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Ayer se celebró en Estados Unidos el día de Martin Luther King. Como todos los años la mayoría de las escuelas cerraron y en muchos centros institucionales se dibujó la biografía del Martin Luther King del discurso "I have a dream". El doctor King apareció una vez más como el padre del multiculturalismo tolerante y liberal de los Estados Unidos. Sin embargo, la mayoría de la comunidad negra en Estados Unidos y muchisimos militantes de izquierdas no aceptan esta versión, porque saben que hay otro King menos aceptable para el gobierno del país: el que se alio con el movimiento sindical, el que situó el problema racial en sus raices economicas y capitalistas, el que denunció el imperialismo en Vietnam, el que conecto el racismo dentro con los movimientos anti-coloniales del tercer mundo, el militante. A continuación ofrecemos uno de sus discursos de mayor actualidad con traducción e introducción para Rebelión de Sebastian Risau. |
Martin Luther King,
Jr.[1] nació en Atlanta, Estados Unidos, el 15 de enero de 1929. En
conmemoración de esta fecha, desde hace ya algunos años, en Estados
Unidos se declara feriado el tercer lunes de enero. Su lucha
contra las políticas segregacionistas de los estados del Sur, y por los
derechos civiles de la población negra en general, llevada a cabo en la
década del 50 y a principios de los años 60, es ampliamente conocida.
Sus discursos se hicieron famosos, en particular "Yo tengo un sueño",
que pasó a ser considerado una obra maestra de la retórica y que ha sido
difundido hasta el agotamiento. Su llamado a la resistencia no violenta
le valió el Premio Nobel de la Paz en 1964, así como la aprobación e
incluso el elogio de la sociedad estadounidense y su prensa, que en
general consideraban que los estados del Sur eran demasiado retrógrados.
Las cosas cambiarían a partir de 1967, cuando Martin Luther King comenzó a ocuparse de la guerra de Vietnam. El sermón que se transcribe mas abajo, "Por qué me opongo a la guerra en Vietnam" (Iglesia de Ebenezer, 30 de abril de 1967), fue denostado por la prensa estadounidense. El New York Times lo atacó en un editorial titulado "El error del Dr. King": "Los hechos pueden ser duros, pero no justifican semejantes calumnias...No hay respuestas simples ni fáciles para la guerra de Vietnam ni para la injusticia racial en este país" El ChicagoTribune publicó un editorial titulado "Martin Luther King se pasa de la raya": "El empalagoso Reverendo Martin Luther King ha pasado a ser una molestia para el movimiento por los derechos civiles desde que le fuera otorgado el Premio Nobel de la Paz. Desde ese momento se ha especializado en hablar en un tono olímpico, en vez de ocuparse de los aspectos prácticos del movimiento por los derechos civiles." La revista Life llego a calificar su sermón de "calumnia demagógica que suena como un guión para Radio Hanoi."
Este sermón volvió a ser de actualidad, aunque poco difundido, durante las guerras de Iraq. Hoy lo es aún más, ya que Estados Unidos no sólo continua con esa y otras aventuras, sino que ahora está gobernado por un presidente negro que dice honrar el legado de Martin Luther King, y que también ha ganado el Premio Nobel de la Paz. Luther King repitió este sermón en varias ocasiones durante 1967, a veces en forma de discurso, en diversos lugares del país. Fue asesinado el 4 de abril de 1968.
Link al texto: www.informationclearinghouse. info/article16183.htm
Link a un video del sermón: http://www.youtube.com/watch? v=b80Bsw0UG-U
Las cosas cambiarían a partir de 1967, cuando Martin Luther King comenzó a ocuparse de la guerra de Vietnam. El sermón que se transcribe mas abajo, "Por qué me opongo a la guerra en Vietnam" (Iglesia de Ebenezer, 30 de abril de 1967), fue denostado por la prensa estadounidense. El New York Times lo atacó en un editorial titulado "El error del Dr. King": "Los hechos pueden ser duros, pero no justifican semejantes calumnias...No hay respuestas simples ni fáciles para la guerra de Vietnam ni para la injusticia racial en este país" El ChicagoTribune publicó un editorial titulado "Martin Luther King se pasa de la raya": "El empalagoso Reverendo Martin Luther King ha pasado a ser una molestia para el movimiento por los derechos civiles desde que le fuera otorgado el Premio Nobel de la Paz. Desde ese momento se ha especializado en hablar en un tono olímpico, en vez de ocuparse de los aspectos prácticos del movimiento por los derechos civiles." La revista Life llego a calificar su sermón de "calumnia demagógica que suena como un guión para Radio Hanoi."
