Fukushima es peor que Hiroshima y Nagasaki –dijo una sobreviviente del terremoto y del tsunami.
–¿Por qué piensa eso? –le preguntaron.
–Porque Hiroshima y Nagasaki son el pasado, pero Fukushima es el futuro.
El 10 de diciembre del año pasado, la delegación japonesa en la
cumbre sobre cambio climático en Cancún anunció que Japón no renovaría
sus metas cuantitativas para reducir emisiones de gases de efecto
invernadero más allá de la expiración de 2012. En otras palabras, Japón
no aceptaría una extensión del Protocolo de Kioto.
La conferencia de Cancún constituía un momento clave para decidir
sobre el futuro del protocolo de Kioto que expira en 2012. La delegación
japonesa remató diciendo que ahora lo importante era el (mal) llamado
acuerdo de Copenhague, en el que los compromisos vinculantes son
inexistentes. Esta toma de posición del gobierno del Partido Democrático
de Japón le hace el juego al complejo de industrias intensivas en
energía (siderúrgica, aluminio, vidrio) que son clave en la política de
ese país. Las empresas en estas ramas de la industria quieren ganar
tiempo para amortizar las inversiones que ya han realizado con
tecnologías intensivas en energía.
Por su parte, la industria nuclear nipona soñaba con más subsidios
que pudieran alimentar sus planes de expansión y con poder arrinconar
una parte del importante mercado nuclear que se desarrolla en Asia,
sobre todo en China. Claramente, el desastre en Fukushima ha hecho
pedazos estos sueños de expansión.
Quizás lo único que queda claro en este enredo entre la política
energética y ambiental de Japón es que si ese país va a avanzar hacia
una combinación energética menos agresiva con el medio ambiente, se va a
tener que terminar el compadrazgo existente entre el gobierno y las
agencias regulatorias, por un lado, y el lobby nuclear y el de las
industrias intensivas en energía, por el otro. En Japón, la alianza de
la casta política con el shogunato de los grandes grupos
corporativos ha dejado ya una larga estela de engaños que nadie puede
olvidar. Fukushima es el escenario del último episodio.
Ni el gobierno japonés, ni el operador de la planta (Tokyo Electric
Power Company, TEPCO), ni la agencia internacional de energía atómica
(AIEA), han podido ofrecer una versión consistente sobre lo ocurrido en
Fukushima. La información sobre los seis reactores de Fukushima
proporcionada por TEPCO y el Foro Industrial Atómico (JAIF, organización
que promueve los intereses de la industria nuclear en Japón) contiene
muchas contradicciones y genera más preguntas de las que contesta.
La primera tiene que ver con la versión que corrió
inicialmente en la prensa internacional: el terremoto provocó el cierre
automático de los reactores en Fukushima, pero el tsunami destruyó o
incapacitó los sistemas de enfriamiento de los reactores y eso provocó
el sobrecalentamiento y explosiones de hidrógeno.
Pero hay algo que no checa en esta versión. Las fotografías, videos e imágenes de satélites (por ejemplo en la página www.isis-online.org) no contienen la evidencia de los destrozos que provocó el tsunami en la costa al norte de Fukushima. Ni los árboles en los estacionamientos, ni los patios de la planta tienen la huella del tsunami. Los escombros que aparecen se deben a las violentas explosiones de hidrógeno que destruyeron los edificios de los reactores 1 y 3.
Una buena parte de la propaganda del lobby nuclear descansa sobre esta versión de los hechos. Pero la evidencia revela que si hubo un tsunami en Fukushima, tuvo que ser mucho más débil que en Minamisoma o Sendai (distantes unos setenta kilómetros al norte de la planta). Por lo tanto, se abren dos hipótesis inquietantes. Primero, es posible que un tsunami de menor fuerza efectivamente inundó los sistemas de enfriamiento y los depósitos de combustible de los motores diesel (respaldo del sistema principal). Pero eso significa que las plantas eran mucho más frágiles de lo que nos quiere hacer creer el lobby nuclear. En este caso, TEPCO quedaría (otra vez) mal parada por su negligencia. Nada nuevo para TEPCO.
La segunda hipótesis es que el colapso en los sistemas de refrigeración fue provocado por el terremoto. En ambos casos, queda expuesta la falacia del lobby nuclear. Las plantas no son robustas y no funcionaron como se supone que deben hacerlo en caso de un terremoto. Adiós a la otra historieta del lobby nuclear.
Las relaciones de Japón con el mundo de la energía nuclear pueden parecer sorprendentes. Algunos se preguntarán: ¿cómo es que Japón, el único país que ha sido bombardeado con armas nucleares, recurrió a las centrales nucleares como fuente de energía? La respuesta está en la ocupación militar estadounidense (que concluyó oficialmente en 1952) y en sus esfuerzos por mantener el viejo orden conservador nipón con un disfraz de democracia parlamentaria. El tejido de engaños, corrupción y mentiras que envuelve las relaciones de los grandes conglomerados y el gobierno es el resultado de esa extraña mezcla.
Pero hay algo que no checa en esta versión. Las fotografías, videos e imágenes de satélites (por ejemplo en la página www.isis-online.org) no contienen la evidencia de los destrozos que provocó el tsunami en la costa al norte de Fukushima. Ni los árboles en los estacionamientos, ni los patios de la planta tienen la huella del tsunami. Los escombros que aparecen se deben a las violentas explosiones de hidrógeno que destruyeron los edificios de los reactores 1 y 3.
Una buena parte de la propaganda del lobby nuclear descansa sobre esta versión de los hechos. Pero la evidencia revela que si hubo un tsunami en Fukushima, tuvo que ser mucho más débil que en Minamisoma o Sendai (distantes unos setenta kilómetros al norte de la planta). Por lo tanto, se abren dos hipótesis inquietantes. Primero, es posible que un tsunami de menor fuerza efectivamente inundó los sistemas de enfriamiento y los depósitos de combustible de los motores diesel (respaldo del sistema principal). Pero eso significa que las plantas eran mucho más frágiles de lo que nos quiere hacer creer el lobby nuclear. En este caso, TEPCO quedaría (otra vez) mal parada por su negligencia. Nada nuevo para TEPCO.
La segunda hipótesis es que el colapso en los sistemas de refrigeración fue provocado por el terremoto. En ambos casos, queda expuesta la falacia del lobby nuclear. Las plantas no son robustas y no funcionaron como se supone que deben hacerlo en caso de un terremoto. Adiós a la otra historieta del lobby nuclear.
Las relaciones de Japón con el mundo de la energía nuclear pueden parecer sorprendentes. Algunos se preguntarán: ¿cómo es que Japón, el único país que ha sido bombardeado con armas nucleares, recurrió a las centrales nucleares como fuente de energía? La respuesta está en la ocupación militar estadounidense (que concluyó oficialmente en 1952) y en sus esfuerzos por mantener el viejo orden conservador nipón con un disfraz de democracia parlamentaria. El tejido de engaños, corrupción y mentiras que envuelve las relaciones de los grandes conglomerados y el gobierno es el resultado de esa extraña mezcla.
Fuente, vìa :
http://www.jornada.unam.mx/2011/03/23/index.php?section=opinion&article=030a1eco
http://www.jornada.unam.mx/2011/03/23/index.php?section=opinion&article=030a1eco
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