“Yo te puedo dar una garantía para proteger los Juegos Olímpicos de Invierno en Sochi. Los grupos chechenos que amenazan la seguridad de los juegos son controlados por nosotros”, le espetó el príncipe al presidente. Siguió alardeando sobre la posibilidad de “armar una estrategia ruso-saudí sobre el precio del petróleo”, para mantener la estabilidad de los mercados mundiales. Vladimir Putin apenas pudo contener la ira hasta el final de la reunión, celebrada en Moscú en agosto de 2013, escribe el periodista estadounidense Robert Parry (consortiumnews.com, 31 de diciembre de 2013).
El estilo patotero, pero frontal y sincero del príncipe saudí Bandar bin Sultan, jefe de la inteligencia y secretario general del Consejo de Seguridad Nacional de Arabia Saudí, fracasó en su intento de que Putin soltara la mano del presidente sirio Bashar al-Assad. En aquel momento, la guerra civil siria comenzaba a dar un giro a favor del régimen gracias al potente apoyo ruso, y toda la estrategia saudí amenazaba con venirse abajo.
Peor aún. Se estaban dando los primeros pasos para el acercamiento entre Estados Unidos e Irán, consolidado en noviembre de 2013, llamado a trastocar el tablero geopolítico de Medio Oriente, dejando toda la estrategia saudí flotando en el aire. Para Riad, el enemigo número son Irán y las masas árabes movilizadas, y cualquier cambio en la posición de Washington significa un tembladeral. Fueron momentos difíciles para la Casa Saud, que la llevó a tomar distancias (relativas) de su más firme aliado, pero sobre todo a buscar nuevas alianzas, hasta encontrar en Israel a su socio más firme para lidiar con una región que, desde el comienzo de la Primavera Árabe, amenaza con dejar a las monarquías en fuera de juego.
REPOSICIONAMIENTO SAUDÍ
La tercera semana de febrero de 2014, una nutrida delegación saudí del área de Defensa viajó a Pakistán. Según el periodista brasileño Roberto Lopes, graduado en el Colegio de Estudios para la Defensa Hemisférica de la Universidad de Defensa Nacional de Washington (Fuerte Leslie McNair), asegura que los saudíes se decepcionaron con los anuncios del gobierno de Barack Obama de retirar tropas de Irak y Afganistán, y sobre todo “con la negativa de Washington a atacar las instalaciones nucleares de Irán y derribar al gobierno de al-Assad mediante bombardeos, como sucedió en Libia” (Defesanet, 2 de febrero de 2014).Riad negocia la compra a Pakistán de misiles chinos Dong Feng capaces de alcanzar Teherán y Bagdad, de submarinos convencionales que compra a Alemania y quizá de cazas multifunción chinos, para depender menos de los estadounidenses F-15. Las fuerzas armadas saudíes cuentan con 250 mil soldados y 300 aeronaves, siendo uno de los diez mayores compradores de armas del mundo.
Tres meses después Riad realizó un gigantesco operativo de defensa, que involucró a 130 mil militares en todo el país, que culminó el 29 de abril con un enorme desfile militar al que fueron invitadas autoridades de los países del Golfo y Pakistán. Los ejercicios coincidieron con el noveno aniversario de la llegada al trono de Abdullah y en ellos se mostraron, por primera vez, misiles de largo alcance Dong Feng-3, probablemente con ojivas nucleares múltiples, comprados a China en 1987, que tienen un alcance de hasta cinco mil kilómetros.
El director de Defesanet, Nelson Düring, destacó que el desfile sucedió pocos días después de la visita del presidente Barack Obama a Riad, lo que fue interpretado como “un claro mensaje a Washington, al régimen de los ayatolás iraníes y a los rusos, de que Arabia Saudita entró en un proceso de independiente en la defensa de sus intereses contra la continua expansión de armamentos nucleares de Irán”. Finaliza su análisis con lo que ya era un hecho consumado, “una creciente aproximación estratégica con Tel Aviv, que sería impensable hace unos años” (Defesanet, 4 de mayo de 2014).
Aunque no hay datos precisos, se sabe que Arabia Saudí contribuyó en su momento a financiar el programa nuclear de Pakistán con 1.500 millones de dólares, país que ahora podría estar suministrando ojivas nucleares a Riad.