Este sermón volvió a ser de actualidad, aunque poco difundido, durante las guerras de Iraq. Hoy lo es aún más, ya que Estados Unidos no sólo continua con esa y otras aventuras, sino que ahora está gobernado por un presidente negro que dice honrar el legado de Martin Luther King, y que también ha ganado el Premio Nobel de la Paz. Luther King repitió este sermón en varias ocasiones durante 1967, a veces en forma de discurso, en diversos lugares del país. Fue asesinado el 4 de abril de 1968.
Por qué me opongo a la guerra en Vietnam
En
cierto sentido, mi sermón de esta mañana no es un sermón típico, pero
sigue siendo un sermón, sobre un asunto importante, porque el asunto que
discutiré hoy es uno de los mas controvertidos que debe enfrentar
nuestra nación. El tema sobre el que predicaré hoy es "Por qué me opongo
a la guerra en Vietnam".
Déjenme aclarar desde el principio que
yo considero esta guerra una guerra injusta, malvada y fútil. Mi sermón
de hoy es sobre la guerra de Vietnam porque mi conciencia no me deja
otra opción. Ha llegado el momento de que América escuche la verdad
sobre esta trágica guerra. En los conflictos internacionales es difícil
llegar a la verdad, porque la mayor parte de las naciones se engañan a
sí mismas. Las racionalizaciones, así como la búsqueda incesante de
chivos expiatorios son las cataratas sicológicas que nos impiden ver
nuestros pecados. Pero ya han pasado los días del patriotismo
superficial. Quienes conviven con la falsedad viven una esclavitud
espiritual. La libertad sigue siendo el premio que recibimos por conocer
la verdad. Jesús dijo: "Conocerán la verdad, y la verdad os hará
libres" Yo he elegido predicar hoy sobre la guerra en Vietnam, porque
estoy de acuerdo con Dante en que los lugares mas calientes del infierno
están reservados para aquellos que en una época de crisis moral
mantienen su neutralidad. Llega un momento en el que el silencio se
convierte en traición
La verdad de estas palabras está más allá
de toda duda, pero la misión que nos impone es de las más difíciles.
Incluso cuando las exigencias de verdad interior se hacen acuciantes,
los hombres no asumen fácilmente la tarea de oponerse a las políticas de
su gobierno, sobre todo en tiempos de guerra. Y tampoco es sin grandes
dificultades que el espíritu humano vence a la apatía del pensamiento
conformista, dentro de su propio pecho y del mundo que lo rodea. Es más,
cuando algunas cuestiones nos desconciertan, como ocurre con frecuencia
en el caso de este terrible conflicto, estamos siempre al borde de
quedar paralizados por la duda. Pero debemos avanzar. Algunos de
nosotros, que ya hemos comenzado a romper el silencio de la noche, hemos
descubierto que el llamado a hablar suele ser una vocación de agonía.
Pero debemos hablar. Debemos hablar con toda la humildad que corresponde
a nuestra limitada visión, pero debemos hablar. Y también debemos
alegrarnos, porque en toda nuestra historia nunca ha habido un disenso
tan monumental del pueblo americano durante una guerra.
Las
encuestas revelan que casi 15 millones de americanos se oponen
explícitamente a la guerra en Vietnam. Y hay millones adicionales que no
se atreven a apoyarla. E incluso aquellos millones que sí apoyan la
guerra, están desanimados, confundidos y llenos de dudas. Esto revela
que millones han elegido ir mas allá del cómodo patriotismo, hacia el
terreno del disenso firme, basados en los mandatos de su conciencia y en
la lectura de la historia. Por supuesto, una de las dificultades de
hacerse oír en estos días es que algunos están buscando equiparar el
disenso con la deslealtad. Son días oscuros para nuestra nación cuando
las autoridades intentan usar todos sus medios para silenciar el
disenso. Pero algo esta ocurriendo, y no podrán callar a la gente. Pero
la verdad debe ser dicha, y yo digo que quienes buscan hacer creer que
cualquiera que se oponga a la guerra de Vietnam es un tonto o un traidor
o un enemigo de nuestros soldados está tomando posición contra lo mejor
de nuestras tradiciones.
