Ante todo, perdón por lo
rústico de mi escritura. Yo soy un trabajador –en este momento
desocupado, para ser exacto, o mejor dicho: subocupado, porque vendo
baratijas navideñas en un mercado popular de mi ciudad, y creo que a eso
los economistas le dicen subocupación, ¿verdad?–, y como trabajador no
tengo un pulido estilo literario. Pero creo que eso no debería
importarte, ¿no es cierto?, porque que yo sea o no un estilizado
escritor o un rudo ganapán no altera lo que quiero decirte ahora. Y sé
que lo vas a saber entender. Por último: la gran mayoría, como yo, somos
rudos trabajadores y no estilizados artistas. ¡Pero eso no implica que
no podamos escribir, aunque sea toscamente!, ¿verdad, Papá Noel?.
Ahora, quizá más en confianza, y sin
hacerme eco de esas habladurías que circulan por allí en relación a una
supuesta zoofilia tuya (dicen que hay “cosas raras” en tu relación con
Rodolfo el Reno, el de la roja nariz..., pero no me importa: es tu vida
privada), si es que puedo pedirte algo con visos de ser realmente
cumplido, me permito preguntarte entonces lo siguiente, para que me lo
contestes con sinceridad: ¿a qué se debe esa risa tan estúpida que te
caracteriza?
Parafraseando
a ese gran poeta que fue Bertolt Brecht (lo admiro, y me gustaría poder
escribir como él…) titularía mi misiva “Preguntas de un trabajador
–subocupado, claro…, pero trabajador al fin– que ve televisión” (estos
tiempos son más mediáticos, sin dudas).
Bueno,
vamos al grano. Como ando de arriba para abajo vendiendo algunas
chucherías para estas fiestas viendo si con eso gano algún centavito,
estoy todo el día por la calle. Fue así que, la semana pasada, pasando
por unas tiendas atestadas de arbolitos navideños plásticos –de China,
donde no festejan la Navidad cristiana, ¡vaya paradoja!– y de regalos,
un imitador tuyo –esos que se ponen barba blanca y se ríen a tu modo– me
preguntó: “¿qué busca, jefe?”. Te aseguro que la pregunta, inocente
seguramente, sin segundas intenciones metafísicas, me conmovió. ¿Qué
busco?
Como sé –bueno…, al menos eso dicen por
ahí– que tu trabajo consiste en cumplir los deseos de quienes te
escribimos estas cartitas, tanto niños como adultos, la pregunta de tu
imitador me planteó un interrogante (que espero puedas ayudarme a
resolver). ¿Qué busco? Mmmm…., decir simplemente que “un trabajo fijo”
sería parcial, incompleto. Ahora busco eso, pero sé que no se termina
ahí la cuestión. ¿Qué busco entonces? ¿La felicidad? Está difícil
decirlo, ¿no? Supongamos que sí, porque eso es lo que nos mueve a todos,
de una u otra manera. La felicidad… Sé que numerosos sabelotodos (que
conozco apenas de referencia y de los que nunca leí nada, te aclaro) se
ocuparon del asunto: Aristóteles, por ejemplo, ese gran filósofo de la
antigüedad, o Freud, el gran psiquiatra, o psicoanalista…, no sé bien
cuál es la diferencia. Pero yo apenas puedo hablar de “La felicidad” de
Palito Ortega.
Entonces, ahí viene mi
preocupación: ¿qué buscamos cuando atiborramos los negocios para esta
época? ¿Cómo se consigue la felicidad, amigo Papá Noel? ¿Se puede
comprar? ¿Se te puede pedir en una cartita? Me imagino que sabrás
decirlo con precisión… Porque si tanta gente en buena parte del mundo se
pone en tus manos para esta época, evidentemente ha de ser porque
sabrás dar la respuesta adecuada. Bueno…, eso esperaría al menos.
¡Espero que no salgas con estupideces altisonantes, de esas que se
escuchan para esta época! Quiero decir: sandeces como “felicidades”,
“que la pases bien” y no sé cuántas cosas más, abrazos y cariños que uno
se dispensa con gente con quien ni se saluda en todo el año, regalitos
baratos que no sirven para nada y arbolitos de plástico. Te cuento,
entre nosotros, algo que escuché estos días (no sé quién es el que lleva
estos regalos, pero espero que no estén en tu trineo, amigo Noel): en
algunos países para esta época se dispara la venta de siliconas para
implantes mamarios de las mujeres.
