2. Los hombres y las mujeres (escribe Simone de Beauvoir) no han compartido el mundo por partes iguales. Ni en el plano sexual ni en el plano moral, pero la mujer tiene que aceptar las imposiciones porque ha sido formada para someterse al hombre. La mujer no se reivindica como sujeto porque carece de los medios concretos, porque experimenta el vínculo necesario que la sujeta al hombre sin plantearse la reciprocidad, y porque a menudo se complace en el papel de “Otro”. Cuando la mujer ha sido tan explotada sólo le queda huir de su libertad, de su responsabilidad, tras la máscara de la femineidad, del matrimonio, de la fidelidad, de la represión sexual y moral que ella misma se impone.
3. En las últimas décadas se ha desarrollado, en casi todos los países, una gran lucha por la liberación de la mujer, sin embargo también se ha impulsado una fuerte oposición contra esa batalla con argumentos disímiles: 1. Los que defienden a la mujer tradicional como aquella que debe estar en el hogar al cuidado de los hijos y al servicio del marido; 2. Los que pretenden reducir los derechos de la mujer a la lucha por cargos políticos; 3 los que dicen que el hombre no es el enemigo y que hay que unirse a él por el cambio social, y 4. Los que de plano tratan de desprestigiarlas con adjetivos tales como “marimachas”, lesbianas o prostitutas.
4. Este artículo pretende contribuir a la difusión de una serie de ideas que a lo largo de varias décadas se han venido reflexionando, de manera particular, en varios países y, desafortunadamente, sólo entre sectores universitarios e “intelectuales”. Considero que es importante la amplia difusión de estas ideas y de muchas más al respecto, porque ello puede ayudar a que comiencen a organizarse las mujeres en la lucha por sus derechos como sector oprimido, no solo por el sistema económico/político, sino también por la ideología masculina que ha predominado en milenios.
1. La idea de la sola igualdad política a la mujer.
1.1. Se piensa y se propaga que con el derecho al voto otorgado por la burguesía a la mujer y la “igualdad” que tiene para ocupar un cargo político, basta. Sin embargo, por lo que se ha podido ver hasta ahora, pienso que en cualquier cargo donde están ubicadas las mujeres tendrán que desempeñarse como lo hacen los hombres. Sean altos cargos políticos, sean tares de planeación económica, sean puestos en el IFE, en la Suprema Corte, en la academia o la cultura, las mujeres actúan como los hombres; la realidad es que la estructura del sistema de Estado está tan cerrada que la diferencia sexual casi en nada influye. Lo más característico es la concentración del poder y la necesidad de ejercerlo para que no haya ninguna duda de quién lo tiene.
1.2 Si se hacen a un lado los asuntos de poder político y se ubica el problema en las relaciones al interior de las familias, de la escuela y de las relaciones en sociedad, se podrá encontrar entonces un amplio campo para estudiar a la mujer como sexo subordinado, pero también se podrá comprender los márgenes de independencia que puede ejercer. Se podrá entender su subordinación ideológica, pero también las posibilidades de romper con su cosificación para lograr su plena identidad como ser independiente.
1.3 En Yucatán, en 1993 ocupaban mujeres los tres principales cargos de gobierno: Gobernadora del Estado, Presidenta Municipal de Mérida y Presidenta del Poder Judicial. La realidad es que muy poco significado tuvo ese hecho. No se manifestó ninguna diferencia esencial con pasadas administraciones de los hombres. No se lanzó ley alguna que proteja a la mujer, no se realizaron congresos feministas, no mejoró ni un ápice la situación de las amas de casa, no se crearon más guarderías, más centros de capacitación a la mujer, no se realizaron foros o reuniones de género. Las mujeres gobernaron exactamente igual que lo han hecho los hombres.
2. La idea de partidos sobre los derechos de la mujer
2.1 Desde siempre, en los meses de campañas políticas, los funcionarios de todos los partidos, organizan sus discursos para ganar clientela electoral para su organismo político, y sabiendo que el sector femenino representa la mitad del electorado, se dirigen a él señalando que “se luchará por los derechos de la mujer, que se pugnará para que logren una mejor ubicación en la política y en la administración del país y que el sector ayudará al empadronamiento, la capacitación y la promoción del voto”. Pero ese llamado sólo contempla conseguir su voto y utilizarla, de ninguna manera es un planteamiento que tenga que ver con el inicio de una batalla por un cambio en la vida de la mujer.