Sí, debemos tomar posición y alzar
nuestra voz. En los últimos dos años he tratado de romper la traición de
mis propios silencios y hablar desde mi corazón en llamas, al exigir
que se detuviera radicalmente la destrucción de Vietnam. Muchos me
cuestionaron el haber tomado este camino. La pregunta que domina el
centro de sus preocupaciones es: "¿Por qué está hablando sobre la guerra
Dr. King? ¿Por qué se une a las voces que disienten?" Según ellos, la
paz y los derechos civiles no deben mezclarse. Pero esta mañana yo les
hablo sobre este asunto, porque estoy a resuelto a tomar en serio el
Evangelio. Y vengo a mi púlpito hoy a realizar un apasionado alegato a
mi amada nación
Este sermón no esta dirigido a Hanoi o al Frente
Nacional de Liberación. No esta dirigido a China ni a Rusia. Ni tampoco
es un intento de pasar por alto la ambigüedad de toda la situación y la
necesidad de una solución colectiva para la tragedia de Vietnam. Ni
tampoco es un intento de transformar a Vietnam del Norte y al Frente
Nacional de Liberación en modelos de virtud, ni tampoco de pasar por
alto el papel que deben jugar en una resolución exitosa del problema.
Sin embargo, esta mañana no deseo hablar con Hanoi ni con el Frente
Nacional de Liberación, sino mas bien a mis compatriotas, quienes tienen
la mayor responsabilidad, y que han entrado en un conflicto que ha
costado caro a ambos continentes.
Ahora bien, como soy un
predicador por vocación, supongo que no sorprenderá que tenga siete
razones de peso para poner a Vietnam en el campo de mi visión moral. Hay
una conexión muy obvia y casi simplista entre la guerra de Vietnam y la
lucha que yo y otros venimos librando en América. Hace unos pocos años
hubo un momento de luz en esa lucha. Parecía que había una promesa real
de esperanza para los pobres, tanto blancos como negros, gracias al
Programa contra la Pobreza. Hubo experiencias, esperanzas, y nuevos
comienzos. Pero luego llego el incremento de tropas en Vietnam. Y vi el
programa romperse como si fuera un inútil juguete político de una
sociedad enloquecida por la guerra. Y entonces supe que América nunca
invertiría los fondos necesarios para la rehabilitación de sus pobres
mientras aventuras como la de Vietnam siguieran absorbiendo hombres y
capacidades y dinero, como un tubo de succión demoníaco y destructivo. Y
puede que ustedes no lo sepan, amigos mios, pero se estima que gastamos
50000 dolares por cada soldado enemigo que matamos, mientras que se
gastan solo 53 dolares en cada persona clasificada como pobre, y la
mayor parte de esos 53 dolares van a salarios de personas que no son
pobres. Por eso me he visto cada vez mas obligado a considerar a la
guerra como un enemigo de los pobres, y a atacarla como tal.
Quizás
el reconocimiento mas trágico de la realidad tuvo lugar cuando se me
hizo evidente que la guerra estaba haciendo mucho mas que aniquilar las
esperanzas de los pobres en nuestro país Estaba enviando a sus hermanos,
sus hijos y sus esposos a luchas y morir en una proporción
extraordinariamente grande en relación al resto de la población.
