“Por su forma, aunque no por su contenido,
la lucha del proletariado contra la burguesía es primeramente una lucha
nacional. Es natural que el proletariado de cada país deba acabar en
primer lugar con su propia burguesía”
(Marx-Engels,
“Burgueses y Proletarios”, Manifiesto Comunista)
Mucho
tiempo ha pasado desde que Marx y Engels escribieron la frase que
encabeza esta nota. Mucho ha cambiado el mundo desde entonces. En
nuestro país, la burguesía “nacional” ya no es tal, es una burguesía
“transnacionalizada”. Y, en todo caso, el componente “nacional” es una
mueca, un socio menor, una “cortesana” de la burguesía imperialista
internacional. No hay en ella un proyecto “liberador” desde la
perspectiva “nacional”. Sin embargo, la lucha de nuestra clase obrera
para liberarse de sus cadenas sí tiene un aspecto “nacional”, lo cual
implica que la única forma de ser “nacionalista” en nuestro país es ser
“clasista”. Es decir, la liberación nacional está indefectiblemente
asociada a la acción de la clase trabajadora. No hay otra posibilidad de
liberación de nuestro país.
En estos días, sin
embargo, las clases dominantes hacen gala del festejo de los doscientos
años de la liberación de nuestra sociedad como país, estado y nación,
aunque sea muy difícil hablar de real liberación en esos términos. Los
que nos condenan al saqueo expoliador de las potencias extranjeras se
han adueñado del festejo por el “Bicentenario de la Patria”.
Habría
que preguntarse, aunque resulte antipático –sobre todo en esta fecha-
si existe realmente una “nación argentina”, y ni qué hablar un “país”
soberano y libre. Bueno, la respuesta a esto último es más que obvia: un
país que depende de la inversión y el financiamiento extranjero –según
lo reconocen tanto el gobierno “nacional y popular” como la oposición
más de derecha, todos representantes de diferentes sectores de las
clases dominantes, es decir, de las burguesías explotadoras-
difícilmente pueda ser libre y soberano.
¿Qué
festejan, entonces, estos entregadores de las riquezas nacionales, tanto
las naturales como las producidas por el sudor de los trabajadores de
nuestro país?
Pues festejan la continuidad de
una historia intrínsicamente ligada a la intervención extranjera.
Basta
ahondar un poco en nuestra historia germinal, donde el 25 de mayo es
una consecuencia de la invasión napoleónica a la metrópolí española, del
control francés de la mayor parte de Europa, y de la independencia de
EEUU, ambos mercados cerrados a los productos ingleses en pleno auge de
la revolución industrial sajona. La intervención inglesa en nuestra
“liberación” debería hacernos pensar en la realidad concreta de esa
categoría adquirida a partir de 1810. Esa intervención festejada y
abonada por las clases dominantes “nacionales”, que no cejó hasta que le
dejó paso a otra aún más poderosa, surgida a partir de 1945 en el
mundo, como lo es el imperialismo yanqui. En mayor o menor medida, con
más o menos resistencia, siempre nuestro país terminó claudicando ante
los dólares de las grandes empresas yanquis. Lo que se hizo aún más
concreto y palpable a partir del 24 de marzo del ’76, y no fue
modificado por ninguno de los gobiernos que sucedieron a la dictadura
genocida. El menemato de los ‘90 estructuró la sociedad que hoy
sufrimos, y el gobierno actual, a pesar de su retórica confrontativa,
siguió perfeccionando la maquinaria del saqueo de nuestras riquezas, hoy
en su apogeo, como nunca antes en nuestra historia.
La
política petrolera y minera del actual gobierno son la representación
máxima de esa línea de expoliación a nuestro pueblo. El reconocimiento
criminal de una Deuda ilegal, ilegítima y fraudulenta por parte del
kirchnerismo y su “oposición” no hace más que confirmar lo expresado en
estas líneas.
Duele tanta mentira.
