En el rincón inferior izquierdo de la portada del New York Times
del 17 de noviembre de 2010, el título de un artículo parecía no querer
llamar demasiado la atención, como si intentara camuflarse entre otras
noticias. No era para menos ya que, a pesar de las buenas intenciones
de los editores del diario y de la barroca redacción del título,
siempre es difícil hacer digerible el anuncio: “Para salvar vidas, la
otan está arrasando hogares afganos repletos de trampas.” Hay una
obscenidad implícita en la propuesta de demoler casas para “salvar
vidas”, y más cuando ni el gobierno de la provincia de Kandahar ni el
propio portavoz de la otan pueden precisar cuántas casas serán
destruidas. Según el artículo de Taimoor Shah y Rod Nordland, las
tropas invasoras gozan del apoyo del gobierno afgano e incluso de
algunos residentes a quienes prometen recompensa. En algunas áreas (como
en el distrito de Zhare) el ejército estadunidense está destruyendo
sistemáticamente todas las casas abandonadas. Tras responsabilizar al
Talibán por la destrucción, el gobernador del distrito, Shah Muhammed
Ahmadi, declaró: “Tuvimos que destruirlas por seguridad.” Esto es un remix
contemporáneo de la idea: “Hay que destruir una aldea para salvarla.”
¿Cómo contribuye esta campaña a la fantasía de los invasores de
“conquistar corazones y mentes”?
La nueva geografía del desamparo
El ejército
estadunidense afirma que han documentado y grabado en video todas las
destrucciones con el fin de pagar los daños. Esta es una estrategia
paradójica, condescendiente e hipócrita del invasor que desprecia esas
casas construidas con materiales extremadamente humildes, y que piensa
que los locales estarán felices y agradecidos si les dan unos cuantos
cientos de dólares a cambio de sus hogares y memorias. Aparte de casas y
estructuras, árboles y tierras de cultivo, también han arrasado
caminos y creado otros nuevos que pasan por propiedades y casas, con lo
cual se siembran nuevos problemas para el futuro. Por si el terror, el
abuso y la humillación no fueran suficientes, ya comienza el invierno y
cualquier construcción amenaza con retrasarse por meses, dejando a
cientos o miles desamparados en los meses más crueles del año. En otra
parte el artículo señala que esta destrucción también tiene como
objetivo evitar que el Talibán cuente con refugio y posiciones para
pelear, lo cual parece más realista que la fantasía de salvar pueblos
volando hogares con misiles y cohetes.
Espacios desnudos
La destrucción de casas trajo a mi memoria el fabuloso documental y ensayo etnográfico Naked Spaces. Living is Round,
de la documentalista, autora, viajera y compositora feminista y
postcolonialista estadunidense de origen vietnamita Trinh Minh-ha. En su
observación poética de la cultura de varios pueblos africanos, señala
el significado del hogar: en Tamberma, Togo, el hogar es considerado
como el cosmos, en Birifu, Burkina Faso, “una casa es como una mujer
que debe tener partes secretas que inspiren el deseo… Una casa dañada
es una familia dañada”. Desconozco la relación de las familias afganas
con sus casas, chozas y tierra, pero difícilmente puedo imaginar que
sea un vínculo superficial, epidérmico y fácilmente sustituible.
Odio inscrito en las piedras
Al tiempo en que
tropas estadunidenses demuelen pueblos enteros, Israel avanza
frenéticamente en la construcción de viviendas sobre tierra arrebatada a
los palestinos en Cisjordania y Jerusalén este, para crear “hechos en
la tierra”. Para desatar nuevos odios personales y profundos entre los
desplazados y los recién llegados, odios que van más allá de la
ideología y las convicciones para introducirse en las piedras, en los
muros y cimientos del espacio habitable.
Cristianos victimizados
Los cruzados fueron a
liberar “tierra santa” de los moros; las tropas estadunidenses bajo las
órdenes de ideólogos fundamentalistas en la guerra de Bush y Obama
quieren liberar el Medio Oriente de los fanáticos islámicos. En ambos
casos todo se reduce a una guerra religiosa. Tras padecer por siete
años al lado de sus vecinos musulmanes las atrocidades de la guerra,
los cristianos de Irak son hoy víctimas de una persecución y acoso
criminal que los está empujando al exilio. La invasión estadunidense
tendrá por consecuencia propiciar una limpieza étnica que ni siquiera
Hussein hubiera podido lograr.
Fuente, vìa :
http://www.jornada.unam.mx/2011/01/30/sem-naief.html
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