HACE VEINTIDÓS AÑOS el país tuvo un sueño, una
esperanza, una ilusión. Hace veintidós años el país confiaba en poder
convertir esa ilusión en algo concreto, en una prístina realidad.
Aquella esperanza tenía nombre; se llamaba Concertación de Partidos por
la Democracia, y era la suma de todas las luchas que el pueblo había
desarrollado durante diecisiete años contra la dictadura de ultra
derecha comandada por un militar fascista, traidor, genocida y ladrón,
con apellido francés: Pinochet.
En octubre de
1988 el pueblo creyó alcanzar la cima de aquella fantástica construcción
política llamada ‘democracia plena’. En noviembre de ese año el pueblo
concertacionista se percató que era traicionado por los mismos náufragos
que había rescatado, pues estos, sin siquiera ruborizarse, entre gallos
y medianoche, pactaron con los representantes de los dictadores
acuerdos sobre materias que, en rigor, formaban parte de lo que
precisamente el pueblo rechazaba.
Pero, la
política partidista chilena tiene mil caras y en cada una de ellas
subyace el gesto del engaño o el rictus de la traición acomodaticia. No
iba a ser esta la excepción a aquella regla, pues las tiendas que
conformaban el novel gobierno post dictadura demoraron un simple
pestañeo para caminar, con alborozo y regocijo, hacia la estructuración
formal y oficial del nuevo sistema económico: el neoliberalismo,
adosándole además las imposiciones y reglas del fundamentalismo
económico capitalista, lo que derivó en bautizar a este sistemita con el
apellido que hoy caracteriza a nuestra economía.
En
palabras simples, la Concertación, asociada a la derecha dura, fue
responsable principal en la consolidación de la más salvaje forma de
capitalismo que es posible encontrar en el continente americano, y quizá
en todo el orbe. Durante veinte años, ese bloque político trabajó
conscientemente en endurecer la argamasa del sistema comentado, por lo
que después de dos décadas de administración no puede soslayar su
culpabilidad en estos avatares, ni tampoco tiene autoridad moral para
cargarles a otros sus propios débitos.
El
epíteto ‘mayordomos de la derecha’ resultó ser, finalmente, una verdad
absoluta más que una broma de mal gusto, y los concertacionistas lo
saben. Recuerdo la vieja (y sabia) frase que Radomiro Tomic dijo en
plena campaña política al comienzo de la década de 1970: “cuando se gana
con la derecha, es la derecha la que gana”. Las actuales generaciones
–que de política y de civismo republicano saben tanto como yo sé de
física nuclear-, han sido moldeadas en el engaño mediático orquestado
por la derecha a objeto de ‘venderle al pueblo’ la idea de que existe
una prístina espiritualidad democrática en el seno de tiendas otrora
sediciosas y golpistas.
Una larga ‘mayordomía’
concertacionista, desde 1990 al año 2005, resultó aplaudida a rabiar por
el mega empresariado y por los tiburones de las altas finanzas,
reunidos en su bunker predador (Casa Piedra) el día en que agradecieron a
Ricardo Lagos Escobar su conducción económica pro expoliación a cargo
de las transnacionales, y al término ya de ese período presidencial lo
premiaron con el título, el discutible e interesado título, del “mejor
mandatario chileno de los últimos cien años”.
Cuando se gana con la derecha…en fin, ya sabemos qué fue lo que dijo Radomiro. Pero esa frase apuntaba preferentemente al pueblo elector, por lo cual los políticos –siempre atentos a las vivarachadas- la tomaron a beneficio de inventario. Así acaeció con Lagos Escobar (que de tonto no tiene un pelo), pues entendió que las felicitaciones recibidas en Casa Piedra eran el visto bueno emanado desde Washington y el FMI para ocupar un bien remunerado y facilón cargo internacional, como sucedió tiempo después, cuando adquirió el sobrenombre que, con seguridad, le debeagradar: Capitán Planeta.
Cuando se gana con la derecha…en fin, ya sabemos qué fue lo que dijo Radomiro. Pero esa frase apuntaba preferentemente al pueblo elector, por lo cual los políticos –siempre atentos a las vivarachadas- la tomaron a beneficio de inventario. Así acaeció con Lagos Escobar (que de tonto no tiene un pelo), pues entendió que las felicitaciones recibidas en Casa Piedra eran el visto bueno emanado desde Washington y el FMI para ocupar un bien remunerado y facilón cargo internacional, como sucedió tiempo después, cuando adquirió el sobrenombre que, con seguridad, le debeagradar: Capitán Planeta.
Lo que vino a
continuación no fue mejor. Michelle Bachelet trajo desde Estados Unidos a
los más eméritos representantes de las empresas mineras
transnacionales, entre esos distinguidos dirigentes estaban Andrés
Velasco y Karen Poniachik, quienes ocuparon carteras ministeriales
relevantes, como Hacienda y Minería, desde las cuales terminaron de
construir el andamiaje de dependencia económica y tecnológica que a
Washington le interesaba.
