Chile enfrenta un dilema
energético que amenaza la biodiversidad de ecosistemas únicos. En este
caso, la eventual operación de enormes reservas de carbón, en uno de los
patrimonios ecológicos más importantes del país; Isla Riesco en la
Patagonia magallánica, reabre la discusión sobre el costo ambiental que
deben pagar comunidades ecológicas originarias y actividades productivas
sustentables para saciar la voraz demanda eléctrica que requiere la
gran minería del norte.
Al sur del Parque Nacional Torres del Paine y a más de 100 kilómetros al oeste de Punta Arenas, hay preocupación por un proyecto carbonífero impulsado por Copec, del Grupo Angelini, y Ultraterra, del Grupo Von Appen.
Los inversores tienen como blanco la Isla Riesco, donde obtuvieron por medio de la Corporación de Fomento de la Producción (Corfo), cuatro concesiones mineras, entre ellas “Mina Invierno”, donde se sitúa el primero de cuatro proyectos que quieren operar para extraer carbón.
El proyecto “Mina Invierno” aún está en proceso de calificación y fue presentado al Servicio de Evaluación Ambiental por la Sociedad Minera Isla Riesco, filial de los grupos ya mencionados.
La mina está ubicada dentro de la Estancia Invierno y en ella pretenden arrancar a tajo abierto (como en la mina de Chuquicamata)
72 millones de toneladas de carbón sub-bituminoso, es decir de baja
ley. Esto, día y noche por 12 años, según informa la empresa en el Estudio de Impacto Ambiental (EIA). El objetivo: “Abastecer de carbón a termoeléctricas existentes o que serán construidas en Chile,
o bien ser exportado a mercados internacionales” en barcos cargueros
que llegarán a la cuarta isla más extensa del país (500 mil hectáreas),
inserta en la comuna de Río Verde.
¿Por qué energía sucia? Porque la minera
tiene aprobado ambientalmente un puerto mecanizado en la isla, que fue
presentado por separado al proyecto de la mina. Sin embargo, juntos
representan una sola fuente de contaminación; porque el proyecto ignora
los alcances que tendrá en la salud de las personas que vivirán
alrededor de los depósitos de carbón (enfermedades cardio-respiratorias y
otros males); porque destruirá la economía local (turismo y ganadería)
por la contaminación de partículas de polvo y carbón; porque talarán 400
hectáreas de bosque nativo (foto de cabecera) protegido por la ley;
porque drenarán por completo lagunas, con la posible afectación del gran
lago Riesco y afluentes cercanos, las pingüineras del seno Otway, y la afectación de las ballenas jorobadas del parque Francisco Coloane por el transporte de los barcos cargueros con carbón.
Según la opinión pública, la empresa carga con un triste prontuario de contaminación (Celco
es de Angelini), lo que no asegura la operación de un proyecto
sustentable; porque la iniciativa incidirá en la multiplicación de las
emisiones de CO2 del país. Lo que en el contexto del calentamiento
global y la ratificación del Protocolo de Kyoto es un
retroceso; y finalmente, porque la empresa presenta un “estudio débil” y
con “errores metodológicos”, lo que implica desconocimiento de los
impactos reales que producirá en la zona.
TRADICIÓN GANADERA EN JAQUE
El turismo y la ganadería representan
las prácticas productivas sustentables de la isla. La segunda tiene
tradición por más de 50 años y exporta carne y lanas a mercados
extranjeros. Sin embargo, los empresarios locales temen que su actividad
se vea gravemente afectada por la operación de uno de los mayores
yacimientos carboníferos de Latinoamérica.
La Estancia Anita Beatriz
(en la fotografía), está ubicada a escasos 2 kilómetros de la mina, en
dirección al viento magallánico predominante (de oeste hacia el este). Gregor Stipicic,
médico y ganadero, trabaja la estancia que es propiedad de la familia
hace medio siglo. El predio de 750 hectáreas, el más pequeño de la isla,
se destaca por poseer la lana más fina de la zona y por exportar carne a
mercados como la Comunidad Europea, ya que cuenta con certificación Pabco (Predio Animal Bajo Certificación Oficial).
