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El autoritarismo que exhibió Ebrard ante las expresiones
legítimas de descontento de ciudadanos preocupados por el daño al
entorno habitacional derivado de las obras del metrobús en la colonia
Narvarte, que se tradujo en la agresión de centenares de granaderos
contra vecinos pacíficos e indefensos, es ya parte de patrón de conducta
del gobierno capitalino.
A la arbitraria acometida policíaca contra los vecinos de la
Narvarte, la semana previa a Navidad, la antecedió y sucedió una
estrategia de mano dura contra los vecinos de las colonias de la
delegación Magdalena Contreras, afectadas por la supervía de cuota que,
se pretende, conectará el poniente y sur de la Ciudad de México.
La fuerza de las macanas se presentó, también, contra
vecinos de Tláhuac afectados por la línea 12 del metro, que correrá de
esa delegación a Mixcoac, en Benito Juárez, donde la población ha tenido
que soportar la indolencia de la autoridad ante el desquiciamiento
vial.
Ya antes, en junio de 2008, el gobierno de Ebrard había dado
una muestra trágica de arrogancia cuando, otra vez con un uso
arbitrario de la fuerza pública, instrumentó un operativo en la
discoteca popular “News Divine”, en la delegación Gustavo A. Madero, con
saldo de 12 personas muertas, nueve de ellos jovencitos y tres
policías.
Tras esa tragedia, en este espacio se planteó que Ebrard
estaba obligado a proceder con firmeza contra los responsables, no sólo
porque es su inequívoco deber como autoridad ni porque aplicar la ley
con justicia es fundamental en un gobierno que se pretende alterno a la
derecha, sino para evitar algo peor: La rabia y el resentimiento
sociales que engendra la impunidad del poder.
Pero aun con la remoción del delegado Francisco Chiguil, los
jefes policiacos Joel Ortega y Félix Cárdenas, así como Guillermo
Zayas, coordinador del operativo, la impunidad se impuso y, a dos años y
medio de esa tragedia, puede presumirse que en efecto se anidó la rabia
y el resentimiento en la población de la zona.
Ebrard y su equipo de gobierno, supuestamente de
izquierda, se equivocan: Creen que los ciudadanos son tan estúpidos que
no entienden que hay obras necesarias para el interés general que
implican afectaciones particulares, desde expropiaciones hasta el
bloqueo de una cochera, y que el cruce de argumentos neutraliza el
conflicto y consolida acuerdos.
Ebrard y los suyos son incapaces de distinguir entre la
crítica de los partidos de oposición, que naturalmente van a explotar su
ineptitud, y los ciudadanos que protestan con toda legitimidad por las
aberraciones de la autoridad.
Aberraciones que, en efecto, van desde poner un policía en
los cruceros donde hay obras que desencadenan el desquiciamiento de
amplias zonas de la ciudad hasta la rehabilitación que ha hecho el jefe
de la policía, Manuel Mondragón y Kalb, de viejos policías corruptos,
como Darío Chacón, subsecretario de Tránsito, que ha reactivado la
extorsión a automovilistas.
Por eso, más que para la salvaguarda de la integridad
patrimonial, física y sicológica de los capitalinos, las fuerzas
policiacas han sido usadas por Ebrard para intimidar y de plano
reprimir, en particular a quienes, haciendo uso de sus derechos,
manifiestan su inconformidad por decisiones arbitrarias.
Salvo por dar impulso o no bloquear nuevos derechos
identificados con la corriente progresista, como la despenalización del
aborto en hasta 12 semanas de gestación y los matrimonios entre personas
del mismo sexo, y de dar continuidad relativa a los programas sociales
que heredó, Ebrard ha actuado como gobernante más en una lógica de la
derecha que ansía la mano dura.
No es casual, por tanto, la hipócrita conducta de Ebrard
ante Calderón y su demencial “guerra” contra al crimen que ha
ensangrentado el país: Mientras evita retratarse con él, la hizo
comparsa al asistir al Palacio Nacional, el 2 de septiembre de 2010,
para escuchar un largo autoelogio y hace apenas un mes, el 27 de
noviembre, de plano se hizo su adherente.
“Hay que reconocerle la resolución de entrarle”, dijo
Ebrard sobre la estratégia de Calderón contra el narcotráfico,
justamente tres dias después de que Carlos Salinas declaró que ese
indviduo “ha tomado acciones decididas y valientes para enfrentar estas
circunstancias”.
¿Coincidência? No, convergência que quedó de manifiesto
dos semanas después cuando, el 10 de diciembre, Salinas colmó de elogios
a Ebrard, “un servidor público profesional”, cuyos resultados como
gobernante “están a la vista”.
No puede haber, entonces, extrañeza de la conducta de
Ebrard, quien tiene un extraordinario parecido a Calderón y a Enrique
Peña Nieto.
Lo que sí extraña es el silencio del partido que formalmente es
gobierno en la capital, el PRD, que convalida la estrategia represiva,
lo mismo que su máximo líder, Andrés Manuel López Obrador, cuya omisión
es inaceptable.
Apuntes
La presidencia de Juan Silva Meza en la Suprema Corte de Justicia de
la Nación abre la oportunidad de que el Poder Judicial no sólo no se
siga degradando, sino que sea punto de partida para que la justicia no
sea una mercancía al alcance de unos cuantos…
Vìa :
http://proceso.com.mx/rv/modHome/detalleExclusiva/86900
http://proceso.com.mx/rv/modHome/detalleExclusiva/86900
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