GOLPEAR A HAMAS
Apenas 48 horas antes del desfile militar saudí, el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu declaró que la amenaza de las armas iraníes es similar a la que representó el nazismo para los judíos. No dijo una palabra de las armas de Riad. En los hechos, israelíes y saudíes comparten las mismas posiciones en el mundo, lo que Parry denomina como “comunidad de intereses”, que se hizo cada vez más evidente con la Primavera Árabe.Ambos ven a Irán como su principal adversario, los dos apoyaron el golpe de Estado en Egipto contra los Hermanos Musulmanes, rechazan las reformas democráticas en el mundo árabe y abogan por la caída de Al Assad. La Casa de Saud jugó un papel destacado en la caída del régimen de Muammar al Gaddafi y, de hecho, en buena parte de las acciones ilegales encaradas por Washington. Bandar bin Sultan, el “príncipe favorito de la CIA” según el diario israelí Haaretz, fue una pieza clave en el apoyo a la contra nicaragüense y en la financiación de los muyahidines afganos contra los soviéticos (Haaretz, 25 de julio de 2012).
El ataque a la Franja de Gaza es, de hecho, la primera operación de envergadura conjunta entre saudíes e israelíes. “El ataque a Gaza ocurre por designación de Arabia Saudí”, escribe David Hearst, editor jefe de Middle Easte Eye. Diversas autoridades de Tel Aviv hablan de ello en público, asegurando que “los fondos saudíes y de los Emiratos se utilizarían para reconstruir Gaza una vez que se hubiera neutralizado a Hamas” (Middle East Eye, 20 de julio de 2014).
En su opinión, la alianza entre Israel y Arabia Saudí se debe a que comparten los mismos temores. Tienen los mismos enemigos e idénticos aliados. Comparten, además, métodos muy similares, como lo muestra la carrera de Bandar. “Los saudíes están financiando la muy cara campaña de Israel contra Irán”, señala Middle East Eye, para rematar que “por primera vez en la historia de ambos países hay una cooperación abierta entre dos potencias militares”.
Pese a la nueva alianza, los cálculos de Netanyahu están fallando. Consideró que era el momento de golpear a Hamas porque la consideraba debilitada por la reducción de los flujos financieros iraníes y por el giro derechista en Egipto, porque creyó que los habitantes de Gaza se volverían contra Hamas y que el apoyo de Egipto y Arabia Saudita no tendría fisuras.
Ninguna de las tres suposiciones funcionó. Hearst escribe: “Los habitantes de Gaza, cuando comenzaron los bombardeos, se dijeron a sí mismos que tenían básicamente dos opciones: morir ahora, o una muerte lenta después. Eligieron la primera. La resistencia tuvo una segunda oportunidad, sin importar qué organización la encabeza. Hamas se ha visto impulsada porque es el movimiento mayor y más activo, pero incluso en un lugar tan controlado como Cisjordania, donde las lealtades hacia Fatah son profundas, la resistencia ha vuelto a ser la corriente principal” (Middle East Eye, 5 de agosto de 2014).
Los regímenes de Egipto y Arabia Saudí sufren un fuerte desprestigio luego que Tel Aviv ventilara el apoyo a los bombardeos contra Gaza. Más que rechazo, ambos regímenes siente “humillación” según Hearst. Pero da un paso más, al asegurar que los palestinos fuera de Gaza están reaccionando en una corriente de simpatía con la población de la franja que, como se sabe, tiene un comportamiento político bien distinto a la de Cisjordania y a los palestinos que viven en Israel. “La guerra en Gaza podría estar sentando las bases para otra intifada”, es su conclusión.
PUTIN EN LA MIRA
Pese al griterío inicial, las investigaciones sobre el
derribo del vuelo MH17 de Malaysia Airlines va tomando un rumbo
contrario al que esperaba Washington. Un periodista bien relacionado con
los servicios de inteligencia estadounidenses como Parry, quien reveló
el escándalo Irán-Contras en 1985, para financiar a los
contrarevolucionarios nicaragüenses a derribar al gobierno sandinista,
reveló que quienes dispararon al avión de pasajeros el 17 de julio
fueron militares ucranianos, que en realidad tenían en la mira al avión
presidencial de Putin, que volaba cerca de esa zona.
