(APe).- Enero en El Bolsón es azul y es verde, es valle y es lago y,
al menos para algunos, un desaforado remedo del Paraíso. Era algo así
para Guillermo Garrido, que venía de Epuyén y pasó por El Bolsón como
para dar un toque al Olimpo. Sin tener en cuenta que las residencias
divinas suelen ser avanzadas por satanases y sumidas por satanases. Por
más bellas que sean y parezcan. Paraísos y Olimpos, tantas veces,
cuelgan de los dedos de los represores.
El Bolsón es un paraíso perdido. Bariloche es un Olimpo sin dioses. Río Negro es una caverna de policía terrible.
Tendría un par de cervezas encima esa nochecita. Es que estaba feliz.
Con una mujer que compartía su sed de paternidad y que cumpliría años
dos días después. (El regalo era un secreto) Pero había que volver a
Bariloche porque no podía llegar tarde a trabajar. Apretó el acelerador
del Renault 12 para intentar alcanzar el Vía Bariloche y llegar a
tiempo. Y cometió infracciones y lo paró la policía pero qué podía
pasar. Si la vida había empezado a mostrarle los dientes en son de paz y
risa. Las pericias de María Virginia Creimer, enviada por la
Procuración bonaerense le descubrieron esa armonía con la vida. Y se la
descubrieron diez meses después de muerto – colgado en la comisaría de
El Bolsón. Después de colgado – suicidado en el calabozo que debía estar
clausurado. Después de suicidado diez meses. Diez meses muerto -
suicidado en un calabozo. Por un golpe policial en la nuca.
Se chocó una VW Suran y por eso la contravención y el secuestro del R
12. Y entonces con la policía al Hospital para que lo vieran y con la
policía al calabozo de la comisaría porque el contraventor va preso o
retenido o aprehendido pero va al calabozo.
Era 13 de enero y El Bolsón es azul y verde en enero. Pero oscura,
artera y oscura de noche. A las diez salió del Hospital y volvió a la
comisaría. Solo en el calabozo principal. Le sacaron los cordones de las
zapatillas. Pero le dejaron el cinturón. Cinco minutos después lo
llevaron al baño –el calabozo tiene letrina pero lo llevaron al baño-;
la madre llegó a verlo a las once menos diez y le dijeron que estaba
incomunicado. Ella quería dejarle algo de comer para que esas horas
oscuras no fueran tan oscuras. El policía fue a preguntarle a Guillermo
qué le gustaría cenar, en un alarde de cordialidad escasamente creíble. Y
lo encontró colgado con su propio cinturón. El que se olvidaron de
retirarle.
Como El Bolsón es un diseño loco del paraíso –con feroz infierno
trasero- no había médico forense: murió asesinado meses antes en un caso
impune que salpica a las instituciones. El juez de instrucción Ricardo
Calcagno investiga el crimen como investigó el suicidio de Guillermo.
Tanto investigó que archivó la causa a los tres meses. Y hace una semana
las pericias –en manos de peritos de otra provincia pedidos por la
Procuración de Río Negro- dejaron claro que el suicidio fue de un golpe
en la nuca, golpe policial en la nuca, en el calabozo que debía estar
clausurado por denuncias organismos de derechos humanos y lejos de estar
clausurado fue el envase que eligió la muerte represora con la marca de
la gorra en la frente para llevarse a Garrido Guillermo como anota el
expediente. Al que no pudieron acceder ni abogados ni familiares antes
de que se archivara la causa.
El 11 de julio, sin embargo, volvió a salir de los cajones. Y la
perito Creimer, enviada por la procuradora bonaerense María del Carmen
Falbo, revisó los huesitos de Guillermo y en tres días supo que había
“un golpe en el hueso occipital, por encima de la nuca, de 3 por 2
centímetros, con una posible mancha hemática, compatible con golpe o
choque con o contra superficie dura y roma”. Pero además de mirarle los
huesos descarnados le reconstruyó los sueños. Y supo que la probabilidad
de que Guillermo tuvera ganas de terminar con su vida era tan
voluminosa como la filantropía de la policía rionegrina.
Diego Boneffoi, Nicolás Carrasco, Sergio Cárdenas y Guillermo Garrido
andarán encontrándose en esquinas de los cerros todavía nevados y se
levantarán el pulgar, seguramente.
Todos buscando justicia en las esquinas de los cerros.
Por la misma muerte, la misma bala, el mismo golpe.
En el mismo infierno, tan vecino del paraíso.
Vìa, fuente :
http://www.pelotadetrapo.org.ar/
http://www.pelotadetrapo.org.ar/
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