domingo, 3 de agosto de 2014

Israel tiene un plan: anexionarse Gaza… y Cisjordania...RAFAEL NARBONA

Israel es culpable de crímenes de guerra y contra la humanidad. No me refiero solo al gobierno de Netanyahu, sino a la sociedad israelí,enferma de odio,racismo y militarismo

Israel es culpable de crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad. No me refiero solo al gobierno de Benjamin Netanyahu, sino a la sociedad israelí, enferma de odio, racismo y militarismo. La mayoría de los colonos judíos de la Cisjordania ocupada no ocultan su admiración hacia Baruch Goldstein, que el 25 de febrero de 1994 asesinó en Hebrón a 29 musulmanes e hirió a 120, mientras oraban en la Tumba de los Patriarcas. Armado con granadas, un rifle M-16 y varios cargadores, disparó indiscriminadamente hasta agotar la munición. Los supervivientes acabaron con su vida a golpes, ebrios de rabia e indignación. Médico en la reserva de las Fuerzas de Defensa de Israel (Tzahal), Goldstein, de origen norteamericano, se negaba a atender a pacientes no judíos y ya había protagonizado varios incidentes violentos. Aunque el gobierno de Isaac Rabin condenó el crimen, muchos israelíes aplaudieron y le erigieron varios monumentos. Es tristemente innegable que el odio a los árabes está profundamente enraizado.

De hecho, muchos colonos simpatizan con la yeshiva o escuela rabínica Merkaz ha-Rav, situada cerca de Nablus. La yeshiva expresó sus enseñanzas en Torat Hamelej (El Pentateuco del Rey), un verdadero best-seller en Israel, con un precio irrisorio para estimular su circulación. En la obra, dos rabinos recopilan fragmentos bíblicos y talmúdicos para justificar el asesinato de gentiles, incluidos los niños. Matar a menores es lícito, “si está claro que cuando crezcan nos harán daño”. Los autores son Yitzhak Shapira –que también ha escrito una biografía apologética de Baruch Goldstein-, y Yosef Elitzur. Ambos sostienen que “está permitido causar daños a los hijos de un líder para detener sus actividades malignas… y para presionarlo”, aseverando que en cualquier caso la vida de los gentiles es menos valiosa que la de los judíos. La escuela rabínica de Yitzhak recibió en 2007 fondos del Ministerio de Educación de Israel y subvenciones para financiar los estudios de sus alumnos. En 2013, la financiación se interrumpió y en 2014 se clausuró la yeshiva, pues sus estudiantes protagonizaron enfrentamientos con la policía y el ejército israelíes al entender que su política con los palestinos era demasiado tolerante. Yitzhak ha sufrido pequeños arrestos, meros contratiempos comparados con las detenciones administrativas de miles de palestinos, encarcelados durante años sin pruebas ni cargos formales. El gobierno ordenó destruir las estatuas que en el pasado homenajeaban a Baruch Goldstein, pero su popularidad aún es muy notable y muchos le consideran un héroe.

La filosofía de Shapira y Elitzur, que acusa a los árabes de ser “el imperio del mal”, se ha propagado entre las filas del Tzahal y ha borrado los escrúpulos a la hora de matar palestinos. Tal vez por eso a ningún militar le ha temblado la mano a la hora de bombardear las escuelas de la ONU, pese a ser recintos protegidos por el derecho internacional. La escuela de Yabalia informó al Tzahal de su ubicación exacta hasta diecisiete veces, según declaró Pierre Krähenbül, comisionado general de la agencia de Naciones Unidas para los refugiados palestinos (UNRWA). Más de 500 familias palestinas pensaron que la bandera y los emblemas identificativos de la ONU les protegerían de los bombardeos israelíes, pero el Tzahal lanzó proyectiles sobre un aula llena de refugiados, matando a 16 personas. Seis eran niños palestinos y dos trabajadores de UNRWA. Docenas de mulas y burros de las familias desplazadas acabaron destripados en un espacio adyacente. Esa misma tarde, murieron otros 17 civiles palestinos, cuando las bombas israelíes cayeron sobre un mercado de gasóleo del distrito oriental de Shiyaiya. Estados Unidos ha condenado el bombardeo de las escuelas de Naciones Unidas, pero –según la agencia Reuters- ha enviado un nuevo cargamento de armas, que incluye proyectiles de mortero de 120mm y granadas de 40mm. De momento, Israel ha perdido a 61 soldados y tres civiles, pero los muertos palestinos superan los 1.441, el 80% civiles. 375 eran niños. Los que no han perdido la vida sufren shock postraumático, pues han presenciado cómo mataban a sus padres, abuelos o hermanos. Hay 250.000 desplazados, se ha duplicado el número de partos prematuros y se han destruido las infraestructuras que garantizaban el suministro de agua y electricidad. Los avisos del Tzahal para advertir sobre la inminencia de un bombardeo son puro cinismo, pues en Gaza ya no existen lugares seguros para acoger a los que han perdido sus hogares. Además, algunas bombas no han explotado y se encuentran entre los escombros, con el riesgo de activarse por accidente y causar nuevas víctimas. Cuando finalice la ofensiva israelí, la Franja de Gaza será un lugar inhabitable.