Estábamos tomado a las jóvenes negros, ya arruinados por la sociedad, y
enviándolos a 8000 millas de aquí, para garantizar en Asia del Este las
libertades que no habían encontrado en Georgia o en East Harlem. Nos
hemos enfrentado entonces repetidamente a la ironía cruel de ver en
nuestras pantallas de TV a jóvenes negros y blancos matando y muriendo
juntos por una nación que no sido capaz de sentarlos juntos en la misma
aula. Los vemos en una solidaridad brutal, quemando juntos las chozas de
una aldea pobre. Pero nos damos cuenta de que no podrían vivir en la
misma calle, en Chicago o en Atlanta. Por eso, no puedo callarme frente a
semejante manipulación cruel de los pobres
Mi tercera razón me
lleva a un nivel aun mas profundo de mi conciencia, pues se origina en
mi experiencia en los guetos del norte en los últimos tres años, y
especialmente los tres últimos veranos. Mientras caminaba entre los
jóvenes desesperados, rechazados y furiosos, les decía que los cócteles
Molotov y los rifles no resolverían sus problemas. Traté de ofrecerles
mi compasión mas profunda, manteniendo a la vez mi convicción de que la
manera mas significativa de llegar al cambio social es a través de la
acción no violenta; pero ellos me escriben y me preguntan "¿Y qué pasa
con Vietnam?" Me preguntan si nuestra nación no está usando dosis
masivas de violencia para resolver sus problemas y lograr los cambios
que desea. Sus preguntas me causaron una gran impresión, y me di cuenta
de que nunca más podría alzar mi voz contra la violencia de los
oprimidos en los guetos si no le hablaba primero claramente al principal
proveedor de violencia en el mundo actual: mi propio gobierno. Por esos
jóvenes, por este gobierno, y por los cientos de miles que tiemblan
ante nuestra violencia, no puedo callarme. Ha habido muchos aplausos en
los últimos años. Han aplaudido a nuestro movimiento, y me han aplaudido
a mi. América y la mayoría de sus periódicos me aplaudieron en
Montgomery. Me paré ante miles de negros que estaban al borde de generar
disturbios por una bomba puesta en mi casa, y les dije: no podemos
hacerlo así. Y nos aplaudieron cuando decidimos hacer sentadas no
violentas ante las cafeterías [1]. Nos aplaudieron cuando durante los
Viajes de la Libertad [2], recibimos golpes sin responderlos. Nos
elogiaron en Albany y Birmingham y Selma, Alabama. Y la prensa fue tan
noble en su aplauso y tan noble en su elogio cuando decíamos “No sean
violentos con Bull Connor, y cuando decíamos “No sean violentos con Jim
Clark" [3]. Pero hay una inconsistencia extraña cuando una nación y su
prensa te elogian cuando dices "No sea violentos con Jim Clark", pero te
insultan y te maldicen cuando dices: "No sean violentos con los
pequeños niños vietnamitas." ¡Algo esta mal con esa prensa!
Como
si el peso de este compromiso con la vida y la salud de América no
fuera suficiente, en 1964 se me impuso la carga de otra responsabilidad.
Y no puedo olvidar que el Premio Nobel de la Paz no es algo que
simplemente ocurrió, sino que fue un encargo--el encargo de trabajar más
duro que nunca en mi vida por la hermandad de los hombres. Y esto es
una vocación que me lleva mas allá de mis lealtades nacionales. Pero
incluso si eso no estuviese presente, todavía tendría que darle sentido a
mi compromiso con el ministerio de Jesucristo. Para mi, la relación
entre este ministerio y la búsqueda de la paz es tan obvia que a veces
me sorprendo al escuchar a los que me preguntan por qué hablo en contra
de la guerra. ¿Puede ser que no sepan que las Buenas Nuevas están
destinadas a todos los hombres, comunistas y capitalistas, sus hijos y
los nuestros, blancos y negros, revolucionarios y conservadores? ¿Han
olvidado que mi ministerio implica obediencia a Aquel que amo a Sus
enemigos tan completamente que murió por ellos? Entonces, ¿qué puedo
decirle a los vietcong, o a Mao, o a Castro, siendo un fiel ministro de
