- Iván Cepeda. Foto de Emma Gascó
En 1994, el senador de la Unión
Patriótica Manuel Cepeda fue ejecutado por paramilitares a las órdenes del Estado. Desde entonces, su hijo, Iván Cepeda, se ha dedicado a la lucha contra la impunidad. La demanda interpuesta al sistema interamericano de justicia ha llevado al Gobierno de Juan Manuel Santos a admitir la responsabilidad del Estado en este crimen,
que formó parte de la masacre de miles de cargos y activistas de esta
formación de izquierda creada en 1985 por desmovilizados de las FARC y
miembros de otras organizaciones. Desde 2010, Iván Cepeda es diputado
por el Polo Democrático Alternativo.
DIAGONAL: ¿Qué ha significado el período de Álvaro Uribe en la historia de Colombia?
IVÁN CEPEDA: El régimen de Uribe va a ocupar un lugar descollante en la historia universal de la criminalidad y del ejercicio arbitrario del poder, tanto por la cantidad como por la variedad de formas de acción criminal que se realizaron. Uribe incentivó a través de formas legales la conformación de los ejércitos paramilitares y el arrasamiento de regiones enteras a través de masacres y desplazamientos para que círculos agroindustriales y terratenientes se quedaran con esas tierras.
Luego, para encubrir todo lo que hizo mientras ascendía políticamente y
durante su presidencia, creó aparatos criminales para frustrar las
investigaciones, coaccionar a los jueces y borrar de la faz de la tierra
a los defensores de derechos humanos.
«En Colombia, la impunidad se está resolviendo en buena parte por la acción de los movimientos sociales»
D.: ¿Cuál ha sido el papel de los movimientos de derechos humanos en la lucha contra este plan criminal?
I.C.: Las organizaciones
de víctimas, de derechos humanos y el movimiento sindical, a pesar de
múltiples ciclos de exterminio, han logrado consolidar redes muy
influyentes tanto en el exterior como dentro del país.
Se han llevado a los tribunales a más de 80 parlamentarios, a ministros, a generales... Y cada vez se cierra más el
círculo en torno a Uribe, van cayendo sus exministros, sus secretarios
privados, sus hijos están en proceso
de ser investigados, etc. Las organizaciones han ido acumulando pruebas y creando los caminos jurídicos. Ha sido un trabajo
de difusión, de movilización, de mucha resistencia en las zonas del país
donde se ha producido la incursión
paramilitar, de ir madurando una
posición crítica frente a la violencia
que ejerce la guerrilla, de ir
trabajando por la paz. En Colombia,
la impunidad se está resolviendo en
buena parte por la acción de los movimientos sociales. Todo esto tampoco hubiera sido posible sin un sector del poder judicial con vocación
democrática, muy respetuoso con
los derechos humanos y con la
Constitución, que han ido haciendo
su trabajo en medio de amenazas e
inmensas dificultades.
D.: ¿Cómo se enmarca en este contexto la reciente Ley de Víctimas del
Gobierno de Santos?
I.C.: Sin la lucha de las víctimas no
se hablaría ahora de restituir tierras
o de reparación. No es que de un
momento a otro los políticos responsables se arrepintieran. Muchas de
las figuras del Gobierno actual, empezando por el propio presidente,
han formado parte de esa misma
trama. Pero es una conquista insuficiente. Lo que se ofrece en esa ley
son unos mínimos niveles de ayuda
a comunidades y a víctimas. Se les
ofrece una indemnización y un poco
de tierra, pero a cambio de que renuncien a la búsqueda de la justicia,
que es políticamente lo más importante, porque es lo que puede debilitar
esos poderes. Además, una persona que obtenga su título de tierra y
en esa tierra haya un proyecto de carácter palmicultor o minero, va a
tener que admitir a la fuerza que ese
proyecto siga en su tierra [a cambio
de un alquiler o una participación].
El movimiento es perfecto, es una legalización de las transacciones.
«El Gobierno privilegia la privatización, la pauperización del trabajo, pero con un lenguaje políticamente correcto»
D.: ¿Cómo se explica el cambio de
discurso de Santos?
I.C.: La explicación más obvia es
que Santos y Uribe responden a sectores económicos y sociales distintos: uno más aristocrático; el otro,
más relacionado con el narcotráfico.
A esta explicación hay que sumarle
otras dos. La primera es que estamos en una fase del capital distinta.
Ya hubo una fase de acumulación,
que consistió en el despojo de millones de hectáreas de tierra, en gigantescos desplazamientos de población, para llegar a la etapa en la
que estamos, que es una reproducción intensiva del capital.
Ahora se trata de poner esas tierras a producir, en las manos de
multinacionales, para que las
desequen, extraigan toda la riqueza mineral y petrolífera, siembren
pino, palma, etc. Para esto se requiere otro lenguaje. Las compañías
no pueden venir aquí, comprar unas
tierras y que en un futuro le aparezca la desagradable sorpresa de que
esa tierra es de unos campesinos
que fueron masacrados. La inversión necesita seguridad. Santos no
puede presentarse con las manos
untadas de sangre, es necesario
guardar una cierta imagen.
El actual es un Gobierno que
privilegia la privatización, la pauperización del trabajo, de políticas
incorrectas, pero con lenguaje políticamente correcto. La otra es que
ahora hay un contexto internacional muy diferente, lo que se llama
el mundo multipolar, con el surgimiento de otros centros de poder
en el mundo, el eclipse que apenas
comienza a darse del imperio estadounidense, el proceso de integra-
ción en América Latina, etc.
D.: Dentro de este proceso, el
Estado ha reconocido su culpabilidad en el asesinato de tu padre, el
senador de la Unión Patriota (UP),
Manuel Cepeda.
I.C.: Este reconocimiento se consiguió gracias a las organizaciones de víctimas, que le hicimos
buena parte del trabajo a la
Fiscalía demostrando la responsabilidad material de los suboficiales del Ejército y su actuación con paramilitares.
El Gobierno de Santos tuvo que
presentar un reconocimiento pleno:
el Estado mató a Manuel Cepeda,
no sólo no lo protegió sino que se
alió con los paramilitares, lo asesinó
e hizo todo lo posible para que reinara la impunidad, desprestigió su
nombre, pisoteó la dignidad de sus
familiares y terminó de acabar con
el partido político al que pertenecía.
Con este reconocimiento se cierra la
discusión: en Colombia la oposición
fue masacrada.
Ahora se van a tener que reconocer los otros cinco mil o diez mil crímenes [de miembros de la Unión
Patriótica]. Se está comenzando a
romper el mito del Estado víctima,
del Estado democrático en el cual
hay una gente que se comporta de
forma terrorista, que rompe ese
Estado democrático.
Vìa, fuente :
http://www.diagonalperiodico.net/En-Colombia-la-oposicion-fue.html
http://www.diagonalperiodico.net/En-Colombia-la-oposicion-fue.html
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