Un soldado israelí ha presumido de matar a 13 niños palestinos en la red social Instagram, colgando varias fotografías en las que aparece disparando con un trípode de francotirador. Se identifica como David Ovadia. Las protestas de otros usuarios han provocado que retire las imágenes. El Tzahal no ha desmentido su autenticidad. Asimismo, circula una grabación realizada en un punto indeterminado de Israel, donde un colono judío alecciona a cinco palestinos: “La tierra de Israel fue entregada por Dios a Abraham, Isaac y Jacob. Nosotros somos el pueblo de Israel, hijos de Jacob. […] Cuando venga el Mesías, vosotros seréis nuestros esclavos”. Por otro lado, ciudadanos israelíes se han manifestado en Tel Aviv, celebrando que las escuelas de Gaza han cerrado porque la Franja es un gigantesco cementerio. Al margen de estos gestos de odio, Moshe Feiglin, vicepresidente del parlamento israelí, expuso hace tiempo un plan de siete fases para solucionar definitivamente “el problema de Gaza”: 1) ultimátum que inste a la población palestina a abandonar la Franja, “trasladándose al Sinaí, no lejos de Gaza”; 2) ataque “en toda Gaza con el máximo de fuerza (y no con una parte minúscula de esa fuerza)”, orientado a destruir los objetivos militares y las infraestructuras, “sin consideración alguna por los escudos humanos y los daños al medio ambiente”; 3) asedio para impedir que “nada pueda entrar en Gaza ni salir de Gaza”; 4) golpear con la máxima fuerza posible a las milicias palestinas, sin “preocuparse por las bajas civiles”. Hasta ahora, la Operación Margen Defensivo ha consumado estas cuatro fases. Las tres restantes serían: 5) ocupación de Gaza por las Fuerzas de Defensa de Israel, que “acabarán con todos los enemigos armados en Gaza” y “tratarán conforme al derecho internacional a la población enemiga que no haya cometido fechorías y que se haya separado de los terroristas armados, autorizándoles a abandonar Gaza”; 6) anexionar Gaza, “que se convertirá para siempre en parte de Israel y será poblada por judíos, lo cual permitirá “aliviar la crisis de alojamiento en Israel”; y 7) emigración masiva de los palestinos, que “según los sondeos quieren abandonar en la mayoría de los casos Gaza”, proporcionándoles una “generosa ayuda” para cruzar la frontera egipcia. La ayuda solo se concederá a “aquellos que no estén implicados en actividades antiisraelíes”. Los que deseen quedarse, recibirán un permiso revocable de estancia en Israel y solo después de unos años podrán convertirse en ciudadanos israelíes, firmando el compromiso de “aceptar la dominación, las reglas y el modo de vida del Estado judío”. Moshe Feiglin, adversario de Netanyahu en el Likud y miembro de la influyente Comisión de Relaciones Exteriores y de Defensa, lleva un tiempo defendiendo las siete fases del plan en Estados Unidos y Canadá. El periodista italiano Manlio Dinucci apunta en Il Manifesto que “el verdadero objetivo de la retirada de los colonos israelíes de la región de Gaza –en 2005– no era otro que dejar el campo libre a las fuerzas armadas de Israel para la posterior realización de la operación «Plomo fundido» entre 2008 y 2009. También se percibe que la actual operación «Margen protector» no es una simple respuesta a una acción anterior sino que forma parte de un plan preciso para ocupar de manera permanente la Franja de Gaza y colonizarla expulsando de allí a la población palestina. Seguramente, Feiglin ya tiene listo otro plan para una solución en Cisjordania”. Según Ahmed Abul Gheit, ex ministro egipcio de Exteriores, Estados Unidos organizó en 2011 la caída de Hosni Mubarak porque se oponía a que los palestinos expulsados de Gaza se establecieran en la península del Sinaí.

