domingo, 4 de julio de 2010

Chile : Algunas razones del deterioro y devaluación de la política Las tiendas partidistas no han querido reflexionar respecto de las causas de la pésima imagen de la política en Chile. Es hora de que lo hagan, o se apresten a ser reemplazadas por otros referentes Arturo Alejandro Muñoz |

http://www.terra.cl/actualidad/especiales/2010/terremoto/fotos/bandera-chilena.gifQUE EL MUNDO gira y cambia, nadie lo duda. Gira y cambia. Cambia el mundo, desde la perspectiva geográfica, y cambia la gente desde el punto de vista cultural y tecnológico. Cambia, todo cambia, así reza la canción compuesta en Suecia por el chileno Julio Numhauser, e inmortalizada por la inigualable voz de ‘la negra’ Mercedes Sosa.
Sin embargo, esa canción y lo que al inicio de estas líneas aparece como una verdad absoluta, tienen un talón de Aquiles, una golondrina que no hace verano, o la excepción a la regla…pues las tiendas partidistas no han experimentado cambios sustantivos en su forma de hacer política, en sus discursos, en sus ‘trampitas demagógicas’, en sus promesas al voleo, ya que llevan décadas aplicando los mismos teoremas y teatralizando las mismas falsas imposturas con que acostumbran atrapar incautos.
En corrillos y oficinas de los parlamentarios, así como en las entrevistas que estos dan a los medios de prensa, es habitual escuchar, discursiva y majaderamente, el término “transparentar”, al cual se refieren con una devoción que roza el misticismo.Sin embargo, al mismo tiempo, quienes se azotan el cuerpo y rasgan vestiduras exigiendo transparencia en el accionar político, se lanzan religiosamente al río de los chamullos,al lago de los enredos lingüísticos y al océano de las mentiras ocultas en el lenguajeo.
Es lo que en un ya viejo Ensayo bauticé como “centrinaje”, al que definí de la siguiente manera en ese texto: “”En una especie de acuerdo no escrito ni discutido, funcionarios de la monarquía, militares y curas llegados a Chile desde España a finales del siglo XVI, se dejaron engullir por conveniencia y empinaron sus pelucas sobre la turba armada (de aventureros y delincuentes que ya se habían instalado en este territorio) para dirigirla. A partir de ese momento, todos, sin excepción, decían lo que no pensaban, hacían lo que no decían y pensaban lo que callaban. Había nacido el centrinaje.”” 
Ello continúa hoy tan incólume como siempre, especialmente en la política partidista donde todos, sin excepción, dicen lo que no piensan, hacen lo que no dicen y piensan lo que callan. En nuestra época actual esto tiene un nombre menos burdo, más rimbombante pero igualmente falaz: se le conoce como “lo políticamente correcto”.
Este término ha permitido zarandear la verdad, reemplazándola por mentiras piadosas y engaños sutiles, cuestiones que la inmensa mayoría de las personas que se dedican a los afanes políticos acostumbran utilizar sin ambages ni posteriores arrepentimientos. Nadie dice lo que piensa, ni hace lo que dice. Es la política chilena en el más profundo de sus actos. Lo grave, lo delicado, estriba en que la ciudadanía es consciente de que se le engaña descaradamente una y otra vez,o mejor dicho, que se le tima a calzón quitado en cada campaña; pero aun a sabiendas de ello, y más aun habiéndolo confirmado personalmente, esa misma ciudadanía sigue sufragando –con actitud bovina en lo político- por aquellos que mejor mienten. Algo no funciona en este escenario, algo –y de significativo volumen- lleva sobreviviendo décadas con pronóstico de autopsia sin que nadie haya osado siquiera insinuarle la jubilación.
JUVENTUD, DIVINO TESORO
La quejas abundan al momento de referirse al desinterés alarmante que la juventud muestra por estas materias, sin embargo no ha habido tampoco seriedad en las tiendas partidistas a la hora de analizar  la situación, procurando reflexionar en profundidad respecto de las razones que inundan las almas juveniles para colocarlas de frente a la política como si fuera esta una enemiga odiada.
Quienes trabajen –o lo hayan hecho- en actividades profesionales que digan relación con la adolescencia y la juventud, tendrán que acordar con el suscrito en cuanto a que la muchachada se distingue precisamente por usar y abusar de aquello que espera del resto de la sociedad: exteriorizar pensamientos, ideas, deseos y proyectos sin cortapisas, aunque algunos de estos elementos puedan parecer poco ‘civilizados cristianamente’ a un sector determinado del cuerpo social. En rigor, a la juventud le gusta escuchar y decir la verdad desnuda, así como explicitar y oír opiniones sin impermeables ni guarniciones del tipo ‘políticamente correctas’.