¡Puta, qué
barbaridad! Bueno, no sé…., a los varones nos gustan las mujeres con
senos prominentes, claro…. ¿Por ahí va lo de la felicidad entonces? No
sé, cada vez estoy más confundido. ¿Es o no una fiesta religiosa lo que
se celebra en diciembre? ¿Qué tiene que ver tu persona con aquel humilde
carpintero subversivo que mataron los romanos? ¿Me lo podrías explicar,
Papito Noel?
Felicidad, felicidad… ¡Qué
difícil esto! ¿Hay algo de eso en tu bolsa? ¿Sí? ¿De verdad? ¿Y se te
puede pedir? ¿Incluimos los pechos plásticos entonces?
Yo,
para serte franco, no sabría qué pedirte. No sé… ¿cómo se consigue la
felicidad? Pregunta difícil, ardua, “metafísica” me atrevería a decir.
¡Qué complicado! Mejor echarse el traguito típico de estas épocas, darse
los augurios del caso y seguir la corriente, ¿no? ¿Para qué entrar en
estas oscuras disquisiciones?
No quiero caer
en la estúpida pomposidad –a todas luces falsa– de decir que quiero “la
paz en el mundo”, que se termine el hambre, la concordia universal….
¡Qué estupideces esas! Supongo que cuando alguien sale a pedir todo eso
(el Papa, por ejemplo), es porque necesidades más bien políticas se lo
imponen. ¿Alguien se podrá creer realmente todas esas formalidades? ¿Por
qué, entonces, el negocio de las armas sigue siendo el más importante
en el mundo? ¿Por qué se pide “la paz” en diciembre, y todo el año lo
único que hay es guerra, represión, armas, submarinos nucleares? ¿Te
enteraste de esa nueva máquina para disolver manifestaciones, que quema a
los manifestantes sin matarlos ni dejarles marcas, pero les produce un
dolor insoportable? Me imagino que no llevarás de esas cosas como
regalo, ¿no? Nosotros, los mortales de a pie, los desocupados, por
ejemplo, ¿sería lógico que pidiéramos algo así como “la paz en el
mundo”, o nos tomarían por locos? Porque una cosa es luchar para
conseguir, no digamos todo eso (la paz mundial, etc., etc.), pero sí, al
menos, una mínima parte de esa monumental declaración: que haya un
poquito menos de injusticia, por ejemplo. Digamos: ¡que todos tengamos
trabajo!, ¿qué te parece? O…. que nuestros hijos nunca se acuesten con
hambre. Pedir eso es más posible. Bueno, al menos para los comunes como
yo. Pedir unos buenos pechos plásticos…, no sé. ¿O quizá eso sería lo
que hay que pedir y dejarse de darle vueltas al asunto?
La
verdad, pensar en “la lucha contra la pobreza en el mundo”, o en “la
paz de todos los países”, no sé… todas esas cosas tan complicadas…., no
las entiendo. Podría hablarte de mi falta de trabajo, de mi hambre, de
la cuenta de la luz que no puedo pagar, de las peleas con mi mujer,
(muchas veces porque no hay qué comer o porque no se pueden pagar las
cuentas), y que no tiene pechos plásticos…. Eso sí lo entiendo, lo veo
cercano. Sería como pedirte una pelota de fútbol, así como hace mi hijo,
el Juancito, el más chiquito. De eso sí te podría hablar. Esos son
cosas concretas, posibles, fáciles de entender. Y hay mucha gente que,
de verdad, diariamente hace algo por eso, para cambiar eso, para
buscarle soluciones a esos problemas más concretos. ¿Cuántos como yo no
vamos a poder comprar el regalito para los chicos porque estamos
desocupados? No sé… muchos, muchísimos.
De eso
sí podemos hablar, contra eso sí podemos hacer algo. Por ejemplo, hay
gente que se pone a pensar en eso y hace cosas: se organiza, está en un
sindicato, en un comité de barrio, en una asociación campesina, pelea
por el pozo de agua que les falta, por la pavimentación de un camino, no
sé… Incluso, aunque ahora eso pareciera “pasado de moda”, toma las
armas y se va a la montaña con todos sus ideales a cuesta sabiendo que,
de triunfar en esa lucha, a duras penas conseguirá cambiar un poquito
las cosas. Por eso, pedir con tanta pompa cosas como “la paz mundial”,
creo que nadie se las puede tomar en serio. ¿Qué pensará el Papa cuando
dice eso en la Misa de Gallo? Bueno, no sé…, pero me parece que no puede
creérselo mucho, si no, no andaría defendiendo curas violadores. Eso
¡como mínimo! O no podría seguir con la locura esta de impedir usar
condones. ¿Cómo puede hablar de la paz en el mundo un tipo (bueno, toda
su institución) que prohíbe el uso del preservativo, o que condena a los
homosexuales? Y cuando ellos tienen relaciones sexuales –porque ¡las
tienen, Papá Noel!, eso es un hecho– ¿no usarán condones? Y si te
pidiera que no haya más gente con SIDA, ¿eso se puede pedir? No sé, no
entiendo de estas cosas tan complicadas, pero veo que pedir esas
cuestiones (por ejemplo: que no haya más peleas entre la gente…), eso no
se ve muy posible. ¿O se te puede pedir? ¿Lo podrías cumplir? ¡¡Que se
terminen las luchas de poder entre los seres humanos!!... Suena un poco
vacío, ¿verdad? Me quedo con la pelota para el Juancito.
