Hace
una década la mayoría de los argentinos salió a la calle al grito ¡Que
se vayan todos! y un 20 de diciembre salía en helicóptero desde la Casa
Rosada Fernando de la Rúa. El Corralito, restricción a retirar los
dineros de los ahorrantes para salvar a los bancos sacó a las calles a
las clases medias y populares en rechazo a las políticas neoliberales.
Miradas al Sur rescata cuatro miradas de actores del proceso social que
puso fin a las recetas de Carlos Menem y del Consenso de Washington.
LA HIJA DE LA DEMOCRACIA
Solía
decir que era la hija de la democracia. Gabriela Mitidieri nació en
1984. El 19 de diciembre de 2001 salió a la calle con su hermanito de 13
y marchó hasta la Plaza del Congreso. Hacía poco que su padre, Sergio,
ex militante del ERP, le había contado que había sido chupado en 1976 y
reaparecido gracias a los buenos oficios de un amigo del abuelo. En
1979, Sergio se exilió en Brasil. Cuando volvió, militó en el Partido
Intransigente. Allí conoció a la mamá de Gabriela. La democracia les
parió una hija.
Al principio,
Gabriela tuvo que vencer el miedo que acarreaba su padre, herencia que
se traspasó por la filigrana de los gestos mínimos. El 20 de diciembre
le prohibieron salir. Pero durante buena parte de la experiencia
asamblearia barrial, Gabriela militó en la que se creó alrededor del Cid
Campeador. “Llegué cuando ya se había tomado el Banco Mayo de Angel
Gallardo y Acoyte”, cuenta. Era una trama alucinante: estaban las
señoras de barrio y los ex militantes del PC, los setentistas que
recuperaban la política después de años de ostracismo y los estudiantes
del secundario que amanecían al Ágora.
Su
5º año durante 2002 ocurrió en medio de mucha movilización y cierta
incertidumbre acerca de “la cara represiva del Estado”. Había
estudiantes que hasta pensaban en que era posible un regreso a la
dictadura. “Lo que hicieron las asambleas barriales fue marcar una
agenda: obligaron a rever los fundamentos de la legitimidad política
–dice Gabriela–. Lo extraordinario era que con aquella ruptura, no había
genealogías ni metodologías establecidas. Fue un momento de creación”.
Gabriela,
que en breve será historiadora por la UBA, sostiene que la posibilidad
de repensar la vida en común desde otro lugar pervive hasta el día de
hoy en la sociedad argentina. “La reapropiación de la política comenzó
ahí. 2001 abrió un abanico de opciones inéditas. Si se recurría al
pasado era con un sentido pragmático, y no de reciclaje”.
En
el Banco Mayo –cuya bóveda, con una acústica excepcional, servía de
sala de ensayo–, Gabriela y sus pares jóvenes sostenían, contra las
concepciones de los más veteranos, que “el sujeto revolucionario obrero
estaba muerto en el mundo posindustrial”. Poco a poco, la asamblea
comenzó a escindirse, con la edad como parteaguas. Empezaron a
establecer lazos con otros jóvenes, sobre todo con los de las asambleas
de Primera Junta y de Paternal.
Contra
la concepción más trillada, Mitidieri dice que las asambleas barriales
“no fueron un fenómeno de despabilamiento de la clase más o menos
acomodada: el cambio de subjetividades trascendió el tejido
clasemediero”. Las asambleas se mancomunaron con Movimiento de
Trabajadores Desocupados, con militantes de género, con anarquistas,
ecologistas y otros movimientos. “El quiebre del lema ‘Piquetes,
cacerolas, / la lucha es una sola’ fueron los asesinatos de Darío
Santillán y Maxi Kosteki. El límite de la alianza fueron las necesidades
concretas de uno y otro sector y la poca voluntad de generar núcleos
organizativos de trabajo a largo plazo”- analiza.