Stipicic nos cuenta que las tierras son
de alto valor, porque han sido manejadas de forma sustentable en el
tiempo: “Acá realizamos inseminación artificial, ecografía ovina,
vacunación extensiva y pastoreo racional de Voisin”. Este último considerado un sistema ecológico de producción que mejora el suelo sin necesidad de abono artificial.
No obstante, el joven médico avizora un
oscuro panorama para sus animales si se instala la mina, pues el cambio
será radical. Grandes camiones mineros transitarán cada 6 ó 7 minutos
por el camino que pasa frente a su estancia, lo que según Stipicic
acarreará contaminación por las partículas de polvo y carbón que se
desprenderán de los transportes y de la mina.
Eso, agrega, se suma al duro impacto
acústico y al carboncillo en suspensión que brotará del yacimiento. “El
tipo de carbón que se extraerá, cuando se seca, se fragmenta mucho.
Partículas de un milímetro pueden desplazarse varios kilómetros. Esta
contaminación claramente llegará a nuestros terrenos. Afectará al suelo,
al pasto que comen los animales, y a las aguas que consumen ellos y
yo”.
El galeno, que eligió ser ganadero para
mantener la tradición familiar en el lugar donde creció, explica que el
entorno se verá dañado también por el impacto social de las 800 personas
que trabajarán en la mina.
“Estas personas necesitarán transporte,
entonces, la seguridad vial quedará en precarias condiciones. El
abigeato es una certeza donde hay asentamientos humanos, aunque mi
posición tiene un sentido más allá de lo material”.
INTUICIÓN TURÍSTICA Y FEUDOS
Los estancieros crearon la Organización Comunitaria para el Desarrollo Sustentable de la Comuna de Río Verde
(OCDS) para hacer sus observaciones al proyecto carbonífero, cuya
superficie abarca 1.500 hectáreas, un hoyo de quinientas y profundidades
de 180 metros.
Al respecto, el titular de la OCDS, ingeniero Héctor Barría,
asevera que requieren respuestas concretas: “Para la empresa no tiene
mayor importancia presentar un informe serio, que tome en cuenta las
observaciones ciudadanas. Lo que sí le importa es difundir su proyecto:
los empleos y el dinero que generará. Sin embargo, no prevalecen los
valores principales que una empresa debe tener como el cuidado del
medioambiente y el de las personas”.
Barría subraya que la convivencia
amistosa es vital: “Ellos van a estar viviendo en un área donde estamos
trabajando. Por ello, no hay que tener mayor sentido común para saber
que por 12 ó 15 años tendrán al lado gente involucrada, peleando con
ellos. Queremos que exista una actitud amigable, que se involucren con
el entorno y que la empresa demuestre que su proyecto es sanitariamente
adecuado, ecológicamente responsable y amigable con los vecinos”.
Peter McLean, ingeniero agrónomo y ganadero a cargo de la Estancia Caledonia,
confirma la versión anterior. “El proyecto que presentan para nosotros
no es viable. Van a dejar un gran hoyo debajo del nivel del mar, unos
cerros enormes con áridos… como profesional lo veo inviable. Además la
empresa es poco seria, porque fueron los mismos ejecutivos que dejaron
el desastre ambiental con la mina Pecket. El de mayor
daño ecológico de la Patagonia”. Mc Lean se refiere a otro depósito de
carbón cercanos de los que fue gerente general Jorge Pedrals,
hoy a cargo de minera Isla Riesco. De éste se extrajeron más de 10
millones de toneladas, quedaron 300 personas sin empleo y se contaminó
la costa sureste del seno Otway.
