La guerra está perdida…
Franco se pasea ufano entre sus generales y ordena salir a matar.
Todo lo que sea rojo debe desaparecer,
empezando por los rojos, los que miraban son simpatía a los rojos, los
que convivieron con algún rojo o alguna roja, los hijos de los rojos,
los que ayudaron a los rojos, los que cobijen a un rojo, todos a la
cárcel o a pegar la espalda a los muros de los cementerios, para luego
ir a parar a las cunetas de los caminos de España, sin lápidas, sin nombres, ni flores… hasta el día de hoy.
El comienzo de la guerra civil sorprende a Miguel Hernández estando en Madrid y parte a Orihuela para poner en orden los asuntos del corazón, allí vive Josefina Manresa, su enamorada. Regresa nuevamente a la capital en el mes de septiembre. El calendario indica que corre el año de 1936.
El 25 de septiembre de aquel año se
enrola como voluntario, y durante algunos meses estará dedicado a
construir trincheras, trabajo que hace Miguel a punta de picota y pala
para preparar la defensa de Madrid. A finales del mes noviembre, es
designado al Quinto Regimiento para asumir tareas de
propaganda. Miguel toma esa responsabilidad consciente de su trabajo, la
propaganda es indispensable, los franquistas suponían que la rebelión
duraría poco tiempo y que el gobierno elegido democráticamente se
rendiría, pero nada más lejos de la realidad, pasarán años para ver el
triste final y el inicio de una de las mayores campañas de exterminio
que conoce la humanidad.
En febrero de 1937 es destinado para ser el altavoz del frente en la ciudad de Jaén.
Allí trabaja en propaganda, y es responsable de imprimir un periódico,
educar y adoctrinar a los milicianos. Trabaja dos veces más en sostener
la moral de los combatientes. Duerme en el frente de batalla, comparte
la comida que se les sirve a todos los combatientes, no pidió trato
especial, ni aceptó ningún beneficio. “Diferente a lo que hacían otros
poetas como Rafael Alberti por ejemplo, que iba al
frente solo a recitar su poesía, y por las tardes volvía a la
ciudad.”(1) Mucho se le ha cuestionado a Rafael Alberti que en sus
misivas, tarjetas y libros firmara siempre aquel tiempo, en plena guerra
civil, como la “belle époque”, y queda como ejemplo la foto tomada por David Seymour, Chim, en 1936 dedicada a Luba y Ehremburg.
Hay que destacar lo que fue El Mono Azul,
dirigido por Rafael Alberti, un importante medio que tuvo la cultura y
al arte al servicio de la república. Era una publicación de notable
calidad gráfica, de solidos contenidos y una herramienta en el
indispensable proceso educativo de las masas, para un periodo en extremo
delicado.
Miguel Hernández es el poeta de la
guerra. Su poesía se vistió de aquellos momentos violentos y crueles,
provocados por la derecha, estimulados y aplaudidos por la iglesia católica y considerados indispensables para el fascismo alemán e italiano. Vientos del pueblo,
libro necesario para poder entender la guerra civil española, tiene el
ropaje del poeta militante. En el mes de julio de 1937 se realiza en la
ciudad de Valencia el ll Congreso Internacional de Intelectuales en Defensa de la Cultura, es allí cuando Miguel le confiesa a Nicolás Guillén:
“ En lo que a mi se refiere, podría asegurar que la guerra me ha
orientado. La base de mi poesía revolucionaria es la guerra. Por eso
creo, y lo repito, que la experiencia de la lucha, el contacto directo
con el dolor en el campo de batalla, va a remover en muchos espíritus
grandes fuerzas antes dormidas por la lentitud cotidiana” (3)
Vicente Aleixandre,
notable poeta, Premio Nobel de literatura en 1977, es en la vida de
Miguel un referente poético indispensable en ese tiempo, hasta su casa
llegaba para escuchar esas palabras en silencio como si fuera el mejor
de los estudiantes, en la dedicatoria de su libro le escribió: “Los
poetas somos vientos del pueblo: nacemos para pasar soplados a través de
sus poros y conducir sus ojos y sus sentimientos hasta las cumbres más
hermosas. Hoy, este hoy de pasión, de vida, de muerte, nos empuja de un
imponente modo a ti, a mí, a varios hacia el pueblo. El pueblo espera a
los poetas con la oreja y el alma tendida al pie de cada siglo” (4)
Y la pluma del poeta de Orihuela no se
agota, es incansable y los años pasan. Ha muerto su primero hijo, nace
el segundo. Escribe más poesía y teatro mientras combate en el frente,
Miguel es un miliciano más en la terrible batalla de Teruel,
tiene el hombro derecho muy maltratado. En “El hombre acecha”, Miguel
escribe una poesía donde ya está presente la derrota, o algo parecido al
final de la guerra, habla del odio, los muertos, los heridos, las
cárceles y la sangre… tanta sangre derramada.
