viernes, 11 de marzo de 2011

Mùsica : Rock and Roll: Grandezas y miserias (3ª parte) El punk demostró que aún existían razones para que el fenómeno musical no fuera tomado como simple entretenimiento, donde los jóvenes más radicales descargan adrenalina... Carlos Tena

(De Beethoven a Stockhausen)
Una fecha especial para los anales de la historia del rock, en lo que se refiere a esa necesidad de reconocimiento cultural, en parte mitigado por la actitud y declaraciones de intelectuales que nombré en el artículo precedente, fue el 24 de septiembre de 1969, en el majestuoso marco del  Royal Albert Hall, con el todo Londres como testigo excepcional del primer matrimonio entre un conjunto de rock,  Deep Purple*, y una orquesta sinfónica con su director al frente (en este caso, la  Royal Philarmonic), conducida por  Sir Malcolm Arnold. Se trataba de  El Concierto para Grupo y Orquesta,  obra de  Jon Lord, pieza fundamental del grupo, que fue registrado con una de las primeras unidades de grabación discográfica de 8/16 pistas, en el que no solo participaron los músicos citados, sino toda una pléyade de ingenieros de sonido, técnicos y demás personas imprescindible para la consecución de aquella polémica hazaña.
La repercusión cultural que produjo el concierto de Deep Purple, salpicado de críticas mordaces en las que algunos críticos mostraron su escepticismo y desprecio por aquel coito armónico, aunque acompañado de las correspondientes alabanzas y elogios por el coraje y heterodoxia demostradas, supuso un nuevo hito en la música popular. El rock no salió indemne. Los talibanes de la cultura vociferaban ante el altar, supuestamente mancillado por tal experimento, mientras en las emisoras de radio y televisión no se hicieron esperar las duras polémicas que generó el disco.
Deep Purple  había querido demostrar que los autores de la llamada música culta, de haber nacido en la década 1960-1970, hubieran utilizado en sus obras algunos de los instrumentos habituales en ellos. No iban descaminados en la apreciación, mas ignoraban que autores como  Luciano Berio, Luigi Nono, Karlheniz Stockhausen  o  Arnold Schomberg, ya habían comenzado a ser motivo de investigación por parte de los rockeros más exigentes. Esta válvula de escape a las exigencias intelectuales de algunos músicos, había logrado que, meses antes de esa fecha, se comenzara a hablar del rock progresivo, variante del que el sinfónico aparecía como un brazo algo pretencioso, aunque bien dotado, sin duda influido por los álbumes llamados conceptuales - sobre todo el  Sgt. Peppers  de los  Beatles, seguido del titulado  Dias del Futuro Pasado  de los  Moody Blues -, en los que la utilización de nuevos instrumentos como el Mellotron, más los efectos de sonido que permitía la tecnología moderna, se convirtió en una obsesión: hacer del rock una pujante y novedosa  música clásica.
Lo contrario no era tan habitual. Hubieron de transcurrir más de 30 años para que compositores, directores de orquesta, tenores, instrumentistas y otros profesionales dedicados a la llamada música culta, se rindieran al éxito y calidad de algunas de las propuestas procedentes de ese manglar sonoro llamado rock.  Pink Floyd  supuso una de las realidades más sólidas de aquellos años, erigiéndose en la actualidad, tras más de 40 años de actividad, en el paradigma del rock progresivo.
Tremenda etapa, brother”,    afirmaba mi admirado amigo y pianista cubano  Chucho Valdés, (recientemente galardonado con otro premio Grammy), al comentar aquellas producciones  con clásico incorporado, a las que su grupoIrakere  no fue ajeno, dado que el pianista había adaptado desde 1973 páginas de autores como  Mozart  o  Juan Sebastián Bach, confiriendo a aquella música el colorido y atmósfera caribeños, que aún sorprende a quien lo degusta hoy.*
Fue una época caótica, convulsiva, en la que las  Gimnopedias  de  Erik Satie  se vistieron con el sonido de  Blood, Sweat and Tears, cuando  Emerson, Lake & Palmer  (que habían comenzado como  The Nice, haciendo añicos la  Suite Karelia  de  Sibelius) rendían tributo a los  Cuadros de una Exposición  de  Mussorgsky; la época en la que  Yes  jugaba con el tercer movimiento de la  4ª Sinfonía  de Johannes  Brahms  o  Manfred Mann  se sumaba al carro de las adaptaciones (violaciones sonoras, en muchos casos) entre las que alegremenre se  metía mano    a  Júpiter  (Los Planetas,  del británico  Gustav Holst), con menor fortuna y capacidad analítica que  Frank Zappa  había mostrado años antes en el disco  Invocation & Ritual Dance*, o los miembros de  King Crimson  invadiendo  Marte, perteneciente a la misma suite del mencionado autor.