Por su parte, Ángel Violic,
miembro de la OCDS y ganadero, añade que se trata de macroempresas que
no tienen mayor preocupación por la zona. “Quieren aplicar su proyecto y
sacar su utilidad. No sabemos cómo entran y tampoco cómo salen ¿Quién
garantiza ambientalmente este proyecto? Nadie. Estamos más de 50 años en
la isla y de un plumazo vamos a ser una zona minera y no ganadera”.
Disímil es la opinión de Tatiana Vásquez
(UDI), alcaldesa de Río Verde: “No porque unos hayan llegado primero
tienen privilegios. Esto es una comuna, no es un feudo. Acá no hay
intocables ni señores feudales”.
Además, añade su posición frente a la
compatibilidad de la actividad turística y la minería en la zona: “el
turismo se mantendrá o aumentará. Lo digo por mi experiencia y por una
intuición que tengo”.
El presidente de la Corporación de Desarrollo Turístico de Magallanes, Enrique Escobar,
difiere de la alcaldesa, ya que afirma que Río Verde y la isla Riesco
tienen un potencial en la materia que se verá menoscabado por la
operación de la mina. “La explotación minera sin duda que va a marginar
el espacio turístico en el lugar. Nosotros estamos vendiendo una región
prístina, y por otro lado estamos explotando una mina a tajo abierto con
las consecuencias que todos sabemos. Hay un contrasentido. Nuestra
posición es firme: La minería no es compatible con el turismo”.
ERRORES METODOLÓGICOS
La Riesco contiene menos de 190
habitantes y se caracteriza por las estancias ganaderas de élite, bellos
paisajes, rica biodiversidad y sus fuertes vientos.
Nicolás Butorovic, doctor en Ciencias Atmosféricas y climatólogo del Instituto de la Patagonia,
analizó en forma personal las secciones que le competen en el EIA, es
decir, clima, meteorología y modelación: “Encontré grandes errores en el
EIA. En el asunto de las velocidades máximas de viento. Los que hemos
nacido en Magallanes sabemos que desde primavera hasta
el verano hay un periodo de vientos muy fuertes. Hay veces en que por
tres o cuatro días los vientos no bajan de 100 ó 120 km/h”.
Sin embargo el experto señala que la
empresa aseguró en el EIA que las rachas máximas en la isla son de 39
km/h. “Me pareció una aberración. No obstante, la firma reconoció su
error. Pero, lo que encuentro más grave es que ellos pusieron datos
nuevos. Se supone que es un proyecto que va a provocar un enorme impacto
en la isla, y posiblemente en Punta Arenas. Por esto no puedes fallar de forma tan grotesca. La empresa es poco seria”.
Según Butorovic, la contradicción más
profunda es que en una parte informan que registraron datos de varios
meses, y que se hacían informes mensuales. “Esto empezó en 2007.
Entonces ¿Cómo nadie se va a dar cuenta que hubo un error tremendo?
Además, están los datos de otras dos estaciones (Schythe y del aeropuerto Ibañez)
que funcionan más de 30 años. Tú no puedes, luego de 32 meses y de
pagar millones a consultoras, decir ‘fue un error y acá está la
información’”.
¿La empresa debería encargar un nuevo estudio de viento que por lo menos dure otros dos años?
Sí. Pero ellos minimizan la situación en
sus respuestas y sus argumentos son básicos, no contundentes. Como
científico, cuando veo que el análisis está mal hecho, para mí todo el
estudio es erróneo. No presentan un modelo nuevo. No hay información
coherente. El estudio de vientos es lo principal en este proyecto,
porque la mina será a tajo abierto y por las especiales condiciones
climáticas de Magallanes.
DATOS CONFUSOS
Los científicos coinciden en que los
análisis entregados por la firma presentan errores metodológicos,
desequilibrio de información, falta de rigurosidad técnica y baja
calidad de los datos.
El ingeniero forestal Luis Otero participó en un estudio encargado por los estancieros de isla Riesco al Centro de Estudios Ambientales (Ceam) de la Universidad Austral en Valdivia.