Duele
tanta hipocresía
Duele tanto cinismo
Pero
duele más aún, ver que no existe una real oposición de los que
realmente podemos oponernos a tanta entrega. Como decíamos más arriba,
la única posibilidad real de liberación “nacional” puede devenir de la
clase trabajadora. Pero no existe una dirección de la clase, y las
autoproclamadas “direcciones” clasistas no acertamos a generar lo que
debemos generar.
Duele ver entonces como ni
siquiera para esta fecha, que podría ser un punto de partida para
golpear las puertas de la consciencia de nuestro pueblo, podemos
ponernos de acuerdo para hacer un contrafestejo para este Bicentenario
acaparado por los que entregan y no paran de entregar nuestras riquezas.
Mucho
es lo que hay que construir, y ni siquiera hemos empezado. Y mientras
seguimos con las mezquindades entre nosotros, para ver quién “la tiene
más larga” en los términos de la ideología del proletariado, las masas
no nos entienden y menos nos escuchan.
En vez
de perder el tiempo en tratar de descalificarnos entre nosotros,
deberíamos intentar ponernos de acuerdo para construir una herramienta
de masas que nos permita como pueblo encarar imprescindibles cambios en
la estructura social que permitan liberarnos en serio como país.
Algunas
ideas se pueden aportar, humildemente, al respecto
Por
la Dignidad Nacional
Para pararnos dignamente
como Nación ante el resto de los pueblos del mundo, tenemos que tener
como principio la eliminación de la injerencia externa en la vida de
nuestro país.
Para ello es imprescindible la
recuperación de nuestros recursos naturales y estratégicos, hoy en manos
privadas y foráneas.
De la misma manera,
simultáneamente, terminar con la agresión al medio ambiente que pone en
riesgo la salud y la vida del pueblo entero, y empeña nuestro futuro y
el de nuestros hijos y nietos.
La
reestatización de las empresas privatizadas y concesionadas, para que
sean manejadas por trabajadores y usuarios comunes, debe ser un objetivo
irrenunciable para tal fin.
En ese marco, debe
priorizarse la relación con los pueblos de Suramérica, principalmente
con los que hoy desarrollan procesos antiimperialistas y
revolucionarios, como Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua.
Por
la Soberanía Popular
Sólo basados en los puntos
anteriores podremos aspirar a terminar con la pobreza y los privilegios
que la provocan.
Para ello hay que encarar
políticas agresivas de distribución real y equitativa de las riquezas
que producen los trabajadores, desde la perspectiva de las mayorías (y
no como hasta ahora, que son las minorías poderosas quienes tienen a
cargo esa tarea, generando la triste realidad que nos toca vivir)
Es
imprescindible socializar el manejo de las bases de la economía. Sólo
así tendrá sentido una reforma política, donde efectivamente gobiernen
las mayorías, con revocabilidad de mandatos, sin inmunidad que provoca
impunidad; donde los funcionarios y legisladores a nivel nacional,
provincial y municipal no ganen más que el promedio de un obrero
industrial.
Es imposible pensar en un país
justo con la actual estructura demográfica, por lo cual es
imprescindible fomentar una redistribución de la población y una reforma
agraria basada en la colectivización, terminando con el anacronismo del
latifundio.
El respeto a los derechos de los
Pueblo Originarios es una asignatura pendiente que debemos solucionar,
constituyendo una reparación histórica que debe encararse de manera
inmediata.
Estos cambios profundos solo serán
posibles si terminamos con la vieja y vetusta estructura política que
nos gobierna, donde los partidos políticos tradicionales se constituyen
en representantes de las diferentes facciones del poder económico.
Debemos bregar por una sociedad distinta, donde sean los trabajadores y
las mayorías populares los que tomen las riendas de la política, para
así poder lograr la justicia y la felicidad que nuestro pueblo merece.
fuente, vìa :
http://www.argenpress.info/2010/05/argentina-200-anos-y-donde-esta-la.html
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