Desde Roma
Claramente esta encuesta es demasiado limitada para dar una idea global de cómo un país ha vivido y vive una crisis económica que los expertos han caracterizado como la peor desde 1930. Las preguntas y las dudas se agolpan en la mente y en el corazón de la gente que quiere saber –y no puede– cómo será su vida a partir de 2012. Aumentos de precios y de impuestos además de desocupación son las principales preocupaciones. Aunque la agudización del racismo, según hechos ocurridos en este mes en distintas ciudades, no significa poca cosa.
De lo que los italianos están seguros por ahora es de que no quieren vivir otro año de incertidumbre como fue 2011. Tampoco quieren que les tomen el pelo, que se rían de ellos como país o de su gobierno, como ocurrió a nivel internacional durante el período de Silvio Berlusconi en el poder. Porque, a su manera, los italianos son gente que sabe trabajar y hacer muchas cosas bien. No por causalidad, y a pesar de todo, la economía italiana sigue estando entre las primeras diez del mundo.
El problema es que en los últimos años la política parece haberse podrido definitivamente. Los políticos, de una y otra parte, perdieron totalmente el horizonte. Los correligionarios de Silvio Berlusconi, liderados por un empresario como es él, que ha hecho negocios a diestra y siniestra sin prejuicios y con total impunidad, llegaron al Parlamento no para mejorar el país. Lo hicieron para decir “Sí Señor” a todo lo que el jefe indicaba y para sacar provecho en su propio beneficio y el de su grupúsculo de seguidores. Ha salido a relucir por ejemplo, que el ente público Protección Civil asignaba a los “amigos”, a precios aumentados, las licitaciones para la reconstrucción de L’Aquila luego del terremoto de 2009. Para no hablar de otros temas relacionados con la impunidad y con los negocios en los que se usaba el intercambio de mujeres y de favores sexuales, como han demostrado las interceptaciones telefónicas de allegados a Berlusconi y del “caso Ruby”, el juicio por prostitución de menores que tiene pendiente el ex primer ministro.
Los procesos contra Berlusconi –cuatro en la palestra el último año– ocuparon a la prensa durante buena parte de 2011. Casi se habló más de esos procesos que de las medidas que el gobierno debía tomar para contrarrestar la crisis. Y el Parlamento votaba, o intentaba votar, leyes que podían beneficiar al primer ministro en esos juicios y no dedicadas a los temas candentes del país.
La inercia o la incapacidad de la política tocó también a la oposición, en particular al principal partido de centroizquierda, el Partido Democrático (PD, ex comunista) del que muchos se esperaban un programa claro, propuestas coyunturales contundentes y un liderazgo avasallador. Pero no fue así. Y entonces surgieron movimientos como “los indignados” e “il popolo viola”, que no se sienten representados por ningún partido como en España. Muestra de todo esto fue el resultado de las elecciones regionales de mayo y de los referéndum de junio. Ambos fueron una derrota aplastante para Berlusconi pero, curiosamente, los partidos que más aumentaron su porcentaje de votos fueron los alternativos, no la clásica derecha o izquierda, sino Italia de los Valores del ex juez anticorrupción Antonio Di Pietro, la Izquierda Ecologista de Nicchi Vendola y los jóvenes seguidores del cómico Beppe Grillo. Los tres, formaciones que no hacen hincapié en la ideología, sino en valores como la crítica abierta, la transparencia, la eficacia y la honestidad. Ante estos datos y aun sabiendo que el país estaba al borde de la bancarrota, el Pueblo de la Libertad (PDL) de Berlusconi no supo ni quiso hacerse cargo de las drásticas medidas económicas que había que tomar.
El PD por su lado jugó un rol diferente. Como los mercados presionaban, presionaba el tremendo peso de la deuda pública italiana (casi 1,9 billón de euros), presionaba la situación en Grecia que hacía tambalear a toda Europa y presionaba la Unión Europea por medidas urgentes, el PD pensó que no era el momento para convocar a elecciones. Era claro que nadie se quería hacer cargo de los desastres de Berlusconi que en 2008, cuando inició su último gobierno, encontró que el país tenía una relación deuda pública-PIB del 103 por ciento y la llevó al actual 120 por ciento.
Durante este año, Berlusconi hizo un plan económico que llamó ley de estabilidad. Pero fue aprobada por el Parlamento en agosto y la economía italiana ya estaba al borde del abismo. Lo que proponía era insuficiente y lo peor es que escalaba varias de las medidas de tal manera que su peso iba a recaer sobre el próximo gobierno y no el suyo. Además de hacer indisponer a todos los sectores sociales –hasta los industriales liderados por la Confindustria lo criticaban duramente–, Berlusconi se había ganando también la antipatía y el descrédito internacional. Las sonrisitas irónicas entre la canciller alemana Angela Merkel y el presidente francés Nicolas Sarkozy, en una rueda de prensa cuando se habló de Berlusconi, es sólo el ejemplo más representativo. Los desacuerdos del gobierno Berlusconi con franceses y alemanes habían comenzado a principios de año, cuando se desató la ola de inmigrantes llegados del Norte de Africa a las costas italianas, a causa de la Primavera Arabe. Pero también por la agresiva y decidida actitud de Francia respecto del régimen de Muammar Khadafi –amigo de Berlusconi– que el ex premier criticaba, pero que en realidad escondía secretos intereses de ambas naciones europeas en las reservas petroleras y de gas de ese país.
La verdad es que durante 2011 pocos creyeron a nivel internacional en lo que Berlusconi y su gobierno prometían. Y sobre todo los mercados que no hacían repuntar los títulos italianos ni a palos. La credibilidad, en efecto, fue su talón de Aquiles y terminó por matarlo. El 12 de noviembre Berlusconi se vio obligado a dejar su lugar al gobierno de profesores y economistas –gente de los bancos acusan algunos– formado por Mario Monti. Contra viento y marea, tratando de escuchar a todos pero con la libertad de un gobierno que no responde a un electorado –aunque el Parlamento lo presione–, Monti hizo su doloroso plan de ajustes, reformó el sistema jubilatorio, inventó y aumentó numerosos impuestos y reformó el sistema antievasión fiscal y anticorrupción, entre otras cosas.
Vìa, fuente :
http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-184362-2011-12-29.html
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