La historia de un joven adolescente pobre y sin ninguna educación, que Pinochet escogería para encabezar las tareas sucias de torturar y exterminar militantes de partidos de izquierda. A Víctor Díaz López, dirigente comunista asesinado por la tiranía.

Desde la película “El Mocito” él
comenzó a ser conocido en el país y seguramente también en el
extranjero, hasta en sus detalles más íntimos de hombre solo y de origen
campesino.
Recientemente, el libro del periodista Javier Rebolledo “La danza de los cuervos” ha
seguido aportando aún mayores elementos de las circunstancias que
posibilitaron el encuentro de un joven adolescente pobre y sin ninguna
educación, con la intimidad del militar que Pinochet escogería para
encabezar las tareas sucias de torturar y exterminar militantes de
partidos de izquierda: un cruel y ambicioso coronel de ejército de
nombre Manuel Contreras Sepúlveda.
En estos nuevos rebotes de esta
historia, una entrevista televisiva ha colocado a Jorgelino respondiendo
todo tipo de preguntas sobre esa delgada línea existente entre ser
víctima y victimario, tensión que continuamente se plantea en este
hombre que de mocito se convierte en agente, que aprende el uso de armas
y técnicas de defensa personal sin abandonar, al parecer, nunca las
bandejas, la cocina y el trapero.
Hoy, él ya es Jorgelino Vergara,
trabajador en lo que sea y sobreviviente de su propia y particular
historia. Quizás, ya es muy tarde para que pierda la vida en algún
imprevisto accidente que algunos de sus ex colegas de la DINA-CNI
pudieran desearle cada vez, que su rostro aparece en esa película, en
entrevistas o simplemente en la portada de un libro que comienza muy
tempranamente a agotar ediciones.
Los pactos de silencio de los militares y
civiles violadores de DD.HH en la DINA y en la CNI no han tenido
fisuras frecuentes. Ello explica que transcurridos 22 años del fin de la
dictadura y casi 40 del golpe militar, sean menos de 70 los violadores
cumpliendo condenas y que la gran mayoría de los restos de los detenidos
desaparecidos continúen aún inubicables. El 2007 Jorgelino, buscando
demostrar que él no era el asesino del dirigente del PC Víctor Díaz,
posibilitó el procesamiento de 120 agentes por el ministro Víctor
Montiglio, ya fallecido. Fue el mismo Jorgelino quien reveló la
existencia de un cuartel de exterminio, hasta entonces aun secreto,
ubicado en Simón Bolívar 8800, en la comuna de La Reina capitalina. Ese
fue su arrepentimiento más contundente y porque no también su venganza.
Sorprende leerlo, sorprende escucharlo,
sorprende verlo. Con pocas expresiones en su rostro, sin titubear en sus
respuestas, demostrando una memoria para nombres y situaciones
absolutamente inusual, casi como si requiriese desahogar todo lo vivido y
contárselo a este país de múltiples formas. Todo para recordarle a
dirigentes políticos, a empresarios, a personeros de ese pasado
reciente, a la señora Krebs que no hay contexto, ni antecedentes, que
“ayude a explicar” los gritos de la militante comunista Reinalda Pereira
que con un embarazo de cinco meses pedía morir a sus torturadores en
ese fatídico cuartel. Ni los experimentos con gas sarín en dos
ciudadanos peruanos secuestrados, ni la muerte a golpes del profesor
Fernando Ortiz, o por asfixia y golpes del martirizado Víctor Díaz.
Hasta el momento, muchos aún prefieren
no reaccionar. Mientras, el ministro vocero del Poder Judicial Hugo
Dolmestch con la tranquilidad que lo caracteriza manifiesta sentirse
impactado ante las declaraciones de Jorgelino, y reitera dos cosas muy
significativas, sobre todo originadas en su investidura: que Chile
requiere más y más verdad y que los procesos de investigación en
derechos humanos no tienen fecha de término, porque siguen
produciéndose de muy diversa forma nuevos e impredecibles antecedentes.
Jorgelino Vergara no recibe pensión y
tampoco tiene protegida su integridad física. Al parecer debe procurarse
el pan y vivir el tiempo que le quede inventando cada día. Ya sabe leer
y completó su cuarto medio. Ya no es el jovencito iletrado que tuvo sus
primeras muestras de cariño en la casa de Manuel Contreras, el mismo
coronel que jubiló como general, tiene visitas regulares varias veces
por semana y recibe su sueldo todos los meses junto con la liquidación
de la Caja de la Defensa Nacional. Si es cierto, es muy posible que él
muera en las cómodas dependencias donde cumple condenas, las que ya
suman más de 270 años. Jorgelino y Manuel no se han visto hace décadas,
sus suertes y destinos siguen muy distintos caminos y sus
responsabilidades también.