Jesucristo? ¿Puedo amenazarlos con la muerte, o debo mas bien compartir
mi vida con ellos? Finalmente, debo ser fiel a mi convicción de que
comparto con todos los hombres el llamado a ser el hijo del Dios
viviente. Esta vocación de ser hermanos, e hijos de Dios, esta más allá
de la pertenencia a una nación o credo. Y porque creo que nuestro Padre
está profundamente preocupado por sus hijos que sufren y están
desprotegidos, vengo hoy a hablar por ellos. Y cuando reflexiono sobre
esta locura de Vietnam, y busco dentro de mi formas de comprender y
responder con compasión, pienso constantemente en la gente de esa
península. No estoy hablando de los soldados de ambos bandos, ni del
gobierno militar de Saigon, sino simplemente de la gente que hace ya más
de tres décadas sufre esta guerra. También pienso en ellos porque me
resulta claro que no habrá una verdadera solución a este conflicto hasta
que haya algún intento de conocer a esta gente y escuchar sus llantos
Pero
déjenme contarles la verdad acerca de esto. Ellos deben ver a los
Americanos como libertadores bastante extraños. Se han dado ustedes
cuenta de que el pueblo vietnamita proclamo su independencia en 1945,
después de una ocupación conjunta de franceses y japoneses. Y esto
ocurrió antes de la revolución comunista en China. Su líder era Ho Chi
Minh. Y esto es un hecho que no es muy conocido: esta gente se declaró
independiente en 1945 y, cuando declararon su independencia de la
ocupación extranjera citaron nuestra Declaración de Independencia, y sin
embargo nuestro gobierno se rehusó a reconocerlos. El presidente Truman
dijo que no estaban listos para ser independientes. O sea que en ese
momento fuimos víctimas, como nación, de la misma mortal arrogancia que
hace años esta envenenando la situación internacional. Entonces Francia
se decidió a reconquistar su antigua colonia. Y lucharon ocho largos,
duros y difíciles años tratando de reconquistar Vietnam. ¿Y saben quién
ayudó a Francia? Los Estados Unidos de América. Y llegó un punto en el
que estábamos pagando el ochenta por ciento de los costos de la guerra. E
incluso cuando Francia comenzó a perder su confianza en esta temeraria
acción, nosotros no lo hicimos. Y en 1954 se llevó a cabo una
conferencia en Ginebra, y se llegó a un acuerdo, porque los franceses
habían sido derrotados en dien Bien Phu. Pero incluso después de eso, de
los acuerdos de Ginebra, nosotros no nos detuvimos. Y debemos enfrentar
el triste hecho de que nuestro gobierno buscó, realmente, sabotear el
acuerdo de Ginebra. Después de que los franceses fueron derrotados,
pareció que el acuerdo de Ginebra permitiría la independencia y la
reforma agraria. Pero llegaron los Estados Unidos, y comenzaron a apoyar
a un hombre llamado Diem, que resultó ser uno de los dictadores mas
despiadados de la historia del mundo. Decidió silenciar a toda la
oposición. Quienes alzaban sus voces contra las brutales políticas de
Diem eran brutalmente asesinados. Y los campesinos miraban horrorizados
cómo Diem aniquilaba toda oposición. Los campesinos veían también que
todo esto era supervisado por la influencia de los Estados Unidos y por
las cada vez más numerosas tropas estadounidenses que habían llegado
para ayudar a eliminar la insurgencia que los métodos de Diem habían
generado. Deben haberse sentido felices cuando Diem fue derrocado, pero
la larga linea de dictadores militares no parecía ofrecer ningún cambio
real, especialmente en términos de sus necesidades de tierras y paz. ¿Y a
quien estamos apoyando hoy en Vietnam? A un hombre llamado general Ky
[Vice Mariscal aéreo Nguyen Cao Ky], que lucho con los franceses contra
su propio pueblo, y que en una ocasión dijo que su mayor héroe era
Hitler. Este es el tipo a quien hoy estamos apoyando en Vietnam. En
general nuestro gobierno y la prensa no nos hablan de estas cosas, pero
Dios me dijo que se los contara esta mañana. La verdad debe ser dicha.