Por
eso, querido Papá Noel, creo que todas esas ampulosas declaraciones que
se escuchan ahora, para esta época, son simple papel mojado, puro ruido
para la televisión. Y lo mismo se podría decir de los mensajes
navideños de los presidentes. ¿Cómo pueden hablar de la paz y la armonía
los que tienen en sus manos la vida de millones de personas, y declaran
guerras, o dan luz verde para las torturas, o aumentan el precio de la
comida, o miran para otro lado cuando los desocupados pedimos trabajo? Y
cuando digo esto no me refiero sólo a los presidentes de las potencias,
al afrodescendiente Barack, por ejemplo, que tiene tanto poder en sus
manos (bueno, si es que lo tiene. ¿O no es él el que tiene todo el
poder?). No, no: me refiero también el presidente de un país pobre, esos
donde la gente come de los recipientes de la basura. Bueno, al menos en
los países llamados cristianos, donde tanto los pobres como los ricos
te escriben pidiéndote cosas, para esta época sale hablando el
presidente, dando esos mensajes de concordia. ¿Quién se los puede creer?
¿Cómo hablar de “concordia” si la propiedad de unos pocos se defiende
con armas en la mano, y vale más un vehículo, por ejemplo, ¡o un
teléfono celular! que la vida de un ser humano? La verdad, no puedo
creerme esos mensajes, Papá Noel. Me parecen algo…. ¿absurdos?
¿Hipócritas quizá?
Si te pidiera que terminaras
con la propiedad privada, fuente de todos estos descalabros, por
ejemplo, ¿lo verías muy loco, muy desubicado? ¿Estaría acaso en tus
manos algo así?
La verdad, no sabría qué
pedirte, porque algo así como “arreglar los problemas del mundo” lo veo
complicadito. Una cosa es llevar regalos, y otra es ser mago… Pero
¡cuidado! No quiero decir que plantearse terminar con la propiedad
privada, por ejemplo, sea una cuestión de magia: en todo caso, esa es la
cuestión básica que tenemos que plantearnos. ¡No es ninguna magia, es
bien real! Pero pedir así en el aire, con esa ampulosidad, el fin del
sufrimiento en el mundo, el fin del hambre, la felicidad para todos…,
eso sabemos que es pura palabrería. Es, salvando las distancias, como
cuando un presidente asume su cargo y juramenta diciendo que, si no
cumple, “dios y la patria se lo demanden”. Cómico, ¿no? Que se sepa,
ninguno de los dos demanda nunca. Así, cualquiera…
Y
hablando de esas cosas, mi querido Papá Noel, de magias, milagros y
poderes sobrenaturales, ¿podrías explicarme cómo está la relación entre
tu persona y Jesús? Te lo pregunto porque los otros días vi una imagen
que me pareció genial, o genialmente patética, para ser más claro: una
cruz como la que se usaba en el Imperio Romano para ajusticiar a los
bandidos –la misma con que se tronaron a Jesús, el que decían que era el
rey de los judíos de aquella época– donde se veía crucificado tu traje,
ése color rojo y blanco –los mismos colores de la Coca-Cola,
casualmente…– con el que te hiciste famoso, y que usan todos tus
imitadores en centros comerciales. ¿Por qué se reemplazó a aquél, al
predicador que llamaba al amor entre todos, por tu persona? ¿Qué pasó
ahí? Te invito a que veas esa imagen: me pareció muy elocuente. Ah, me
olvidaba: debajo de la cruz, igual que pasa con los arbolitos de
plástico, estaba inundado de regalos bien empacados.
La
verdad, mi querido Papá Noel, todo esto de tu persona en los centros
comerciales me huele raro. ¿Por qué y para qué ese cambio, de Jesús al
gordito de la barba blanca y risa estruendosa? ¿Cómo hiciste para
volverte tan famoso en tan poco tiempo? Bueno, no quiero pensar mal,
pero me parece que aquí hay algo que no cuadra, que no cierra. A no ser
que de verdad seas el rey de la felicidad, de la alegría, de la
bienaventuranza…., no me explico cómo es que te la pases riendo todo el
tiempo. ¿Por qué tanta risa? ¿O ese es el mensaje en juego: no
preocuparse de las cosas dramáticas (el mundo es dramático, ¿no?), reír y
festejar, comprar cositas para los regalos –si se puede: la teta de
plástico– y no andar con cuestiones raras? La verdad, Papá Noel: ¿de eso
se trata? Pero, ¿y si no tenemos para los regalos?