Volviendo a la escena anglosajona, el efecto contrario a aquella necesidad de reconocimiento no se hizo esperar. Las clases populares que malvivían en áreas deprimidas económicamente, ciudades, zonas y barrios marginales, reaccionaron contra ese pretendido endiosamiento de sus líderes musicales. Respirando el aire viciado de zonas situadas al lado mismo de toneladas de basura, sufriendo las lacras del paro y la violencia policial, no era concebible el éxtasis ante las obras de  Yes  o  Flock, ni se podía imaginar una audiencia silenciosa y atenta, mientras en escena o en la radio sonaran temas de  Soft Machine  o  King Crimsom.
Las fuerzas del trabajo y la cultura han ido reclamando parecidas reivindicaciones, pero a la hora del entretenimiento el proletariado prefería caminar por senderos más aferrados a una música que reflejase optimismo, sabiamente combinado con dosis de protesta, rabia y esperanza. Tal vez por ello, mientras el rock sinfónico, el jazz rock o el free jazz hayan sido ignorados de forma sistemática en la mayor parte de los medios de difusión, aunque mantengan un público fiel, el  rythm and blues  en todas sus vertientes, los cantautores (Paxton, Baez, Mitchell, Cohen, Seeger) el  pop-rockcontundente, y sobre todo el  heavyy en  hard rock, eran los platos más degustados en aquella década.
En una entrevista para la ORTF (Canal público francés), Leo Ferré, un músico completo (director de orquesta, además de poeta y cantante) declaró, hablando de las diferencias y nexos entre canción de autor, pop, rock y ese nuevo camino del llamado sinfónico: “La burguesía se entretiene en privado con música torpe, simple y lasciva, mientras que en público celebra las obras de esas bandas que retuercen las obras clásicas, los poemas que yo mismo adapto, las canciones de Brassens, la ópera o el jazz”.
El rock, ya instalado en los cinco continentes a través de sus mil caras y formas, se convirtió, a partir de mediados de los setenta, salvo excepciones que señalaré más adelante, en un artículo de consumo inocente, un simple divertimento para los ciudadanos de cualquier extracción social. Pero el alma del rock, que escandalizara en tiempos de Presley, Beatles y Rolling, regresó con ropajes diferentes en 1976, haciendo temblar a la Corona británica tras el estallido del  punk, del que  Sex Pistols  o  Clash  fueron los mayores exponentes.
La entrevista que hice en 1978 a los primeros, para el espacio    Popgrama, de la 2ª Cadena de TVE, junto a    Diego A.Manrique,    en un Londres vibrante y bullicioso como jamás vi en años anteriores, me demostró que el laborista    James Callagham    no había sido tan perspicaz como su correligionario    Harold Wilson,    a la hora de apoyar la música de las jóvenes generaciones.    No hay duda de que este último supo aprovechar la explosión Beatle como ningún otro político europeo hubiera hecho.
El  labour party  de Callagham sufrió una espectacular derrota ante una mujer llamada  Margaret Thatcher  (admiradora de  Augusto Pinochet), escorada a la extrema derecha, quien tomó las medidas oportunas para destrozar los sueños del  punk, en tanto la  BBC  rendía tributo a las bandas y solistas del  glam rock, del que  T.Tex, David Bowie, Mott The Hopple  Roxy Music  fueron las estrellas más programadas.
Sin embargo, no se produjo un enfrentamiento del calado y violencia como en Brigton (mods  contra  rockers); los fans de uno y otro estilos supieron convivir casi alegremente. En las tiendas especializadas era habitutla que un cliente saliera con un álbum de  Ramones  en la mano, y en la otra uno de  Cockney Rebel.
A esas alturas de la película, como suele decirse, cuando Elvis (muerto en 1975) no era ya sino un símbolo más de la mediocridad y el fracaso, de la burguesía más despreciable, nadie había osado atacar al sistema capitalista de forma tan directa como  Syd Vicious  y  Johnny Rotten, fundamentalmente, haciendo escarnio de la propia reina Isabel II y el himno nacional británico. El tema  God Save The Queen  se convertiría en  leiv motivde una generación formada en el más puro anarquismo hispánico, lo que motivó que toda una generación se vistiera con ropajes que parecían salidos de un muladar, en tanto los cabellos adoptaban peinados estrambóticos para la época, de un colorido imponente, mientras lóbulos, labios, mofletes, cejas y narices eran centros donde colocar alfileres, agujas, anillas y toda clase de parafernalia corsaria.
