El aparato completo de
comunicación de México se ha saturado de consejos para un rebelde que,
sin embargo, aguanta, a pie firme, el chaparrón que le cae encima.
Vuelan voces de sur a norte, desde cubículos de insignes litigantes
hasta llegar a diarios renombrados. Otras cantaletas arrancan desde
estaciones de radio para recalar en columnas politiqueras de diversos
diarios. Todos, casi al unísono sonoro rugir de gruesos cañones, van
desgranando sus recomendaciones. Tratan de inducir en AMLO lo que juzgan
como una deseable y conveniente conducta racional. Quieren, desean, le
ordenan, le piden, le soplan al oído más cercano de sus ayudantes que le
transmitan, que los oiga, para que ceje en sus pretensiones de inútil
resistencia. Lo conminan al patriotismo más rancio. Su parsimonia para
aguantar el ciclón de prisas se torna insoportable para un tupido haz de
mensajeros, previamente aceitados por los llamados
Tiene que pensar, aducen empapados con aparente buena voluntad, en su
actual capital político. Conseguir 16 millones de votos fue toda una
proeza que no puede tirar al rincón de sus muchos rencores y ambiciones
de poder. ¡Lo echará a perder de seguir empeñado en su ruta
protestataria!, predican con donaire digno de mejores causas todos esos
que quieren, con ansias sobradas, inducirlo por la senda del bien y
alejarlo del error. No son pocos, sin embargo, los que pueden recordar
el conjunto de plegarias similares o idénticas que le fueron endosadas
hace ya más de seis años con motivo del fraude perpetrado en 2006.
Dijeron entonces, hasta con silbidos, que no podría recuperar los
votantes que sufragaron por él. La sentencia iba impregnada de impostada
autoridad para hacerla pesada, densa, como si fuera losa bíblica. Es
por eso que, ahora, no puede ser, de nueva cuenta, tan irresponsable
como para repetir los mismos quiebres. No le dieron, en sus condenas,
más de un semestre de reparos para quedar sepultado en el olvido. Los
ataques, sin embargo, no cesaron de llenar el ámbito difusivo durante
seis feroces años.intereses superiores. La paz, la tranquilidad, la estabilidad, hasta la vida normal puede alterarse de continuar en tan necia cuan torpe conducta, concluyen.
Todos esos denuestos, presagios e invectivas, sin embargo, chocaron contra el muro que la conciencia colectiva levantaba por todos los confines del país. Y a eso, y no a otra cosa, dedicó AMLO sus energías durante los años de preparación para amasar la transformación por venir. No escatimó esfuerzos, andares, gustos o tiempos para pregonar sus masticadas verdades y la simple visión de una república habitada por hombres y mujeres libres, decentes y enterados del destino que los aguarda. Prepararse para una convivencia en paz, constructiva y solidaria eran, y han seguido siendo, los mensajes que se fueron esparciendo. Poco cambió el discurso durante el largo peregrinaje por todo México. No estuvo solo ni todo lo hizo él. Lo acompañaron muchos mexicanos que, como él, también se zambulleron en un apostolado laico, digno del aprecio ciudadano.
Poco o nada de lo sembrado se perderá por defender, con la
debida intransigencia, lo conseguido y hecho propio. Todo depende de la
fidelidad que se despliegue en la tarea por venir. Sin duda, una vez
más, la congruencia será pieza crucial para seguir adelante. A nadie se
le puede pedir que aviente su voto al basurero o lo entregue por quedar
bien. No hay autoridad ni institución que, con sus devaneos, cobardías o
traiciones, demeriten lo sembrado. A pesar de todo inconveniente y
condena, hay que perseverar hasta el mero final. Es la mejor manera de
inducir y conseguir el progreso deseado, el bienestar entrevisto.
Dentro del atropellado torrente de críticas, dictados terminales y
anatemas de fingida buena voluntad, llaman la atención ciertos puntos de
afinidad y coincidencia bastante generalizados. Uno acentúa la versión
de una izquierda moderada, moderna, positiva y negociadora como la
necesaria en estos aciagos momentos y que AMLO no representa. Es la que
el país requiere, pregonan los muchos difusores, esos que se presentan
llenos de ideas y plegarias por un México mejor. López Obrador debe ya
dejar el paso a la renovación, a un nuevo liderazgo que conduzca a la
izquierda por el sendero de la colaboración y los acuerdos. Y ese
personaje, que espera su turno, se llama Marcelo Ebrard, según propone,
con un talante carente de inseguridades, la señora Denise Dresser en uno
de sus varios momentos de iluminación. Supone, ésta y otros personeros
del saber, que un liderazgo real, activo, atrayente, se construye desde
una oficina o cargo público. Creen que se fortifica en conferencias
áulicas, que se ramifica a través del uso de micrófonos, o se solidifica
con lecturas de actualidad mundial.
La izquierda debe aprovechar la fuerza de su fracción en las cámaras
para contribuir al avance nacional, resuena por ahí otro dictamen con
paladar común. No pueden dejar al PAN el sitio para encamarse con el
PRI. Como si ese tándem no fuera ya solidificado, íntimo, carnal.
¿Cuáles serían las reformas estructurales con que podría la izquierda
cooperar? ¿Sería acaso el IVA generalizado que se piensa implantar; o la
entrega de Pemex al capital moderno; acaso la precarización del trabajo
o la preservación de privilegios monopólicos? La derecha compitió en la
contienda con la bandera de la continuidad y, en esa vertiente, no
puede haber coincidencia alguna. Es, en esencia, más de lo mismo y ya se
ven los terribles resultados al empeñarse en cumplimentar el modelo en
boga. No, señores consejeros del bien tarifado, esa no es la manera en
que avanzará México. La oposición intransigente y pacífica, el no
reconocimiento a la legalidad torcida, el juego limpio sin concesiones,
será la manera de contribuir ahora y mañana también. La izquierda
encuentra su fuerza en el mandato del pueblo y quien lo busca, oye y
respeta será su abanderado.
Vía,fuente:
http://www.jornada.unam.mx/2012/07/25/opinion/022a1pol
http://www.jornada.unam.mx/2012/07/25/opinion/022a1pol
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