Con
el kirchnerismo, las asambleas comenzaron a languidecer. “Luego de 2003
no supimos readecuarnos al nuevo mapa político y por lo tanto no
pudimos articularnos institucionalmente. Reconozco del kirchnerismo
muchas cosas, pero para una mujer cuya militancia nació en 2001, siempre
habrá una matriz crítica respecto de lo estatal. A este gobierno
todavía le falta rever la estructura productiva, la sojización de la
agricultura, la extracción minera y la despenalización del aborto y de
las drogas”.
Gabriela Mitidieri
trabaja hoy en SubCoop, una cooperativa de fotógrafos que conoció en los
albores de la Nueva Era. “Sub significa algo que está por debajo, lo
que subyace, lo que no se ve a priori”. Gabriela porta el germen de la
política del futuro de nuestro país: “Reconocemos que los genocidas
tienen que estar presos, pero también tenemos que rever qué banderas nos
sirven hoy. En todo caso, estoy a favor de retomar una memoria
completa: es muy difícil discutir con mártires”.
LUCHA SOBRE DOS RUEDAS
Javier
Cancino es el secretario general del Sindicato Independiente de
Mensajeros y Cadetes (Simeca), que comenzó a organizarse en 1999. En
2001 ya compartían local con la agrupación H.I.J.O.S., con quienes
vivieron como protagonistas la represión del 19 y 20 de diciembre.
“Nuestro trabajo siempre fue un laburo precarizado, la mayoría en negro,
a destajo, sin sueldo fijo. De esa manera surgió el sindicato,
resistiendo al modelo liberal de esa época”- cuenta.
Ese
19 y 20 estaban todos arriba de sus motos. Ahí fue cuando se enteraron,
entre otras cosas, de que De la Rúa había decretado el estado de sitio.
“Estuvimos en la plaza, en el Congreso, los cacerolazos. Aguantamos la
represión.” Hasta que a Cancino le tocó muy de cerca.
“El
20 trabajamos a la mañana, hasta que llegué a la 9 de Julio y vi que
estaban reprimiendo a compañeros de otros sindicatos. Escuchaba
comentarios, hablábamos con la gente, pero el desconcierto arriba de la
moto era total”. No es el primero que sostiene que no había ningún tipo
de organización ni banderas de partidos políticos ni nada. Que sí había
gente que tenía mucha bronca por cómo estaba reprimiendo la policía.
“Recién a las ocho de la noche pudimos comenzar una recorrida por los
hospitales para ver dónde y cómo estaban los heridos y poder avisarles a
sus familiares”.
Para Simeca, lo que
comienza inmediatamente después del 20 es una persecución. “Nosotros
participábamos de todas las marchas con los compañeros piqueteros,
sabíamos que estábamos marcados por los servicios de inteligencia. Tanto
es así que en la casa donde vivíamos con unos compañeros sonaba el
teléfono y nos ponían sirenas, o los coches de policía pasaban por la
puerta y se quedaban un rato ahí.”
Pero
para el sindicato, muy poco cambió desde esa fecha. En 2009, la
personería gremial se la dieron a otro sindicato. Y las denuncias por
parte de Simeca comenzaron. “No había secretario general ni estructura,
andaban por atrás el Momo Venegas, Francisco de Narváez, la Cámara
Empresarial de Mensajería. Nosotros ni figurábamos. Y eso es algo que va
totalmente en contra del discurso del Gobierno”, afirma. “Apoyamos
muchas cosas de este gobierno, pero por esa medida, ahora no tenemos
margen para defender a nuestros compañeros. Ahora solamente podemos
existir y aguantar.”
De la boca de
sus protagonistas, el progreso para Simeca no llegó. Aunque a partir de
2003 hayan podido visibilizar sus reclamos y obtener respuestas,
necesitan ese paso que falta. “Que nos reconozcan a nosotros”, afirma
tajante el secretario general del gremio: “Desde que nosotros nos
organizamos como sindicato hasta estos días hacemos trabajo de hormiga,
hablamos uno por uno, eso nunca cambió. Apoyamos a los trabajadores para
que se sigan organizando, participando en plenarios. Desde la Plaza
hasta ahora, y siempre laburando, estuvimos donde había que estar”.