De la memoria de Jorgelino aparece otro
dato significativo que ciertamente nos ayuda a completar el cuadro. El
acaudalado empresario Ricardo Claro Valdés, fallecido hace algunos años
en medio de sentimientos de pesar extendidos en el ámbito político,
social y empresarial nacional, es revelado por el sencillo Jorgelino
como financista de la DINA, como caja pagadora, como un buen amigo, casi
como si se tratase de un benefactor de las monjitas de la caridad.
Y entonces, uno imagina a todo el resto
de poderosos que nunca limpiaron sangre ni cargaron a un “empaquetado”
-denominación para un detenido desaparecido-; que tampoco pusieron
electricidad en la tortura o borraron huellas dactilares con sopletes,
pero si hicieron sus fortunas al amparo de los 17 años de dictadura.
Algunos fueron agradecidos, aunque con reserva como el señor Claro.
Otros, simplemente olvidaron que el modelo económico y las reformas
estructurales aun vigentes pudieron ser porque hombres como el “Mamo”
Contreras se empeñaron en exterminar resistentes y sembrando el terror.
Jorgelino al nombrar a Ricardo Claro le
pone rostro y dirección a la acumulación originaria en diversos sectores
de la actual economía nacional. Sus declaraciones son incómodas para
muchos, por ello prefieren ignorarlas y seguramente les intranquiliza
que los chilenos y chilenas las vean por televisión, o las lean en un
libro. En suma, nuevamente y justo en estos momentos de cuestionamientos
crecientes al modelo económico, reflota la mala conciencia y lo espurio
de su origen, casi como una molesta pesadilla.
Jorgelino Vergara nos recuerda a un
campesino llamado Jorge del Carmen Valenzuela Torres, analfabeto y
alcohólico que cometió el asesinato múltiple de su conviviente y sus
cinco hijos, en una localidad de San Carlos llamada Nahueltoro hace más
de 50 años atrás. Luego, cuando ya era persona la justicia de mediados
de los sesenta le quitó la vida fusilándolo. Para entonces, Jorge del
Carmen ya había aprendido a hacer guitarras, leer, escribir y
relacionarse socialmente e incluso estaba arrepentido. Más tarde, en
1969 su historia sería llevada al cine por un primerizo Miguel Littín
en “El Chacal de Nahueltoro”.
Jorgelino es el adolescente huérfano, el
menor de doce hermanos de una familia de campesinos pobres, el apenas
letrado que encontró en un cuartel del horror lo más cercano a un hogar y
familia. El que pasó pascuas y años nuevos confraternizando con hombres
que debían morir en semanas o meses. El mismo que se hizo invisible
para todos los importantes, que en esos espacios cumplían con su deber
militar de “erradicar el cáncer marxista” porque sólo eso posibilitaría
engrandecer los negocios y las fortunas de mecenas como Ricardo Claro,
Ponce Lerou, El Mercurio y tantos otros.
En momentos en que desde diversas
direcciones de la derecha se intenta tensionar el como hacer memoria,
cuando se cumplirán 40 años del golpe militar, a Chile le hace bien
mirarse al espejo de Jorgelino, con sus verdades y sus inconmovibles
silencios. Porque el fin del lucro en la educación tampoco está tan
distante de lo que cuenta Jorgelino. Ese negocio de lucro y
privatización de la educación, también tiene relación con esos crímenes,
que todavía algunos defienden y otros prefieren aún seguir ignorando,
aunque Jorgelino se los recuerde con incómodos detalles.
A fin de cuentas Jorgelino Vergara y
Manuel Contreras fueron mocitos de Ricardo Claro y toda esta es la
historia reciente que sigue explicando el Chile actual, pesadilla en la
que aún vivimos y de la que nos urge despertar.
Vìa:
http://www.kaosenlared.net/america-latina/item/24614-chile-de-%E2%80%9Cel-mocito%E2%80%9D-a-jorgelino-vergara.html
http://www.kaosenlared.net/america-latina/item/24614-chile-de-%E2%80%9Cel-mocito%E2%80%9D-a-jorgelino-vergara.html

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