“Fue un intento fallido por parte de extremistas del gobierno de Ucrania para asesinar al presidente ruso”, escribe Parry citando “analistas de inteligencia” (http://consortiumnews.com/,
8 de agosto de 2014). Los servicios llegaron a esa conclusión al no
encontrar evidencia de que Rusia o las milicias pro-rusas de Ucrania
estuvieran envueltas en el episodio. Por el contrario, el ejército de
Kiev dispone de baterías Buk en el recorrido del vuelo. Pero la
evidencia mayor es que en los restos del avión de Malaysia se pueden ver
con total nitidez huellas de disparos, lo que indica que el avión fue
derribado por un ataque aire-aire, probablemente por parte de los dos
SU-25 que fueron detectados a pocos kilómetros de la aeronave.
La inteligencia rusa y la estadounidense estarían
apuntando a sectores neonazis a los que el nuevo gobierno cedió varios
ministerios o al oligarca Ihor Kolomoisky, nombrado gobernador de la
región de Dniepropetrovsk, conocido por su odio a Putin. Incluso la ex
primera ministra Yulia Tmoshenko hizo un llamado a “ir a matar a esos malditos rusos junto a su líder” (http://consortiumnews.com/,
8 de agosto de 2014). La pregunta sobre si el saudí Bandar, quien
decidió renunciar a su cargo como jefe de la inteligencia pero continúa
al frente del Consejo de Seguridad Nacional, estaría relacionado con el
derribo del vuelo de Malaysia, inquieta a muchos analistas.
Según Parry, la acción descontrolada de elementos ucranianos abre la “posibilidad de una crisis en cascada fuera del control de los políticos racionales”,
que se gestó a partir de la caída del gobierno legal el 22 de febrero.
De alguna manera, dice, los políticos occidentales deberían reflexionar
sobre las consecuencias que hubiera tenido un atentado contra la vida
del presidente de Rusia.
Sin embargo, los estrategas del Pentágono parecen estar
viendo el mundo de otro modo. El 31 de julio se conoció un documento
elaborado por el Comité de Defensa Nacional titulado “Asegurar una
fuerte Defensa de los Estados Unidos para el futuro”, en el que se
sostiene la necesidad de hacer frente a cinco o seis guerras
simultáneamente, incluyendo a naciones que poseen armas nucleares.
La comisión que lo redactó está presidida por William
Perry, secretario de Defensa durante el gobierno de Bill Clinton y John
Abizaid, ex jefe del Comando Central , además de miembros de ambos
partidos y varios generales retirados además de influyentes civiles. El
texto de 84 páginas advierte que los principales peligros que enfrenta
el país son “el creciente poder de China y Rusia, seguido de Corea del Norte, Irán, Irak, Siria” (http://www.wsws.org/, 6 de agosto de 2014).
El documento supone un cambio radical en la doctrina de
guerra, que desde la caída de la Unión Soviética en 1991 se había
propuesto luchar dos conflictos importantes en forma simultánea. El
texto destaca que las amenazas que enfrenta el país son mayores, lo que
lleva a sus autores a considerar que “la capacidad de combate a
escala mundial es la condición sine qua non de una superpotencia y
esencial para la estrategia de seguridad nacional”. Entre los
lugares donde visualizan posibles combates en el futuro, destaca la
península de Corea, los mares del Este y Sur de China, Asia del Sur,
Oriente Medio y “probablemente Europa”.
El informe elaborado por las diversas alas de los dos
partidos, destaca la prioridad del gasto militar por encima de los
gastos sociales, como forma de sostener la potencia militar del país.
Una apuesta compleja en un país donde hay más personas dependiendo de
las ayudas estatales que las que tienen empleo formal sin restricciones y
cuyo sistema de pensiones muestra señales de colapso (Geab N° 86, junio 2014).
EL RETORNO DE LOS HIJOS PRÓDIGOS
El rompecabezas del Medio Oriente se va recomponiendo
con rapidez sorprendente. A comienzos de agosto Rusia e Irán alcanzaron
un importante acuerdo para reducir las sanciones occidentales a Teherán.
