Desde septiembre pasado, en el Memorial al Detenido Desaparecido descansan también los restos de seis héroes de La Moneda
recientemente re-identificados por el Servicio Médico Legal. Un
homenaje a su memoria se llevó a cabo en esa oportunidad después que los
restos de Ricardo Pincheira (“Máximo”, socialista) y del doctor Enrique Paris (militante comunista) hicieran un alto a modo de despedida frente al Monumento al Presidente Salvador Allende. Les acompañaron sus familiares, junto a miembros sobrevivientes del dispositivo de seguridad que protegía al Presidente Salvador Allende (popularmente conocidos como GAP), organizaciones de derechos humanos y militantes de izquierda.
Luego de extensos análisis de ADN a los
familiares y a cerca de 500 piezas óseas -fragmentos de cráneo, de
extremidades y dientes- encontradas en una fosa militar del Fuerte
Arteaga, en Peldehue, las pericias dictaminaron que esos restos
correspondían a los siguientes compañeros de La Moneda: Ricardo Pincheira Núñez (Máximo), asesor de la presidencia, 28 años;
Enrique Paris Roa, médico y asesor de la presidencia, 40 años; Óscar
Avilés Cofré, GAP, 28 años, Manuel Castro Zamorano (Víctor) GAP, 23
años; Jaime Sotelo Ojeda (Carlos) GAP, 33 años; Luis Rodríguez Riquelme
(Mauricio), GAP, 26 años.
“Máximo”, militante socialista, era el
jefe del aparato de seguridad del Presidente Allende, tarea en la que
era secundado, entre otros, por Arnoldo Camú, Tati (Beatriz) Allende, y Renato Moreau, y trabajaba en coordinación con otro equipo que conformaba el Centro Nacional de Opinión Pública dirigido por Félix Huerta.
Juntos proveían al Presidente de la información necesaria, que tenía el
carácter de contrainteligencia, proveída por el equipo de Máximo, y a
la que se agregaba el análisis de la información de prensa que era la
tarea desarrollada por Huerta. Estos grupos de trabajo se caracterizaban
por su lealtad extrema y estrecha cercanía con Salvador Allende, y por los lazos de amistad entre los integrantes.
Recuerda Livia Sepúlveda,
compañera del socialista: “Después del tancazo del 29 de junio, Máximo
entregó al Presidente Allende un completo y detallado informe del
trabajo y los contactos de la CIA en el Ejército chileno. El Presidente
entregó el dossier al jefe del Servicio de Inteligencia del Ejército de
la época, en presencia de un asombrado Máximo. Me comentó entonces
Máximo que él sabía que con eso estaba sellada su suerte, pero él
estaría siempre con Allende. De ese incidente da cuenta también el
general Prats en sus memorias”. Continúa Livia: “El
formó parte de un grupo de hombres que combatió heroicamente en contra
del Golpe del Estado fascista, defendiendo al gobierno constitucional,
dando una lección de valor, lealtad y dignidad. Con este acto reflejaron
su consecuencia con los compromisos asumidos con el presidente y su
pueblo, con el estado de derecho, y con una democracia popular. Los
asesores y los miembros del GAP resistieron heroicamente, junto al
presidente Salvador Allende, en esas fatídicas horas, entregando sus
vidas en la defensa de los sueños y la esperanza de un pueblo que quería
un Chile más justo.”
El mayor de tres hermanos, Ricardo provenía de una familia de ideas demócrata cristianas; su padre, Artidoro Pincheira era alto funcionario de la Contraloría y su madre, Teresa Núñez,
había sido directora del Liceo 7 de Niñas. Máximo se ligó a la
izquierda cuando estudiaba medicina en la Universidad de Chile, donde
junto a Félix Huerta, Jorge Klein y Tati Allende,
ingresó al partido socialista. Allí formó también parte del Ejército de
Liberación Nacional, que apoyaba a la guerrilla del Ché en Bolivia,
fundada por Arnoldo Camú, constituyendo una suerte de
fracción al interior del partido socialista. Máximo no vaciló en dejar
sus estudios de medicina en 1969, cuando sólo le faltaba hacer la
práctica, porque él ya dedicaba toda su energía a apoyar el proceso de
cambios que se dinamizaba en Chile, y trabajó como asesor de Allende
desde que él asumió la presidencia.