El investigador, experto en materias sociales y ambientales
relacionadas con los bosques, coordinó un equipo multidisciplinario que
determinó que los estudios de geología, geoquímica e hidroquímica son
incompletos. Lo que es preocupante, porque estos datos tienen que ver
directamente con la generación de ácidos y la contaminación de los
cuerpos de agua con metales pesados.
Otero, quien conoce la zona, asegura que
el EIA no debería aceptarse si no se hace un análisis completo de
acidificación de las aguas, porque podrían producirse daños
irreparables: “No me cabe la menor duda de que las 3 cuencas
hidrológicas serán devastadas. Los cauces se van a convertir en
vertederos de metales pesados y aguas ácidas. Serán ecosistemas muertos.
En la playa, donde desembocan los cauces, hay una suerte de humedal,
donde hay mucha fauna: Eso hay que darlo por perdido, va a morir todo.
Allí, el agua no va a servir para consumo de nada”. No obstante la
minera se escuda en que no ocurrirá este proceso contaminante.
Además, el científico destaca otra falla
en el EIA, pues no considera el impacto en el borde costero: “El seno
Otway en un radio de 1 ó 2 kilómetros va a quedar muy contaminado. Toda
la fauna submarina como la superficial va a cambiar drásticamente por
estas aguas que bajan de la mina. Se van a intoxicar”.
“LÍNEA DE BASE IMPRESENTABLE”
Otros científicos, como el biólogo especialista en vida silvestre magallánica, Alejandro Kusch, convergen con la postura de Otero y Butorovic, en el sentido de que las investigaciones de la firma son insuficientes.
Kusch, explica que la calidad de la
información para fijar la línea de base de flora y fauna es muy
deficiente. “Si hay malos datos de campo, pobremente vas a prever los
impactos a futuro y menos en un proyecto que tiene un impacto de más de
10 años. Por lo tanto las medidas de compensación y mitigación son nulas
o no van a servir. Lo que hicieron con la línea de base es
impresentable”.
¿POR QUÉ?
Porque para la compañía la zona de
impacto directo es el rajo de la mina, y la zona de impacto indirecto es
el límite de la Estancia Invierno. Su límite es un alambre. No es
ecosistémico. Lo correcto es extrapolar sus impactos a los ecosistemas
aledaños, como el de la Estancia Anita Beatriz.
Las aves son otro caso digno de analizar. Por ejemplo el carpintero negro
que vive en la Estancia Anita Beatriz. La minera dice en el EIA que
estas aves emigrarán a otras aéreas por la operación. Kusch plantea que
es posible, pero que no implica que sea adecuado para la población,
porque chocarán con otras especies. “Las poblaciones no están al azar,
si no que se reparten los recursos. Si obligas a que otras especies se
muevan a otros nichos van a estar en conflicto. Simplemente van a
escasear los recursos”.
Respecto de la vegetación nativa, en la
Riesco conviven centenarios bosques de ñire, coihue magallánico y lenga.
Sin embargo, la apuesta minera implica la tala rasa de 400 hectáreas de
esas especies, las que según la empresa serán reforestadas a campo
abierto en otro lugar, compensándose así la pérdida de hábitat.
No obstante para Otero, también experto
en manejo sustentable de los bosques nativos, no hay tecnología óptima
para cultivar dichas especies en zonas despejadas: “La reforestación a
campo abierto en Magallanes no registra experiencias exitosas. El 99 %
de las experiencias fallan. El planteamiento del EIA es pura teoría. Eso
va a ser un fracaso”. Para contrastar tal opinión, El Ciudadano fue a la Estancia Invierno y trató en reiteradas ocasiones de contactar con la empresa, sin resultados positivos.
Por Mauricio San Cristóbal Morales
Enviado especial
Fotografías: José de Pablo
El Ciudadano N°91, segunda quincena noviembre 2010
http://www.elciudadano.cl/2010/12/13/megaproyecto-carbonifero-a-tajo-abierto-de-angelini-y-von-appen-en-la-patagonia-energia-sucia-para-chile/
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