Decenas de bandas, eran escupidas alegremente en el escenario por sus fans, como revulsivo al aplauso (burgués y adocenado), recorriendo Europa (en los USA fueron detenidos y multados sendos grupos británicos por escándalo y alteración del orden público), entre la impotencia de la Policía, la sonrisa de los especuladores y managers, la desbordante locura de las nuevas generaciones, la desconfianza de la izquierda política (más cercana al heavy y al hard rock) y la condena sin paliativos de la derecha.
Frank Zappa comentó: “Cuanta energía derrochada. Morirán muy jóvenes todos”.  La pequeña tienda  Seditionaires  servía de nave, donde las gentes del punk vestían a su gusto bajo la divertida mirada de Vivienne Westwood,  dueña del recoleto tugurio, que había decorado las paredes no sólo con las camisetas de los Pistols, sino con fotografías de algunas de las figuras más carismáticas del anarquismo ibérico, como  Buenaventura Durruti  y  Federica Montseny.
El  punk  demostró que aún existían razones para que el fenómeno musical no fuera tomado como simple entretenimiento, donde los jóvenes más radicales descargan adrenalina, como una diversión para adolescentes al estilo del fútbol, sino que contenía enormes dosis de nihilismo, de protesta social, de ruptura generacional que aún no han desaparecido.
Notas
1.-  El  mellotron  fue patentado en Estados Unidos en la década de 1950 por  Harry Chamberlin, ingeniero electrónico y gran aficionado a la música culta, quien se propuso como objetivo crear un instrumento hogareño que pudiera replicar los sonidos de una orquesta para cantar en reuniones familiares. Su primer instrumento se llamó  Chamberlin, pero el sonido que producía no era el esperado. Con el tiempo, la familia entera participó en este proyecto del que surgieron otro tipo de inventos que años más tarde derivarían en las baterías electrónicas.
2.- Irakere no es un grupo de jazz latino, sino un grupo de músicos. Tenemos una variedad de elementos que permiten descubrir en nuestro repertorio, al lado de una Misa Negra, un adagio sobre un tema de Mozart o de Bach, dos cosas distintas, pero que, sin embargo, están dentro de un mismo estilo, dentro de un sello muy personal como es el de este conjunto cubano..  Porque hacen todo lo que tu quieras y se te ocurra dentro de lo que es la música, alternando un clásico como Mozart con una historia yoruba de una misa espiritual; pasando de un “Juana 1600″, sobre la llegada de los africanos a Cuba, a un canto ñáñigo, una contradanza, una salsa, géneros distintos que no tienen relación pero que se entrelazan cuando los oyes interpretados por Irakere. (Comentario en la Revista 91.9. No. 9, Febrero-Marzo 1996, Bogotá, Colombia.)
3.- Entrevistado en 1969, Zappa confesó cuáles eran sus álbumes favoritos. Sin dudarlo, comenzó diciendo. “Hay un disco de Stockhausen, editado por la compañía de discos Deutsche Gramophon, titulado  Gesang der Jünglinge, que contiene además el tema  Song Of The Youths Kontakte  en la otra cara. Cómpralo”.  El día del 11-S en Nueva York, el autor de la obra hizo unas declaraciones muy extensas sobre el derrumbe de las Torres Gemelas, comentando (dentro de un amplio contexto filosófico acerca de la cultura y la concepción de la misma) en la que señaló que aquella masacre  “había sido una obra de arte”, frase que extraída del total de la conferencia, daba pie a una declaración tan polémica como manipulada, que le costó al músico un alud de improperios e insultos, obligándole a rectificar de inmediato, no sin antes explicar a fondo el verdadero sentido de aquellas palabras. Murió en 2007.
4.- Como dato curioso, en España, en esa misma época, el compositor argentino  Waldo de los Ríos  (anticipándose a las discutidas versiones de  Luis Cobos), eligió a  Miguel Ríos  como vocalista, para interpretar una versión sui generis del poema  An Die Freude(bautizado como  Himno a la Alegría), de  Fiedrich Schiller, alterando los versos originales y el sentido general del poema queBeethoven  musicalizó en su 9ª Sinfonía, legando a la posteridad su último y más genial tributo a la música coral.
Sin embargo, aunque la repercusión fue notoria en España, el verdadero clamor brotó de la patria de Ludwig. Aquello superó lo inimaginable. Número 1 en casi todos los países el viejo continente, millones de discos vendidos en el mundo, adaptado hasta el día de hoy a más de cincuenta idiomas, para terminar su glorioso periplo siendo una de la señas de identidad de la Comunidad Europea.* Un caso anecdótico que reportó al granadino fama mundial.
http://tenacarlos.wordpress.com/2011/03/10/rock-and-roll-grandeza-y-miserias-3%c2%aa-parte/ 
Vìa :
http://www.kaosenlared.net/noticia/rock-and-roll-grandezas-miserias-3-parte

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