La pederastia
no es propiamente una relación sexual sino, antes que eso, un abuso de
poder: el uso del poder que otorga la condición de padre, padrastro,
hermano mayor, mentor espiritual o maestro, para someter a un menor que
se encuentra débil e indefenso en razón de su edad y de su inferioridad
jerárquica, y hasta dialéctica, frente a la autoridad del abusador, y
utilizarlo para satisfacer los deseos de éste. Algo muy parecido está
haciendo la cúpula charra del Sindicato Nacional de Trabajadores de la
Educación (SNTE), a juzgar por la información publicada ayer en estas
páginas, con los niños de Baja California.
No hay manera de llamarle relación política legítima a la promoción
de Nueva Alianza por medio de agremiados a ese organismo sindical, quie-
nes, bajo cuerda o no, mandan a los hogares papelería y objetos
promocionales de esa franquicia electoral en las mochilas de los alumnos
de prescoloar y de primaria.
En no pocos casos, se tratará de un abuso doble, porque algunos
profesores (si no es que la mayoría de ellos) están en desacuerdo con
semejantes prácticas, pero tienen que llevarlas a cabo porque su empleo
va de por medio: la dictadura gordillista en el SNTE y en la SEP es tan
generosa cono los sumisos como implacable con los disidentes.
La inmoralidad y la ilegalidad son inocultables –como lo fue la
explotación comercial de un valioso edificio del Centro Histórico,
entregado en comodato al SNTE, y rentado para eventos particulares por
una de las hijas de Elba Esther– y no habrá, sin embargo, ninguna suerte
de sanción para la cúpula mafiosa que controla al sindicato ni para
funcionarios como ese que fue designado subsecretario gracias al
resonante mérito academico y administrativo de ser yerno de la suegra.
Pero un gobierno de orígenes ilegítimos no sufrirá mucho que digamos por
razones de imagen. Las estampas de sus integrantes y socios pueden
pasar por el
coopelas o cuellode Lozano Alarcón, por la ambición pecuniaria que desembocó en la quema de niños en la guardería ABC de Herrmosillo, por los contratos petroleros de Mouriño, por las revelaciones del ex secretario Tello, por las oscurísimas transacciones de su sucesor Molinar.
Más allá del calderonato, declinante y en su tramo final (a
menos que su jefe logre su propósito delirante de destruir lo que queda
de institucionalidad y permanecer en el cargo), la mayor parte de la
clase política tiene deudas, querencias, complicidades o debilidades con
el gordillismo, y eso explica el enorme poder que mantiene ese grupo,
pese a expresiones abiertamente delictivas como la comentada: Elba
Esther y su gente tienen el control del SNTE, pero también el de un
partido político dispuesto a cuadrar resultados electorales a cambio de
favores del poder público (acuérdense de 2006); son una suerte de IFE de
facto. El país necesita desesperadamente una ruptura moral con respecto
a esa clase de cúmulos de poder y no hay otra manera de emprenderla que
mediante la organización, al margen de los partidos políticos con
registro, del voto ciudadano: el voto de quienes ejercen sus derechos de
manera legítima y no intercambian, en consecuencia, el sufragio por los
favores de ninguna clase.
Sólo un gobierno con legitimidad, limpio de complicidades y surgido de las urnas y no de las componendas oligárquicas –es decir: surgido a contrapelo del gordillismo– puede poner fin al engendro: sin la complicidad y la obsecuencia del Ejecutivo federal, ese cacicazgo no se sostiene.
Sólo un gobierno con legitimidad, limpio de complicidades y surgido de las urnas y no de las componendas oligárquicas –es decir: surgido a contrapelo del gordillismo– puede poner fin al engendro: sin la complicidad y la obsecuencia del Ejecutivo federal, ese cacicazgo no se sostiene.
fuente, vìa :
http://www.jornada.unam.mx/2011/01/18/index.php?section=opinion&article=024a1mun
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