(APe).- El sistema condenó a María y José a tener su hijo entre los animales.
De allí el establo, el pesebre.
Era la orden: ustedes son animales para nosotros, los poderosos, las minorías privilegiadas.
Sin embargo, los dos apostaron al amor, la esperanza y la lucha para que el futuro exista también para ellos.
El pibe se hizo revolucionario y hasta la fecha sigue mostrando que
la pelea por un lugar más humano para los que son más es el sinónimo de
la palabra felicidad.
Y la postal se repite en distintas geografías atravesadas por crónicas diferentes.
Noticias que revelan amores que insisten.
Hechos que no se agotan en los segundos de televisión fugaz.
Siguen las Marías, los José y los Cristos.
En Libertador General San Martín, por ejemplo, en la provincia de
Jujuy, aquélla donde su pueblo resistió decenas de invasiones y produjo
movilizaciones que luego permitieron la independencia argentina, hay
chicas muy jóvenes que no tienen trabajo estable y están exiliadas de
los mimos de las escuelas.
Una de ellas, Andrea, que supo animarse a pedir dignidad con forma
de un pedazo de tierra al dueño de toda la tierra que allí se llama
Ingenio Ledesma; vive ahora en una casilla arrancada a pura lucha porque
quiere que su hija crezca como una mujer libre y que pueda elegir la
forma del mañana.
Andrea es tan obstinada como lo era esa María de la que se habla desde hace tanto tiempo: no se resigna e insiste.
En Vera, en el norte profundo santafesino, donde todavía se sufren
las consecuencias de las garras da La Forestal, Néstor Vargas, con
solamente veintisiete años, murió porque vivía manejando productos
agroquímicos. Buscaba ganarse la existencia y encontró la derrota de la
que ya no hay revancha. Dejó cuatro pibes pero cada uno de ellos
insistirá en tener un destino propio y no el que imponga el capataz de
turno.
Cuenta Rosa Nehuelquir, la mujer que junto a su marido pelean
contra el imperio de Bennetton en la provincia de Chubut, que ellos
están en ese pedazo del paraíso desde mucho antes que los dólares del
empresario hayan tasado la vida de la familia como si fueran simples
animales del paisaje patagónico. Allí están los dos, insisten en
defender su lugar en el mundo, se obstinan en decir que merecen ser
respetados. Igual que aquellos dos que escapaban del imperio romano en
la segunda provincia, en Galilea.
Dicen que muchas familias que ocuparon el Indoamericano siguieron
sufriendo distintos grados de persecuciones de parte de integrantes de
fuerzas de seguridad y punteros políticos varios. Pero más allá de esas
permanentes amenazas decidieron traer sus hijos al mundo convencidos que
los días por vivir serán paridos por las luchas cotidianas aunque los
Herodes insistan en multiplicar su odio.
O en La Primavera, en Formosa, donde la comunidad qom abraza a sus
pibes y sigue reclamando tierra, pan, trabajo y dignidad, ya sea en la
selva o en las avenidas prepotentes cercanas a la Casa Rosada.
Se multiplican las Marías, se multiplican los José y también se multiplican los Cristos.
Es lo que no pueden entender los Herodes de siempre.
Que los que luchan contra los crucificadores siguen naciendo y
creciendo a fuerza de amor, esperanza y lucha como sinónimo de futuro.
Fuente, vìa :
http://www.pelotadetrapo.org.ar
http://www.pelotadetrapo.org.ar
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