Empresas rusas participarán en el sector eléctrico iraní, venderán
maquinaria, equipos y bienes de consumo a cambio de petróleo cuya venta
actualmente está embargada por Occidente (Russia Today, 5 de agosto de 2014).
Rusia prohibió la importación de productos occidentales
en represalia por las sanciones que sufre de Estados Unidos y la Unión
Europea y, a la vez, Washington comenzó el ataque aéreo de regiones
controladas por el Estado Islámico, iniciando un proceso que Barack
Obama vaticinó como de largo aliento.
Arabia Saudí vuelve a jugar un papel central en este
complejo escenario. Al igual que a Estados Unidos, los inventos para
solucionar un problema se le vuelven en contra al cabo del tiempo: el
nuevo vástago de Al Qaida, el Estado Islámico, amenaza a la Casa de
Saud. Riad movilizó 30 mil soldados a la frontera con Irak luego que los
yihadistas anunciaran que su próximo objetivo es Arabia Saudí.
“Después de la campaña del Estado Islámico en Irak se
hizo evidente que ni la ciencia militar extranjera, ni los modernos
medios de combate, son capaces de frenar los procesos iniciados hace
muchos años, incluso por fuerzas influyentes del reino de Arabia Saudí”, reflexiona un periodista ruso (Ria Novosti,
9 de agosto de 2014). Se refiere a la opción saudí de reducir las
tensiones internas (insoportables en un país gobernado por una tiranía
feudal), exportando a sus portadores. En esa “exportación”, encontraron
un apoyo inestimable en la CIA, que contribuyó a mantenerlos ocupados,
primero en Afganistán, luego en el resto del mundo.
En mayo pasado Riad reveló una conspiración terrorista
ligada al Estado Islámico. Una organización creada para abatir enemigos,
amenaza volverse contra el inventor, algo que no es novedoso en ninguna
esfera de la sociedad. Para eso es necesario hacer un ejercicio de
memoria: en 1979 en el marco del clima creada por la revolución iraní
que derribó al sha, 500 extremistas religiosos tomaron la Gran Mezquita
en La Meca, exigiendo el fin de la monarquía saudí y la expulsión de los
“infieles” del país, entre los que figuraban las grandes empresas
occidentales.
En los combates para desalojarla la mezquita fue
destruida y 63 terroristas fueron decapitados en público. Uno de los
sospechosos, “un tal Mahrous bin Laden”, fue liberado. El
príncipe Turki bin Faisal Al Saud, director de la inteligencia hasta
diez días antes de los atentados del 11 de setiembre de 2001, le indicó a
Bin Laden que se dirigiera a Afganistán para apoyar a los muyahidines.
El resto de la historia es más conocido. En 2002, el nombre del príncipe
Turki apareció en la multimillonaria demanda de las familias de las
víctimas del 11 de septiembre, alegando que pudo haber financiado a los
terroristas involucrados en el ataque. El príncipe Turki fue nombrado
embajador en Estados Unidos, en el lugar de Bandar bin Sultan, quien
había ocupado el cargo durante nada menos que 22 años, incluso durante
los atentados a las Torres Gemelas, siendo antes, durante y después, un
protegido de la familia Bush y de la CIA.
El último capítulo, por ahora, son los bombardeos al Estado Islámico en el norte de Irak. Con razón, Robert Fisk denuncia la “suprema hipocresía”
de la Casa Blanca que no se inmutó mientras los yihadistas asesinaban
sirios y chiítas iraquíes, pero ahora se dispone a “salvar” a los
refugiados cristianos (La Jornada, 9 de agosto de 2014). Sin
embargo, a la vista de la necesidad de Obama de seguir apegado a la Casa
de Saud: ¿sería descabellado pensar que los ataques aéreos al Estado
Islámico son el modo de salvar, una vez más, a la monarquía feudal de la
cual depende desde hace siete décadas, para mantener a raya a los
pueblos árabes?
vía:
http://www.lavaca.org/notas/confluencia-arabia-saudi-israel-la-mano-que-mece-el-punal/
Todas las notas de lavaca pueden ser reproducidas libremente, total o parcialmente, aunque agradeceríamos que citaran la fuente.
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