CLUB GLOBAL DEL TRUEQUE
Desde
hace 10 años, Rubén Ravera no puede dormir más allá de las 5 y media.
Hace 10 años, cuando se levantaba, tenía 30 tipos en la puerta de su
casa, llegados del interior más recóndito, pidiéndole que fuera a
desarrollar un Club del Trueque en su localidad. Le decían que estaban
“en shock de hambre”. A comienzos de 2001, el club seguía siendo una
experiencia de laboratorio: había unos 60 que constituían alrededor de
15 redes. Pero a comienzos de 2002, la cordura había explotado y con
ella la necesidad de un salvavidas: se crearon 6.000 clubes, 1050 redes.
Seis millones de personas intercambiaban a diario bienes y servicios.
El
Club Global del Trueque fue una especie de refugio contra las
inclemencias del huracán CW (Consenso de Washington). Entre 1999 y 2002,
según la Fundación Favaloro, murieron 30 mil personas por problemas
cardíacos. “El Club del Trueque atemperó la paranoia, ayudó a morigerar
lo que se presagiaba como una catástrofe social violenta”, recuerda
Ravera, fundador de la red en 1995 junto con dos amigos, el psicólogo
Carlos Desanzo y el químico Horacio Covas.
Esos
clubes –como explicaba el Ticket Trueque, bono de descuento con
vencimiento gradual para diferenciarse del valor imperecedero de la
moneda hecha con oro y plata– fueron “organizaciones autónomas surgidas
por autoconvocatoria y que funcionan de manera descentralizada y
horizontal”. “El sistema operativo de la economía se basa en una
anomalía: la moneda es inoxidable, tiene una condición de eternidad, es
lo más parecido a Dios sobre la Tierra. La de hoy sigue siendo la misma
moneda romana que las legiones de Carlomagno difundían en los pueblos
conquistados”, ironiza quien es subdirector del Museo Histórico
Provincial Guillermo Enrique Hudson.
El
trueque es una modalidad que exige prosumir, es decir, “producir y
consumir en la misma medida, con espíritu autogestivo, solidario,
recíproco y de ayuda mutua”. La idea comenzó como un juego en el ’94.
Los tres amigos quisieron entender al dinero como si fuera una adicción.
Fueron a Alcohólicos Anónimos y estudiaron ese modelo de interayuda.
Pensaron: vamos a ver hasta qué porcentaje se puede prescindir del
dinero de curso legal… “Descubrimos que el 80% de los bienes materiales
básicos para vivir pueden conseguirse sin dinero. La sociedad cuenta con
una enorme cantidad de bienes, conocimientos y servicios que están
estacionados.”
La sede se fijó en una
parte del Parque Industrial La Bernalesa, un casco fabril en Bernal que
pidieron a la papelera Valot. Un ex gerente de Quaker desempleado cayó
al club, desvencijado por el efecto Tequila. Decía que no sabía hacer
nada, pero terminó haciendo barriletes que se convirtieron en un boom.
“Un club se forma con personas socioconscientes, que tienen motivaciones
personales y se bancan su propio pensamiento, que siempre es crítico”,
razona Ravera.
El 8 de agosto de
1996, Ravera aceptó ir al programa de Mariano Grondona, Hora Clave. Al
día siguiente, el gobernador neuquino Felipe Sapag le hizo una llamada
de auxilio para que creara una red en Cutral-Có. Navajas Artaza, dueño
de Establecimiento Las Marías, también lo llamó porque los pueblos
aledaños a sus campos yerbateros se caían a pedazos. “El trueque se
consolidó como un fenómeno femenino –cuenta Ravera–. Los hombres me
decían: ‘Yo tengo que estar cortando la ruta, quemando gomas para que me
devuelvan el laburo’. Tenían vergüenza. Después, a la noche, comían lo
que habían trocado sus mujeres”.
