Nos
hacemos eco de un informe de la agencia noticiosa EFE, sobre la realidad de la
navidad. La navidad se encuentra en debate, sobre el papel de la cultura y específicamente
la religión. Unos afirman que la pérdida del espíritu navideño es la mejor
muestra del abandono de los valores tradicionales. Otros, por el contrario
sostienen que lo valores que dan sentido a la Navidad se
conservan intactos, y lo que ha cambiado es la forma de vivir y sentir las
fiestas navideñas.
Durante siglos la Navidad ha sido básicamente una fiesta religiosa, una ocasión
para el reencuentro, para las reuniones familiares y de amigos. Las cenas de
Nochebuena y Año Nuevo han representado la culminación del rito religioso.
Estas, estaban cargadas de simbolismo cristiano, de alegría y regocijo por el
niño Dios nacido en el establo de Belén.
Sin
embargo, en los últimos años, especialmente en las grandes ciudades de
Occidente, el espíritu tradicional de las navidades ha sido sustituido por un
sentido secular, acorde con las nuevas formas de vida. Hoy la Navidad tiene un
significado marcadamente consumista.
La Navidad en el mundo moderno, prácticamente nada tiene que ver con la religión
de donde proviene, con sus ideales de solidaridad con los más humildes y
necesitados, y menos aun con la rememoración del nacimiento de Jesús.
Actualmente casi podríamos decir que la gente ha olvidado el origen y
significado de las fiestas.
El
espíritu navideño simboliza y representa, quizás como ninguna otra fiesta,
los valores que impregna la vida de los hombres y mujeres de las sociedades pos
industriales. Las luces de la calles, comercios y plazas-primitivamente
surgieron en los templos y catedrales-, son un reclamo para la satisfacción de
los deseos más íntimos, los proporcionan la felicidad moderna" las
compras.
Ahora,
el hombre de las grandes ciudades parece que se realiza a través del consumo.
Los bienes que ofrece el mercado son las nuevas divinidades y la ostentación de
éstos lo que define la condición social de lo individuos. Por eso algunos sociólogos
afirman que carece de sentido hablar de espíritu navideño.
Actualmente es una fiesta más profana que religiosa, con la incorporación de
Santa, "el viejito pipón". Es tiempo de gran actividad comercial e
intercambio de regalos, reuniones y comidas de trabajo. Algunos definen el espíritu
navideño como la capacidad de consumo de los miembros de la familia. El
consumismo desenfrenado no deja espacio para otra actividad que no sea comprar.
Para muchísimas personas son días de tristeza, de soledad y desamparo. Unas
fiestas no deseadas porque es cuando con más crudeza se muestra la hipocresía
humana. Ya no queda nada de ese trascendentalismo que caracteriza la celebración
del nacimiento de Cristo. Hasta finales del paso siglo, el 25 de diciembre se
festejaba en toda la cristiandad como el nacimiento de Jesucristo, aunque de
esto no hay seguridad,. La Navidad en los países occidentales no sólo ha sido
motivo de reuniones familiares, sino también una ocasión para solventar
desencuentros, agravios y desavenencias entre familiares y amigos, y eso es muy
bueno.
Tristemente hoy, las fiestas son festines despojados de todo sentido religioso,
Según los sociólogos lo más típico y tradicional de las mismas, las
reuniones familiares, son causa del 35 por ciento de la rupturas matrimoniales y
del 50 por ciento de los enfrentamientos y enemistades entre parientes políticos.
La alegría que invadía las calles y la práctica del intercambio de presentes
también ha adquirido un significado mercantilista, ya que se hacen para
presumir de lo bien que les va la vida; por compromiso o, en pago de deudas no
materiales. Hablar hoy día de espíritu navideño resulta prácticamente un
sarcasmo.
Ramón R. Herrera
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