lunes, 21 de noviembre de 2016

Cultura: Leonard Cohen... la música de las imágenes.....Por Ricardo Guzmán Wolffer







Por Ricardo Guzmán Wolffer




Cohen, el héroe anónimo. Cuando el Premio Nobel dado a Dylan ha llevado, entre muchas otras, a la discusión de si las letras de canciones pueden tener el alcance para considerar escritores a los autores musicales, la obligada revisión de la obra vitalicia de alguien del tamaño de Cohen evidencia lo limitado de tal discusión. La voz, la cadencia y los acordes aumentan el poder de las letras ya sobradamente buenas desde el ángulo que se le analice o disfrute. Quizá resulte útil recordar cómo Cohen se fue insertando en el imaginario popular merced a su reiterada inclusión en filmes tan diferentes que podríamos afirmar que no habrá público que no tenga en su personal lista musical algo de Cohen.

Escuchar la literatura de Cohen lleva a niveles internos que sólo requieren ser evidenciados para establecer la universalidad de su producción. En lo más básico de la introspección, la música libera. Y lo hace la sinfonía más complicada, si es acorde con el escucha, como la canción más popular según el lugar, fecha y estrato social. No es ninguna novedad decir que la música es parte de la composición cinematográfica; sin embargo no dejan de sorprender las producciones que, precisamente por la música de Cohen, son entrañables; y habrá quien sólo recuerde esa parte del filme. Cohen y su voz aguardentosa, pausada, clara: cavernoso murmullo que lo mismo susurra análisis profundos, condensados en breves oraciones, en invitación a reconocer la falibilidad humana y sus tantas imperfecciones, o que en ese ronroneo ancestral letrificado envía la mueca de otras épocas, tanto de la historia humana como del escucha.

En el filme Rosewater (Joh Stewart, eu, 2014), basado en el encarcelamiento de un periodista británico en Irán por una entrevista con tintes políticos, Cohen brilla. El preso es interrogado reiteradamente y su encierro en solitario en una pequeña celda busca destruirlo. Sin embargo, el personaje interpretado por Gael García Bernal tiene esperanza y la presencia anímica de su mujer. Impulsado por esa necesidad de creer en la libertad y el amor, García baila en un pequeño espacio con “Dance me to the end of love” en su mente. Entre cuatro paredes blancas, iluminadas en perspectiva para dar una sensación de limpieza, gira el personaje entre los momentos más puros de su encierro, sin rencor, con la alegría de vivir que los gestos y las sonrisas evidencian, acompañadas de las manos abiertas de un García en plena libertad interior, cierto de que el violín intercalado por Cohen va más allá de las paredes. Y ese momento, visto por el celador en una pantalla sin sonido, catapulta la escena gracias al mensaje de que la música puede liberarnos incluso en el encierro más inflexible.

Las letras de Cohen, como toda poesía, permiten muchas lecturas. La adaptación del famoso “Hallelujah” para público infantil en el filme Shrek, entre varias, lo muestra. Quizá por la acogida del cómic y sus derivaciones, el notable soundtrack de Watchmen (Zack Snayder, eu, 2009) toma esa canción para evidenciar el milagro del amor, ahora con la variante del encuentro entre superhéroes capaces de encontrarse en el cielo, en la nave del Búho nocturno ii, Patrick Wilson, con la hermosa Silk Spectre, Malin Akerman. Seres extraviados y repudiados por una sociedad necesitada de un orden del que han excluido a esos bienhechores que ya pululan en soledad, el encuentro de estos dos sufridos los torna semidioses al unir sus cuerpos en el cielo, tras la niebla que los oculta de la gente en las calles y quienes apenas se enteran de la existencia de esas precarias deidades por un flamazo que arroja la nave, en clara metáfora del orgasmo conjunto. El “Hallelujah” hace a un lado el encuentro físico y gracias al manejo de cámara estamos presenciando la unión de seres prototípicos por su soledad superada, gracias a las loas de Cohen y su ritmo, proveniente de cavernas ancestrales.

En el actual momento político, donde la llegada de Trump ha dividido a poblaciones y atemorizado a personas de todas las latitudes, la música del disco The Future usada en Asesinos por naturaleza (Oliver Stone, eua, 1994), resulta ineludible. La danza de la muerte de Juliette Lewis en el restaurante de la carretera, iniciada con “Waiting for the miracle”, anuncia el festín de sangre que representa la fama de esos asesinos seriales, vitoreados incluso durante el juicio y buscados por reporteros para aumentar el rating televisivo. El sentido destructivo y autoritario de la canción que da nombre al álbum permea a lo largo de la película, donde el futuro de la pareja, de la nación y de la población que admira a Lewis y Woody Harrelson como figuras populares, basada su fama en el salvajismo con que han asesinado a decenas de personas, es precisamente el asesinato. Sin ninguna esperanza de que los encargados de acabar con la vida se arrepientan, como augura Cohen, anunciando la danza de la muerte en caminos devastados, con hombres blancos enloquecidos entre mujeres colgadas: Mick y Mallory en su auto descapotable, entre llamas infernales, con el viento intemporal azotándoles el torso mientras ellos ríen y se besan, entrelaza ella las piernas en el cuello de él y cada tanto su mirada se pierde en las poblaciones que abandonan, como referencia a que su humanidad ha quedado atrás. La desesperanza y profundidad de la música hacen al Cohen de este disco un profeta del horror, que cautiva por su poesía pero lastima por su verdad. No por tener las herramientas para glorificar el amor y la belleza, deja de evidenciar, incluso con una música festiva y la universalización de lo local, cómo el hombre terminará por depredarlo todo, empezando con los demás hombres.

El Cohen cinematográfico llega al espectador de la postmodernidad, donde se privilegia lo auditivo y visual, en formas que ningún músico, incluido el Nobel literario, ha logrado: el amor, el horror, la transformación y el autoconocimiento, todo condensado en sus letras y en las escenas por él magnificadas. Sus muchas huellas fílmicas lo evidencian en un lugar único en la producción artística mundial •



vía:
semanal.jornada.com.mx

 http://semanal.jornada.com.mx/2016/11/18/leonard-cohen-la-musica-de-las-imagenes-5657.html

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