1. Lunes 27. “Aproximadamente a las 10:30 horas, elementos del cuerpo de granaderos ingresaron por la calle de Pitágoras a Diagonal San Antonio. En el extremo contrario, dos retroexcavadoras comenzaron maniobras para levantar el asfalto en la avenida Anaxágoras. Detrás de la maquinaria ingresó otro grupo de elementos de seguridad para “custodiarlas”. En tanto, grúas de la Secretaría de Seguridad Pública retiraban los vehículos estacionados. Ante la presencia de más de 250 efectivos policiacos los vecinos se organizaron para evitar su paso. Al intentar detener su avanzada hubo empujones y jaloneos. Un joven fue golpeado en la nariz, lo que le provocó hemorragia. Otros vecinos, la mayoría mujeres y adultos mayores, fueron repelidos con los escudos por la policía”. Tres mujeres jóvenes se ataron protegiendo una palmera. Esta es una de las decenas de miles de protestas vecinales registradas en la historia de la ciudad de México.
2. ¿Qué pasa? En todas las ciudades, sobre todo en las megalópolis, cuando se trata de abrir alguna cantina, una gasolinera, construir una vía rápida, establecer una vía del Metro o un paradero de metrobús, surgen protestas vecinales porque devalúan sus viviendas, ponen el peligro la vida, tiran árboles, producen ruidos, destruyen la ecología. Sin duda sus protestas son justas, pero parecen individuales porque olvidan que viven en una gran ciudad y si no se instala frente o cerca de sus hogares se tendrán que hacerlo cerca de otros. Es decir, el capitalismo tiene que imponerse o resolver sus problemas aunque surjan protestas. La cantina tiene que abrirse porque es un negocio, las gasolineras tendrán que ubicarse para servir a los automóviles y las vías tendrán que ser cada día más rápidas y eficientes para servir a la producción capitalista. Los intereses de los habitantes, en lo individual (sin ser de los ricos) cada día cuentan menos.
3. Los gobiernos dentro del sistema capitalista, de cualquier partido
o ideología, están obligados a obedecer las dinámicas que impone el
sistema; solo que ellos actúan en nombre de la colectividad. Ellos
argumentan con razón: ¿Qué vale la voz de 20 vecinos que defienden una
avenida o unos árboles si se trata de construir un Metro, un puente vial
o un Metrobús que moverá a millones de habitantes de la ciudad?
Mientras en México se dice que está prohibida la apertura de una cantina
a menos de cien metros de una escuela, en muchas urbes, como Barcelona
dentro de la escuela de arquitectura, está un surtido bar de vinos y
licores. En estados como Oaxaca y Chiapas, un poco en Hidalgo y Morelos,
así como en un buen número de pequeñas comunidades del país, se han
podido conservar antiguas formas de vida y de costumbres; pero en los
demás estados –que son la absoluta mayoría- el capitalismo ha barrido
con todo.
4. ¿Qué hacer entonces ante la confrontación? ¿Apoyar a los vecinos
de la colonia Narvarte, de las Lomas de Chapultepec y Polanco para que
sus zonas clasemedieras o residenciales no sean afectadas por obras que
la ciudad parece necesitar para que no se pare la producción? ¿Apoyar a
los gobiernos que hablan en nombre de la colectividad para construir más
avenidas, periféricos, metros, metrobuses, hacer circular más
automóviles, abrir gasolineras, cabaretes, contaminación, haciendo más
grandes, hasta cierto punto inhabitables, las ciudades? Parece no haber
salida y que los vecinos tienen una parte de razón y el gobierno también
tiene otra parte; pero aunque las dos estén conscientes, el capitalismo
no pueden frenarse y en las grandes ciudades tendrá que imponerse para
seguir reproduciéndose. Los llamados gobiernos de centro izquierda o
“progresistas” –como suele decirse- continúan en la dinámica capitalista
y sólo buscan reformarla.
5. Mis amigos o camaradas zapatistas del poblado rural de Tláhuac,
DF, (que por cierto se han olvidado de escribirme) han luchado muy
fuerte contra la entrada del Metro a esa ciudad porque ese hecho
terminaría de destruir sus comunidades. “Con el Metro estaríamos a media
hora del gran mercado de la La Merced y del Zócalo, pero nuestra
población se terminaría de llenar de gigantescos comercios, vendedores
ambulantes, contaminación, delincuencia y mayor miseria; es lo único que
nos puede traer el capitalismo”. ¿Hablan los compañeros sin fundamento?
Obviamente que no porque hay experiencias mil que demuestran que en la
medida en que la vida de las ciudades se complica la población sufre por
esos cambios. Parece que el pueblo, aunque con poquísimos ingresos y
con una vida sencilla vive menos jodido que cuando tiene que correr de
aquí para allá y estarse escondiendo de quien lo persigue para reprimir o
matar.
6. La solución es que gobiernos como el de Hugo Chávez, Evo Morales,
López Obrador, Ebrard, que de alguna manera son de izquierda o de
avanzada, no luchen por reformar el capitalismo o hacerlo más vivible a
viable. Hay que crear millones de empleos fuera de la Ciudad de México,
del Estado de México, de Monterrey, Guadalajara, para que la población
migre hacia los lugares menos poblados y se acabe con esas superurbes
donde se concentra todo. Claro, este planteamiento tan repetido puede
resultar utópico o demagógico, pero no deja de ser una verdad que México
nunca ha podido instrumentar porque sus gobiernos han sido lamebotas de
los inversionistas. ¿Cómo alejarnos de los mercados, de la mano de obra
calificada, de las instituciones financieras, etcétera, como siempre
argumentan los negociantes? Este es el capitalismo donde lo importante
es hacer dinero, acumularlo, sin pensar en la humanidad.
7. Por todo ello la discusión entre los vecinos que protestan al
defender su zona de la contaminación, el ruido y el aglomeración, y los
gobiernos que quieren hacer grandes obras para reformar el capitalismo,
evitar serios estallidos sociales y hacer campaña política, el
planteamiento tiene que ser radical: “no más comercio, no más consumismo
y enajenación, no más habitantes en grandes ciudades, no más grandes
avenidas y automóviles y sí creación de empleos productivos y transporte
colectivo, no contaminante. Alguien me dijo que en Tláhuac ha entrado
ya el Metro y que los compañeros no pudieron evitarlo; no importa,
porque ya sabemos que el capitalismo es brutal y no tiene freno. Pero lo
importante estar siempre en la oposición hasta que llegue el día en que
los levantamientos contra el poder sean masivos y podamos gritar desde
nuestras trincheras: ¡les rompimos su madre, hay que brincar de alegría!
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