Tiene cinco chicos. Evelyn, de 9
cuenta que juega a las escondidas todo el tiempo. ¿De qué males se
esconderá buscando hacerle zancadillas a la oscuridad que la vida le
pone de sopetón frente a sus ojos a cada rato? Brisa, de 7 mira con los
ojos bien abiertos y dibuja en la tierra de la calle mientras que los
otros tres todavía andan correteando la vida con pañales que aguantan
más horas de las debidas. No hay forma, si no.
Está
cansada de que le digan que las garrafas subsidiadas cuestan 18 ó 20
pesos. Lo que olvidan de decirle es que siempre los cupos son
insuficientes y casi nunca se consiguen.
La
vida le cambió, sí. Cómo negarlo. Desde que cobró por primera vez la
asignación por hijo las cosas les fueron mejor a la María y al Carlos.
Pero llega el frío y ya los críos no pueden andar más correteando sin
los pañales y la garrafa dura menos y la noche llega tan pronto que las
horas en el semáforo se le diluyen.
El
economista Claudio Lozano habla de una Canasta Básica Alimentaria de
1100 pesos y una Canasta Básica Total de 1900. Cómo hacen millones de
Marías y de Carlos para sumar pesito tras pesito esos 1100. Menos aún
los 1900 que resultan cifras impensables y desconocidas. La vida no se
mide de esa manera en las barriadas. La vida se mide por día.
Claro
que los 1100 de la CBA se pueblan de polentas y fideos, de arroces y
harinas que llenan las pancitas de torta frita o de panes que duran
mientras duran para mojar en el mate cocido que alarga las esperanzas y
disimula el hambre vieja. “Diga que ellos me comen en el comedor de la
escuela”, dice la María. Pero claro. Todo tiene límite. Hay semanas en
que dos días seguidos de paro o un feriado demasiado largo para la vida
de los márgenes aprietan los estómagos. No hay derechos ni bicentenarios
que la contengan. Hay otros mundos ajenos a su mundo. Su universo está
en su ventana tapada con lona negra. En puerta de tela raída y en un
colchón delgado para los pibes. Ese es su universo y no otro. No entran
en su mundo los hombres que hablan de ella sin saber qué dioses la
descobijan de la buena fortuna. Esa que haría que alguna vez pudiera
sentarse ante una mesa rebosante de riquezas: algún trozo de carne, un
plato de verduras y frutas de color de arcoiris. Por su puerta jamás
pasan esos señores que diseñan o cuestionan los diseños para los días de
los Marías y los Carlos. Y menos aún esos otros que hablan en su
nombre. Jamás sabrá, por ejemplo, que hay un señor que se llama Ernesto
Sanz que dijo que “la asignación universal por hijo se está yendo por la
canaleta de dos cuestiones que el gobierno no sólo que no las ve sino
que muchos de sus aliados intendentes de conurbano lo tapan, el juego y
la droga”. ¿Le importaría más, acaso, si le dijeran que ese señor hace
leyes en su nombre y que dirige los destinos de la Unión Cívica Radical?
Tal
vez si lo supiera, lo miraría con ojos de desprecio. Le diría “no en mi
nombre”. O lo invitaría a sentarse a su mesa. A ir con ella al semáforo
por un par de días, no más. Con un par de días basta para entender. O
lo llevaría a la oficina del Anses a quejarse con ella de las demoras en
la asignación. O a lo mejor le ofrecería el baño que no es porque en
ciertos barrios el excusado es la única realidad cotidiana.
Quizás
le contaría que el único juego de su casa es el de Evelyn, Brisa y los
otros tres cachorros. Y que la salvación llega sólo cuando escucha al
del medio lanzar el grito de piedra libre para todos al que le
encantaría aferrarse pero nunca, nunca llega.
fuente, vìa :
http://www.argenpress.info/2010/05/los-mundos-de-maria.html
http://www.argenpress.info/2010/05/los-mundos-de-maria.html
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