1.
Quizá la vida política es pura negociación y acuerdos desde que se
instaló a mediados del siglo XIX –hace más de 150 años- el liberalismo y
la llamada democracia. Aunque sean acuerdos autoritarios entre la
pareja, los hijos, vecinos, gobierno, empresarios, la realidad es que
después del derrumbe del feudalismo, la aristocracia y el gobierno
hereditario, es ya muy difícil tomar determinaciones sin consultar. El
problema es averiguar qué es lo que queda de las ideas y programas
originales de un equipo que ha analizado con detalle los asuntos después
de entregar por partes -concesión tras concesión- asuntos que no se
preveían. Es el caso de los partidos políticos que para crecer tienen
que negociar, de López Obrador que está obligado a negociar con casi
cualquier gente olvidando que su proyecto original es
hacer
un gobierno de izquierda o, por lo menos, socialdemócrata honrado.
2.
AMLO, al no poder sacar a los “chuchos” de la dirección del PRD y
adoptar al mismo tiempo los ideología cuasi religiosa de “amor y paz”,
tendrá que marchar con aquellos que han manifestado en varias ocasiones
su oposición a la estrategia política que ha instrumentado de
desconocimiento y confrontación con el gobierno de Calderón. No tiene
otra salida: tiene que negociar porque sus fuerzas son insuficientes
para competir electoralmente. Pero no solamente están en su camino los
chuchos y Ebrard, también están los empresarios y sus por lo menos 10
grupos: los Slim, Azcárraga, Hernández, Larrea, Bailleres, etcétera,
cuyo único objetivo es ganar dinero y para ello están dispuestos a
aliarse con quien más ganancias y seguridad les garantice. Los
empresarios están seguros con la candidatura de Peña Niet
o del
PRI, pero si López Obrador le promete tener las manos y los negocios más
libres, podrían cambiar.
3.
El problema es que estos fulanos, los empresarios, no tienen amigos
sino intereses, tal como decía el yanqui Foster Dulles de sus gobiernos.
¿Será que AMLO –más cercano a una economía del tipo keynesiano, de
mayor intervención del Estado en la economía, pudiera garantizarles más
ganancias que el priísta Peña Nieto, decido partidario de la
privatización y de las grandes inversiones empresariales? De todas
maneras los empresarios son experimentados en economía así como los
gobiernos en política. Los empresarios y el alto clero se influyen
mutuamente porque uno sin el otro no pueden vivir. Es lo que Salvador
Alvarado llamó en Yucatán la “casta divina” como santa alianza entre los
dos porque sus actuaciones e intereses concordaban. ¿Por qué el alto
clero pregona la paz y el amor entre explotados y
explotadores, en pobres y ricos, sino para recibir apoyos empresariales,
“donaciones piadosas” para la iglesia?
4.
Pero aunque se niegue, o lo niegue López Obrador, tendrá que llegar a
acuerdos con la embajada yanqui, sobre todo, por la campaña de
acusaciones de pro-chavista que han realizado contra él. Los yanquis
cuentan con todos los argumentos y los medios para “convencer” a
cualquier candidato o presidente mexicano de sur su incondicional como
lo fueron los presidentes desde 1982 o por lo menos no tan sumisos, tal
como lo fueron Cárdenas, López Mateos, Echeverría y López Portillo. Los
yanquis de la embajada preguntan: ¿Cómo vez al gobierno de EEUU, qué
relaciones tienes con el gobierno cubano y el venezolano, cómo vas a
tratar a los empresarios, cómo son tus relaciones con el clero? Por otra
parte te preguntan: ¿Sábes cuantos trabajadores mexicanos están en los
EEUU? ¿Conoces en términos redondos cuál es la
deuda
de México con EEUU? En fin, con datos y declaraciones en la mano,
someten al pobre candidato o presidente.
5.
La realidad es que Peña Nieto, el candidato del PRI, -igual que
cualquier presidente o candidato del PAN- será igual a Carlos Salinas.
Su ruta fue trazada desde que formó parte importante del gobierno muy
corrupto de su tío Arturo Montiel en el Estado de México: mucho más
privatización, neoliberalismo y entrega de los intereses de México en
beneficio de los EEUU. Los peleles Fox y Calderón quedarán chiquitos
ante la “sumisión inteligente” de Peña Nieto a las políticas
intervencionistas yanquis. El candidato del PAN, que parece que no
estará en la competencia porque después de Fox y Calderón, los electores
mexicanos deben estar “hasta la madre” con los panistas, sería igual
que Calderón y llevaría al país a otros seis años perdidos. Peña Nieto
es, sin duda, por sus apoyos empresariales, el pe
rsonaje
más peligroso para el país, en particular para los trabajadores que
representan el 80 por ciento de la población.
6.
López Obrador, aunque llegue muy amarrado por chuchos, empresarios y
yanquis, conservará una gran voluntad de cambio enraizada durante seis
años de visitar comunidades; pero sería un error, estar fuera de
contexto, pensar que podría romper las viejas estructuras capitalistas
que dominan al país. México con 113 millones de habitantes se parece más
a Brasil con 200 millones que a Venezuela con 30 o Cuba con 12
millones. Por eso en la especulación de que si López Obrador sería como
Lula o como Chávez –aunque yo quiera que sea tan antiimperialista como
Chávez, Castro, Morales u Ortega- se parecerá más a Lula porque la
derecha mexicana (PRI, PAN, medios de información, empresarios) no
dejarán de encorralarlo. Tanto en Cuba, como en Venezuela, Bolivia,
Ecuador, Nicaragua, hubo que cambiar la Constitución con
otra
que le permitiera al gobierno poder beneficiar las demandas populares.
7.
Los llamados gobiernos progresistas que buscan servir a los intereses
de los trabajadores tienen la obligación de gobernar de manera distinta a
como lo hace la derecha, el PRI o el PAN. Los gobiernos perredistas de
Zacatecas, Michoacán, Guerrero, Oaxaca, Chiapas, ciudad de México,
gobernaron y gobiernan como lo hacen esos partidos de la burguesía; y
los diputados y senadores del PRD no se diferencian mucho de los del PRI
y PAN. ¿Cómo entonces la población va a poder discernir, ver
diferencias si no las hay? Será hasta febrero o marzo de 2012 cuando
veamos el comportamiento de los candidatos, de los medios de
información, de los empresarios, etcétera, será cuando empecemos a saber
quién se quedará con la presidencia. Ya se podrá ver si López Obrador
puede ganar o no, también si debe seguir en la campaña o
debe
retirarse para adoptar otra estrategia: lo que he llamado el Plan B.
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