Aunque
con un perfil y un volumen de intercambios mucho menor, el Club Global
de Trueque sigue en 2011 dando cátedra acerca de una economía y unas
relaciones económicas alternativas al capitalismo moderno. En 2004,
fundaron clubes en Medellín. En 2007, a pedido del presidente Chávez, en
Caracas. En 2010, el programa más visto en la televisión oficial de
Grecia fue acerca del trueque argentino. En 2011, asesoraron a
ciudadanos andaluces para que usaran billetes fuera de curso, les
imprimieran un sello e iniciaran sus clubes.
“Es la economía del futuro –dice su creador–: la reciprocidad, el medio de cambio perecedero. Va más allá de lo económico”.
ESA BÚSQUEDA DEL OTRO
Marilina
Winik es licenciada en Sociología con especialización en cultura y
comunicación por la UBA. A mediados de 2001 estaba terminando su
carrera, y buceaba en las discusiones de Politeia, un foro donde se
discutían políticas y culturas que en la Argentina eran prácticamente
inexistentes. Siempre participó de manera independiente, nunca militante
de ningún partido político.
“Poco
después del estallido del 19 y 20 nos fuimos con gente de la facu al
Foro Social Mundial que ese año se hacía en Porto Alegre, y me empecé a
relacionar con la gente de Indymedia”. Indymedia es un centro de medios
independientes colectivo, sin fines de lucro y democrático, de
voluntarios, que agrupa a millones de personas “cronistas” alrededor del
mundo. En 2001, esa alternativa de vanguardia estaba asentándose en el
país.
“Cuando volví, estuve
participando en una asamblea de mi barrio, y al mismo tiempo me metí de
lleno en Indymedia, porque tenía la necesidad de participar en un
espacio no orgánico, en el que podría retratar aquello que yo no podía
encontrar en los medios de comunicación”, cuenta Marilina. Esa lógica
era la necesaria para volcar su total interés en las redes sociales.
Así
también nacieron las actividades contraculturales de la organización,
sumados a otros proyectos con gente de ese mismo palo y otros intereses.
En 2005 llegó un festival “paralelo al Bafici, pero donde lo que
hacíamos era bajar películas y proyectarlas de forma gratuita para
todos”. También se gestó la Feria del Libro Independiente, más conocida
como la Flia.
El último proyecto en
el que trabaja Winik con su colectivo de trabajo es el copyleft –un
juego de palabras en torno a “copyright”–, una práctica al ejercer el
derecho de autor que consiste en permitir la libre distribución de
copias y versiones modificadas de una obra u otro trabajo, exigiendo que
los mismos derechos sean preservados en las versiones modificadas.
“Nunca
voy a estar del lado del poder, siempre voy a estar del lado crítico,
porque es una especie de manera de supervivencia frente a los
englobamientos del capitalismo”, asegura la socióloga.
Pero,
¿qué fue lo que más cambió en la gente? “Para mí fue muy movilizante
encontrarme en la calle con otras personas, mirarlas a la cara sin miedo
y poder charlar. Ésa es la sensación que me trajo el pos 2001: hacer
las cosas pero en serio, sin importar los recursos, ver cómo se
construye la política hablando frente a frente con el otro, y darte
cuenta de que tenés un montón de cosas en común con gente que nunca
pensaste que la podrías tener, y viceversa”.
LEA ADEMÁS: Fábricas sin patrón en Argentina
Vìa :
http://www.elciudadano.cl/2011/12/20/45731/voces-del-estallido-argentino-de-hace-una-decada/
http://www.elciudadano.cl/2011/12/20/45731/voces-del-estallido-argentino-de-hace-una-decada/
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