2.2 Puede un partido como el PRI, el PAN, el PRD, luchar por “los legítimos derechos de la mujer si sus métodos de reclutamiento, de control y de dominación son autoritarios y antidemocráticos? ¿Acaso los derechos de la mujer se pueden limitar se pueden limitar al derecho de voto y a la oportunidad para tener uno de cada mil de los cargos políticos y burocráticos? ¿Qué han hecho el Estado y los partidos para acabar con la marginación femenina de las actividades que ella puede realizar y que están reservados al hombre? ¿Es que acaso no hay innumerables ejemplos que demuestran que la mujer puede realizar casi todas las actividades humanas?
2.3 La verdad es que los políticos hablan engañosamente de la igualdad de los derechos del hombre y la mujer pero la realidad es que más del 70 por ciento de ellas siguen confinadas al rutinario trabajo doméstico del hogar y al cuidado de los hijos; la escasa proporción de mujeres integradas al trabajo asalariado se haya relegada a trabajos de segunda categoría, siempre por debajo de los hombres, tales como camareras, criadas, secretarias, maestras, enfermeras, empleadas de comercio. Un ínfimo número de privilegiadas se pierden actuando como “damas de sociedad”, participan en apoyos de beneficencia o bien para ser representadas por sus maridos en sus círculos de amistades. Es importante dejar claro que este comportamiento no responde a un deseo individual de la mujer sino a una realidad social, a una estructura económica y de pensamiento que no ha podido romperse porque así parece convenir a la organización tradicional de la sociedad.
3. La idea acerca de la educación tradicional
3.1 Hasta hace algunas décadas se señalaba que la mujer es para la casa y el hombre para la calle. Se aconsejaba que cada quien debe hacer las labores específicas de su sexo. Se decía: “se ve muy mal, no es natural que la mujer trabaje fuera del hogar, para eso existe el hombre”. La mujer debe dedicarse al cuidado y a la educación de los hijos y a servir a su marido; no debe meterse en política. Este pensamiento se ha mantenido en los pueblos pequeños y en aquellas comunidades que aún permanecen un tanto apartadas del llamado “mundo civilizado”.
3.2 La mujer, se decía, debe llevar sobre sus hombres el peso y la responsabilidad en cuando a la economía familiar, cuidando de los hijos, acarreo del agua y la leña, lavado de ropa, preparación de alimentos. La niña, según la concepción estereotipada, aprende a atender a su padre y hermanos hasta que se une a un hombre. A partir del matrimonio, en la mayoría de los grupos de clases económicamente bajas, queda sujeta totalmente al marido. Una vez casada, el ideal de la mujer consiste (de acuerdo a la pauta tradicional) en parecerse lo más posible a su madre (Ver Tesis doctoral, en libro, de Vietnina Echeverría)
4. La idea de los cambios de la mujer en el capitalismo
4.1 Con la irrupción de la industrialización, el gran crecimiento de las ciudades y la multiplicación de los problemas económicos y sociales, la participación de la mujer fuera de “las labores tradicionales de su sexo”, se transformó en indispensable. Su integración al trabajo asalariado no nació como una necesidad de ayudar al presupuesto familiar. Fue de hecho el capitalismo el que impuso la ruptura de la familia tradicional amplia, puso las bases para el surgimiento de la llamada familia nuclear y también el rompimiento de la familia como institución.
4.2 Pero la participación de la mujer es aún muy limitada. Cada día crece el porcentaje de las que se integran al trabajo, al estudio, a la política y a los altos cargos administrativos; sin embargo, al mismo tiempo, todavía se registra un alto porcentaje de ellas que siguen prefiriendo ser “amas de casa” y otras más que tienen cerrado el campo de trabajo fuera del hogar. Los cambios no han sido rápidos; existen muchos diques que se oponen a que la mujer alcance oportunidades y derechos parecidos o iguales al de los hombres. Al parecer el freno más poderoso es el limitado desarrollo económico del país y el peso que ha representado la ideología tradicional. Quizá ha que esperar que la mujer varias décadas para que la mujer conquiste la igualdad real.
En la primera parte de este trabajo, artículo |1| que publiqué hace 16 años en la revista de los trabajadores académicos de la Universidad Autónoma de Yucatán, abordé brevemente la idea de la sola igualdad política a la mujer, de lo que hacen las mujeres cuando gobiernan, la de partidos sobre los derechos de la mujer, la idea acerca de la mujer tradicional y, por último comencé a plantear la idea de los cambios de la mujer en el capitalismo. Busqué plantear los problemas en forma de ideas para evitar ser categórico y dejar el artículo para pensar.
