Tiempo atrás, José Mujica, presidente de Uruguay, hablando de la
deuda externa la explicaba llamándonos país de “pedigüeños.” De esto
se desprendía, parece, que nos merecemos las desgracias que nos pasan
por vivir de prestado y por encima de lo que nos corresponde. A los ojos
de nuestro presidente no merecemos respeto, especie de limosneros que
no hace esfuerzos necesarios para salir adelante. Queremos vivir de
arriba, del credito y la deuda, condenados a pedir.
El
mismo presidente se refiere a sus amigos como esos “atorrantes” –parece
que tampoco les gusta trabajar. Y durante una visita informal al Cerro
(barrio popular de Montevideo) asume, cuando ve gente por allí matando
el tiempo o sobreviviendo el enorme desempleo, que andan “haraganeando.”
Con estas etiquetas difamantes nos define Mujica, sin temor y con
frecuencia. Esa visión “pepista” de ayos y ayas no incluye a los más
ricos. Esos señores son trabajadores, tienen porque merecen tener. Por
eso el presidente les dijo claramente que no tengan temor pues su
gobierno no va a doblarlos a impuestos, y cumple su palabra. Como
atrevernos a tratar a un rico de bandido, siendo que son los que
“salvan” al país.
Naturalmente, la lógica pepista
-simplista y sesgada en favor de la riqueza- está errada. Ayos y ayas
entienden que la vida no es un teleteatro fabricado en Buenos Aires,
donde los lindos, son buenos y son ricos, además de merecedores,
responsables y hasta solteros, para beneficio de la audiencia femenina.
Pero si aún quedan en Uruguay gentes con dudas, pronto estas se van a
evaporar; tendrán que resignarse entre la idea de que a su presidente le
falta un tornillo o es una tuerca con hilo cruzado que aprieta pero no
para el lado que se suponía.
Quien puede pensar hoy en la
deuda externa de miles de millones de dólares sin tratar al menos de
leer su significado de forma coherente. Esos enormes intereses a pagar
pesan, como un péndulo con filo, sobre las cabezas de los ciudadanos. Y
además son tan prioritarios que se han transformado en razón de ser de
la economía de plantación que guia al país. En un análisis del 2005,
Magdalena Bertino y Rito Bertoni, explicaban que nuestro endeudamiento
ha sido endémico y viene acompañando a la república desde su
alumbramiento. Explicaban también que la deuda viene subiendo y bajando
al ritmo de la marea de las finanzas internacionales y de su sed de
inversión -donde sea y cueste lo que cueste a quienes reciban sus
dineros malditos.
Crisis y deudas
Las crisis del siglo 20 fueron cuatro: la primera en 1914, antes de la
primera guerra mundial, fue la crisis en la que mis bisabuelos perdieron
su fonda de Paso Molino. La crisis del 29 la sufrió mi abuela cuando
tenía 24 años resultado de la gran crisis de la Bolsa. La crisis de
1982 me tocaba sufrirla a mi; fue resultado de las políticas contrarias
al “bien común y público” que impusieron los militares a la fuerza desde
el golpe del 73. En esos esfuerzos suyos tan mentadamente patrióticos
la dictadura perseguía “vendepatria izquierdistas” afanosamente por las
calles y los dormitorios del país pasada la medianoche. Se impuso a
prepo la dolarización de la economía, la libre importación -que pronto
terminó con todo lo nacional, y la entrada libre a capitales
especulativos de corto plazo. La dictadura apostó ciento por ciento a la
globalización y jugó en la ruleta de las finanzas.
Esa crisis
se supera, temporalmente digamos, gracias a una creación americana: la
emisión de bonos de deuda. Con ese eufemismo se detiene por veinte años
la marea inevitable, pero ni hablemos de costos. Para el 2002 llega la
otra crisis, la que le hubiera tocado a mis hijos de haber nacido y
vivido en el país. Ese año la verdad vuelve a tocar la puerta y cobra
cuentas; para entonces, la deuda practicamente se duplica. Estamos aún
por debajo de los 3000 millones de dólares pero la magia del interés
compuesto la multiplican exponencialmente. Hoy la deuda asciende a
veintitantos miles de millones de dólares.