Posiblemente recordar lo sucedido en el otoño de1936, cuando Miguel llega al palacio de los Heredia Spínola donde tenia su sede a la Alianza de Intelectuales
y se encuentra entre algunos con Rafael Alberti, que prepara una fiesta
para las mujeres antifascistas, Miguel se indigna al ver las mesas
llenas de comida y grita que él ha visto cómo de verdad combaten las
mujeres antifascistas en el frente, del hambre que pasan ellas, donde la
sangre corre a raudales. Miguel escribe indignado entonces en un muro
“Aquí hay mucha puta y mucho hijo de puta”. (4) María Teresa León
se le acerca y le propina una bofetada frente a todos los que en ese
momento se encontraban en aquel lugar. Miguel abandona el recinto junto a
Pablo de la Torrente, internacionalista y poeta
cubano, que morirá algunos días después en combate. Todos coinciden en
señalar que en ese lugar se rompió la frágil relación de amistad que
hubo entre ellos. (6)
Miguel tiene ya en su mente cada letra y cada palabra construida que será instalada en su Cancionero y romancero de ausencia…
lo comienza a escribir en libertad y será terminado en la cárcel. El
tiempo se agota. El dolor es un manto que cubre España por todos lados.
Madrid es un caos, todos piensan en salvarse, las puertas del exilio
inmediato pensando que en algún momento las cosas podrían ser
diferentes… para volver.
Qué hace Miguel Hernández solo y abandonado en esos días de fines de guerra.
Cómo es posible entender que uno de los
más consecuentes trabajadores de la cultura, uno de los grandes no haya
tenido un lugar donde esconderse, una mano solidaria, no es posible
pensar que para él todas las puertas estaban cerradas. En la memoria de
todos habita ya el recuerdo de Federico García Lorca asesinado en Granada.
El 24 de febrero de 1939, Miguel está en Madrid y rinde visita a su amigo Vicente Aleixandre. La ciudad de Barcelona ha caído en manos del franquismo. Antonio Machado ha muerto en el pequeño pueblo francés de Colliure,
nadie sabe qué puede suceder. La peregrina idea de un acuerdo de paz
entre ambos bandos, es una tenue luz de la noche más negra… que no será.
Madrid, marzo de 1939…
Vicente Aleixandre y José María de Cossio
le piden a Miguel que se vaya de España, que sus enemigos no le
perdonarán, le dicen claramente que lo van a fusilar. Lo saben condenado
dos veces, por republicano y por comunista. Le proponen que es una
posibilidad el pedir asilo político en la Embajada de Chile, cuyo encargado de Negocios Carlos Morla Lynch
ha sido un amigo íntimo de García Lorca y de otros poetas y escritores,
que es un diplomático muy sensibilizado con los sucesos que atraviesa
España en esos momentos. Miguel le visita, al parecer no descarta la
idea de tener una nueva oportunidad junto a su mujer e hijo, al que
Josefina amamantaba con sangre de cebolla. No es posible, Morla Lynch no
le da garantías de que pueda concederle el asilo, Rafael Alberti le ha
enviado una lista de compañeros de la Alianza de Intelectuales a los
cuales hay que salvar a como de lugar, en esa lista, entre ellos… no
está Miguel Hernández. (7)
Cuesta una enormidad pensar en Miguel
abandonado, entregado a su suerte o lo que pueda depararle una calle.
Hay que cuestionar y se debe poner en duda de manera legítima, que el
poeta alicantino, que había sido llevado de la mano de Alberti y María
Teresa León al Partido Comunista, que había estado unido a los altos mandos del ejercito republicano, que había sido poeta y soldado al lado de la Troika del Komintern en España: Togliatti, Feodorov, Stepanov, Vittorio Vidali,
haya sido olvidado por sus camaradas en esos tan duros momentos, y que
fue abandonado para que se refugiara en alguna embajada donde se sabía
que nada ofrecía seguridad en esos momentos, o para que se las buscara
solo.
Y entonces el abandono, la soledad, las
guerras que dejan al desnudo la miseria humana en ambos bandos. Ninguna
guerra ha sido ganada de manera limpia, en esos embates queda al
descubierto todo lo inventado y se mostrará también inventos nuevos, y
en el medio de todo aquello… el hombre, su inventor.
