A poco de salir de Chile me llevo en la pupila un Santiago sitiado
por Sebastián Piñera y los intereses antisociales que representa. Y en
la cabeza del corazón, la convicción de que terminó la siesta para la
minoría en el poder.
Hoy estoy en Chile de paso y retorno
a la Argentina en unas horas. Aprovecho los últimos momentos para
acariciar a los míos y dar un paseo por las arterias centrales de
Santiago. Hoy también hay protesta nacional contra el mal gobierno,
contra la vida empeorada, la injusticia y su multiplicación imparable.
Es 11 de julio antes del mediodía. Hace rato que la armadura del Estado,
sus carros blindados, las fuerzas especiales de la policía permanecen
apostados en casi todas las esquinas donde se sucederán las
manifestaciones.
¿Por qué el 11 de julio? El ex
Presidente Salvador Allende, el último estadista del país de Violeta
Parra, hace 41 años nacionalizó el cobre, ingreso y sostén histórico del
Chile, luego del desastre del salitre. El territorio extendido donde
nací es una explanada estrecha, flanqueada por la cordillera andina y el
Pacífico, una zona movedizaza, atormentada por placas submarinas. Mi
pueblo es trabajador sin horario, vecino y poblador empobrecido,
asalariado que alcanza el fin de mes a cuotas asesinas, usura, préstamo
infinito.
Parece que Chile estuviera aislado del
resto América Latina. Pero la verdad es que sus relaciones sociales, la
manera en que se desenvuelven las formas más salvajes del capital en los
tiempos de su mundialización, no lo distinguen de la mayoría
continental, salvo porque el programa antipopular del liberalismo a
ultranza tuvo su bautismo a sangre y fuego hacia fines de los 70’ de la
centuria pasada. Con un fusil puesto en la cabeza rota de mi pueblo,
Chile se convirtió en el laboratorio perfecto para imponer la ortodoxia y
perversión experimental de la Escuela de Chicago. De la Unidad Popular,
las formaciones nucleares de poder popular, la alta oficialidad militar
tutelada por el imperialismo norteamericano fue y es la herramienta de
una revolución capitalista jamás vista en la historia de ese modo de
producción. Los acontecimientos son bien conocidos por quienes se
interesan en explicarse la privatización absoluta, la bancarrota de
cualquier gesto industrialista; por qué tanta concentración económica,
tanta desigualdad de horror, tanto despojo, tanta explotación y
expoliación; por qué todo se ha vuelto mercancía, porque el sistema
financiero proveniente de los polos más poderosos del planeta es el que
organiza el orden de las cosas; por qué la dependencia profunda y
antigua como maldición.
Yo sé lo que ocurrirá hoy, día de
protesta que no nostalgia, sino que actualiza la demanda soberana de
recuperar el cobre, el litio, los bosques mancillados; el mar, el agua,
los campos, las costas, los puertos, los ríos fabulosos, la banca, los
derechos sociales, los servicios básicos. Una movilización contra la
discriminación insultante y la bala contra los mapuche y las mujeres y
los migrantes y los trabajadores y los pobres, los más morenos, las
minorías sexuales, los viejos y los jóvenes.
Yo sé lo que ocurrirá hoy. La represión
encarcelará a centenares o más a lo largo del país. Le romperá las
costillas y la boca enérgica al pueblo. Porque los únicos que emplean
‘todas las formas de lucha’ en Chile son los administradores del Estado
de los que mandan provisoriamente a costa y en contra de los intereses
de las grandes mayorías. Los más jóvenes, los adolescentes, los casi
niños, serán el objetivo primero. Para que se atemoricen de una vez,
como si la rebeldía y el movimiento objetivo de las contradicciones del
propio capitalismo se extinguieran con la pólvora del escarnio de sus
funcionarios armados. El mal gobierno castiga mientras más luchadores se
agregan al descontento corrosivo como petróleo.
Yo sé lo que ocurrirá hoy. Cuando llegue
a la Argentina, también en pie de combate social, sabré cómo habrá
terminado la jornada. Que ningún proyectil criminal se entierre en la
piel rebelde de mi pueblo. Otro escribirá con superior visión lo que
pasará este 11 de julio. Simplemente estoy emputecido. Mi hora de lucha
está hoy en Argentina. A poco de salir de Chile me llevo en la pupila un
Santiago sitiado por Sebastián Piñera y los intereses antisociales que
representa. Y en la cabeza del corazón, la convicción de que terminó la
siesta para la minoría en el poder.
Julio 11 de 2012
Vìa:
http://www.kaosenlared.net/america-latina/item/24368-el-sitio-de-pi%C3%B1era-contra-el-pueblo-chileno.html
http://www.kaosenlared.net/america-latina/item/24368-el-sitio-de-pi%C3%B1era-contra-el-pueblo-chileno.html
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