Fue detenido el 11 de septiembre de 1973
al salir del Palacio de La Moneda, formando parte del último grupo de
personas que se encontraban en la sede de Gobierno. Junto a 20 de los
prisioneros, fueron conducidos desde el Regimiento Tacna al fuerte
Arteaga en Peldehue, y fusilados uno a uno frente a un pozo seco de 10
metros de profundidad, que luego sería dinamitado. La supervisión de los
fusilamientos fue realizada por el mayor (R) Pedro Espinoza Bravo, quien después integró la Caravana de la Muerte y la Dina, y el teniente Julio Vandorsee Cerda. El entonces subteniente del Tacna, Jorge Iván Herrera López
manejó la ametralladora. Por los testimonios de los fusileros
entregados a la mesa de diálogo, se sabe que todos al ser fusilados
conservaron una dignidad que impresionó a sus ejecutores. En 1978, se
produjo la llamada “Operación Retiro de Televisores”, que consistió en
el desentierro de los cuerpos para luego ser lanzados al mar a bordo de
un helicóptero del Ejército. La orden la impartió Augusto Pinochet. Jorge Iván Herrera, el general (R) Herman Brady,
entonces comandante de la Guarnición Militar de Santiago, y un grupo de
suboficiales ya retirados que formaron parte del equipo que desenterró
los cuerpos, están entre los procesados por estos hechos en la causa que
instruye el juez Juan Belmar Fuentes.
Frente al memorial, Máximo Pincheira Sepúlveda, hijo póstumo de Máximo y nieto de Adonis Sepúlveda,
subsecretario del Partido Socialista, ya fallecido, relató su vivencia
del día en que por orden judicial, se reconstruyó el fusilamiento:
“El día 13 de septiembre de 2010, a las
11de la mañana, fuimos a la fosa donde estuvieron enterrados bajo tierra
alrededor de 20 personas que defendieron heroicamente el Palacio de La
Moneda. Sin la suerte de nuestros mediáticos mineros, todos murieron
ametrallados, dinamitados y posteriormente arrojados al mar. Pese a esta
barbarie y al esfuerzo por hacerlos desaparecer, ellos resurgen de la
tierra, dando testimonio de los actos cobardes de la dictadura.
Paradójicamente, el paisaje era muy
bello. Pese a lo escalofriante de la fosa de tierra roja, seguramente
abierta por las investigaciones que se realizaron, el día estaba muy
despejado, el pasto tenía un verde luminoso que no se me borra de la
cabeza, los pájaros cantaban ajenos a lo que nos sucedía y desde el
lugar era posible ver la columna vertebral de la cordillera. Hacían 37
años exactos, el mismo día, la misma hora y con un día muy soleado,
miraron por última vez la cordillera y ese intenso color verde de
primavera.
Traté de retener todo a mi alrededor. Me
concentré en los olores, los colores, los sonidos, las montañas, los
objetos, tratando de compartir con mi padre aquel momento y me quedé
tranquilo.
Todos murieron con mucha entereza, los
veo claramente parados mirando la cordillera, con la cabeza erguida y
gritando ideales hoy olvidados; los veo mirando fijamente a los ojos de
sus ejecutores, que no pueden olvidar esta intensidad y que aun hoy hace
que se revuelquen sin poder dormir.
Lo que me tranquiliza, escuchen bien, es que no me siento una víctima. Me siento hijo de un héroe”.
Máximo Pincheira es
artista multimedia. Ha expuesto complejas y llamativas instalaciones en
espacios como la Décima Bienal de La Habana (2009), en el Museo Nacional
de Bellas Artes de Chile (“Utopías de Bolsillo”, 2006), o la Bienal de
Shanghai y participado en numerosas exposiciones colectivas en Chile y
el mundo. Sus obras desafían la modernidad e interpelan los objetos de
consumo y la globalización, con alusiones al pasado reciente apoyadas en
nuestra geografía y en su propio dolor.
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