Joaquín Ramón Martínez Sabina:
Confieso que he vivido. Y he vivido durante muchos años en compañía de
tus versos, con o sin música. Confieso también que gran parte de esa
compañía ha tenido un intenso significado en varias jornadas de lectura,
escritura, parloteo y hasta galanteo. En más de una ocasión ha sido
ocasión de encuentros y desencuentros, de conexiones y desconexiones.
Varias de mis mejores vivencias de a dos han tenido tu música como,
según reza el verso, “banda sonora de lo que viví”. Y, por cierto, ha
estado presente también en varias de las peores; ya sabes: a mí no me
venden amor sin espinas. Pero bueno, eso es lo de menos. Lo importante
es que la compañía de tus versos, con o sin música, durante mucho tiempo
ha sido motivo de mucho gozo. Incluso en las circunstancias menos
amenas. ¿Recuerdas aquel temporal bonaerense, el peor en 80 años, que, a
punta de gotas que parecían pelotas de tenis y de vientos que hacían
desaparecer escenarios y pantallas gigantes, obligó a suspender tu
primer concierto en La Bombonera? Pues te cuento que, por el gozo de
gozar tus versos, un avión tuvo la mala ocurrencia de llevarme desde
Santiago hasta allá para estar presente en el que se suponía debía ser
un concierto histórico. ¿Recuerdas aquella jornada memorable en el Gran
Rex cuando el Diego se subió al escenario a cantar a dúo “Y nos dieron
las diez”? Pues te cuento que otro avión conspiró para hacerme aterrizar
por allá justo para esa fecha. Eso es lo que alguna vez provocaron tus
versos: un gozo que era suficiente para franquear la frontera natural de
una cordillera y la frontera artificial de los Estados sólo para
escucharlos en vivo.
De un tiempo a esta parte, sin embargo,
cada nuevo verso tuyo parece desganado, mustio, sonsacado a tirabuzones
por contratos con disqueras y editoriales. La potencia de las imágenes
de un “Ahora que” o de un “Siete crisantemos” ha sido desplazada por la
consonántica simple (simplona, para ser más preciso) de, por ejemplo, un
“a, e, i, o, u, a mi boda fueron todas menos tú”. Sin comentarios.
Ok. Te lo concedo. Probablemente estoy pecando de expectativas
desmedidas. Pero eso no deja de ser culpa tuya. Tú mismo fuiste
responsable de dejarte la vara muy alta y ahora pareces no estar
haciendo mucho esfuerzo en alcanzarla. Tus últimos versos, más que
gozarse, se toleran. Y se toleran porque son tuyos. Se toleran porque
alguna vez tuviste la capacidad de la rima sublime Se toleran
simplemente por la memoria de lo que alguna vez fueron.
Entre
nos (pero no le digas a nadie), sé que no siempre se puede apuntar a las
nubes, que de tanto en tanto nuestra limitada humanidad nos obliga a
hacer vuelo rasante. Hasta hace no mucho, ése era el principal motivo
para tolerar tus últimos versos: la casi convicción de que la tolerancia
estaba circunscrita y debía ser temporal. Pero te confieso, Joaquín,
que esa convicción empieza a debilitarse día a día. En los últimos años
has sometido la tolerancia pública (de tu público) a pruebas francamente
desproporcionadas Fue ardua la prueba a la tolerancia a que nos
sometiste con el alarde público, con prensa y gran despliegue
comunicacional de por medio, de tus nuevas inclinaciones monárquicas
malamente disfrazadas de “cenas de amistad”... ¿“de cuándo aquí”, como
decimos en Chile, tú, que alguna vez fuiste un republicano militante,
tan amigo de Los Borbones, ah? Fue ardua también la prueba de tolerancia
de ver no sólo tus desconcertantes volteretas electorales, sino, sobre
todo, tu activismo musical en favor de ese PSOE que no tiene escrúpulo
alguno en atentar contra derechos sociales elementales con tal de
salvarle el pellejo al mismo capitalismo financiero que se llenó los
bolsillos por adelantado con los actuales recortes a las jubilaciones de
los súbditos españoles... Ya sé. Leí el soneto en que te exculpabas con
una coartada barata: tapándose la nariz, había que cerrar filas contra
Rajoy. Digamos que, con ecuanimidad, esa excusa, aunque un tanto difícil
de digerir, puede pasar hasta como un acto de madurez política. Pero...
