Teddy Bautista hablando de Ética y Moralidad |
En la red de redes, en ese Internet que ha revolucionado hasta lo más
íntimo de nuestras costumbres, obtener información en todos los
soportes posibles es ya más que un capricho; se ha convertido en una
necesidad compulsiva.
En este año 2011 la Agencia de
Comunicaciones, que depende de Naciones Unidas, ha anunciado que ya son
dos mil millones de personas las que se lanzan diariamente a la búsqueda
de fotos, videos, canciones, amigos y si es posible, amores eternos,
aunque en estos últimos casos la psiquiatría tenga mucho que ver con
tamaña pesquisa, dado el imponente número de casos en los que Romeos y
Julietas virtuales han mentido de forma continuada en sus mensajes
protocolarios. La música, sin embargo, como el algodón, no engañan.
Recuerdo
que una corporación mediática de cierto renombre, me propuso hace
muchos años (cuando comenzaba la enfermiza manía del chateo entre
desconocidos/as, eso sí, agrupados en torno a un tema común), colarme
entre los chateadores de una web determinada, para hacer un
trabajo de análisis e investigación, junto a un conocido psiquiatra cuyo
nombre me niego a desvelar. El objetivo era advertir a los incautos
de que la primera condición que desarrolla el ser humano ante la
pantalla del ordenador, cuando de “ligar” se trata, es mentir de manera
palmaria sobre edad, trabajo, sentido de la ética, filiación política,
etc.
La conclusión de mi amigo y experto sobre el seguimiento
de 100 casos fue demoledora: paranoicos (65%), maniacodepresivos
(67%), esquizoides (24%) y otros derivados, retrataban la personalidad
de buena parte de los entrevistados, que nunca supieron que quienes les
interrogábamos de forma subliminal, en realidad formábamos parte de un
equipo de análisis sobre el comportamiento humano en la Red. Dato
curioso: el cantante por ellos y ellas más nombrado (en idioma
castellano) fue Joaquín Sabina, seguido de Serrat y Alejandro Sanz. De
las películas, “Casablanca” era una de las habituales, seguida por
varias obras de Almodóvar, Douglas Sirk y Woody Allen.
Llevo más
de dos años recopilando otros datos en forma de miles de canciones, que
reparto buenamente (no vendo, lo prometo por la constitución cubana)
entre amigos y hermanos. El proceso es simple y el resultado magnífico,
porque se convierten en archivos mp3 por defecto. ¿Acaso la ley Sinde impediría que un portal, legalizado y sin deudas con su seguro servidor,
que está abonando miles de euros a las sociedades de autor
correspondientes, deje de funcionar como simple emisora, por el hecho de
que exista un pequeño artilugio llamado Orbit?
Ahí dejo el consejo, amigo lector. Entra desde Mozilla Firefox (previamente habrás seguido los pasos indicados por Orbit, que a su vez habrás descargado con anterioridad) en las webs de Listengo, Grooveshark, Italiasiempre, Fulltono, etc., y cada vez que suene un tema, el piloto de Orbit
cambiará de color (más intenso) concediéndote 180 segundos para que
decidas si quieres o no grabar la canción, que se descarga de inmediato
en la carpeta que hayas elegido, en menos de diez segundos.
No
hay ley Biden-Sinde que se permita el lujo de prohibir o coartar la
libertad de cargarse de emociones amorosas o eróticas, aunque no haya
que abonar por ello otros derecho de autor que el desgaste personal.
Pero sí existen muchas páginas legales, de todos conocidas, en las que
puedes escuchar millones de canciones y descargarlas con un simple
programa ad hoc. Todo legal y sencillo. Son amores más fieles y menos mendaces.
La Ley Biden-Sinde no logrará sus objetivos, máxime cuando el PP ha metido mano en el proyecto. Alejandro Sanz seguirá barritando. Alex de la Iglesia no volverá a hacer el ridículo junto a la ministra. Teddy Bautista
se irá a su casa refunfuñando en nombre de las editoriales, que no de
los creadores, negándose a devolver el canon que ha cobrado la SGAE,
también ilícitamente, durante el tiempo que duró la ley hoy derogada que
obligó a gravar todos los soportes informáticos. Ah, y cobrando una
pensión por jubilación (de júbilo, claro) de más de 24.500 euros
mensuales. Como suena.
Pero yo continuaré con mi maravilloso
hobby: regalar música a mis amigos melómanos, como ellos me obsequian
con sus palabras, amabilidad y gratitud. Un creador debe denunciar a una
empresa que afirme defenderá su copyright, porque lo primero que un
artista firma en una compañía discográfica, es un contrato en el que se
le descuenta más del 75% de sus derechos, más del 75% del dinero que
pudiera recibir por la venta de un CD, y otros desvíos económicos que
las multinacionales impusieron desde que la reina Ana de Inglaterra*
dictó la que sería hoy tarde considerada como primera norma sobre la
protección del derecho de autor.
El filósofo alemán Enmanuel Kant decía que "una obra de arte no puede separarse de su autor". Todas
las multinacionales del disco, hicieron caso omiso del pensador,
decretando que un creador no pueda separarse de su compañía.
Nota.-
El Estatuto aprobado por el parlamento inglés en 1710, establecía que
todas las obras publicadas recibirían un plazo de copyright de 14 años,
renovable por una vez si el autor se mantenía con vida (o, sea, un
máximo de 28 años de protección). Sin embargo, el dominio público en el
derecho anglosajón sólo nació en 1774, tras el caso Donaldson contra Beckett, en el que se discutió la existencia del copyright a perpetuidad (la Cámara de los Lores resolvió 22 votos a 11 en contra de esa idea).
En
un principio, Estados Unidos incorporó tales normar sobre el copyright.
Así la Constitución de 1787, en el artículo I, sección 8, cláusula 8
(la cláusula del progreso) permitía establecer en favor de los autores derechos sobre la propiedad creativa por tiempo limitado. Pasado el tiempo, el copyright se convirtió en un derecho de propiedad comerciable,
con todas sus desventajas y variantes para el creador, que veía cómo
una obra era adquirida por pocos dólares, pasando a manos de una
corporación discográfica.
http://www.kaosenlared.net/noticia/internet-mis-amores-peliculas-canciones
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