Ideas sobre la devaluación de la mujer
4. 3 El anuario estadístico de la ONU correspondiente a 1971 proporciona el porcentaje de estudiantes mujeres con relación a los varones por país de Iberoamérica: Puerto Rico (52 %), Panamá 44, Dominicana 42.6, Cuba 42.6, Costa Rica 41.8, Argentina 41.7, Perú 41.5, Uruguay 40, Chile 39, Brasil 37, Paraguay 36, Bolivia 34, Nicaragua 31, Ecuador 26, Colombia 24, Guatemala 18.7, México 18.5, Salvador 16 y Haití 11. Durante los últimos años (sobre todo en setenta) seguramente los porcentajes en todos los países han aumentado, pero lo probable es México siga ocupando los últimos lugares porque desde la década de los años ochenta se comenzó a registrar un gran desplome económico.
4.4 Después de proporcionar estas cifras en su libro La mujer joven en México, Alfredo Juan Álvarez señaló que las mujeres que tienen influencia sajona y mayor nivel educativo femenino en México se puede explicar: 1. Por el alto porcentaje de población rural, 2. Por las obsoletas estructuras educativas que no operan adecuadamente y 3. Por la intensa influencia religiosa y la paralela despreocupación del Estado respecto a la formación de la niñez y la juventud femenina.
4.5 La investigadora feminista Susan Sontag, refiriéndose a este asunto señala: “No se espera de ella que sea veraz, o puntual, o experta en el manejo y la reparación de máquinas, o frugal, o fuerte, o físicamente valiente. No es extraño pues que los hombres acepten a las mujeres como asociadas y compañeras, no como iguales y nunca como superiores. La mayoría de lo que celebra como conducta típicamente “femenina” es simplemente como una conducta infantil, servil, débil. Inmadura. En realidad, mientras las mujeres presten atención a los estereotipos de la conducta “femenina” (que de modo insultante se atribuyen a su “naturaleza”) no podrán llegar a ser adultos independientes y plenamente responsables.
5. La idea de que el capitalismo devaluó más a la mujer
5.1 Pero no debe callarse y dejar que la vida siga pasando como si nada. La industrialización y el capitalismo devaluaron el trabaja campesino y el valor que representaba la ayuda solidaria. La vida de la ciudad pasó a primer plano y la competencia por mayor acumulación de capital y la posesión de bienes materiales definió a la sociedad moderna. Dentro de este contexto también el trabajo femenino fue devaluado y se convirtió en “estupidizante”, en una labor que aburre y deprime por repetitiva, por sus escasas posibilidades creativas, por sus enormes limitaciones de trascendencia, por ser un trabajo poco calificado. El empleo asalariado, o el que de alguna manera permite obtener ingresos monetarios, realizado fundamentalmente por el hombre, es el único valorado. Los burgueses se dan cuenta de esta realidad, pero les parece mejor que la situación se mantenga, que el sistema de valores no cambie, a fin de continuar con su dominación.
5.2 Para “defender la legitimidad de los derechos de la mujer” de los que tanto hablan los partidos, hay que tener en cuenta la historia de ésta como ser independiente y a la sombra del hombre. Es necesario tener presente que la mujer ha trabajado siempre. Las investigaciones históricas demuestran que la mujer en las sociedades primitivas trabajan en tareas agrícolas y domésticas; sin embargo, como bien se ha señalado, la consideración de la mujer como destinada a ser madre y esposa provoca de entrada la discriminación en educación, que posteriormente se revierte en una menor capacidad para unos puestos de trabajo y una discriminación psicológica. A pesar de que pueda estar tan capacitada como el hombre, esta hace que se considere inferior. Generalmente las mujeres trabajan en lugares de menor responsabilidad y se les paga menos que a los hombres por el mismo trabajo; en su empleo es auxiliar del hombre y solo excepcionalmente puede desempeñar cargos directivos o ejercer profesiones liberales.
5.3 La solidez del matrimonio deriva muchas veces más del miedo que del amor. Hoy se casan las personas, según Enrico Altavilla, para encontrar seguridad y, pese a los contrastes, las personas no se divorcian por temor a la inseguridad. Cuanto más inestable, inquieto e imprevisible se hace el mundo en el que las personas se ven obligadas a vivir, más intenso se hace el deseo de echar el ancla y encontrar refugio en el brazo de una persona fiel, posiblemente amada. Ocurre especialmente en las grandes ciudades, donde el hacinamiento en las calles, en los medios de transporte y en los lugares públicos, al agudizarse más el nerviosismo, impulsa a la búsqueda de un puerto de aguas tranquilas.
5.4 La tradición de las mujeres mexicanas de clase media, escribe Gabriel Careaga en su magnífica obra: Mitos y fantasías de la clase media en México, es alcanzar el matrimonio como principio y fin de su vida. La mujer se casará para seguir consumiendo y viviendo en función de otro ser, del otro: el esposo. Ahora el matrimonio es más bien una expresión de la necesidad de intereses sociales que del compartimiento de intereses emocionales. En la sociedad contemporánea el matrimonio empieza a parecer como una institución obsoleta que en lugar de crear estabilidad, origina graves crisis de personalidad y neurosis en los cónyuges.
