Pero hay deficiencias que son relativas en
el sentido de que los especialistas no están donde las instituciones,
especialmente el Estado o el ministerio de Salud, pudiera desear que
estén”.
Gatica agregó que “la universidad no puede hacer mucho para mantener a
los especialistas en un ambiente de trabajo que no es adecuado,
técnicamente apropiado, ni gratificante. Pero sí puede ayudar a
incrementar la formación de especialistas en aquellas áreas donde
resulta evidente que el número total, independiente de la distribución,
es poco. Ahí la medida posible es la cooperación entre las instituciones
del Estado porque se piensa que formamos al grueso de los estudiantes
en nuestros hospitales públicos, el Estado puede contribuir a ese
proceso de formación en la medida en que sea capaz de retener, encantar y
mantener a especialistas dentro del sistema. Es necesario aportar
recursos de todas las fuentes, especialmente, de aquellas que tienen las
menores falencias para que eso sea posible”.
El representante de los estudiantes de medicina, por su parte, afirma
que “sería bueno que se estableciera un sistema uniforme a través del
cual se pudiera postular a las becas de especialidad que tú quieras, en
el campus que tú estimes conveniente y que sea en un solo soporte y que
eso permita a las universidades ir seleccionando según criterios más
transparentes, tal como una especie de PSU”.
Todas posibilidades que apuntan a transparentar un proceso de
selección y formación extremadamente limitado en relación con la
necesidad de profesionales que exige el país, sobre todo en los
servicios públicos.
Fuente, vìa :
http://radio.uchile.cl/noticias/100632/
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