¿en verdad había necesidad de participar incluso en el clip producido y
organizado por los esbirros del PSOE en la industria musical española,
ah? También sin comentarios.
Y bueno. Por si no lo sabías,
Joaquín, la tolerancia es como un bien económico: aunque está sometida a
demandas ilimitadas, sus rendimientos son limitados. De tanto tentarla,
puedes terminar por agotarla. Y te confieso que la mía hacia ti se
agotó en enero del 2010 cuando llegaste a Santiago “apoyando” (como si
importara) y “dedicando canciones” al que había sido candidato
presidencial de los que en dictadura fueron grupos de choque juveniles
del pinochetismo, el mismo candidato presidencial de los grupos
económicos propietarios de minas de carbón que quieren sembrar el
territorio chileno con termoeléctricas depredadores del medio ambiente y
de la salud pública, el mismo candidato presidencial que se
disfrazó primero de progresista adhiriendo a las demandas de las
minorías (sexuales, indígenas) para ganar cámaras de TV pero que luego,
mostrando inescrupulosamente su conservadurismo nato, se desentendió de
ellas para cazar los votos del retrógrado conservadurismo chileno.
¿Qué más te puedo decir Joaquín? Son tolerables tus versos mediocres;
son tolerables tus mediáticas cenas con la familia real; son tolerables
incluso tus musicales llamados a votar por el PSOE (WTF?). Pero
definitivamente no hay tolerancia que aguante tus “apoyos” a ese cadáver
político que fue candidato de los que en dictadura fungieron como
grupos de choque juveniles del pinochetismo...
Por nada más,
aprovecho de confesarte también que el agotamiento de la tolerancia me
impiden asistir por primera vez a un concierto tuyo en Chile. Y como van
las cosas, estoy seguro que no será la última vez. Ya no me parece
admisible conmigo mismo seguir aportando fondos, así sean minúsculos, al
financiamiento de tus monárquicas cenas con tus cuatachos Felipe y
Leticia. La entrada para mañana, que alguien me había regalado pensando
que o todavía gozaba con tus versos o que todavía los toleraba, la
regalé por mi parte a una fan de Arjona, a quien convencí de que
asistiera a tu concierto con un argumento veraz e infalible: Sabina
ahora escribe versos, si no parecidos, al menos del mismo nivel de los
del guatemalteco.
Está bien. También te lo concedo. Ni a ti ni a
nadie más le importa mucho que yo no vaya a tu concierto. Y te confieso
que a mí tampoco me interesa mayormente. Tú seguramente cobrarás lo que
siempre cobras por cantar ante un público chileno que llenará el
recinto del concierto como no lo hizo en diciembre de 2006 (¿recuerdas
ese concierto con menos de la mitad de las localidades ocupadas?). Tu
público actual, más masivo que nunca pero ignorante de que tuvo la mala
suerte de descubrirte tardíamente, en pleno proceso de decadencia,
seguramente delirará con esos versos sublimes que escribiste muchos años
ha pero que definitivamente ya no volverán. Y yo te garantizo que, esté
haciendo lo que esté haciendo a esa hora, ni siquiera recordaré que tú
estarás entonando unas estrofas que perfectamente cabrían en una
composición de Arjona. Y como a nadie le interesa mayormente que yo vaya
o no a tu concierto, te confieso finalmente que el propósito de esta
carta es desearte la mejor de las suertes en la vida. Ojalá seas feliz
viviendo tu actual apogeo palaciego y cortesano. Espero sinceramente que
tu propio recuerdo del activista y el gran escritor de versos que
alguna vez fuiste sea suficiente para no arrepentirte después de haberte
regalado a la monarquía española, al PSOE y al candidato de esa sui generis
derecha chilena que en dictadura militó en el pinochetismo juvenil y
que hoy, propietaria de una red de minas de carbón, financió activa y
públicamente esa candidatura con la esperanza de hacerse con un
presidente que le permitiera sembrar el territorio chileno con las más
contaminantes termoeléctricas del planeta. Mucho éxito en verdad en la
dura tarea de sobrellevar tu decadencia.
Au revoir et bon voyage,
Daniel M. Giménez
Fuente, vìa:
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=124074
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=124074
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