Bertino y
Bertoni, argumentan que el colapso de 1982 estaba directamente vinculado
a que las platas eran prestadas desde afuera, esa plata dulce y amarga
de los petrodólares. Con ellas se financian déficits fiscales pero
fundamentalmente se salvan bancos privados quebrados, bancos de amigos
del poder, que el Banco Central se empeña, no por casualidad, en
rescatar. Si acaso aquel salvataje recuerda a los de Bush y Obama de
años recientes, tampoco es casualidad, se trata de rescatar bancos,
financieras y compañias corruptas, suspendiendo la “lógica capitalista”
del salvese quien pueda salvando ricos amigos. Son suspenciones
anunciadas, al fin sólo los pobres merecen ahogarse, los ricos tienen
rescate –en particular si han firmado seguro de vida con la casta
gobernante.
Siendo que el nivel de endeudamiento del país
está muy vinculado a la situación del mercado internacional de
capitales, que determinan la estructura y el nivel de endeudamiento, las
recesiones son como esos tiempos en los que banqueros y financistas
recogen cartas y fichas de la mesa de juego, quedándose con todo lo de
valor que tengan los deudores –incluso algun compromiso escrito para
explotar valores a gusto o vender en el mercado negro la sangre si es
necesario. Lideamos con gente creativa y muy flexible en esto de
enriquecerse a como de lugar.
De nuevo en una crisis
mundial, escribir sobre la deuda debería ser moda pero no lo es.Quizás
por eso recuerdo a Mujica presidente y a ese elefante invisible, ausente
del discurso político que es la deuda del país. Es el caso proverbial
del elefante en la sala que miramos sin ver, nos beneficiaría acudir a
grupos de apoyo para “deudores anónimos” y ver el problema
definitivamente. No hace tanto, la oposición blanqui-colorada nombró la
soga en casa del ahorcado, pienso que aprovechaba de el hecho de que por
unos años el país sigue colgado sin que precisamente estén ellos en el
gobierno. Acaso quieren aportar su granito de arena neoliberal
recomendándonos un poco de esa austeridad que recorre hoy Europa como un
fantasma en busca de sangre. La austeridad siempre es para los
pobres, recomendada para nosotros todos por los ricos y sus adulones.
Pero mencionar la soga tiene riesgos, puede recordarnos la ilegitimidad
de tanta deuda y llevarnos a exigir una auditoría.
Viendo
lo oculto
El punto principal, que sigue oculto, sigue
siendo esa coincidencia blanqui-colorada y frentista en cuanto al
“modelo a seguir.” Ambos favorecen al “neo-liberalismo,” aunque bien
saben que ni es liberal ni es nuevo, imponen las políticas de siempre en
favor de ricos nacionales y transnacionales. Privatizan riquezas y
bienes del estado, que son de todos, para entregarlas al mejor postor
por casi nada. Se van años de trabajo acumulado, junto con sueños
ciudadanos de futuro, a la bolsa de la oligarquía transnacional. Esas
conductas adictivas no alcohólicas de los ricos y la complicidad de la
clase política de turno, favorecen el engaño general con pamplinas. Una
tía mia me hablaba no hace tando del orgullo de que nuestro país esté
finalmente “en el mapa” –la notoriedad puede ser lo peor que te pase
cuando hablamos de estar en el mapa de cualquier pirata. Mientras la
república marcha descalza y desnuda por esos caminos de piedras
cortantes, las cárceles del país continúan llenándose, y el número y la
calidad de empleos se achica y baja al mismo ritmo que baja la calidad
de vida de la mayor parte de los ciudadanos.
Que la clase
política hoy dominante, fuera la que prometiera otro Uruguay, que sea
ella la que defiende el modelo de siempre, viene a sellar la muerte
lenta pero segura de toda esperanza de transformar el país desde las
urnas. Y, mientras que afuera del país la paja y el trigo de las
izquierdas no se terminan de separar, adentro el clientelismo
progresista saca garras para asegurarse privilegios que cree serán suyos
por mucho tiempo. Y a la cabeza del cortejo, presidente y ministros,
como flautistas de Hamelin, guian a los ciudadanos y al país hacia un
barranco -monarcas desnudos pero muy alabados por sus hermosas
vestimentas.
