Para vivir,
hago memoria, todos nosotros, hombres y mujeres, dependemos del aire y
su oxígeno que los glóbulos rojos transportarán y distribuirán a todos
los recovecos de nuestro cuerpo. Del agua para hidratarnos, saciar
nuestra sed y refrescarnos del calor. De las especies que nos rodean
para mantener en equilibrio a la vida y al planeta, y proveernos de
alimentos, leña, remedios naturales, vestido. De los rincones y paisajes
que la naturaleza ofrece para maravillarnos de su belleza y
sorprendernos –energía del alma– con una luciérnaga capaz, ella sola, de
alumbrar toda una habitación o de un higuera brotando de la pura
piedra… Del mar que en su inmensidad es la cuna donde nació la vida y
mantiene –receloso– los secretos de la existencia futura.
Para ser, hago memoria, debemos honrar a nuestros antepasados, que
protegieron la naturaleza para ofrecérnosla como legado donde se
realizan nuestros sueños; y porque es la única manera de que podamos
legar a los hombres y mujeres, hijos nuestros, un escenario en el cual
cumplir los suyos.
Pero desde el 20 de abril del 2010 un estallido en la plataforma Deepwater Horizon de
British Petroleum (BP) ocasionó un terrible vertido de petróleo en
aguas marinas, el mayor de la historia: 5 millones de barriles de crudo
rebosando por el mar, además de la muerte de 11 trabajadores.
La naturaleza que nos deja ser y nos deja vivir quedó herida. Muchos
animales y plantas perecieron entonces envenenados, otros van muriendo
cuando el petróleo no recogido los alcanza. Quienes ingieren este
petróleo sufren dolores en el tracto intestinal y enajenaciones mortales
por su infiltración en el cerebro. Los delfines, ballenas y cachalotes
en ese nuevo mar viscoso navegan desorientados y acaban asfixiados cerca
de las costas. Cinco de las siete especies de tortugas marinas
existentes en el mundo están amenazadas de extinción, incluyendo la
única tortuga marina vegetariana existente. El atún rojo, casi agotado
de tanto sushi, es otra especie marina devastada por el derrame
pues el Golfo de México es uno de los más importantes viveros de atún
rojo en el mundo. En las zonas del derrame miles de gaviotas, pelícanos
pardos y alcatraces untados de negro dejaron de volar. El chorlito y la
majestuosa garza blanca, que tienen costumbre de anidar y reproducirse
en esta zona, con las plumas engrasadas no pueden regular la temperatura
y mueren de frío, o mueren de calor. El crudo se infiltró, como un
contraste radiográfico, por las venas y arterias de los arrecifes
coralinos dejando sus tejidos enfermos por muchos años: un hogar
deteriorado para más de 300 especies de peces inquilinos. Al llegar la
mancha negra a los bosques de manglares su densidad emboza el drenaje
natural con el mar y, consecuentemente la muerte de su vegetación. Los
árboles más recios, más viejos, más fuertes resisten pero infectados de
petróleo dejan de producir hojas y la curación completa del manglar
deberá esperar varias décadas. Si no ocurren nuevos derrames. Los pastos
marinos y remansos de algas donde abundan millones de microorganismos
marinos, la base de la cadena alimentaria, también quedaron afectados, y
con ellos quien come plancton y quien come al que come plancton, y así
sucesivamente hasta los grandes depredadores marinos.
Accidentes lógicos en un modelo de sociedad dependiente del
crecimiento sin fin, de la sobrexplotación de la naturaleza y del
despojo a gentes ajenas que son días, meses o años perdidos del futuro,
gastados antes de disfrutarlos, acabados antes de estrenados.
Conscientes de esto, un grupo de ciudadanos y ciudadanas del mundo
han presentado una demanda contra BP no por los daños o perjuicios
ocasionados hacia las personas (que los hay, y ya hay quien gestiona
estas demandas) sino por atentado contra un sujeto vulnerado en sus
derechos básicos: la naturaleza. Y dado que el sistema internacional de
derechos, muy atrasado en este sentido, no reconoce a la naturaleza como
sujeto –y apelando al principio de jurisdicción universal– toman como
respaldo jurídico la Constitución ecuatoriana de 2008, que recoge, entre
otros puntos, la obligación de garantizar los derechos de la naturaleza
(artículo 277); proteger a la naturaleza frente a los efectos negativos
de los desastres en el capítulo de
Gestión de riesgos(artículo 389); establecer mecanismos efectivos de prevención y control de la contaminación ambiental, de recuperación de espacios naturales degradados y de manejo sustentable de los recursos naturales (artículo 397-2); dictamina como derechos de la naturaleza el
respeto integral a su existenciay el
mantenimiento y regeneración de sus ciclos vitales, estructura, funciones y procesos evolutivos(artículo 71), y reconoce al agua como
un elemento vital para la naturaleza(artículo 318).
Una iniciativa valiente que apela a una nueva justicia en favor de la
naturaleza (no sumisa a las trasnacionales, ni al poder económico o
simplonamente antropocéntrica) para que otro mundo sea posible.
* Autor de Lo que hay que tragar. Editor de la revista Soberanía Alimentaria, Biodiversidad y Culturas.
Fuente, vìa :
http://www.jornada.unam.mx/2011/01/13/index.php?section=opinion&article=022a1pol
http://www.jornada.unam.mx/2011/01/13/index.php?section=opinion&article=022a1pol
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