Sábato por Hermenegildo Sábat, 1970
Dibujado por Lino Palacios Flax, 1990
Ilustración de Hermenegildo Sábat, 2004
Adrián Giacchetti, publicado en Sobre héroes y tumbas, carpeta de grabados con textos de Sábato, 1983
Si el siglo xx latinoamericano tiene una correspondencia crítica con algún escritor, ese hombre es Ernesto Sábato. Sus orígenes intelectuales se remontan a los años treinta, cuando hacía el doctorado en física y matemáticas. Esa vocación por la ciencia será determinante al escribir su primera obra: Uno y el universo (1945). Sábato dice que este “librito”, repertorio de pequeñas joyas, lo redactó después de un intento fallido para hacer una novela que llevaría por título La fuente muda. Además de abordar temas absolutamente contemporáneos como el tiempo, la causalidad, la geometrización de la novela, la expansión del universo, el eterno retorno y el poderío del lenguaje, son relevantes las reflexiones que hace en torno al surrealismo, y también a la obra de Jorge Luis Borges, con quien mantuvo una relación de crítica, admiración y desconcierto.
Ciudades laberinto de Sábato y dédalos borgeanos
Hace unos meses, mientras
intentaba llegar a la casa de Sarita Poot, me extravié en la ciudad de
Mérida. Después de caminar un buen rato por las calles de la ciudad blanca
alcancé a darme cuenta de que había llegado al punto donde inicié el
recorrido. Sin duda, la sensación laberíntica que experimentaba tenía
como origen la traza de sus arterias. La belleza simétrica reproducida
innumerables veces hizo que imaginara algunos de los laberintos
relatados por Borges. Diametralmente opuestas –recordé– son las
ciudades mineras de Taxco, Guanajuato y Zacatecas, construidas con
cantera gris, azulada, verde y rosa. Estas ciudades podrían representar
el tipo de construcciones laberínticas que retratan las novelas de
Ernesto Sábato, novelas que, como sabemos, fueron creadas sobre una red
de túneles y galerías subterráneas. Por el contrario, las ficciones
laberínticas de Borges parecerían desarrollarse en dédalos no por
diáfanos me-nos complejos. Dentro de esa clase de laberintos
geométricamente dibujados se encuentran los tableros de ajedrez, juego
con el que los indios se propusieron ensayar las partidas y variantes
que posee el infinito. Sin embargo, las novelas-dédalo de Sábato, cuyas
tramas se estructuran mediante una intrincada red de zonas veladas,
también se afanan en establecer contactos con la luz abierta. Retomando
algunos de los elementos laberínticos desarrollados por Kafka y por
Allan Poe, cuya precisión estructural fue evidentemente apreciada por
ambos narradores argentinos, encontramos algunas analogías entre esa
clase de literaturas y las metrópolis laberínticas de México. Las
estructuras de Sábato serían como las ciudades precortesianas del
altiplano y la arquitectura borgiana sería semejante a las capitales
dédalo de Pueblo Nuevo y de Casas Grandes en el norte del país. En las
ficciones borgeanas las estructuras funcionan con la perfección de un
mecanismo de relojería, además de ser agraciadas como las calles de
Mérida, cuya belleza es casi metafísica. Por el contrario, en las
escabrosas historias de Sábato, protagonistas y antagonistas son
determinados por la condición humana. Se trata de relatos que genética y
psicológicamente suelen estar cruzados por complicaciones de carácter
histórico y sexual.
Postmodernidad literaria en América Latina
La narrativa de Borges
presenta algunos elementos técnicos, temáticos y conceptuales, con toda
su carga de artefactos, brillos, fantasmagoría, simulacros y
superposiciones que hacen del invidente prodigioso (todo vidente
verdadero es ciego) el gran forjador de la postmodernidad literaria del
siglo xx en América Latina. Ernesto Sábato es heredero y precursor de
tradiciones inclinadas hacia un humanismo más comprometido socialmente.
Sábato ha asimilado una larga tradición que viene del siglo de las luces
y que culmina en el positivismo. Esa metodología, tan útil como
certera, le funcionó para erradicar una serie de patrañas escatológicas y
religiosas. Sin embargo, con los estallidos enceguecedores y mortales
de Hiroshima y Nagasaki, con los que simbólicamente se inaugura la
postmodernidad, el brillante fisicomatemático termina por cuestionar
algunos postulados científicos éticamente insostenibles. Después del
Holocausto, para Sábato es imposible dejar de preguntarse por qué, para
qué, cómo y a quién sirven la ciencia y la tecnología.
El socialismo y la revuelta antiautoritaria
Sábato es uno de los
primeros escritores latinoamericanos del siglo xx que se sumerge en la
vorágine de los movimientos revolucionarios y socialistas. Sin
embargo, poco antes de que el narrador termine por comprometerse con los
postulados estéticos y políticos de una influyente Unión Soviética,
abandona la causa “proletaria” al darse cuenta de que Stalin, mientras
instaura el realismo socialista, le clava un cuchillo a la cultura
rusa, a sus intelectuales y artistas. Por supuesto, la literatura al
servicio de una ideología no es una tarea para un escritor libertario
como Ernesto Sábato. Pronto rompe con ese socialismo autoritario
tomando una distancia crítica que a muchos poetas y artistas
latinoamericanos les toma décadas emprender.
La etapa surrealista
Poco después Sábato se
encuentra en un París que vive la creciente del movimiento surrealista.