Alternativas hay...
No
es que no exista gente cuerda en el país, o gente noble o verdadera en
la política; existen pero están fuera de gobierno y reciben poquita
cobertura. La Red de Economistas de Izquierda del Uruguay (Rediu), por
ejemplo, ha venido explicando que el gobierno ha asumido un modelo de
crecimiento basado en la inversión extranjera que profundiza el
capitalismo, la dependencia y la vulnerabilidad del país. Explican que
hay una propuesta alternativa para cambiar la modalidad del desarrollo
aumentando la participación del Estado. El Estado debe asumir la
propiedad de sectores clave, democratizar el acceso a la tierra, al aire
limpio, al agua y al crédito. El Estado debe coparticipar de la
ganancia extraordinaria de los emprendimientos de muy bajo valor
agregado y hace falta una reforma tributaria que aumente los impuestos
directos a la riqueza acumulada y a las ganacias del capital. “Las
divisas que el trabajo de todos generan,” tienen que dirigirse a
“satisfacer las necesidades de la mayoría y de acuerdo a un programa de
desarrollo nacional” y no usarse “en función exclusiva de empresarios y
sectores adinerados.”
Son decisiones políticas, no económicas
como los gobiernos de turno quieren hacernos creer. Es hora de tirar la
ideología dominante a la basura y gobernar para la mayoría de los
ciudadanos. Entiendo que todo esto que ayer era Reforma hoy parece
Revolución. Pero fundamentalmente, hay que volver a hablar de
auditoriar la deuda, y no sólo para negarnos a pagar la deuda odiosa
sino para asegurarnos el derecho a auditoriar todas las deudas que en
nuestro nombre contraen los gobiernos de turno. Auditoriar la deuda es
la mejor forma de asegurar transparencia, de volver los ciudadanos al
poder y atacar la corrupción de la clase política que maneja en nuestro
nombre al Estado.
Hay que aclarar el lenguaje también,
entender, por ejemplo, que Pepe Mujica no es un populista, es
temporalmente popular pero ni gobierna en favor del pueblo ni lo estima
demasiado. Al contrario, nos critica sin lástima tratando de ponernos
siempre “en nuestro lugar” -por vagos, ignorantes o ladrones de
durmientes. Populista es Chávez, presidente de Venezuela, que gobierna
para la mayoría de los ciudadanos sin insultarlos. La derecha y la
prensa lo saben bien, por eso cuando hablan con desprecio de Chávez le
enrostran con odio de clase justamente eso, con esa etiqueta asquerosa
para ellos. Lo llaman: “POPULISTA.”
Hace tiempo Jorge Zabalza,
tupamaro, explicaba que Mujica se había tragado muchas culebras y
tiende a irse al espacio sideral. Con respeto, por Zabalza, discrepo.
Mujica no se ha ido al espacio sideral, está rodilla en tierra con su
cabeza inclinada ante los ricos. A lo mejor, ese muchacho pobre y
radical que fue Mujica alguna vez, hoy nos odia. Tanto maltrato en las
manos de los monstruos y la experiencia traumática de la tortura puede
lo haya hecho odiar al pueblo ausente incapaz de salvarlo. Es posible
que Mujica presidente nos desprecie. Lo que es evidente es que el
presidente de hoy no carga su contenido original, anda cargando una
mochila que le era ajena. Será por eso que nos llama pedigueños.
Tiene que quedarnos claro que Mujica se equivoca. Los préstamos que
llegaron desde afuera, de organizaciones multilaterales primero y del
“mercado” por bonos de deuda despues, son la trampa al país. Y son
además parte del juego especulativo de los ricos. La mayoría de los
uruguayos no ha pedido esos préstamos, y no ha recibido nada de esa
deuda. La mayoría de los ciudadanos del país paga los intereses de esa
deuda brutal. Y cuando esa misma mayoría del país elige una
administración diferente y un proyecto alternativo no podía adivinar que
elegía más de lo mismo.
alternativalatinoamericana.org
Vìa :
http://www.kaosenlared.net/noticia/uruguay-atorrantes-ladrones-pedigenos
http://www.kaosenlared.net/noticia/uruguay-atorrantes-ladrones-pedigenos
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