La oposición al gobierno del
derechista Sebastián Piñera ha pasado de la concertación al
desconcierto, no atina un solo paso acertado, se encuentra “groggy” como
esos boxeadores que no alcanzan a reponerse de los golpes, no puede
resarcirse de la derrota y no encuentra una línea de oposición clara.
¿A qué se debe tal situación? El
asunto es complejo y las salidas no se vislumbran con claridad, los
escenarios han cambiado y existen unas especies de imposibilidades para
remontar la situación.
En primer
lugar no se puede dejar de reconocer que el presidente se ha manejado
con gran habilidad política, no ha buscado la confrontación y ha
abordado con un relativo acierto gerencial los problemas de la
emergencia y la reconstrucción que ha planteado el terremoto y el
maremoto recientes.
Por ejemplo
la política de pagar una parte de la reconstrucción con impuestos
temporales a los más pudientes sencillamente ha descolocado a la
oposición que con murmuraciones y a regañadientes no le ha quedado otra
salida que apoyarla.
Pero no
solo eso, en el mensaje presidencial de 21 de mayo el Presidente Piñera
ha anunciado la eliminación progresiva del pago del 7% en salud que
hacían los jubilados y pensionados, cuestión que el supuesto progresismo
de la “concertación por la democracia”en 20 años y sin terremoto no fue
capaz de realizar, por mantenerse en las ortodoxias neoliberales, es
decir más papistas que el Papa.
Podríamos
enumerar algunos otros ejemplos en el mismo sentido del rumbo político
que ha marcado el actual gobierno, pero baste esto para señalar que el
actual régimen se parece más al quinto gobierno de concertación que al
primero de la derecha post dictadura, como se ha expresado en algunos
círculos políticos.
La lectura
que ha hecho el actual presidente de lo que fueron los gobiernos de la
concertación ha sido lúcida, esos gobiernos cual más, cual menos,
gobernaron como buenos administradores del modelo neoliberal dejado por
la dictadura y se corrieron tanto del centro a la derecha que ellos no
necesitan cambiar esa orientación y seguirán gobernando en el mismo
sentido e incluso dándose el lujo de acentuar algunas “políticas
sociales”. La cuestión se hizo explicita en el último mensaje
presidencial cuando llegó a rendirles un homenaje a los ex presidentes/a
por su alto grado de responsabilidad para con el país.
Curiosamente las críticas operativas
más fuertes y las dificultades de gobernabilidad no provienen de los
sectores opositores sino de su propia coalición, en concreto de la UDI
organización de ultraderecha, que se encuentra un tanto desorientada con
el liberalismo del Presidente.
El
actual gobierno imita muchas de la políticas de la ex presidenta
Bachelet por el éxito que le dieron a ella y porque no alteran para nada
el modelo ni la hegemonía neoliberal vigente.
El cuadro que tenemos es de un gobierno represivo, que
mantiene el modelo neoliberal intocado, pero con flexibilidad en algunas
políticas sociales y dialogante con la oposición.
Frente a tal cuadro, a la anterior
alianza gobernante le es difícil articular una oposición coherente sin
salirse del marco de los acuerdos transversales para mantener el
sistema, no pueden oponerse a políticas que ellos mismos sustentaron, no
pueden antagonizar con propuestas distintas ya que inmediatamente surge
la pregunta ¿por qué no lo hicieron cuando fueron gobierno?, de tal
manera que el brete en que se hayan encerrados no es fácil de romper. La
Democracia Cristiana difícilmente puede romper la encrucijada en que se
encuentra puesto que sus diferencias ideológicas con las políticas del
actual gobierno distan mucho de ser insalvables, el socialismo pone
fuerza en una dureza verbal, pero que termina acompañando con sus votos
en el parlamento las iniciativas gubernamentales. De tal manera que de
no suceder hechos que rompan esta articulación su papel será el de
comparsas murmurantes del gobierno derechista.
El rechazo de los trabajadores a dirigentes del PPD y
del socialismo en la manifestación del último primero de mayo es un
indicador de que los sectores avanzados de este sector les reprochan su
prolongada ausencia en los conflictos laborales, mientras fueron
gobierno se distanciaron notoriamente del mundo laboral y ahora el
reencuentro va a ser por lo menos conflictivo.
Una verdadera oposición a este gobierno solo podría
provenir de una crítica profunda tanto al modelo económico, como
político y social y esto es muy difícil que provenga desde los actuales
opositores.
El partido comunista
que lamentablemente se ha amarrado a la oposición en los detalles y no
puede encontrar tampoco un perfil propio, con su presencia en el actual
parlamento no hace sino legitimar la Constitución pinochetista que nos
rige, la actuación de los tres parlamentarios comunistas está condenada a
la impotencia si es que no se ponen a la cabeza de las luchas sociales
que rompan el cerco de la dominación.
El desafío queda planteado para la izquierda
anticapitalista, hay un espacio vacío en la izquierda que es necesario
llenar desde la movilización de los sectores sociales con un claro
programa anti sistema.
fuente, vìa :
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