Porque,
viéndolo en detalle, es un poco significativo –por no decir sospechoso–
que todo el mundo se pueda sentir bien, contento, libre de problemas y
alegre porque llegan estas épocas. Por lo que veo, los problemas no se
terminan. Infinidad de problemas: la falta de trabajo, por mencionarte
uno. Pero no sólo eso: también los problemas en el matrimonio, la
fanfarronería de algunos, los desastres naturales, la soltería o la
frigidez de muchas mujeres, las eternas luchas de poder, etc., etc. (Te
cuento que eso de las luchas de poder ¡también en los mercados populares
se da! Todos, en su nivel, pelean por su huesito). ¿No hay solución
para eso, amigo Noel? ¿No hay nada en tu bolsa mágica para terminar con
tantos y tantos problemas?... Bueno, problemas hay por miles, sobran.
¿Podemos pedir que se terminen? ¿En tu gran bolsa están las soluciones?
Bueno, quizá es lindo –¡necesario incluso!– creer que mágicamente los
problemas se terminan. Es una forma de poder sobrevivir. Sería como una
válvula de escape a tantas adversidades que tenemos los simples
mortales, entre el hambre y la tristeza, entre las lluvias torrenciales y
los eternos problemas conyugales... Pero no estoy tan seguro que haya
varita mágica. A veces hasta creo también, te lo digo muy sinceramente,
que esto de desearnos “felicidades” con una enorme sonrisa –fingida
muchas veces– es tratarnos un poco de estúpidos. ¿O esto es sólo para
los niños? Pero ¿no nos obligan a entrar en el circo a todos, niños y
adultos? Que yo sepa, los pechos de siliconas no son juego de niños. No
sé, cada vez me parece más complicado todo esto… ¿Te gustan los pechos
plásticos prominentes?
Te decía un poco más
arriba, cuando empezaba la carta, que a esto lo podríamos llamar
“preguntas de un trabajador que ve la televisión”. ¿Por qué te digo
esto? Porque cada vez más estamos obligados a mirar este aparatito
infernal (sí, sí: ¡estamos obligados!, sin dudas. ¡Y es mentira que, si
queremos, podemos apagar el televisor y listo! No, mentira: el que no ve
televisión está fuera del mundo). Estamos obligados a consumirla, y a
ver el mundo a través de lo que la televisión nos “enseña”. En realidad,
esto me hace acordar a aquél personaje de la famosa novela del polaco
Jerzy Kosinski “Desde el jardín”: Chance, el tipo este que nunca había
salido de una casa y conocía el mundo sólo a través de la tele. Me
imagino que lo tendrás presente, ¿no? Con todo el tiempo libre fuera de
esta época entiendo –once meses al año… ¡te envidio, Papacito Noel– que
tendrás tiempo para leer un poco, ¿verdad? Bueno, algo así como a ese
personaje, a Chance, nos pasa a nosotros, a todos nosotros, lo mortales
que pasamos varias horas diarias viendo televisión, gritando goles o
lloriqueando por la telenovela de moda (¡qué estupidez!), y olvidándonos
de los verdaderos problemas, o no pudiendo verlos, aquellos por los que
los presidentes –y no sólo ellos– para esta época nos llenan con esos
vacíos discursos de amor y concordia, con chabacanos mensajes sobre “la
paz en el mundo” y golpes en el pecho por “el hambre que padece buena
parte de la humanidad”. A propósito: ¿qué regalo te pedía la Madre
Teresa? ¿O ella no te pedía nada? ¿Cómo, si no estuviéramos igual que
este personaje de la novela del amigo polaco, podríamos creernos tantas
taradeces? Porque, al final, nos terminan interesando más el partido de
fútbol o la telenovela que todas estas cosas, los verdaderos problemas
que deberían preocuparnos. Es decir: nuestro mundo es lo que nos dan por
la tele. Sí, sí: te lo aseguro Noel, ¡es así!
La
verdad, estimado Papá Noel, creo que si algo te pudiera pedir sabiendo
que lo vas a cumplir, sería eso: ¡que no nos sigan agarrando de
estúpidos!
Fuente, vìa :
http://www.argenpress.info/2010/12/carta-papa-noel.html
http://www.argenpress.info/2010/12/carta-papa-noel.html
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