Al acercarse el
Bicentenario, Chile, merced a los desvelos de la Concertación
mayordomil, se percató que ya no era dueño de nada, pues todo lo que
existe sobre y bajo su suelo pertenece a empresas y personas
extranjeras, amén que su economía responde a las directrices emanadas
del Fondo Monetario Internacional, organismo que como bien sabemos
obedece a las veleidades del gobierno de los Estados Unidos de
Norteamérica.
Chile es hoy como una casa cuyo
dueño la ha entregado a manos de extraños, los que la implementaron con
tecnologías varias, pero el propietario debe usar una tarjeta de crédito
para tener acceso a ellas (las cuales, por cierto, pertenecen a quienes
‘decoran’ el inmueble). Lo grave es que el propietario debe pagar para
tener derecho a usar –en su vivienda- el comedor, el baño, dormitorio y
salón…y si el dueño carece de dinero, simplemente no puede siquiera
ingresar a lo que es, todavía, ‘su’ casa, la que en su estructura básica
de muros, techumbre y terreno, le sigue perteneciendo en términos
nominales, pero el uso, abuso y usufructo de la misma pertenece a otros.
Así está el Chile de hoy. En eso convirtió al país la Concertación
asociada a la derecha económica y al viejo pinochetismo.
Pero,
hay gente que manifiesta no sólo acuerdo con lo anterior sino, en
algunos casos, felicidad. Existen chilenos que, por cierto, no se
alarman ni inquietan ante la posibilidad de que su patria pierda la
escasa identidad nacional que aun le resta, y pase a depender, completa e
inexorablemente, de una potencia extranjera que, no hay dudas al
respecto, mira a Chile sólo como un granero o un paño de tierra del cual
extraer recursos que esa potencia requiere para satisfacer las
necesidades de su gente.
Este tipo de chilenos
es el que decidió sacar a los mayordomos del palacio para entregarlo a
los patrones de los llamados 'progresistas' renovados, vale decir, a
los derechistas. Este tipo de chilenos es el que desea aumentar el grado
de dependencia con EEUU y las empresas transnacionales. Este tipo de
chilenos es el que no pone ni jamás pondrá oposición a que los recursos
naturales del país sean expoliados de forma inmisericorde, logrando su
agotamiento total, para que algunos intereses extranjeros y unas pocas
familias criollas se enriquezcan hasta la obesidad.
En
eso estamos hoy. En eso están, punto más punto menos, todas las tiendas
partidistas que conforman el arco político nacional parlamentario,
porque sus dirigentes –anclados a los cargos desde hace décadas- ya han
sido domesticados, amaestrados y esclavizados por los dueños de la
férula mediante el pago de dietas voluminosas o, también, entregándoles
una servilleta para que la usen recogiendo las migajas que caen de la
mesa donde cenan y liban los poderosos.
Hoy, esos yanaconas sollozan y lloran con desconsuelo y amargura. Miran a través de las ventanas del palacio y añoran los tiempos en que ocupaban sus aposentos. Se quejan amargamente acusando a los derechistas de haberles copiado los planes y los programas que alguna vez tuvieron en sus manos pero que fueron incapaces de consolidar.
Hoy, esos yanaconas sollozan y lloran con desconsuelo y amargura. Miran a través de las ventanas del palacio y añoran los tiempos en que ocupaban sus aposentos. Se quejan amargamente acusando a los derechistas de haberles copiado los planes y los programas que alguna vez tuvieron en sus manos pero que fueron incapaces de consolidar.
A su vez,
los derechistas, desde el interior del palacio, les recuerdan a sus ex
mayordomos que esos planes provienen de la época dictatorial, de los
años ’chicaguianos’, así que mal puede la Concertación atribuirse
paternidad sobre asuntos que siempre han sido prohijados por magnates
neoliberales sin Dios, patria ni ley.
En estos
dimes y diretes al pueblo le queda más claro cada día que Alianza y
Concertación son dos cuerdas para el mismo trompo capitalista, las que
se hermanan en la expoliación de los recursos naturales y en meterle el
dedo a la boca a diecisiete millones de chilenos que siguen creyendo en
las ‘bondades’ del sistema neoliberal en lo económico y binominal en lo
político, haciendo difícil cualquier cambio en serio que pudiesen
pretender nuevos grupos y referentes.
Por ello,
si la Concertación hoy llora, lo hace sólo porque la enorme teta
fiscal se ha alejado de sus labios, y no porque el pueblo haya quedado
–una vez más- en la estacada.
Fuente, vìa :
http://www.kaosenlared.net/noticia/concertacion-lagrimas-cocodrilos-como-pecas-pagas
http://www.kaosenlared.net/noticia/concertacion-lagrimas-cocodrilos-como-pecas-pagas
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