No es bueno
decir todas las verdades. Este principio de la más ancestral sabiduría
popular pertenece a todos los pueblos y a todos los países. Se le puede
escuchar o leer en cada una de las innumerables lenguas, idiomas,
dialectos, cenismos y hablas que circulan. Salvo, quizás, en
Australia... Julian Assange es australiano. Es el fundador de Wikileaks.
¿Cómo es posible ser el inventor de semejante bomba, más peligrosa que
el arma nuclear, sin estar persuadido que todas las verdades pueden
decirse?
O acaso Assange, ciudadano modelo, benefició de una educación
ejemplar y, desde su infancia, se le inculcó que no se debe mentir
nunca, que mentir es un pecado muy feo y que, en el momento del juicio
final, Dios decidirá con San Pedro si las puertas que se abrirán serán
las del Paraíso o las del Infierno según el número de mentiras inscritas
en el registro celeste. Assange, tan joven como se ve en las fotos, se
ha vuelto más célebre que una estrella a la moda. Y tan buscado como Bin
Laden. Los muros de Estados Unidos se verán, tal vez pronto, cubiertos
por carteles con su retrato bien señalado con la palabra escrita en
gigantescas letras capitales: WANTED.
Cabe preguntarse qué ha hecho para merecer semejante gloria... o
indignidad. ¿Hacer circular en Internet documentos confidenciales que
logró obtener a pesar de la vigilancia de servicios diplomáticos,
policías de todo género encargados de guardar secreto lo que debe quedar
secreto. Este joven no admite que acuerdos, tratados, informes, o
incluso simples pláticas donde se juega el destino de los pueblos, deban
ser ignorados por aquellos a quienes conciernen. ¡Qué ingenuidad!
¿Desde cuándo los pueblos, en qué país, en cuál momento de la historia,
los habitantes de un país han sido invitados a discutir sobre su
destino? Jamás, en ninguna parte, en momento alguno.
Así, el señor Assange debe callar. O desaparecer. Es más peligroso
que el enemigo público número uno, más temible que Bin Laden. Para los
poderes establecidos, en todo caso. El arma pacífica que utiliza el
fundador de Wikileaks no la inventó él. El arma, imaginada e
inventada por un grupo de científicos, es Internet. La vuelta al mundo
no dura 80 días. A la velocidad de la luz, es instantánea. Jules Verne
no lo imaginó.
¿No puede uno sentirse algo perturbado cuando una información
da la vuelta al mundo y nos revela los verdaderos intercambios entre
jefes de Estado, responsables militares, patrones de trasnacionales,
cuando nos muestra que sus palabras son por completo diferentes de los
discursos propagados por los medios de comunicación –a sus órdenes?
A los
El poder debe envolverse de misterio, es decir, de ritos, liturgias, vestiduras, inciensos... y mantenerse lejos: alejado en esa distancia que da el secreto.
Por eso, motivo más que suficiente, ¿no ha atacado el poder?, Julian Assange merece una buena educación así se deba encarcelarlo, torturarlo y, en último caso, ejecutarlo. En fin, se le enseñarán las buenas maneras. Los poderes establecidos tienen el
Sí, este joven ha decidido desconocer las reglas de la política –y sobre todo de la política correcta. Pero Assange sabe que la mentira es el arma del poder. En la Casa Blanca como en familia. El poder se mantiene por el disimulo, la astucia, el doble lenguaje, el secreto. Ningún poder podría durar si es transparente. La transparencia, ¿no es la poesía?, perdón por la interrupción.
A los
grandes de este mundo, según la expresión de una bajeza investida por quien la utiliza, no les agrada ser agarrados en flagrante delito de mentira. Los
grandescorrerían el riesgo de aparecer por lo que son: chiquitos. A ningún rey le gusta caer de su trono y verse en la ridícula posición del trasero como cima. El señor Assange, decididamente, no sabe lo que es el respeto hacia los superiores ni tiene idea alguna de lo que es el poder.
El poder debe envolverse de misterio, es decir, de ritos, liturgias, vestiduras, inciensos... y mantenerse lejos: alejado en esa distancia que da el secreto.
Por eso, motivo más que suficiente, ¿no ha atacado el poder?, Julian Assange merece una buena educación así se deba encarcelarlo, torturarlo y, en último caso, ejecutarlo. En fin, se le enseñarán las buenas maneras. Los poderes establecidos tienen el
poder–que les escapa como la arena del tiempo entre los dedos.
Sí, este joven ha decidido desconocer las reglas de la política –y sobre todo de la política correcta. Pero Assange sabe que la mentira es el arma del poder. En la Casa Blanca como en familia. El poder se mantiene por el disimulo, la astucia, el doble lenguaje, el secreto. Ningún poder podría durar si es transparente. La transparencia, ¿no es la poesía?, perdón por la interrupción.
Vìa :
http://www.jornada.unam.mx/2011/01/14/index.php?section=opinion&article=a04a1cul
http://www.jornada.unam.mx/2011/01/14/index.php?section=opinion&article=a04a1cul
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