Es aquí donde resbalan los políticos. Amantes del discurso fácil, golpeado, acusador, controversial, dejan sin mención sus verdaderos pensamientos sobre tal o cual materia, ya que esa ‘pelea’ fútil y farandulera con sus supuestos adversarios les permite esconder intenciones para sacarlas a flote una vez que los ciudadanos hayan pisado el palito transformándose de nuevo en ‘ciudadasnos’.
¿Cuántos parlamentarios votan en el Congreso contra su propia idea y opinión en determinadas materias para, simplemente, dar cumplimiento a la orden de partido que procura “consensos políticamente (de nuevo) correctos’, pero que favorecen en exclusiva sólo a un ínfimo porcentaje de la población y al máximo porcentaje de los predadores transnacionales? Y después de tamaña maldad, esos agentes encubiertos del engaño y el timo quieren que los jóvenes crean y confíen en ellos. ¡¡Caraduras!!
Junto a lo anterior, esos políticos se encabritan si las críticas arrecian y sus nombres son vapuleados en la prensa independiente (en la ‘oficial’ ni pensarlo, porque esa es la que desinforma, y pertenece a los amos de aquellos politicastros ya mencionados). Gracias al Altísimo existe algo de prensa independiente vía Internet, pues a través de ella se informa hoy gran parte de nuestra juventud…de lo contrario, si no existiera esa prensa, nuestros jóvenes ya habrían sido embaucados por los profesionales de la mentira y formarían parte del rebaño actual de desinformados sufragantes. Aclaro que al mencionar el término ‘juventud’ en estas materias políticas, estoy refiriéndome a mujeres y hombres cuyas edades fluctúan entre los 18 y los 30 años.
Por otra parte, temas valóricos relevantes como el aborto, el matrimonio homosexual, la marihuana, el divorcio (con una legislación moderna, y no de la época del charleston como la actual), encuentran en la mayoría de los jóvenes una opinión muy alejada de aquella que tiene el establishment dominado por una curia eclesiástica que se caracteriza por cometer pecados mucho mayores que cualquier desliz juvenil. Por una curia que, en estricto rigor, nada tiene que hacer en materias legislativas, pero que los políticos del duopolio binominal Alianza-Concertación dejan que se inmiscuya a placer, pese a que la juventud (y también la sociedad toda) sabe que muchos de esos sacerdotes han creído que El Vaticano prohibió el aborto, pero no prohibió ni castigó –hasta hace poco tiempo- el que ellos violaran niños a destajo y voluntad bajo el amparo y cobijo de la autoridad civil. Resulta entonces que a esos mismos ‘curitas’ se les permite vetar “moralmente” proyectos de ley.
La juventud es menos dócil que el resto del cuerpo social y, por lo tanto, se inclina de preferencia hacia la entrega de la verdad absoluta de sus pensamientos y posiciones, guste o disguste a algunos de aquellos mentecatos que a violadores, pederastas y ladrones les abren las puertas del legislativo. De este tema los jóvenes avanzan hacia otros, como es el de la libertad de expresión, prensa, opinión y pensamiento, sin los cuales la democracia no existe.
A este respecto bien vale una mención especial. En el diario digital “El Mostrador”, en un artículo escrito por Francisco Javier Díaz refiriéndose al frío saludo de Marcelo Bielsa a Sebastián Piñera en La Moneda, se puede leer el siguiente párrafo:
“”Al Presidente de la República se le respeta, pero el Presidente debe hacerse respetar también. Que no se mal entienda: el Presidente en una sociedad democrática debe estar expuesto al más alto estándar de escrutinio. Nadie puede, so pretexto de cuidar la imagen o autoridad presidencial, pretender acallar a las voces críticas. Los políticos, los medios, los analistas y la sociedad toda, deben gozar de la más irrestricta libertad para cuestionar a la autoridad en cuanto les plazca. La crítica puede ser feroz; puede incluso ser injusta muchas veces, pero el sólo hecho de que ésta pueda expresarse en plena libertad hace más fuerte a la democracia.””
Nadie lleva ‘el respeto’ adosado al cuerpo como si fuera un apéndice, pues el respeto se va construyendo día a día en una rutina que sólo la sociedad puede evaluar. Así, cuando ni más ni menos es el mismísimo Presidente de la República quien enfrenta con irresponsable liviandad (o tal vez con exceso de soberbia y veleidad) el conflicto de intereses que aun persiste en algunas de sus empresas (Chilevisión es el caso emblemático todavía), o hace de bufón y payaso al acarrear cámaras y flashes a las zonas devastadas por el terremoto para realizar allí un verdadero “extreme show over”, asegurando luego que el suyo es un gobierno políticamente serio, mientras un gran sector de la ciudadanía –pero de aquella ciudadanía informada- comienza a pensar que a Chile le ha caído otro Bucaram, es imposible no concluir en una opinión profundamente negativa del mandatario y su lectura de la política.
