La prensa dará a este último aspecto de la historia sus 15 minutos de fama. Pero la cobertura será principalmente sobre Wakefield. Se pondrá poca atención sobre la principal lección de esto. Miles de personas están ahora sufriendo todo tipo de enfermedades que habían sido casi erradicadas, enfermedades que ahora resurgen debido al temor de gente en todo el mundo a las vacunas, gracias tanto al Dr. Wakefield como la la innata capacidad humana de percibir y responder al riesgo. La lección es que, a veces, lo que hacemos para protegernos nos hace sentir seguros, pero empeora las cosas. Examinar cómo la psicología de la percepción del riesgo se desarrolló en el caso Wakefield, y sigue haciéndolo en la preocupación pública sobre las vacunas, pueden decirnos mucho sobre cómo evitar este riesgo en el futuro… el gran riesgo que surge cuando asumimos un riesgo de forma equivocada.
Wakefield et al. buscaron un vínculo
entre autismo y la vacuna triple vírica (sarampión, paperas y rubeola).
En su artículo ahora retractado, los autores comentan que: “No
demostramos una asociación entre la vacuna triple vírica y el síndrome
descrito”. Pero en las conferencias de prensa que anunciaban el
artículo, Wakefield sugirió que tomar las vacunas por separado, en lugar
de juntas, era la clave. Los padres de niños autistas que fueron
sujetos del estudio… los DOCE niños… buscaban desesperadamente una
explicación para su tragedia, y saltaron sobre esta pista, y doce años
después el miedo a las vacunas de todo tipo se ha extendido
mundialmente. Los índices de vacunación son bajos. La inmunidad de grupo
a algunas enfermedades ha caído tanto que algunas enfermedades están
empezando a extenderse de nuevo, en los Estados Unidos y el resto del
mundo.
Con tanta seguridad como sabemos que las
vacunas NO causan autismo, también sabemos, a partir de la
investigación en la percepción del riesgo, que varias características
psicológicas desempeñaron (y desempeñan) un gran papel en el miedo de la
gente a las vacunas:
- Sabemos que los riesgos provocados por los humanos son más terroríficos que los naturales. Las vacunas están hechas por los humanos.
- Sabemos que un riesgo parecerá más atemorizante su viene con un bajo beneficio, y las vacunas nos protegen de enfermedades que están prácticamente erradicadas (gracias a las vacunas), por lo que sus beneficios se perciben como mínimos (incluso aunque permanece un bajo riesgo).
- Sabemos que un riesgo impuesto nos da más miedo que uno que elegimos por voluntad propia, y la vacunación está impuesta por el gobierno (aunque se puede optar por no hacerlo).
- Tenemos más miedo si no confiamos en la gente a cargo de nuestra salud y seguridad, y mucho gente no cree en los fabricantes de vacunas o en las agencias sanitarias gubernamentales que supervisan los programas de vacunación.
- Por último, sabemos que cualquier riesgo sobre los niños evoca más miedo que el mismo riesgo sobre adultos, y todo el miedo al movimiento de las vacunas se inició, y aún se centra en gran medida, en los niños autistas.
No es del todo irracional responder al
riesgo de esta forma. Cuando se trata de la percepción de un peligro
potencial, que trata en última instancia de la supervivencia, hemos
desarrollado estas características afectivas – confianza, elección,
niños, riesgo frente a beneficio, entre otros – como herramientas para
juzgar la situación rápida, instantánea y subconscientemente, por su
“cantidad de riesgo”. No es racional ni irracional, el simplemente lo
que hacemos.
Pero esta respuesta afectiva al riesgo puede llevar a lo que en mi libro (How Risky Is It, Really? Why Our Fears Don’t Always Match the Facts) llamo El Hueco de Percepción,
un peligroso hueco entre nuestros sentimientos y los hechos sobre que
algo puede tener riesgo. A veces tenemos más miedo de lo que dicen los
hechos que tendríamos que tener (vacunas). Con muchas de las grandes
amenazas, no tenemos bastante miedo (enfermedad infecciosa). El hueco
entre nuestros miedos y los hechos puede ser por sí mismo peligroso.
Simplemente pregunta a los padres de los miles de niños de todo el mundo
que ahora están contagiándose, o muriendo, de enfermedades que las
vacunas tenían bastante controladas.
Tenemos que empezar a poner más atención
a lo que la psicología de la percepción del riesgo nos ha enseñado
sobre por qué reaccionamos al riesgo de la forma en que lo hacemos.
Tenemos que ser honestos con nosotros mismos y reconocer que, aunque
nuestros sentimientos sobre un riesgo puedan ser correctos, estos
sentimientos pueden generar nuevos peligros. Tenemos que temer al propio
miedo…demasiado, o demasiado poco. Conforme hemos estudiado los riesgos
en vacunas y autismo, también hemos estudiad la psicología de la
percepción del riesgo, y hemos identificado sus agujeros.
Podemos…deberíamos…usar ese conocimiento para hacer una gestión global
del riesgo más inteligente en las elecciones que hacemos como individuos
y como sociedad.
Y tenemos que hacerlo de forma
proactiva, cuando surgen temas relacionados con el riesgo, antes de que
nuestros sentimientos se asienten profundamente. Porque también sabemos a
partir de los estudios de percepción del riesgo que, una vez que hemos
hecho nuestra interpretación de lo que es seguro y lo que no, es muy
difícil hacer que esa interpretación cambie. Uno de cada cuatro padres
estadounidenses ahora rechaza vacunar a sus hijos. Esta última
investigación sobre el Dr. Wakefield no cambiará eso. El daño que él y
otro han hecho persistirá durante mucho tiempo…y continuará sirviendo
como un recordatorio del riesgo al que nos enfrentamos si no reconocemos
que la forma en la que percibimos el riesgo, puede ser en sí misma un
riesgo.
Autor: David Ropeik
Fecha Original: 6 de enero de 2011
Enlace Original
Vìa :
http://www.cienciakanija.com/2011/01/07/siguiendo-los-pasos-de-wakefield-percepcion-del-riesgo-y-vacunas/#more-11566
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