Israel sigue los pasos de antisemitismo europeo: segregación en guetos, cada vez más insalubres e inhabitables; emigración forzosa y exterminio de los focos de resistencia. La Nakba prolonga la tragedia de la Shoah, pero la víctima ahora es el pueblo palestino. Ambos términos significan catástrofe y reflejan políticas de exterminio contra poblaciones civiles, sin la protección de fuerzas militares regulares, capaces de frenar o responder a la agresión de forma proporcional y suficientemente disuasiva. Al igual que sus predecesores, Benjamin Netanyahu y Barack Obama son los arquitectos de una “solución final al problema palestino”. Inicialmente, Hitler se planteó deportar a los judíos europeos a Madagascar, pero el plan era descabellado e inviable. Deportar a los palestinos al Sinaí parece más asequible, pero ¿qué sucederá con los que no se rindan y sigan luchando por su tierra y su dignidad como pueblo? El plan de Moshe Feiglin no oculta sus intenciones: “acabar con todos los enemigos armados en Gaza”. Es decir, exterminarlos. Desde el punto de vista del derecho internacional, ese procedimiento se llama “genocidio”. Y la emigración forzosa “limpieza étnica”. Actualmente, la limpieza étnica avanza en Cisjordania a ritmo vertiginoso, apropiándose de los recursos hídricos y de las tierras fértiles, mientras se aísla los asentamientos palestinos mediante muros, controles militares y autovías. Afirmar que los judíos deseaban convivir tranquilamente con los palestinos en 1948 es ofender a la verdad. El historiador israelí Benny Morris documentó la Nakba y las 24 masacres que forzaron a 711.000 palestinos a abandonar sus tierras en esas fechas. Si se suman las actividades criminales del Irgún, la Haganá y el Lehi durante los años anteriores, hostigando y asesinando a palestinos, el número de desplazados roza el millón. La masacre de Deir Yassin es una de las más conocidas. Las milicias judías asesinaron entre el 9 y el 11 de abril de 1948 a 256 palestinos, la mayoría ancianos, mujeres y niños. Menájem Beguín, Primer Ministro israelí entre 1977 y 1983 y Premio Nobel de la Paz 1978, afirmó varias veces que “Israel no existiría sin Deir Yassin”, sin mostrar el más leve signo de pesar o remordimiento. A pesar de documentar la Nakba, Benny Morris opina del mismo modo: “El Estado judío no habría nacido sin la expulsión de 700.000 palestinos. Así pues había que expulsarlos. No había otra opción que expulsar a la población. […] Tampoco la gran democracia estadounidense se podría haber creado sin la aniquilación de los indios. Hay casos en el que el buen fin justifica los actos implacables y crueles que se cometen en el curso de la historia”. Morris afirma que el gran error de David Ben Gurion, Primer Ministro de Israel entre 1948 y 1953, fue no expulsar a todos los palestinos en 1948. Su presencia en Gaza, Cisjordania e incluso dentro del propio Israel, pone en peligro la seguridad del pueblo judío y puede comprometer su futuro. Moshe Feiglin, Benjamin Netanyahu y Obama ya están trabajando para resolver ese problema, con una mentalidad parecida a la de los altos jerarcas nazis que se reunieron en la “Conferencia de Wannsee”. Es imposible saber cuándo acabará la Operación Margen Defensivo, pero está claro que Israel no quiere la paz, sino la anexión de Gaza y Cisjordania. No simpatizo con Hamás y, menos aún, con los atentados suicidas, pero Al-Fatah, afiliado a la Internacional Socialista, no ha conseguido mejorar la suerte de los palestinos, pese a reconocer al Estado de Israel en 1993 y tender puentes a favor del diálogo y la coexistencia pacífica. Es radicalmente falso que Hamás utilice como escudos humanos a los civiles palestinos. Se repite esa mentira para ocultar a la opinión pública que es imposible bombardear un espacio tan reducido sin provocar víctimas inocentes y, sobre todo, porque se quiere ocultar la verdadera finalidad de la operación militar. Los niños palestinos asesinados en Gaza por el Tzahal reflejan con crudeza el objetivo último de Israel: desmoralizar a un pueblo, privarle de su futuro y expulsarlo de sus tierras. Desgraciadamente, la historia no es una película y pocas veces triunfa la justicia. Al menos que se conozca la verdad.

RAFAEL NARBONA

 http://www.lahaine.org/index.php?p=79305

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