martes, 11 de enero de 2011

Chile : Guetos chilenos; El rostro de nuestra pobreza Vivian Lavín Almazán. La inequidad económica en Chile muestra su rostro más cruel en la segregación urbana. Los especialistas ya identifican los barrios más pobres como guetos, los que están presentes en diversas ciudades a lo largo de todo el país y donde vive un millón 700 mil ciudadanos.

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Una economía inequitativa que no contenta con eso, remata su egoísmo segregando residencialmente a sus habitantes, separándolos entre ricos y pobres de manera brutal.
El panorama es dramático. Al echar un vistazo por las comunas de la Región Metropolitana, se observa con facilidad cómo las más ricas no dudan en ostentar altos edificios espejados, prueba inequívoca de modernidad y desarrollo, y al mismo tiempo destinar extensas áreas verdes para el disfrute de sus habitantes. Las comunas más deprivadas en cambio, concentran de manera grosera a su habitantes hasta el hacinamiento, sin entregarles siquiera a manera de compensación, parques y lugares donde poder posar la vista sin que sea un terreno baldío, la pared del edificio de enfrente o la pandereta del vecino.
Una herencia fatal
Esta fisonomía urbana no es tan nueva. Ciertos barrios, como La Chimba, el conventillo y la población callampa han sido parte nuestra historia desde su formación.  Con tolerancia, incluso con el vergonzoso entusiasmo de algunas importantes figuras, como el Intendente Benjamín Vicuña Mackenna, quien propugnaba un discurso abiertamente segregacionista, de modo de proteger a “la ciudad propia”, “occidental y cristiana” expulsando a los indeseables a los extramuros, a los “verdaderos potreros de la muerte”, a esos “lupanares africanos”…¡quién lo creería!
Menos mal que este discurso cambió y luego vinieron estadistas como el presidente Pedro Aguirre Cerda quien tenía una visión progresista e integradora de lo que debía ser una ciudad. En el año 1939, decía que “la política de habitación obrera no seguirá la tradición de construirlas en barrios especiales, en los alrededores de las ciudades, acentuando así las diferencias sociales. En mi concepto- continuaba el mandatario-, el empleado y el obrero deben vivir en el interior de las ciudades, en forma que tengan todos los beneficios civilizadores de las escuelas y bibliotecas, de la luz, agua potable, alcantarillado, transporte, etc., de manera que la clase trabajadora se sienta como un componente social tan digno y respetable como lo es todo ciudadano forjador de la riqueza pública”.
Sus palabras pronunciadas hace más de 70 años atrás dan cuenta de una mirada sobre un tipo de ciudad que se mantuvo a partir de entonces en los discursos públicos de otros mandatarios pero muy lejana, sin embargo, de las políticas públicas que consolidaron nuestra actual concepción urbanística.
El hacinamiento y la segregación son una constante que se repite dolorosamente a través del tiempo y lo peor, que se ha ido repitiendo en todas los nuevos polos urbanos que se van creando a lo largo de Chile.
¿Por qué se produce este hacinamiento? “Las ciudades modernas europeas tienden a ser densas porque tienen muchos servicios que agrupan a la gente”, explica Camilo Arriagada, académico del Departamento de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales de la U. de Chile y Director del Diplomado de Extensión Técnicas de Diagnóstico y Gestión Social de Proyectos de Regeneración de Barrios GESBA.
El tema de las ciudades está muy asociado al tema de la ciudad y esto se asocia al tema de la densidad. Pero hay que distinguir entre densidad y hacinamiento.
“En Chile, tenemos una densidad promedio baja, pero mentirosa porque se distribuye de manera desigualdad y se agrupa en su mayor parte en sectores populares. El hacinamiento se produce en sectores donde existe un alto valor inmobiliario y aumenta la demanda por construcción de departamentos, pero sobre todo, en los barrios de vivienda social, cuyo coeficiente de viviendas por manzana es demasiado alto, quedando convertidas en zonas de viviendas dormitorios, sin comercio ni servicios”, apunta el experto.
La ciudad latinoamericana y la chilena no escapan entonces a la tendencia de ciudades donde concentran a ricos y pobres de manera desigual y hacinada.
“La segregación residencial es hoy reconocida a nivel internacional como un fenómeno vinculado con la formación de guetos urbanos o de barrios en crisis, esto es, con el avance de la violencia, el crimen urbano y la desintegración social”, explican los expertos Sabatini, Cáceres, Sierralta y Robles. Una conclusión que es corroborada por otros estudios, como el realizado por el Instituto de Estudios Urbanos de la Universidad Católica que analizó  a la población más precaria de nuestra capital, esa cuyos ingresos familiares mensuales no superan los 400 mil pesos y que aunque cueste creerlo, asciende a un 40 por ciento de quienes habitamos la Región Metropolitana. La conclusión más importante es que a pesar de compartir una característica tan determinante como es prácticamente el mismo ingreso, se distinguen distintos tipos de pobreza la que depende del lugar dónde residan.