Los muchachos en edad de sufragar, mayoritariamente, creen a pie jutillas en lo que aquí ya se ha dicho, y por ello ponen en tela de juicio gran parte de lo que la prensa ‘oficial’ publica (entiéndase por tal a EMOL, COPESA y la Televisión abierta), aplicándole la muy conveniente duda cartesiana a sus portadas, editoriales, programas y noticieros, que confrontan con aquellos artículos y columnas que los medios digitales ofrecen gratuitamente. ¿Quién pierde?, la política de lo ‘correcto’, por cierto, ya que se asemeja a lo deshuesado, a lo esclavizado mentalmente, a lo traidor y antichileno, al ser ella responsable de la depredación ambiental, social, económica y laboral que la juventud observa y comprueba en el día a día.
FARÁNDULA Y POLÍTICA
Muy pocos chilenos se atreverían a afirmar ante una cámara de televisión, o una grabadora de algún periodista, que aman la farándula y consideran que ella “le hace bien al país”. No obstante, son precisamente los programas televisivos de la menguada farándula nacional los que obtienen las más altas sintonías, y los diarios que ilustran sus portadas con cotilleos y cahuines faranduleros los que más venden. Tragicómico, propio de un relato de Ionesco, pero ajustado a la realidad nacional.
Al igual que usted, también he escuchado y leído en repetidas ocasiones que la política actual se ha farandulizado, lo que a mi juicio constituye un severo agravio a…la farándula. ¿Por qué? Si algo realmente rescatable tiene esta actividad de las variedades es su franqueza –su desnuda y burda franqueza casi rayana en la injuria-, de allí el interés que despierta en los chilenos por leer o enterarse al respecto. La verdad desnuda y ácida, así como el explicitar sin tapujos sus opiniones, convierte a la farándula criolla en una de las actividades con más seguidores en el territorio nacional. Tiene mucho ‘cahuín’, es cierto, pero también mucha honestidad en las declaraciones y acciones.
La política, en cambio, actividad en extremo importante para el desarrollo de la nación, busca lo contrario: mentir, disfrazar, obnubilar, engañar…y ella dice que lo hace “en beneficio de nuestro país”, con lo que finalmente privilegia que otros se lleven el país a sus faltriqueras, mientras los habitantes de esta larga faja de tierra quedamos cada vez más retrasados, política y socioeconómicamente, respecto de aquel mundo al cual los mismos políticos dicen que debemos aspirar.
Es por tal razón entonces que los políticos tendrían que  reflexionar seriamente respecto de estos temas, y procurar un cambio drástico en su accionar. Ello es plenamente posible. Basta comenzar con la verdad como estandarte. Y no estamos hablando aquí de verdades a medias, sino de aquellas que se desglosan de las opiniones reales, auténticas, íntimas, que parlamentarios y políticos de todos los colores y pelajes tienen respecto de las materias que interesan a los chilenos.
Si se está de acuerdo con legalizar la marihuana, díganlo. Si se cree que el aborto es un asunto que debe ser decidido únicamente por la mujer que está en situación de embarazo no deseado, díganlo. Si se piensa que el imperio norteamericano es un depredador y merece que le den una zurra de vez en cuando, díganlo. Si se cree que la iglesia católica es quien debe decidir leyes sobre temas valóricos, díganlo. Si la opinión de un político o una autoridad política es favorable al apoyo a los militares y civiles que en dictadura estuvieron comprometidos en detenciones, torturas y asesinatos, díganlo (y no traten de ‘sorprender’ al país nominando a esos personajes a escondidas de la opinión pública, mientras se jura a la nación que ‘nunca haría el gobierno algo semejante’). Hablen con la verdad. Eso se agradece y se aplaude, aunque no se comparta. De ello se trata realmente la actividad política decente, democrática y seria. .
Por último, que sean sólo los diplomáticos profesionales quienes queden como únicos propietarios de las mentirillas de regular fe, pero el resto de los dirigentes y militantes de las tiendas partidistas deben, necesariamente, deshacerse de las trabas ‘políticamente correctas’ y comenzar, de una buena vez, a hablar con la verdad aunque ella no sea aceptada por aquellos minoritarios sectores que siempre han actuado al amparo del doble estándar medieval.

La juventud y la nación lo agradecerán y podrían volver a confiar en la política.
fuente, vìa :
www.kaosenlared.net/noticia/algunas-razones-deterioro-devaluacion-politica

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