Nos hallamos en la era… de la sociedad del
espectáculo
y el exhibicionismo generalizado, donde nada de
lo humano
puede quedar oculto, y mucho menos los secretos
inconfesables,
que son inmediatamente revelados en cuanto se
descubren
Enrique Gil Calvo, Crisis crónica: la
construcción social de la gran recesión
Con su cara de máscara de tragedia, no
cesa el secretario de Salud en su exhibicionismo. Desde hace un año,
cuando los contagios gripales se volvieron epidemia por el perverso
alarmismo del lilliputense burocrático José Ángel Córdova
Villalobos –a quien las huestes de Max Cortázar (el enclaustrado
director de… ¿Comunicación? de Los Pinos) le dejan caer el canto
de las sirenas haciéndole creer que debe no aspirar a ser
candidato a gobernador de Guanajuato, sino disputarle a los Lujambio,
Gómez-Mont, Cordero… ¡Lozano Alarcón, el Díaz Ordaz de
Calderón! y a la Vázquez Mota, la precandidatura presidencial a la
sucesión calderonista que es cosa perdida e imposible, pues para 2012
los panistas ya están derrotados y sólo será un dato insignificante en
su currículum–, el Partido Acción Nacional y sus acólitos regresan al
aprendizaje de la oposición. Ya no la de antes, pues cargan con el
descrédito de su total fracaso político, que, por una ironía de la
historia, celebrarán con su mal gobierno el bicentenario y el centenario
de revoluciones contra el mal gobierno.
El descuido preventivo sanitario, por la
novatez e incapacidad de Córdova y su equipo (éste muy eficiente con
sobornos encapsulados como publicidad en medios de comunicación), fue
sustituido después por sus nerviosos alaridos, pavor y
una campaña atemorizante. Insidioso, sembró miedo en la población de
todo el país, mientras el mal atacaba a los pobres (trabajadores en
contagio continuo por hacinamiento en sus centros laborales y quienes
luchan por sobrevivir en las márgenes de los mercados, víctimas del
neoliberalismo económico, en cuyos brazos se entrega Calderón para el
“dejad hacer, dejad pasar”).
Su jefe Calderón y Marcelo Ebrard apoyaron las
estupideces de Córdova, paralizando las actividades macro y micro de las
economías públicas y privadas, reduciéndolas a un mínimo durante la
primavera, verano e invierno de 2009. Generando con las medias verdades
oficiales pérdidas cuantificadas en 40 mil millones de pesos; pero, para
amedrentar a los mexicanos, completando la verdad con el dispendio de
la Secretaría de Salud, de 200 mil millones de pesos. Esto, mientras los
laboratorios se embolsaron cerca de 100 mil millones de pesos; y por la
compra de vacunas a los franceses, Córdova recibió la Legión… ¡de
honor!; así como ha aceptado más de… ¡80 reconocimientos!, poniendo cara
de sonriente comediante tras cientos de representaciones con
su rictus de espanto por el virus AH1N1, que elevó a pandemia con
medidas de terror que la Organización Mundial de la Salud está
investigando si fueron acertadas o no.
Sus abusos y alarmismo sumaron al brutal
desempleo (no menos de 40 millones, de los cuales unos 20 practican el
ambulantaje) casi 3 millones de despidos que no paran desde el año
pasado. Calderón le hizo segunda a Córdova; Ebrard se afilió a las
estupideces para generar el pánico gripal que radicalizó la crisis
económica propiciada por las malas políticas públicas de Fox a Calderón,
al grado de que, interrumpida la producción, se suprimieron las
exportaciones, se detuvo el turismo externo e interno, hubo compras que
desabastecieron tiendas y la población se atrincheró en sus
casas, dejando abarrotados sólo los centros de salud y los para esa
falsa emergencia habilitados.
El terror sembrado por estos tres generó más
víctimas económicas, ya en recesión con estancamiento e inflación, pues,
desde hace un año, los precios siguen subiendo, no se recupera el
aparato productivo en todas sus ramas. Y sobrevivimos en la cresta
amenazante de una depresión que impide recuperar una tasa mínima de
crecimiento económico. Si funcionara la institucionalidad para el
deslinde de responsabilidades, Córdova, en lugar de seguir en su
protagonismo (“cilindriado” por su séquito de comunicación, enlazado con
Los Pinos), ya hubiera sido procesado en juicio político y penal,
inhabilitado para desempeñar cargos públicos y encarcelado.
Salvo hospitales y centros para atender los
síntomas de la gripe, la actividad económica se paralizó, especialmente
en el centro del país: hoteles y restaurantes donde ni las moscas
se paraban; aeropuertos trabajando al 20 por ciento; comercios
desiertos con ventas al mínimo, y salas de cine y teatros cerrados.
Este trío nefasto llegó a tal grado de estupidez que cerró todo el ciclo
educativo. Ordenaron, negocio de por medio (las compras del sector
salud y los vivales de siempre), el uso de “tapa-boca”. La policía
preventiva casi remite a transeúntes que no lo llevaban, cuando dicha
protección era para los que presentaban algún síntoma. Alarmista,
Córdova aparecía en todos los medios de comunicación, atemorizando a la
nación. Y aún no se le deslindan responsabilidades por sus abusos… y
estupideces.
Se trataba de aprovecharse de la más irreal que
real pandemia gripal del virus AH1N1, “iniciada en México en la
primavera de 2009 –escribió Gil Calvo–, que al llegar al verano había
provocado en todo el mundo 250 muertes de un total de 50 mil afectados”,
mientras en nuestro país (con todo y el “niño héroe” del desgobernador
Fidel Herrera), devastó económicamente a 100 millones de mexicanos con
más pobreza y desempleo, más delincuencia e inseguridad, más hambre,
impuestos y alza de precios.
“Por tanto [regreso con la otra cita de Gil
Calvo], de acuerdo al principio de precaución postulado por el
ecologismo, hay que prepararse para la llegada de lo peor: que los
poderes públicos fracasen, revelándose incapaces de controlar la crisis.
Según afirma un famoso aforismo, todo lo malo es susceptible de
empeorar. ¿Y cómo enfrentarse a una crisis sistémica carente de solución
visible? Aquí es donde interviene el estado de sitio o el estado de
excepción (o el estado fallido] que para Giorgo Agamben [toma prestado
el concepto de Carl Schmitt, pero volviéndolo al revés], es el único
modo que tienen los poderes públicos [de tendencia autoritaria,
antidemocrática] de ejercer su soberanía más allá del principio de
legalidad; propio del estado de derecho. De ahí que cuando el poder
público [ahora mismo el calderonismo] se siente impotente para enfrentar
a la crisis del sistema que administra opte por suspender el imperio de
la legalidad vigente proclamando el estado de excepción. Una
proclamación que por sí misma, en tanto que sentencia preformativa, crea
una crisis sistémica incluso allí donde antes no existía.”
Las estupideces y abusos de hace un año nos
llevaron a eso. Ya inspirados en Pinochet, los seguidores de Victoriano
Huerta, en el combate a las delincuencias, enmascaran sus fines
golpistas.
cepedaneri@prodigy.net.mx
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