En la mañana
del 30 de junio de 1960, en Leopoldville (hoy Kinshasa), el rey Balduino
I de Bélgica pensó que tras declarar en persona la independencia de la
República Democrática del Congo, pueblo y colonos quedarían eternamente
agradecidos con la metrópoli colonial. Pero algo salió mal.
Patricio Lumumba, joven primer ministro del gobierno presidido por
Joseph Kasavubu, tomó el micrófono y los encargados del protocolo
quedaron tiesos:
Nunca más seremos vuestros monos, dijo Lumumba en las narices del rey. El monarca de la casa eeal de Sajonia-Cobenza-Gotha empalideció, y tuvo que oír las desgarradoras palabras del líder nacionalista:
“Durante los 80 años del gobierno colonial, sufrimos tanto que no
podemos alejar las heridas de la memoria. Nos han obligado a trabajar
como esclavos por salarios que ni siquiera nos permiten comer lo
suficiente para ahuyentar el hambre, o encontrar vivienda, o criar a
nuestros hijos como los seres queridos que son…
“Hemos sufrido ironías, insultos y golpes nada más porque somos
negros… ¿Quién podrá olvidar las masacres de tantos de nuestros
hermanos, o las celdas en que han metido a los que no se someten a la
opresión y explotación? Hermanos, así ha sido nuestra vida.”
Totalmente inesperado en la agenda (una ceremonia ordenada y
agradecida con el amo blanco), el discurso estremeció a los pueblos del
África negra y el mundo colonial. En Bélgica, la prensa conservadora
atacó a Lumumba, manifestando que su muerte sería “…una bendición para
el Congo”.
El diario católico La Libre Belgique estimó que algunos
ministros lumumbistas “…se han convertido como primitivos e imbéciles, o
como criaturas comunistas” (12/7/1960). Marcel de Corte, profesor de
moral y filosofía de la Universidad de Lieja, expresó de Lumumba:
Es un bárbaro que hace llorar de rabia a los oficiales, cuando bastaría un gesto viril de uno de éstos para librar al planeta de su sangrante despojo(ídem, 27/7/1960).
En Los últimos 50 días de Patricio Lumumba (investigación de
G. Heinz y H. Donnay) se apunta que desde antes del histórico discurso,
Lumumba era considerado en los medios europeos como el político
congoleño a quien había que separar a toda costa del poder.
El periodista P. de Vos, dirigente de importantes sociedades
coloniales, escribió que deseaba ver al líder nacionalista “…muerto con
una bala en su pellejo… Sé que habrá en uno de los asilos de Kasai, un
loco que se encargará de este trabajo” (Ibérico Europea de Ediciones,
Madrid 1970, p. 31).
En septiembre de 1960, el coronel Joseph Mobutu (quien de 1965
a 1997 gobernó despóticamente el país que rebautizó con el nombre de
Zaire), dio un golpe de Estado, y Lumumba fue detenido en las afueras de Kinshasa. Liberado por su escolta y militantes del Movimiento Nacional Congoleño (MNC), el líder retornó a la ciudad, donde arengó a la multitud.
Simultáneamente, las potencias imperialistas entraban en acción. A un
mes de la toma de posesión del gobierno, con el respaldo de Washington,
París y Bruselas, el títere Moisé Tshombé declaraba la secesión de
Katanga, ubérrima provincia minera que durante la Segunda Guerra Mundial
fue la principal fuente de caucho, y minerales como el titanio y
cobalto. El uranio usado para las bombas atómicas que Estados Unidos
arrojó sobre Hiroshima y Nagasaki provino de la mina Shinkolobwe, una de
las tantas administradas por el
Congo Belga.
Lumumba pidió ayuda a Moscú, y Allen Dulles, jefe de la CIA, sugirió
quitarlo de en medio “…lo antes posible”. El presidente Dwight
Eisenhower autorizó la acción. El ejército y los cascos azules
de la ONU arrestaron a Lumumba el 10 de octubre. El premier consiguió
nuevamente escapar, y trató de llegar a Stanleyville (hoy Kisangani), su
principal base de apoyo. Finalmente, fue detenido por los hombres de
Mobutu.
El 10 de enero Lumumba fue embarcado en un avión civil belga y
piloteado por un belga, que lo trasladó a Elizabethville (hoy
Lubumbashi), capital de la provincia de Katanga. Durante las seis horas
del viaje, mercenarios belgas y soldados congoleños lo torturaron y
golpearon sin piedad.
Ludo de Witte, sociólogo flamenco, quien en 2000 publicó una
enjundiosa investigación con base en archivos oficiales belgas y
documentación de Naciones Unidas, desbarató la versión oficial de
Bruselas, que durante 30 años atribuyó el crimen a
ajustes de cuentasentre las distintas facciones congoleñas.
La tarde del 17 de enero, Lumumba y sus colaboradores Mauricio Mpolo y
José Okito, fueron amarrados a un árbol y asesinados uno tras otro por
militares belgas en una ejecución supervisada a corta distancia por
Tshombé. De Witte probó que la operación llamada Barracuda fue dirigida por el capitán belga Julián Gat.
Otro belga, el comisario Gerard Soete, jefe de policía de Tshombé,
confesó a la televisión de Bruselas VRT (y también a De Witte) que se le
ordenó hacer desparecer a las víctimas con ácido sulfúrico. De
recuerdo, Soete se quedó con dos dientes de Lumumba, y una bala
incrustada en el cráneo.
Fuente, vìa :
http://www.jornada.unam.mx/2011/01/19/index.php?section=opinion&article=023a1pol
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