martes, 18 de enero de 2011

Sociedad : Los transgénicos y Wikileaks Iván Restrepo

https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhznl0f1HKEUFOpowJfqaaiObfHioKL5o4vFz2iBYiMScadGc3IVLZ96bVeMUamOYH9hNrFEJuIS1n-PZcSUTTMBlRbjHJQixk8rHO4PxqurGSzuJa1YPMTiKHSIl7g9AFqHieZzRZnWRQ/s1600/transgenicos.jpg
Los periódicos que seleccionó Julian Assagne para divulgar los 250 mil documentos obtenidos por su portal Wikileaks son apenas parte muy mínima de los materiales que revelan las prácticas que Estados Unidos extiende por doquier en defensa de sus intereses y los de sus aliados. También, de la forma en que muchos gobiernos, empresas, personajes, buscan el apoyo de la gran potencia. Cada nueva publicación es una sorpresa, otro dato que ilustra cómo nada parece escapar a los intereses multinacionales. Y las formas utilizadas por ciertos gobiernos para unirse a la cadena de complicidades.
Un caso que ilustra muy bien lo anterior es el de los organismos genéticamente modificados (OMG). El diario madrileño El País ofreció recientemente el resumen de algunos documentos entregados por Wikileaks en los que se muestra cómo el gobierno de España defiende los intereses de las trasnacionales estadunidenses que dominan el mercado de los transgénicos (destacadamente Monsanto y Syngenta) y busca contrarrestar las políticas de la Unión Europea para condicionar su cultivo.
Uno de los documentos revela cómo el secretario del Medio Rural español, Joseph Puxeu (un convencido de la necesidad de los transgénicos), pide en 2009 a la embajada de Estados Unidos en Madrid mantenga la presión a fin de que la biotecnología siga como una opción muy importante para los países que integran la Unión Europea.
Esto sucede cuando Austria, Luxemburgo, Hungría, Grecia y Alemania habían rechazado las siembras del maíz transgénico 810 de Monsanto, y en Inglaterra crecía la oposición política y ciudadana a la siembra de transgénicos y a condicionar la venta de sus cosechas con las advertencias suficientes al público de que eran OGM. Además muestra de qué manera se tejen los acuerdos entre países, sacrificando muchas veces los intereses de cada nación. Por ejemplo, España (máxima defensora de los transgénicos en Europa y con la mayor extensión sembrada de maíz genéticamente modificado de ese continente), apoya el acuerdo impulsado por Francia de que cada país pueda vetar el cultivo de un transgénico. Lo hizo a cambio de ser invitada por el presidente Nicolas Sarkozy al Grupo de los 20.
En uno de los documentos de la embajada de Estados Unidos en Madrid se asienta el sentir de las trasnacionales sobre el papel de España como punta de lanza de los OGM: Si España cae, el resto de Europa le seguirá. Con satisfacción manifiesta dicha embajada celebra en 2008 el cese de la ministra del medio Ambiente, Cristina Narbona, pues defiende los cultivos tradicionales y porque advertía sobre los daños que les ocasionarían los transgénicos. En cambio eran partidarios las ministras de Agricultura y de Ciencias. Esta última, Cristina Garmendia, provenía de la industria de la biotecnología y puede ser una aliada en las discusiones del gabinete de José Luis Rodríguez Zapatero. Pese a todo, la embajada estadunidense no oculta el sólido avance del movimiento antitransgénicos en España y el resto de Europa. Una encuesta reciente citada por El País muestra que quienes cuestionan los transgénicos aumenta cada año en Europa y la mayoría de la gente considera que no benefician y son inseguros.
La oposición francesa a tales productos la explican los funcionarios estadunidenses con gran simpleza: es fruto de la alianza del presidente Nicolas Sarkozy con Greenpeace y Amigos de la Tierra a cambio de que éstas y otras organizaciones se desentiendan de las iniciativas nucleares galas.
Que el reino de las trasnacionales de las semillas y los alimentos necesita el apoyo de reinos que no son de este mundo, lo muestran los documentos que el diario español publica sobre el cabildeo del embajador estadunidense en el Vaticano, a fin de lograr el apoyo de la Iglesia católica a los transgénicos, asunto en el cual no hay en la Santa Sede unanimidad. Tampoco deseo de obligar a los obispos a convertirse en propagandistas de tales productos. De todas formas, el embajador seguirá haciendo lobby a fin de lograr que los OGM sean declarados, imaginamos, dogma de fe.
Entre los miles de documentos pendientes de publicar por Wikileaks, debe haber algunos referidos a México y los transgénicos. Las sorpresas que nos esperan…

Fuente, vìa :

http://www.jornada.unam.mx/2011/01/17/index.php?section=opinion&article=022a2pol

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