Lula ha planteado la paradoja correctamente. Si el presidente electo Santos quiere mejorar las relaciones con Venezuela, ¿por qué el presidente saliente Uribe genera un conflicto potencialmente bélico con Caracas? La respuesta a este comportamiento contradictorio radica en la futura situación carcelaria de ambos presidentes que comparten un largo historial delictivo: Uribe se encuentra muy cerca de la cárcel, Santos estará protegido cuatro años más por su investidura de Presidente.
En el expediente
criminal de Álvaro Uribe hay dos delitos que se están convirtiendo en la
espada de Damocles de la justicia colombiana e internacional contra el
pronto ex Presidente. El 9 y 13 de julio del presente, Uribe fue
acusado por primera vez directamente por los casos de espionaje
telefónico y seguimiento a personalidades de la alta política
colombiana. La acusación fue hecha, nada menos, que por el ex Director
General del Área de Inteligencia de la policía secreta del régimen,
“DAS”, Fernando Alonso Tabares Molina. Siendo la justicia colombiana una
honrosa excepción a la mayoría de las justicias clasistas corruptas de
América Latina, es muy posible que esta vez Uribe no se escape de la
responsabilidad de haber creado un proto-Estado paramilitar-narco, a la
sombra del Estado oficial; coordinado desde la Presidencia y el DAS.
Más
grave aún es que el 22 de julio del presente, diputados y senadores del
Congreso de la República, junto con 21 parlamentarios europeos y
representantes de organizaciones de Derechos Humanos de Colombia,
constataron en el municipio de la Macarena, Departamento del Meta, un
cementerio clandestino con, posiblemente, unas 1.500 víctimas de la
Fuerza Armada de Colombia y sus aparatos paramilitares. La fosa común se
encuentra al lado de una brigada del Ejército que ha recibido apoyo del
Plan Colombia. La reacción de Uribe al descubrimiento consistió en su
habitual método de amenazar e intimidar. Esas acusaciones, dijo, las
estan haciendo “voceros del terrorismo para poderse recuperar”. Se le
olvidó que con los parlamentarios europeos, sus métodos terroristas no
van a funcionar.
Hoy día está claro que la ejecución del “Plan
Colombia” por Uribe, es una cadena interminable de crímenes de lesa
humanidad, moldeada según el modelo de holocausto de Washington en
Vietnam, con su Operation Phoenix, que asesinó a 75.000 cuadros vietnamitas; el body count,
es decir, la matanza de civiles en beneficio de soldados y oficiales,
que en Colombia reaparece ---con una tasa de impunidad del 98.5%---
como la política de “falsos positivos”; la “separación del pez del
agua”, o sea, del guerrillero de la población campesina, que ha
producido más de cuatro millones de desplazados y refugiados en
Colombia; finalmente, el vano intento bélico de destruir la retaguardia
del Movimiento de Liberación Nacional (Vietminh) que llevó a la invasión
militar de Laos y Camboya y, en Colombia, a la intervención militar
contra Ecuador y la planeada agresión contra Venezuela.
Paso a
paso, esos crímenes saldrán del anonimato creado por el poder
oligárquico colombiano y alcanzarán a sus autores, tal como está
sucediendo con los asesinos militares y policiacos del Cono Sur. Santos
ya tiene una orden de captura en su contra en Ecuador, desde el
26 de abril del 2010, que solo podrá neutralizar a través de un
arreglo político. Si no llega a ese quid pro quo, quedará desprotegido jurídicamente una vez que deje la Presidencia.
Cuando
el dictador Pinochet dejó la presidencia chilena, en 1990, pasaron ocho
largos años antes de que fuera detenido en Londres. No cabe duda, de
que el futuro carcelario de Uribe y Santos se resolverá en un plazo
mucho más corto. Sin embargo, la diferencia clave entre ambos radica en
que a Santos le quedan cuatro años para salvarse, mientras que Uribe se
quedará en diez días desamparado institucionalmente. Por eso, la
estrategia de Santos para salvar su pellejo será un arreglo político
interno y con los vecinos, que incluiría un indulto para los
violadores de derechos humanos de las últimas décadas.
Uribe ya
no tiene esta oportunidad. De ahí, que busca su salvación en un
peligroso escenario de conflicto y guerra, que coincide
estructuralmente con los intereses de Washington. Cuál de las dos
estrategias se impondrá, dependerá de una serie de factores
internacionales (Irán, Corea), de la firmeza de los gobiernos
progresistas latinoamericanos frente a Washington y de la actitud de los
pueblos latinoamericanos.
fuente, vìa :
http://www.kaosenlared.net/noticia/uribe-quiere-guerra-para-evadir-carcel
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