En esa estética, que como dice Paz es el último gran movimiento
cultural que produce el siglo xx en Occidente, el narrador encuentra
una opción para atemperar sus aspe-rezas con el mundo de las ciencias
duras. En Uno y el universo, además de relatar sabrosas
experiencias con artistas notables, como Salvador Dalí, Benjamin Péret,
Roberto Matta y Wifredo Lam, Sábato se interroga por qué el surrealismo
reivindica el automatismo como instrumento de investigación
psicológica, discrepando con André Breton, quien aseguraba que el
surrealismo es una expresión del funcionamiento “real” del pensamiento.
El autor de El túnel pensaba que el surrealismo constituiría
una especie de capítulo “especial” del psicoanálisis, al que habría
que quitarle una serie de vagas ideas que abonaban a la confusión
mental. No obstante, Sábato aceptó que sus experiencias con los
surrealistas le permitieron indagar más allá de los límites de una
racionalidad restrictiva, aceptando su valor catártico y reconociendo
que algunas de las expresiones plásticas y literarias de los
surrealistas consiguieron constituirse como obras perdurables. Esto
había sido posible gracias a que en esas obras predomina la
construcción, el método y el oficio. He aquí otro de los clásicos
ajustes críticos que el escritor llevará a cabo con su propio proceso
creativo.
El milagro, la oligarquía y la dictadura
En los años sesenta
comienza a desmoronarse el llamado “milagro económico” que algunas
naciones latinoamericanas experimentaban. Este modelo generó el
surgimiento de una clase media que de pronto vio rotas sus expectativas
de consolidación y desarrollo. A finales de los sesenta, en distintos
países del Cono Sur, poderosas expresiones políticas de descontento
cuestionaban la hegemonía de las oligarquías. Las tendencias políticas y
sociales que buscan modernizar a distintos países de la región fueron
reprimidas, mientras se instituían las funestas y célebres dictaduras
militares.
Ante la intolerancia, heterodoxia.
Continuación de la inteligencia y la verdad
La historia política de
Ernesto Sábato es tan insólita como su obra literaria. Si es cierto que
renuncia al socialismo autoritario y se convierte en un ferviente
antiperonista, poco después defenderá a Evita. Si una mañana desayuna
con Borges y Videla, más adelante, ya con Raúl Alfonsín en la
presidencia, dirige la Comisión Nacional sobre la Desaparición de
Personas que abre las puertas para que sean juzgadas las juntas
militares de la dictadura. Heterodoxia (1953) es el título de
un ensayo publicado por el intelectual libertario. Ese concepto define
las posiciones de un pensador rebelde, de un hombre cuya visión es
discordante con todos los dogmas. Sábato es el gran disidente herético,
cuyas posiciones políticas le valieron críticas de los más polarizados
intelectuales de izquierda y de derecha. En un texto titulado Continuidad de la creación,
Sábato dice que “nadie puede ver en una novela, en un cuadro, en un
sistema de filosofía, más inteligencia, más matices del espíritu que
los que él mismo tiene”. Esa inteligencia, esos matices son los que ha
hecho valer en su obra.Continuación de la inteligencia y la verdad
Nunca sabremos a ciencia cierta en qué estará meditando ahora mismo el fantástico escritor en su casa de los Santos Lugares construida muy cerca de Buenos Aires; aunque tal vez no sea tan difícil adivinarlo, porque se trata de un hombre que asegura que no es cierto que exista “un abismo entre la realidad y la ficción”. Sábato es un escritor que piensa que “la inteligencia persigue interminablemente a la verdad”; y que ésta “tiene infinitos cómplices e infinitos lugares”.
Literatura postmoderna en una realidad premoderna
Una novela como Sobre héroes y tumbas
(1961), cuya trama aborda los estertores de una familia decadente y
aristocrática, que al mismo tiempo contiene algunos de los elementos
más emblemáticos de la postmodernidad literaria del continente, es un
buen ejemplo de cómo a partir de los años cincuenta los escritores más
sensibles e inteligentes se propusieron trascender el trabajo y los
métodos de las vanguardias. Sábato nos hace recorrer un dédalo
de túneles; metáfora de las ciudades mineras que crecieron al amparo de
fraguas y alquimistas, y que por lo tanto también expresan –en un tono
absolutamente contemporáneo– la lucidez extrema de una conciencia que
se permite “narrarlo todo”. La novela se desarrolla mediante distintos
planos y dimensiones, que van de lo histórico, representado por el
general Juan Lavalle –personaje representativo de la independencia
argentina–, al discurso cínico e intimista del narrador. Con mayor
fuerza política se desenvuelve Abaddón el exterminador (1974),
relato apocalíptico que recupera algunos de los sucesos más nefastos en
la historia de la República Argentina. Se trata de un caleidoscopio de
escenas y fragmentos, cuya simultaneidad temporal y espacial ha
convertido a esta novela en un clásico de la narrativa postmoderna de
América Latina. Sábato pertenece a una generación de creadores
brillantes, como piensa Vargas Llosa dela obra de Juan Carlos Onetti
–escritor fuera de serie nacido en la otra orilla del Río de la plata. El túnel, Sobre héroes y tumbas y Abaddón el exterminador,
también pueden ser leídas como obras de creación postmodernas que
exploran en realidades culturales, políticas y sociales cuya
introducción a la modernidad ha sido lentísima.
Antes del fin, la resistencia
Ilustración de Andrés Cascioli, 1995 |
Dibujo de Elbio Fernández, 1968 |
Acuarela de Hermenegildo Sábat, 2004 |
Ernesto Sábato, Autorretrato alrededor de los 40
Fuente, vìa :
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario