Nota del editor:
Hoy, 27 de enero, es el segundo aniversario de la muerte de Howard Zinn.
Activo participante en el movimiento en favor de los derechos civiles,
fue despedido en 1963 de su puesto como profesor titular en el Spelman
College de Atlanta después de ponerse de lado de los estudiantes negros
en su lucha en contra de la segregación. En 1967 escribió el primer y más influyente de los libros que pedía acabar con la guerra de Vietnam. Veterano de las fuerzas aéreas estadounidenses, editó The Pentagon Papers, filtrado desde dentro de esta organización por Daniel Ellsberg y más tarde fue considerado por el FBI un “riego extremo para la seguridad”.
Su éxito de ventas, La otra historia de Estados Unidos*, generó
un nuevo campo de estudio histórico: las historias de las personas.
Este enfoque contrarrestaba el examen triunfalista tradicional de la
“historia escrita por los vencedores” y se concentraba en cambio en las
personas pobres y aparentemente sin poder, aquellas que resistieron a la
hegemonía imperialista, cultural y corporativa. Zinn fue un activista
social, escritor e historiador laureado con varios premios, por
consiguiente, ¿quién mejor para compartir su recuerdo que su buen amigo e
intelectual de enorme talla como él, Noam Chomsky?
Cambridge, Mass –
No me resulta fácil escribir sobre Howard Zinn, el gran activista e
historiador estadounidense. Fue un amigo muy cercano durante 45 años.
Nuestras familias también fueron muy cercanas. Su mujer Roz, que había
muerto de cáncer no mucho antes, fue una persona maravillosa y una gran
amiga. También resulta sombrío darse cuenta de que toda una generación
parece estar desapareciendo, incluyendo varios viejos amigos: Edward
Said, Eqbal Ahmed y otros, que fueron no solo perspicaces y productivos
estudiosos sino también militantes entregados y valientes, siempre
dispuestos cuando se les necesitaba, lo que era constante. Una
combinación que es esencial si se espera una supervivencia decente.
Las notables vida y obra de Howard se resumen mejor en sus propias palabras. Explicaba que su preocupación fundamental era “las
innumerables pequeñas acciones de personas desconocidas” que
están en el origen de “aquellos grandes momentos” que entran en el
registro histórico, un registro que será profundamente engañoso y
carecerá gravemente de poder si se le separa de estas raíces mientras
pasa por los filtros de la doctrina y el dogma. Su vida siempre estuvo
estrechamente entrelazada con sus escritos y con innumerables charlas y
entrevistas. Estaba entregado desinteresadamente a otorgar poder a las
personas desconocidas que provocaron grandes momentos. Esto era cierto
cuando era un trabajador industrial y activista obrero, y desde los
días, hace 50 años, en que era profesor del Spelman College en Atlanta,
Georgia, un facultad negra que en gran parte estaba abierto a la pequeña
elite blanca.
Cuando enseñaba en Spelman, Howard apoyó a los
alumnos y alumnas que estaba a la vanguardia del movimiento en favor de
los derechos civiles en sus primeros y más peligrosos días, muchos de
los cuales llegaron a ser muy conocidos años después (Alice Walker,
Julian Bond y otros) y que le querían y veneraban, como le ocurría a
cualquier persona que le conociera bien. Y, como siempre, no se limitó a
apoyarlos, lo cual ya era bastante raro, sino que también participó
directamente con ellos y ellas en las campañas más arriesgadas, que no
eran fáciles de emprender en aquella época, antes de que hubiera ningún
movimiento popular organizado y ante la hostilidad del gobierno durante
varios años. Finalmente, se inflamó el apoyo popular, en gran parte
gracias a las valientes acciones de los jóvenes que hacían sentadas ante
los mostradores de lugares donde se servían comidas, conducían
autobuses de la libertad, organizaban manifestaciones, se enfrentaban al
amargo racismo y a la brutalidad, y a veces a la muerte**.
Para
principios de la década de 1960 estaba tomando forma un movimiento
popular de masas, con Martin Luther King en un papel de dirigente, y el
gobierno tuvo que responder. Como recompensa a su valor y honestidad,
Howard fue expulsado inmediatamente del college en el que enseñaba. Unos
pocos años más tarde escribió de forma regular en el Comité de
Coordinación de los Estudiantes No Violentos SNCC (por sus siglas en
inglés), la principal organización de aquellas “personas desconocidas”
cuyas
“innumerables pequeñas acciones” desempeñaron un papel tan
importante en la creación de la corriente de opinión que permitió a
Martin Luther King ganar una influencia significativa (como estoy seguro
que él habría sido el primero en decir) y llevar al país a cumplir las
enmiendas constitucionales de un siglo antes que teóricamente concedían
derechos civiles elementales a los antiguos esclavos; al menos hacerlo
parcialmente, pues no hay ni que insistir en que queda mucho camino por
hacer.
Una influencia civilizadora
En el ámbito
personal, llegué a conocer bien a Howard cuando fuimos juntos a una
manifestación en favor de los derechos civiles en Jackson Mississippi
(creo que) en 1964, que incluso en una fecha tan tardía fue una escena
de un violento antagonismo público, de brutalidad policial e
indiferencia, o incluso cooperación, con las fuerzas de seguridad por
parte de las autoridades federales, a veces de un modo un tanto
chocante.
Después de ser expulsado del
college de Atlanta
en el que enseñaba, Howard vino a Boston y pasó el resto de su carrera
académica en la universidad de Boston, donde fue, estoy seguro, el
miembro del campus universitario más admirado y querido, y el blanco de
un amargo antagonismo y de una crueldad mezquina por parte de la
administración. Sin embargo, en los últimos años, después de su
jubilación, obtuvo el honor y el respeto públicos, que siempre habían
sido abrumadores entre los alumnos, el personal de la universidad, gran
parte de la facultad y la comunidad en general. Mientras estuvo ahí,
Howard escribió los libros que le dieron una bien merecida fama. Su
libro
Logic of Withdrawal, de 1967, fue el primero que expresó
clara y firmemente lo que muchos apenas empezaban a contemplar: que
Estados Unidos no tenía derecho siquiera a pedir un acuerdo negociado en
Vietnam, lo que dejaría a Watshington con el poder y un control
sustancial del país que había invadido y que para entonces ya había
destruido en gran parte.
En vez de ello Estados Unidos tenía que
hacer lo que todo agresor debería hacer, retirarse y permitir que en
cierto modo la población reconstruyera como pudiera a partir de las
ruina y si fuera posible llegar a un mínimo de honestidad, pagar unas
reparaciones masivas por los crímenes que habían cometido los ejércitos
invasores, unos vastos crímenes en este caso. El libro tuvo una enorme
influencia entre el público aunque a día de hoy los círculos cultivados
apenas pueden comprender siquiera su mensaje, lo que indica el trabajo
tan necesario que tenemos ante nosotros.
Es muy significativo que
entre el público general de la época del final de la guerra, un 70%
considerara la guerra “fundamentalmente equivocada e inmoral”, no un
“error”, lo cual es una cifra notable considerando el hecho de que
apenas se podía expresar una insinuación de este pensamiento en la
opinión dominante. Los escritos de Howard (y, como siempre, su destacada
presencia en protestas y en la resistencia directa) fueron un factor
fundamental en la educación de gran parte del país.
En aquellos
mismos años Howard también se convirtió en uno de los más destacados
partidarios del movimiento de resistencia que se estaba desarrollando.
Fue uno de los primeros signatarios del Llamamiento a Resistir a la
Autoridad Ilegítima (
Call to Resist Illegitimate Authority)
y estuvo tan cercano de las actividades de [la organización] Resistir
que fue prácticamente uno de los organizadores. También participó
enseguida en las acciones de asilo que tuvieron un notable impacto para
impulsar la protesta en contra de la guerra. Howard siempre estaba ahí
donde se le necesitara (charlas, participación en desobediencia civil,
apoyo a personas resistentes, dar testimonio en juicios).
