El final de la
primera década del siglo XXI se caracteriza por grandes avances en el
conocimiento, pero también por la desigualdad. A la tragedia ocurrida en
Haití a consecuencia del terremoto que cobró la vida de más de 150 mil
personas, destruyó viviendas y gran parte de la infraestructura de esa
nación, se suma ahora una epidemia de cólera. Las cifras que se han dado
a conocer hasta ahora son provisionales, pues cada minuto se
incrementan. Hasta ayer había 50 mil casos registrados en la isla, 21
mil personas hospitalizadas y mil 250 muertos. Una auténtica tragedia
sanitaria provocada por el Vibrio cholerae, bacteria con
potencial pandémico que, para ser enfrentada eficazmente, requiere de la
mayor atención de los países de la región y de la más amplia
solidaridad mundial.
Más allá de las definiciones técnicas, las enfermedades de la pobreza
pueden entenderse como aquellas ante las cuales ya existe un remedio,
es decir, se cuenta desde hace muchos años con los conocimientos y los
elementos técnicos para su prevención, diagnóstico y tratamiento, pero
se siguen presentando entre los grupos humanos y las regiones del
planeta más pobres. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud
(OMS), el número de casos reportados se ha incrementado en los años
pasados a escala global. Entre 2000 y 2004 fueron notificados 676 mil
651 casos, y entre 2004 y 2008 se contabilizaron 838 mil 315, es decir,
hubo un aumento de 24 por ciento. Lo anterior puede ser indicativo de la
forma en que evoluciona la desigualdad en este siglo.
El vibrión colérico fue aislado por primera vez por Robert Koch en el
siglo XIX, y ha sido la causa de al menos siete pandemias en los 170
años pasados. La primera ocurrió en 1817 y se originó en India. Uno de
los episodios más recientes ocurrió en 1991 y afectó a varios países,
incluido México. Los registros de las mismas se encuentran no sólo en
las publicaciones científicas, sino también en diversas obras literarias
como la célebre novela de Thomas Mann La muerte en Venecia –que fue convertida luego en una extraordinaria película por Luchino Visconti–, o la gran joya de Gabriel García Márquez: El amor en los tiempos del cólera, cuya historia la ubica el autor precisamente en el Caribe.
Pero la enfermedad en sí misma dista mucho del romanticismo. El cólera es una enfermedad diarreica aguda causada por el Vibrio cholerae.
Usualmente se presenta una súbita y masiva diarrea acuosa, que puede
acompañarse de náusea y vómito y puede causar la muerte por
deshidratación en más de 50 por ciento de los casos severos que no son
tratados de forma adecuada. La infección se produce por la ingestión de
agua o alimentos contaminados con la bacteria, o por contaminación
directa oral-fecal. En particular se considera de alto riesgo el consumo
de pescados y mariscos crudos o poco cocidos, así como algunos granos
sometidos a un insuficiente proceso de cocción.
Si bien el conocimiento sobre la estructura y funciones de los
agentes infecciosos es siempre una tarea inacabada, es mucho lo que se
sabe acerca de Vibrio cholerae. Han sido identificados cerca de
200 subgrupos de esta bacteria, a partir de las características de
algunas proteínas (antígenos) presentes en la pared celular, pero sólo
dos de ellos (los serogrupos O1 y O139) son los causantes de cólera
epidémica o pandémica. La bacteria produce sus efectos nocivos sobre el
organismo a través de dos factores de virulencia: la toxina corregulada
(TCP) y la toxina colérica (CT), cuya estructura molecular ya ha sido
determinada. El tratamiento consiste en la oportuna reposición de
líquidos y electrolitos y el empleo de antibacterianos. El vibrión es
susceptible a los antibióticos convencionales, pero son particularmente
útiles la eritromicina y la doxiciclina. Para la prevención, se cuenta
con medidas de higiene bien conocidas, como lavarse las manos, hervir el
agua y consumir alimentos en buen estado. Además se cuenta ya con
algunas vacunas.
A pesar de que las características principales de la bacteria y el
tratamiento de la enfermedad son bien conocidas, es muy triste que
todavía gran número de personas puedan verse afectadas e incluso mueran
por un padecimiento que debería estar erradicado del planeta. La razón
principal es la pobreza. El terremoto llevó a millones de seres humanos a
la miseria y dañó gravemente la infraestructura sanitaria en Haití, lo
que constituye el mejor caldo de cultivo, para ésta y otras plagas.
Se han reportado en los días recientes algunos casos aislados en
Estados Unidos y República Dominicana, lo que muestra el riesgo de que
la epidemia pueda extenderse. México debe comprometerse y brindar la
mayor ayuda posible a Haití, incluso por su propia seguridad.
Fuente, vìa :
http://www.jornada.unam.mx/2010/11/23/index.php?section=opinion&article=a03a1cie
http://www.jornada.unam.mx/2010/11/23/index.php?section=opinion&article=a03a1cie
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