Sobre fondo blanco e inmaculado, dice en la página web del proyecto Mina Invierno, de Minera Isla Riesco,
que se planea la explotación a rajo abierto, para producir anualmente
entre 3 y 6 millones de toneladas de carbón sub-bituminoso (de baja
capacidad calórica) por un plazo de hasta 30 años. La inversión, de 200 a
300 millones de dólares, incluye un puerto para despachar el mineral al
norte; con esto se espera disminuir la dependencia nacional de fuentes
extranjeras, que hoy constituyen casi el total de la oferta. Se anuncia
además que durante la construcción se crearán mil empleos, para bajar en
las próximas décadas a unos 400 directos y 300 indirectos. Agregan en
la sección Medio Ambiente que éste es de “vital importancia”, y que van a
aminorar el impacto “restituyendo la capa vegetal al término de la
explotación”. En cuanto a las relaciones con la comunidad, aseguran
seguir la “política del buen vecino”.
¿Qué es lo que habría que agregar a la
blanca e inmaculada página? Vamos por orden. Luego de siglos de minería
de carbón sub terra, graficada en las novelas de Baldomero Lillo y en los dibujos de Van Gogh
(en carboncillo, valga la ironía), hoy la tendencia son las minas en
superficie, del tipo propuesto aquí. Menos peligrosas para los
trabajadores, que antes morían por miles reventados por el gas grisú o
con los pulmones tapados de hollín, estas últimas tienen sin embargo un
mayor impacto en el medio ambiente. Como lo acredita la fundación Environmental Literacy Council,
explotar el carbón a rajo abierto provoca no sólo erosión y pérdida de
hábitat, sino que además contamina el aire con partículas tóxicas y
exige remover cantidades enormes de suelo. Para darse una idea, para
obtener una tonelada de carbón se calcula que hay que sacar 25 toneladas
de tierra. Suponiendo que Mina Invierno alcance su máxima producción
anual de seis millones de toneladas, se extraerían… ¡150 millones de
toneladas de tierra cada año! O sea, ¡4.500 millones de toneladas en las
tres décadas que se la quiere hacer producir! ¿A dónde irían a parar?
Nada se ha dicho, pero probablemente el montículo podría pasar a formar
parte de las altas cumbres de la Cordillera Riesco.
Prosigamos. Parte clave de la inversión
se destinará a construir un puerto para despachar desde allí el mineral
adonde lo necesitan, o sea, lejos de aquí, a las centrales
termoeléctricas de la zona norte y centro. Éstas son generadoras como
ninguna de emisiones de carbono, que Chile se comprometió a reducir en
la cumbre de Copenhague en 2009. Como dato anecdótico, los grupos
económicos Angelini y Von Appen,
dueños de Minera Isla Riesco, suman juntos un 50 por ciento de
participación en Guacolda, la mayor importadora de carbón en Chile y
abastecedora de energía para la cuarta región.
En lo referente a empleos, nada se
detalla acerca de la calidad de éstos o de cuántos serán para
magallánicos. Como suele ocurrir con los proyectos mineros, además, la
creación de trabajos es modestísima con relación a la inversión y a las
ventas.
Si el medio ambiente les concierne, es
por lo menos curioso que la única medida mencionada para paliar los
efectos negativos de explotar una mina a rajo abierto de 500 hectáreas y
180 metros de profundidad sea plantar pasto al final. Falta también
aclarar qué se hará con el drenaje ácido generado, que contamina las
fuentes de aguas subterráneas y superficiales. Si un plan de mitigación
ni se nombra en la página web, es de esperar que exista al menos en el EIA presentado ante la Corema.
Por último, cabe preguntarse qué se
entiende por política del “buen vecino”. Los cuarteles generales de la
compañía quedan en Avenida el Bosque Norte 500, Las Condes. En Punta
Arenas sólo tienen una oficina y una casilla.
Uno de los directores de Minera Isla
Riesco declaró que este proyecto, junto con Hidroaysén, constituían las
dos grandes promesas con las que contaba Chile para paliar el problema
de la energía. No creo que ni el uno ni el otro sean la solución.
Mientras éste se plantee desde la perspectiva de la oferta, ni el
carbón, ni la mega-hidroelectricidad, ni siquiera una central nuclear
darán abasto. Lo que hay que hacer más bien es ver cómo reducir la
demanda, optimizando e incentivando esa optimización, por ejemplo, con
subsidios a construcciones con aislación adecuada y paneles solares. La
tierra ya está bien caliente. ¿Para qué echarle más carbón?
Fuente: alejandramancilla.wordpress.com
Publicado originalmente en Diario El Magallanes
http://www.elciudadano.cl/2010/07/26/el-lado-oscuro-del-carbon/
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