Se produce un último encuentro entre Miguel, Rafael Alberti, María Teresa León, estos dos están listos para viajar a Murcia en el vehículo de Ignacio Hidalgo de Cisneros, Jefe de la Fuerza Aérea de la Republica, de allí al aeropuerto de Monóvar,
“Miguel no es invitado a viajar, habiendo espacio suficiente para que
pudiera ir con ellos. Alberti y Maria Teresa León se escapan con el
enemigo pisándoles los talones”. (8)
Años después María Teresa León escribe
sobre este momento diciendo que Miguel le habría manifestado sacudido
por una rabiosa decisión, que “volvía al frente”. Esta versión no es
creíble. Miguel Hernández conocía perfectamente el estado de las fuerzas
republicanas, Madrid había caído en manos de Franco. Esa afirmación hay
que ponerla en duda, no había ningún frente y la guerra estaba
perdida. Los acontecimientos se suceden muy rápido, como son esos
momentos en la historia. Un avión Douglas eleva el vuelo llevando como pasajeros a Dolores Ibárruri, Stepanov, alto dirigente comunista, Jesús Monzón, el diputado francés Jean Catalá. Luego un segundo avión con Juan Negrín
y varios ministros de su gobierno y finalmente en la madrugada del día 7
de marzo de 1939 abandonan España Rafael Alberti, su esposa María
Teresa León junto a Núñez Mazas, ministro del Aire y de Antonio Cordón, ministro de Guerra, el avión Dragón tomó rumbo a Oran.
Pocos creen también que cuando se enteró
Alberti de la muerte de Miguel Hernández, este enarbolara su bandera
“Camarada del alma camarada”. Hernández y las cabras, Hernández y el
partido. “Yo creo que la antipatía era mutua, por más que se hable ahora
del cariño que se profesaban”, (2) así se lo dice Luis Rodríguez Iser amigo del poeta y compañero suyo en la cárcel de Porlier. La poesía de Miguel, sus piezas de teatro, no eran elogiadas por Alberti.
Miguel queda en tierra, solo, en su
España herida. Dónde y cómo va a ganarse la vida Miguel, si el último
oficio había sido ser miliciano y ejercer de poeta. Todo está en el
suelo. El 1 de abril Franco firma su último parte de la guerra, todo ha
terminado. A mediados de abril Miguel toma dirección de Alicante donde pide ayuda a un conocido falangista Eduardo Llosent Marañon, que había sido director de una revista literaria, este le da una carta para que se la entregue a Joaquín Romero. Es entonces cuando hay que preguntarse qué hacía en Sevilla Miguel
Hernández, mendigando asilo, durmiendo escondido en el campo, pidiendo
ayuda para poder seguir viviendo, con hambre en el sentido justo de la
palabra.
El día 29 de abril intenta escapar a Portugal donde
es detenido y entregado a la policía franquista. En septiembre es
puesto en libertad, y sin saber a dónde ir, vuelve con sus pasos a su
pueblo natal, Orihuela, allí es detenido nuevamente y encerrado en la
prisión del Conde Toreno de Madrid, donde coincide con el dramaturgo Antonio Buero Vallejos, luego a Miguel lo irán llevando de prisión en prisión mientras su estado de salud se hace cada vez más delicado.
Los años en las cárceles franquistas
fueron durísimos, hambre, humillado dos veces, por rojo y por derrotado,
Miguel hace de sus cartas y de su poesía el único filo con que intenta
darle una sorpresa al destino de esos tiempos, que era también en
destino de tantos miles y miles de derrotados. La iglesia que había
estado y se mantuvo por tantos años junto a Franco, pedía a Miguel que
se “arrepintiera de todo su pasado, que renegara de su manera de ver el
mundo”, (9) para así poder interceder y le concedieran una migaja de
algo.
A las 5.30 de la mañana del día sábado
28 de marzo de 1942, muere Miguel. Los presos de la cárcel desfilaron
frente a su cuerpo amortajado por sus amigos, mientras una banda de
música tocó la Marcha Fúnebre de Chopin.
VIENTOS EL PUEBLO ME LLEVAN
Vientos del pueblo me llevan
vientos del pueblo me arrastran;
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta
Miguel Hernández
REFERENCIAS:
(1) Antología poética. Vicens Vives. Barcelona. 1993.
(2) (3) (4) (5) (6) (7) Las armas y las letras. Literatura y guerra civil 1936-1939 Andrés Trapiello. Ed Destino. Madrid. Tercera Edición mayo 2010..
(8) España sufre. Carlos Morla Lynch.;Ed Renacimiento. Sevilla 2008
(9) Cuatro poetas en guerra. Ian Gibson. Ed Planeta. Barcelona. 2003
Fuente, vìa :
http://www.elciudadano.cl/2010/12/09/miguel-hernandez-abandonado-por-las-calles-de-madrid/
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