“La historia desde abajo”
Aún más influyente a largo plazo que los escritos y acciones de Howard en contra de la guerra fue su imperecedera obra de arte,
La otra historia de Estados Unidos,
un libro que literalmente cambió la conciencia de una generación. En
ella desarrolló con cuidado, lucidez y de forma exhaustiva su mensaje
fundamental acerca del papel crucial de personas que siguen siendo
desconocidas en llevar adelante la interminable lucha por la paz y la
justicia, y acerca de las víctimas del sistema de poder que crea su
propia versión de la historia y trata de imponerla. Posteriormente, sus
“Voces” de la Historia del Pueblo, ahora una aclamada producción teatral
y de televisión, ha llevado a muchas personas la palabras reales de
aquellas personas olvidadas o ignoradas que desempeñaron un papel tan
valioso en crear un mundo mejor.
El logro único de Howard en
sacar las acciones y voces de personas desconocidas de las profundidades
a las que habían sido confinadas mayoritariamente ha generado una
enorme investigación histórica que sigue un camino similar, centrada en
periodos críticos de la historia de Estados Unidos y que se vuelve
también a otros países, lo que es muy bienvenido. No es algo
completamente novedoso (anteriormente hubo investigaciones eruditas
sobre temas particulares) pero no son en absoluto comparables a la
amplia e incisiva evocación que hace Howard de la “historia desde
abajo”, que compensa las omisiones críticas en cómo se ha interpretado y
transmitido la historia de Estados Unidos.
El entregado
activismo de Howard siguió, literalmente sin descanso, hasta el mismo
final, incluso en sus últimos años, cuando padecía graves dolencias y
una pérdida personal (aunque a duras penas se supiera cuando uno se
encontraba con él o lo veía hablar incansable ante audiencias cautivadas
por todo el país). Ahí donde había una lucha por la paz y la justicia,
Howard estaba ahí, en primera línea, inagotable en su entusiasmo e
inspirador en su integridad, compromiso, elocuencia y decencia pura.
Resulta difícil calcular cuántas vidas de personas jóvenes y en qué
grado se vieron afectadas por sus logros, tanto en su trabajo como en su
vida.
Hay lugares en los que la vida y obra de Howard tuvieron
una resonancia especial. Uno de ellos, que debería ser mucho más
conocido, es Turquía. No conozco otro país en el que destacados
escritores, artistas, periodistas, académicos y otros intelectuales
hayan reunido un récord tan impresionante de valor e integridad en
condenar crímenes de Estado e ir más allá para emprender la
desobediencia civil para acabar con la opresión y la violencia, haciendo
frente a una fuerte represión y a veces padeciéndola, para volver
enseguida a la tarea.
Es un récord honroso, único que yo sepa, un
récord del que el país debería estar orgulloso. Y uno que debería ser un
modelo para otros, del mismo modo que la vida y obra de Howard Zinn son
un modelo inolvidable, que con toda seguridad deja una huella
permanente en la forma de enternder la historia y en cómo se debería
vivir una vida decente y honorable.
*
A People's History of the United States , traducción al castellano de Toni Strubel, La otra historia de Estados Unidos, Hondarribia, Hiru, 2005, edición revisada y corregida por el autor.
** Howard Zinn habla de estos años y estas luchas en su libro
Nadie es neutral en un tren en marcha, Hondarribia, Hiru, 2001
Noam
Chomsky es profesor emérito del Departamento de Lingüística y Filosofía
del MIT. Es autor de varios libros políticos de gran éxito, incluyendo 9-11: Was There an Alternative? (Seven Stories Press),
una versión actualizada de este clásico, que se acaba de publicar esta
semana con un nuevo ensayo (del que este artículo es una adaptación) en
conmemoración del décimo aniversario de los atentados del 11 de
septiembre.
Una versión de este artículo se publicó originariamente en TomDispatch.com.
Los puntos de vista expresados en este artículo son los del autor y no reflejan necesariamente la política editorial de al Jazeera.
Fuente: http://www.aljazeera.com/indepth/opinion/2012/01/201212382259755885.html
Vìa :
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=143799