El Sub. Marcos declara –como hace seis años- estar contra el candidato López Obrador.
Pedro Echeverría V.
Pedro Echeverría V.
1. El Sub. Marcos en un documento publicado ayer jueves por La Jornada ha redefinido su posición política respecto al “candidato presidencial de las izquierdas”, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) calificándolo como uno de “los tres bribones” que disputarán la Presidencia. Señala que es el mismo que “no acaba de madurar y reconocer sus errores y tropiezos”. El mismo que encabeza “un grupo ávido de poder”, pleno de intolerancia, que buscó, busca y buscará la responsabilidad de sus torpezas y esquizofrenias en otros. Y subraya: “Con un discurso más cercano a Gaby Vargas y a Cuauhtémoc Sánchez que ahora predica y fundamenta sus ambiciones en el amor… a la derecha”. Aún pongo en duda de que AMLO sea un bribón, pero las otras tres críticas de Marcos ya muchos hemos escrito acerca de ellas: a) Que la burguesía no lo dejará pasar, b) Los oportunistas que lo rodean, y c) La república amorosa perdona todo.
2. Pero nosotros –escribe Marcos- podríamos entender que él esté sólo siguiendo una táctica (para ganar votos) Que no crea en serio que los empresarios lo van a apoyar, que los “chuchos” no lo van a traicionar, que el PT y el Movimiento Ciudadano son partidos de izquierda, que Televisa está cambiando, que su interlocutor privilegiado en Chiapas debe ser el priismo (como antes lo fue el sabinismo). Incluso que crea que es más inteligente que todos ellos y que los va a embaucar a todos simulando que les sirve, o intercambiando usos y costumbres en el imposible juego político de “todos ganan” y “amor y paz”. Lo que se constata es que él suma a su derecha (desertores del PAN incluidos) y que nada aparece a su izquierda. ¿Cuándo el ser serviles con los poderosos ha ido más allá de divertirlos? Cierto, los “chuchos” pueden dar cuenta del éxito de esa táctica política (¿o estrategia?), pero no se trata de transitar el mismo camino… ¿o sí?
3. La realidad es que la declaración de Marcos, el líder zapatista, acerca de AMLO no es tan violenta como muchos piensan. Me parece que solamente es una advertencia de lo que él vislumbra que pasará. ¿Puede olvidarse que Marcos es un caudillo, como lo es también López Obrador? El 13 de junio pasado, al regresar de la primera caravana México-Ciudad Juárez encabezada por Javier Sicilia, escribí un artículo hablando de tres caudillos de actualidad: el Sub. Marcos, López Obrador y Sicilia. De entrada señalé que ser caudillo no es malo, puesto que –enseña la historia- es resultado de una actuación personal muy destacada y buena dentro de los movimientos de masas; sin embargo el caudillismo malo –que manipula, sustituye, es autoritario, despótico y vende los intereses de las masas- hay que combatirlo a fondo y con gran decisión. Que también ha habido caudillos derechistas que por naturaleza traicionan.
4. Escribía entonces que caudillo –en sentido amplio- es un término que significa cabeza, es decir, dirigente, líder, cabecilla. Sin embargo es tan amplia esta definición, que podría caber en ella una enorme cantidad de políticos, militares, líderes sindicales y políticos por el sólo hecho de jugar un papel destacado, sea bueno o malo. Yo reduciré la palabra caudillo para designar a personajes que se rebelan contra los gobiernos, Estados, políticas públicas, que movilizan y encabezan a las masas y obtienen el reconocimiento y cariño de ellas. Hay otros términos paralelos como dirigente político, gobierno popular, cacique, líder social y demás. En México Díaz, Madero, Calles, Cárdenas, Echeverría, Salinas, Fox, fueron gobernantes derechistas del PRI y el PAN se distinguieron por su abundante demagogia y engaño, pero no llegaron a líderes sociales, mucho menos ser caudillos; pero Hidalgo, Villa, Zapata, sí lo fueron.
5.
Marcos, el dirigente zapatista; López Obrador, el excandidato y hoy de
nuevo candidato presidencial, y Javier Sicilia, quien ahora encabeza
la lucha por la paz, la justicia y la dignidad, me parecen los caudillos
políticos únicos de los últimos 50 años, por lo menos. A los tres los
he visto directamente nacer y desarrollarse como tales: uno desde enero
de 1994, el otro desde 2004 y a Sicilia después de haber sido asesinado
su hijo en los primeros meses de 2011. Los tres han movilizado
ampliamente a las masas, han declarado estar contra los gobiernos del
PAN y del PRI, contra la corrupción de las instituciones públicas y los
tres poderes del Estado y han dicho que luchan por la transformación
profunda del país en beneficio de los sectores mayoritarios. Tienen
diferencias en cuanto los objetivos ideológicos de sus luchas, pero
también muchas coincidencias. Marcos y Sicilia coinciden en estar contra
todos los partidos.
6.
El más radicalizado (quien va a la raíz), sin duda, es Marcos y el
Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) No sólo pude estar en
Chiapas como “articulista” durante los primeros 10 días del
levantamiento de enero de 1994 y participar en la mayoría de las
reuniones convocadas, sino que estuve en toda la caravana zapatista que
se inició en San Cristobal el 24 de febrero de 2001 y concluyó en el
Zócalo de la ciudad de México aquel domingo 11 de marzo. Marcos ha
declarado de manera abierta que su lucha es por el socialismo, por la
sociedad igualitaria, contra los procesos electorales organizados por la
burguesía y sus partidos y ha delineado la idea de que la liberación de
los pueblos no pasa por la toma del gobierno y del poder sino por la
elevación de la conciencia crítica y participativa de la población.
Aunque el EZLN aparenta estar inmovilizado en la selva chiapaneca, las
experiencias de los Caracoles demuestran una práctica concreta hoy que
debe estudiarse.
7.
El lópezobradorismo ha demostrado, a través de los últimos seis años,
un activismo imparable, particularmente de su caudillo AMLO. Aunque sus
objetivos son muy limitados por la ideología socialdemócrata, es decir
electoral, como medio para llegar a la Presidencia de la República,
sufrió un proceso de radicalización hacia la izquierda que al parecer
ahora está perdiendo derechizándose por votos. No se sabe hasta qué
grado –en caso de llegar a la Presidencia- podría confrontar a los
poderosos empresarios, al gobierno yanqui y a esto que se llama los
poderes fácticos. El único camino para que a los poderosos se les haga
cambiar es por la presión del movimiento de masas. ¿Pero estarán listas
las masas para salir a las calles o serán igual de manipulables para no
actuar? El seguidismo político y la incondicionalidad no ayudan nada;
se requiere más análisis y discusión política para cambiar en serio a
esta nación.
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