El
único cambio que vieron de parte de los Americanos fue el aumento del
compromiso de nuestras tropas con gobiernos singularmente corruptos,
ineptos, y sin apoyo popular, y mientras tanto la gente leía nuestros
panfletos con las habituales promesas de paz, democracia y reforma
agraria. Ahora sufren bajo nuestras bombas y nos consideran a nosotros
como sus verdaderos enemigos, y no a sus compatriotas. Caminan tristes y
apáticos cuando son sacados de la tierra de sus padres y conducidos a
campos de concentración, donde las necesidades sociales mínimas están
casi siempre insatisfechas. Pero saben que deben irse o serán destruidos
por nuestras bombas. Y entonces se van, sobre todo las mujeres, los
ancianos y los niños. Y ven como envenenamos su agua mientras destruimos
millones de hectáreas de sus cosechas. Deben llorar cuando las
topadoras rugen en sus campos, preparándose a destruir sus valiosos
arboles. Vagan entonces hasta las ciudades, donde ven miles y miles de
niños sin hogar, sin ropas, corriendo por las calles en grupos, como
animales. Ven cómo los niños son maltratados por nuestros soldados,
cuando ruegan por un poco de comida. Ven a los niños venderles sus
hermanas a nuestros soldados, y prostituyéndose por sus madres. Hemos
destruido sus dos instituciones mas preciadas: la familia y la aldea.
Hemos destruido su tierra y sus cosechas. Hemos cooperado en la
eliminación de la única fuerza política revolucionaria no comunista, la
Iglesia Budista Unida. Este es el papel que nuestra nación ha asumido,
el papel de quienes impiden las revoluciones pacíficas al negarse a
renunciar a los privilegios y placeres que resultan de las inmensas
ganancias de las inversiones en el extranjero. Estoy convencido de que
si queremos estar del lado correcto de la revolución mundial debemos,
como nación, experimentar una revolución radical en nuestros valores.
Tenemos que comenzar a transformarnos, de una sociedad orientada a las
cosas a una sociedad orientada hacia las personas. Mientras consideremos
a las maquinas y las computadoras, a las ganancias y los derechos de
propiedad, mas importantes que la gente, sera imposible la conquista del
triplete gigante de racismo, militarismo y explotación económica
Una
verdadera revolución de valores haría que pronto empezáramos a
cuestionarnos la justicia y equidad de muchas de nuestras políticas
actuales. Por un lado, estamos llamados a hacer de Buenos Samaritanos en
los bordes del camino de la vida, pero eso sera solo el principio. Un
día llegaremos a ver que todo el camino de Jericó debe cambiarse, para
que hombres y mujeres no sean constantemente golpeados y asaltados a lo
largo de su viaje por las carreteras de la vida. La verdadera compasión
es más que tirarle una moneda un mendigo. Una verdadera revolución de
valores pronto verá con incomodidad y justa indignación el evidente
contraste entre riqueza y pobreza. Mirará más allá del mar y verá a los
capitalistas occidentales invirtiendo enormes sumas de dinero en Asia,
África y América del Sur, sólo para extraer ganancias, sin preocuparse
por mejorar las condiciones sociales de los países, y dirá: "Esto no es
justo". Verá nuestra alianza con los terratenientes de América Latina, y
dirá: "Esto no es justo". Verá que la arrogancia occidental de sentir
que puede enseñarle todo a los demás y no aprender nada de ellos no es
justa. Verá el orden mundial y dirá de la guerra: "Esta forma de
resolver las diferencias no es justa". Este asunto de quemar seres
humanos con napalm, de llenar de viudas y huérfanos los hogares de
nuestra nación, de inyectar el veneno del odio en las venas de la gente,
de devolver a casa, desde los sangrientos campos de batalla, hombres
mutilados y alterados sicológicamente, no puede reconciliarse con la
sabiduría, la justicia y el amor. Una nación que año a año continua
gastando más dinero en el presupuesto militar que en programas sociales,
se acerca a la muerte espiritual.