6. La idea de que los apellidos del marido dan propiedad
6.1 Ante el ascenso de Clinton a la presidencia de los EEUU, los sectores más atrasados y con gigantes negocios en la carrera armamentista combatieron algunas ideas del mandatario que lo llevaban a apoyar a los homosexuales y a la legalización del aborto. Esos mismos sectores hablaban de que la esposa del presidente se ha estado saliendo de los cánones tradicionales, de las reglas que han seguido las anteriores esposas que han vivido en la Casa Blanca. Pero también surgió un dato formar: sobre la obligación que tiene la mujer norteamericana de que al casarse tenga que eliminar sus apellidos y llevar solamente el del esposo. En cambio en México “no estamos tan atrasados” porque las mujeres conservan su apellido de soltera pero peor, se les impone un título de propiedad. “La señora de Salinas”.
6.2 Lo peor es que esa dependencia de la mujer no solo es económica, psicológica o inconsciente, también es formal. Cuando una mujer que quiere ser libre rinde datos personales suelen obligarla a declarar que es esposa “de” o bien el empleado lo escribe automáticamente. En las clases medias altas y entre la gran burguesía, las esposas se sienten extremadamente importantes por llevar el apellido del esposo “triunfador”.
7. La idea de liberación después de la Revolución.
7.1 Me parece que el problema femenino es más profundo; no es tan superficial como para reducirlo a simples discursos de campaña. Hasta en los países económicamente avanzados (tanto en los que se llamaban “socialistas” como capitalistas) la situación de la mujer ha cambiado muy poco. En ellos, asegura Susan Sontag, la segregación de la mujer se presenta en forma suavizada; los hombres delegan en ella parte de su autoridad; el uso de la fuerza física en su contra ha disminuido; el gobierno de los hombres ha sido institucionalizado de modo menos visible.
7.2 Pero las mismas razones básicas de la inferioridad y superioridad, de impotencia y poder, de subdesarrollo y privilegio cultural, prevalecen entre mujeres y hombres de todos los países, concluye Sontag. Por esto todo programa serio para luchar por la igualdad del hombre y la mujer, debe partir de la premisa de que no puede haber igualdad si no se afecta el poder; la mujer no puede emanciparse sin reducir el poder del hombre, como tampoco sometiéndolo.
7.3 La mujer debe participar en la batalla popular, partidaria, sindical, contra el sistema de explotación, pero paralelamente debe enfrentar la cultura tradicional que la somete por considerarla inferior al hombre. En los países que se han registrado transformaciones revolucionarias importantes, las relaciones económicas y políticas cambian, pero la situación de la mujer como subordinada a los hombres continúa, a pesar de que sea más velada y sutil. La simple batalla política de nada sirve sino se desarrolla una lucha contracultural.
8. La idea de que la mujer no es igual al hombre en todo
8.1 La mujer no es igual al hombre en todos los puntos, más bien es complementaria. La mujer y el hombre son los dos aspectos adicionales del ser humano. La mujer tiene cualidades y posibilidades propias de las que el hombre carece y viceversa. De ahí lo absurdo de las discusiones sobre la inferioridad o superioridad de la mujer en relación con el hombre. Sin embargo hay que subrayar que la mujer ha sufrido muchos más siglos de esclavitud sólo asumiendo el papel de objeto sexual, de procreadora de hijos o realizadora de trabajos domésticos. Esto ha atrofiado física e intelectualmente a la mujer, ha deformado profundamente su ser, a tal grado que llega a temer a la libertad, prefiere seguir “dominando al hombre desde el hogar. (Villar)
8.2 Algunas investigaciones han señalado que las mujeres (o por lo menos a muchas de ellas) no abandonan su hogar más que para comprar, llevar a los niños al colegio o para acompañar a sus maridos a reuniones sociales. Sus conversaciones se refieren solamente al hogar, a los hijos, al marido, al mercado. En tanto que los hombres hablan de problemas del país y del mundo. Quizá por ello Simone de Beauvoir indica que los hombres están encadenados por su misma supremacía. Porque sólo ellos ganan dinero, sus mujeres se los piden. Porque sólo ellos tienen profesión, sus mujeres les exigen éxito; porque sólo ellos tienen trascendencia, sus mujeres se inmiscuyen en sus asuntos. Si una mujer intenta someter a su marido a su voluntad es porque está alienada en él.
Fuente : Argenpress (2009)
http://pedroecheverriav.
Notas
|1| Publicado por el autor (en Gaceta Universitaria 17) el verano de 1993 (hace 18 años)
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