viernes, 28 de octubre de 2016

Argentina: Papá mató a mamá...José Steinsleger






José Steinsleger




La nave tiene nombre de mujer, y lleva 45 millones de siglos orbitando frente a una estrella implacable y fija, con nombre de varón: el astro rey. Los dinosaurios aparecieron 42.7 millones de siglos después, las civilizaciones conocidas surgieron 60 siglos atrás. Y si Dios es grande, restan pocos más y chau, todo acabó.

En 1974, Donald Johanson encontró en Etiopía los huesos intactos de un homínido femenino que vivió en el último periodo de la era cenozoica. Johanson estaba oyendo Lucy on the sky with diamonds, y llamó al homínido Lucy, nombre más tierno que austrolopithecus afarensis.

Los paleontólogos dedujeron que Lucy había parido y murió a los 20 años, cayendo posiblemente de un árbol, o de un peñasco. En cambio, la niña Lucía Pérez (16) no llegó a tener hijos: falleció el 8 de octubre de un modo más salvaje que el padecido hace 3.2/3.5 millones de años por Lucy, la salvaje.

Lucía fue asesinada “…vía vaginal y anal con el pene del hombre que lo hizo, y utilizando un palo”, apuntó el forense. El hecho tuvo lugar en la ciudad de Mar del Plata (Argentina), mientras en Rosario, bajo la consigna Ni una más, se reunían 70 mil mujeres en el 31 Encuentro Nacional de Mujeres (Enam). El gobierno de Macri las reprimió con armas de fuego.

Pero el asesinato de Lucía estremeció a la sociedad. El miércoles pasado, bajo la lluvia, se movilizaron 400 mil mujeres vestidas de negro. Y la primera dama del país, Julia Awada, dueña de una red de talleres textiles donde trabajan en semiesclavitud mujeres y niñas inmigrantes, también envió tuits en favor de la demostración.

Simultáneamente, un proyecto oficial que en el Congreso cuenta con dictamen de mayoría (y en el que no aparece la palabra mujer) proponía eliminar la Unidad Fiscal Especializada de Violencia contra las Mujeres (UFEM), única entidad dedicada a la investigación de femicidios, creada por la procuradora general Alejandra Gils Carbó, en junio de 2015.

Ahora bien. Veo que el programa subrayó con rojo la palabra femicidio. ¿Qué andará más atrasado? ¿Windows 8, o mi Diccionario de la Real Academia (edición de 1992), que entre sus miembros de número cuenta con 590 señores, 50 señoras y dos señoritas?

Hay que tomar con pinzas los discursos que de tejas para arriba, dicen solidarizarse con la creciente situación límite de millones de mujeres en el mundo. Este mundo que a partir del mes entrante será dirigido por el feminismo masculino de Hillary Clinton, o la misoginia homofóbica de Donald Trump. Y que en Argentina representan los periodistas de La Nación y Clarín, el archipremiado grupo monopólico que a su modo defiende la libertad de expresión.


Así, en medio de todo lo acontecido, el periodista Jorge Lanata (cuya fama ha trascendido en el continente), hizo gala de la libertad de expresión en su programa Periodismo para todos. Sosteniendo la mirada frente a la cámara, Lanata dijo de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner: Ojalá la historia la juzgue como la mierda que fue.

La televisión argentina nunca había registrado algo similar. Pero el insulto disparó una cascada de profundas reflexiones, con la amañada participación de especialistas y personajes de cloaca que se enfrascaron en el debate. Lanata rechazó que había incurrido en violencia de género, y que lo suyo habría sido sólo violencia verbal, porque el periodismo moderno debe acabar con el mito de la objetividad.

Pues bien, de eso se trata. Porque la violencia verbal es la antesala del femicidio. Un fenómeno que en la época de Lucy era desconocido, y que en la nuestra ningún varón (burgués, proletario, revolucionario o no) está a salvo.

Y a veces, ni eso. Como en el caso del hombre que hasta el domingo pasado era normal, y ese día mató a cuchilladas a la ex mujer, tía y abuela en Mendoza (Argentina). Sólo se salvó una niña de nueve meses, herida de gravedad, y el hermano de 11 años que se escondió en el baúl de un auto, y avisó desde un teléfono celular: papá mató a mamá.

Tampoco se trata de priorizar los femicidios que se cometen en equis lugar, restando importancia al drama de Honduras o México, países que en América Latina encabezan la guerra contra las mujeres. Se trata de entender que esta nave, aunque siga dando retoños, ya no da para más, pues todo lo concebido en 65 siglos de civilización, se erigió sobre los cuerpos de millones de esclavos y, por debajo, los de millones de mujeres.

Así las cosas, en caso de que un nuevo mesías venga en camino, esperemos que no retome el cuento de la costilla que sirvió para levantar catedrales, mezquitas y sinagogas. Y, con ladrillos sobrantes, los grandes burdeles modernos que llamamos medios de comunicación.





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