Ay amigos, si hay algo que
debemos ver hoy, es que estos son tiempos revolucionarios. En todo el
planeta hay pueblos que se levantan contra los viejos sistemas de
explotación y opresión, y de las heridas del debilitado mundo nacen
nuevos sistemas de justicia e igualdad. Los descamisados y los descalzos
se están levantando como nunca antes. Quienes estaban en la oscuridad
han visto una gran luz. E inconscientemente dicen, como dice una de
nuestras canciones de libertad: "¡No dejare que nadie me engañe!" Es
triste ver que, debido al confort, a la complacencia, al morboso miedo
al comunismo, y a nuestra tendencia a adaptarnos a la injusticia, las
naciones occidentales, que en gran medida generaron el espíritu
revolucionario del mundo moderno, ahora se hayan se hayan transformado
en archi-antirevolucionarias. Esto ha llevado a muchos a creer que sólo
el Marxismo tiene un espíritu revolucionario. Por eso, el comunismo
representa nuestra falla en crear una verdadera democracia, y en
continuar las revoluciones que iniciamos. Ahora, nuestra única esperanza
radica en nuestra habilidad de recapturar el espíritu revolucionario, y
salir al mundo, a veces hostil, declarando nuestra eterna hostilidad a
la pobreza, al racismo, y al militarismo. Con este compromiso
desafiaremos valientemente al status quo, desafiaremos las injustas
costumbres, y gracias a esto adelantaremos el día en que "todo valle sea
alzado, y todo monte y collado se baje; y lo torcido se enderece; y lo
áspero se allane. Y la gloria del Señor se manifestará; y toda carne
juntamente la verá"
Al final, una genuina revolución de valores
significa que nuestras lealtades deben volverse ecuménicas, mas que
parciales. Cada nación debe desarrollar una lealtad superadora hacia la
humanidad como un todo, para poder preservar lo mejor de cada sociedad.
Esta demanda de fraternidad universal, que eleve nuestros interese mas
allá de la propia tribu, raza, clase o nación, es en realidad una
demanda a todos los hombres de un amor incondicional, que lo abarque
todo. Este concepto, que frecuentemente es malentendido y
malinterpretado, y que tan rápidamente rechazan los Nietzches del mundo
por considerarlo una fuerza cobarde y débil, se ha transformado ahora en
una necesidad absoluta para la supervivencia de la raza humana. Y
cuando hablo de amor no estoy hablando de algo débil y sentimental, sino
que estoy hablando de esa fuerza que todas las religiones del mundo han
considerado el principio de vida supremo y unificador. El amor es la
llave que abre la puerta a la realidad última y definitiva. Esta
creencia en una realidad última, común a hindúes, musulmanes,
cristianos, judíos y budistas, está bellamente resumida en la primera
epístola de Juan: "amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios.
Todo aquel que ama es nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no
ha conocido a Dios, porque Dios es amor. Si nos amamos unos a otros,
Dios permanece en nosotros y su amor se ha perfeccionado en nosotros."
Para
terminar, dejenme decirles que me opongo a la guerra de Vietnam porque
amo a América. Alzo mi voz contra esta guerra, no enojado, sino con
ansiedad y pena en mi corazón y, sobre todo, con un deseo apasionado de
ver a nuestra nación erigirse en modelo de moral en el mundo. Alzo mi
voz contra esta guerra porque estoy decepcionado de América. Pero no
puede haber una gran decepción donde no hay también un gran amor. Estoy
decepcionado por nuestro fracaso en abordar en forma directa y positiva
el triple mal del racismo, la explotación económica y el militarismo.
Estamos actualmente en un callejón sin salida que puede llevarnos al
desastre nacional. América se ha extraviado en el terreno del racismo y
del militarismo. El hogar que demasiados Americanos debieron abandonar
estaba sólidamente estructurado, en términos de ideales; sus pilares
estaban sólidamente afirmados en los conceptos de nuestra herencia
judeo-cristiana. Todos los hombres han sido hechos a imagen y semejanza
de Dios. Todos los hombres son hermanos. Todos los hombres son iguales.
Todos los hombres son herederos de un legado de dignidad y valor. Todos
los hombres tienen derechos que no son otorgados por un estado, ni se
derivan de el, sino que son conferidos por Dios. De una misma sangre,
Dios hizo a todos los hombres para que vivan juntos en la Tierra. ¡Qué
cimientos maravillosos para una casa! ¡Qué lugar mas glorioso y
saludable para vivir! Pero América se ha extraviado, y su paseo no le ha
causado más que confusión y desconcierto. Ha dejado los corazones
doloridos por la culpa y las mentes distorsionadas por la irrealidad.