Uno de esos tipos de pobreza son los guetos, cuya población no sólo es golpeada por la pobreza sino que además por la droga y la violencia, una combinación infernal. “Hay que distinguir entre hacinamiento y gueto, pero tiende a coincidir que en lo barrios segregados donde existen guetos tienen a su vez, zonas de sobre densidad, que se agrava por la ausencia de bienes y servicios públicos y privados. Me tocó dirigir el Observatorio de Vivienda Social y ellos reclaman mucho por la convivencia que se vive allí. Pero hay que entender que el barrio gueto no sólo es esto, si no que además anidan dinámicas de descomposición social en las cuales se instalan una subcultura de criminalidad y de tráfico de drogas. La idea de gueto es antigua y llega a Chile de manera oportuna porque la situación es alarmante”, explica Arriagada.
Si bien hay ciertos sectores que ven el surgimiento de estos barrios guetos como una consecuencia inevitable del desarrollo está captando la atención de cada vez más expertos, debido a sus graves consecuencias.
La Consultora Atisba publicaba a fines de 2010, Estudio Guetos en Chile, que muestra una fotografía de ese Chile que duele cuando se descorre el velo que esconde la miseria.
Como recuerda este estudio, “la política de vivienda social basada en el subsidio a la demanda ha cubierto un histórico déficit habitacional, sin embargo, ha traído consigo problemas debido a las malas soluciones entregadas”…recuerde usted las casas “Chubi” o las casas Copeva…
Los expertos ya lo vienen advirtiendo dese hace tiempo. “El sueño de la casa propia se desvanece cuando las familias despiertan en barrios alejados, mal diseñados, sin servicios ni áreas verdes. Esta es la razón por la cual un 65 por ciento de ellos, abandonaría sus viviendas sociales si pudiera y casi un 90 por ciento de ellos, se siente avergonzado del lugar dónde vive”, describe dramáticamente el estudio de Atisba.
Las conclusiones que arrojaron una mirada en profundidad en 25 ciudades de Chile acusan que cerca de un millón 700 mil chilenos viven en lugares que pueden ser definidos como guetos, y que un 44 por ciento de ellos, vive en el Gran Santiago y el restante 56 por ciento, en regiones.
¿Qué ciudades concentran más a los denominados guetos? De mayor a menos concentración son Copiapó, Arica, Talca, La Serena-Coquimbo y Coihaique.
¿Qué tipo de política pública es la que subyace para que hasta en ciudades como Arica o Coihaique, donde no hay problemas de suelo, decida que sus habitantes deben vivir concentrados en guetos? “La concepción de los bienes públicos ha variado a lo largo de la historia, sobre todo, en los últimos años. En los años 80 se agudizó el metropolitanismo y se produjo un sistema de vivienda social inédito en el mundo, ya que tiene una capacidad de producción muy alta, pero con un modelo de crecimiento urbano que se hizo a costa de la desintegración”, responde el sociólogo y académico de nuestra Universidad de Chile, Camilo Arriagada.
Cuando aún se sienten los quejidos de los cimientos gubernamentales que fueron removidos por el denominado “puntarenazo”, resulta grotesco pensar que el gueto más grande Chile viva a pocos kilómetros de La Moneda, se ubique en Puente Alto, se llame Bajos de Mena y congregue a una población equivalente a la de Punta Arenas…¿se imagina usted a toda esa gente marchando sobre nuestra capital reclamando un lugar digno donde vivir?
La marcha podría ser enorme si a ella se suman quienes habitan los guetos de Lo Marcoleta-el Mañío, en Quilicura, los de Cerro Negro en San Bernardo hasta abarcar niveles nacionales si se cuentan los de La Chimba Alto en Antofagasta, Las Compañías  y Tierras Blancas en La Serena-Coquimbo y Hualpén en el Gran Concepción.
El estudio es alarmante cuando estamos hablando de un millón 700 mil chilenos que viven en condiciones en las que no se les respetan sus derechos más elementales y cuando se trata de una condena que no resiste ni tamaños urbanos, ni fronteras geográficas ni económicas.
Y de nuevo la paraoja inicial, cuando sus autores anotan que estos guetos se localizan “en ciudades que mueven la economía del país , como el caso del núcleo minero de antfagasta-Calama y Copiapó, o el mismo Santiago, (…) lo que logra explicar problemas sociales complejos como la violencia urbana, la deserción escolar o la existencia de bandas de narcotráfico que controlan sectores de la ciudad al margen de la acción del Estado”.
El diagnóstico está absolutamente claro.
Sólo falta la voluntad política para traducir en políticas públicas eficientes que terminen con un legado que a estas alturas de nuestra historia y en la situación económica que se encuentra Chile no debiéramos tolerar.
Fuente, vìa :
http://radio.uchile.cl/afondo/98148/

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