Es
tiempo de que todos aquellos que tienen conciencia le pidan a America
que vuelva a casa. Vuelve a casa América. Omar Khayyam tiene razón: "El
dedo escribe, y habiendo escrito, sigue su movimiento" Convoco hoy a
Washington. Convoco a todos los hombres y mujeres de buena voluntad en
América. Convoco a los jóvenes americanos, que deben decidirse hoy a
tomar posición sobre este asunto. Mañana puede ser demasiado tarde. El
libro puede cerrarse. Y no dejen que nadie los convenza de que Dios
eligió a América como una fuerza divina y mesiánica para que sea una
especie de policía del mundo entero. Dios tiene su forma de enfrentar a
las naciones y juzgarlas, y me parece oír a Dios diciéndole a América:
"¡Eres demasiado arrogante! Y si no cambias tu forma de ser, yo me
alzaré y quebraré la columna vertebral de tu poder, y la pondré en las
manos de una nación que ni siquiera sabe mi nombre. Estate quieta y
conoce que yo soy Dios."
Pero no es fácil tomar posición por la
verdad y por la justicia. A veces implica frustrarse. A veces decir la
verdad y tomar posición implica caminar por las calles con un peso en el
corazón A veces implica perder el trabajo y ser objeto de la burla y el
escarnio. Y puede implicar que un niño de siete u ocho anos le pregunte
a su papa "¿Por qué tienes que ir a la cárcel tanto tiempo?" Y hace
mucho ya que he aprendido que ser un seguidor de Jesucristo implica
cargar la cruz. Y mi Biblia me dice que el Viernes Santo viene antes de
la Pascua. Antes de llevar la corona, debemos cargar la cruz.
Carguémosla, por la justicia, carguémosla por la verdad, carguémosla por
la justicia, y por la paz. Salgamos esta mañana con esa determinación.
Yo no he perdido mi fe. Y no desespero, porque sé que existe un orden
moral. No he perdido la fe, porque el arco del universo moral es largo,
pero se curva hacia la justicia. Todavía podemos cantar "Venceremos!"
porque Carlyle tenia razón "ninguna mentira dura por siempre".
Venceremos porque William Cullen Bryant tenia razón: "La verdad,
derribada por tierra, se levantará otra vez." Venceremos, porque James
Russell Lowell tenia razón: "La verdad está siempre en el cadalso, y la
mentira siempre en el trono". Sin embargo, en ese cadalso se balancea el
futuro. Venceremos porque la biblia tiene razón "Cosecharas tu
siembra". Con esta fe seremos capaces de sacar una piedra de esperanza
de la montaña de la desesperanza. Con esta fe podremos transformar las
ruidosas disonancias de nuestro mundo en una hermosa sinfonía de
fraternidad. Con esta fe podremos adelantar el día en el que la justicia
fluirá como agua, y la probidad como un potente torrente. Con esta fe
podremos adelantar el día en que el león y el cordero yacerán juntos, y
cada hombre se sentará bajo su propia vid y bajo su propia higuera, y
nadie tendrá miedo porque las palabras de Dios lo han predicho. Con esta
fe podremos adelantar el día en que en todo el mundo podamos tomarnos
de la mano y cantar las palabras del negro spiritual "¡Libres al fin!
¡Libres al fin! !Gracias Dios todopoderoso, al fin somos libres!" Con
esta fe cantaremos, de la misma manera en que nos preparamos para cantar
ahora. Los hombres transformarán sus espadas en rejas de arado, y sus
lanzas en hoces. Y no se alzarán nación contra nación, ni estudiarán mas
la guerra. Y yo no se ustedes, pero yo nunca mas estudiaré la guerra.
Notas
[1] Se refiere a las protestas contra la segregación en las cafeterías, en las cuales los negros sólo podían comer en la barra.
[2]
Los Viajes de la Libertad consistían en ómnibus con negros y blancos
que recorrían los estados del Sur, en protesta por las políticas de
segregación en el transporte público.
[3] En 1965 se realizó una
serie de marchas desde la ciudad de Selma hasta la de Montgomery, ambas
en Alabama, para pedir por los derechos de los votantes negros. La
policía y los gobernadores trataron de suspenderlas y hubo una violenta
represión. Jim Clark era el sheriff de Selma, y Bull Connor un político y
policía de la misma ciudad
Link al texto: www.informationclearinghouse.
Link a un video del sermón: http://www.youtube.com/watch?
Vìa :
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=120598
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